lunes, 21 de febrero de 2022

PICASSO Y EL ROBO DEL LOUVRE

 PICASSO Y EL ROBO DEL LOUVRE

 

Existe una curiosa historia sobre Picasso, y es que cuando la Mona Lisa fue robada en 1911 por el ladrón italiano Vincenzo Peruggia, Pablo Picasso y Guillaume Apollinaire fueron llevados por la policía de París para ser interrogados. Ellos eran inocentes de haber robado la Mona Lisa, pero en realidad eran culpables de haber robado otro tipo de arte del museo del Louvre, en el armario de Picasso se escondían varias cabezas antiguas de estatuas ibéricas que habían sido robadas del museo del Louvre en 1907 por el secretario de Apollinaire, Honoré -Joseph Géry Pieret, casi con toda seguridad el propio Picasso colaboró en la comisión del delito, ya que podría haber ayudado en el robo. La participación de Picasso en este robo de arte es poco conocida, a pesar de que el llamado “affaire des statuettes”, que traducido quiere decir “El caso de las estatuillas”, estuvo en los titulares de los periódicos interna­cionales en 1911… las autoridades descubrieron que Picasso estaba en posesión de dos estatuas ibéricas que había robado del Louvre Géry Pieret, un conocido suyo, cuatro años atrás, como se ha dicho, pero es interesante conocer que Pieret era secretario de Guillaume Apollinaire, muy amigo de Picasso en la época.




El artista aseguró que no tenía ni idea de que las estatuas habían sido robadas, pero Picasso tenía total conocimiento del origen de las obras e incluso pudo haber encargado el robo, y la razón es porque las estatuas encajaban perfectamente con su gusto y porque él escondió las obras a pesar de que mostraba abiertamente otras posesiones similares…

Los flirteos de Picasso y Apollinaire con el arte de robar arte, se remontan precisamente cuando ambos conocieron a Géry Pieret, un sugestivo indivíduo de refinados modales y notable cultura que los sedujo hasta el extremo de ser contratado por el poeta como secretario, como ya hemos podido ver…el tal Pieret, había trabajado antes como vigilante del Louvre, y en su afán fantasmal, presumía ante el joven pintor Picasso, y el descubridor de la palabra surrealismo la facilidad de robar en el museo… Picasso, que entonces visitaba a menudo el Louvre para empaparse del primitivo arte íbero, que tanto iba a influir en el diseño de sus facies cubistas, instó a Pieret, ofreciéndole 50 francos a cambio de dos máscaras íberas, y Apollinaire se encaprichó de una estatuilla del mismo origen.

Pero este robo tuvo influencia sobre el arte de Picasso y el auge del modernismo, ya que las formas de las estatuas robadas se integraron en el famoso cuadro de Picasso, Les Demoiselles d’Avignon (1907), que es ampliamente considerado como la primera gran obra de la modernidad...Durante décadas, Pablo Picasso guardó silencio sobre su papel involuntario en el caso del robo de "La Gioconda". Solo unos días después de la desaparición del cuadro de Da Vinci del Museo del Louvre, en agosto de 1911, la policía comenzó a sospechar que el artista malagueño y el poeta Guillaume Apollinaire estaban detrás del golpe y que formaban parte de una banda criminal de guante blanco. Los indicios llegaron de la mano del aventurero Honoré-Joseph Géry, quien, tras el robo, se presentó en la redacción de “Le Journal” para contar lo fácil que era desvalijar la pinacoteca. En su confesión, bajo el seudónimo de barón d'Ormesan, reveló que, con la complicidad de Apollinaire, había robado un par de esculturas ibéricas primitivas para Picasso. En la imagen siguiente, las señoritas de de Avignon, de Picasso.





Tras esas declaraciones, el pintor y el poeta entraron en pánico. Ambos eran extranjeros y un delito podía significar la extradición y el fin de sus carreras. Picasso todavía guardaba en su estudio del Bateau-Lavoir, en Montmatre, las figuras de Osuna robadas del Louvre que utilizó como inspiración para pintar "Las señoritas de Avignon". En la medianoche del 5 de septiembre, Apollinaire ayudó a su amigo a ocultarlas. Dos días después, la policía arresta al autor de los Caligramas, o conjunto de palabras cuyo propósito es formar una figura acerca de lo que trata un poema o una declaración que en su confesión menciona al maestro cubista. Ambos llorarán durante el careo. Pero Picasso termina negando todo, incluso a su fiel compañero, "Nunca antes lo había visto", sentenció en acta...Hay una película del Director Fernando Colomo titulada "La Banda Picasso", del año 2012, que nos traslada al París de 1911… La Gioconda desaparece del Louvre, y Pablo Picasso y Guillaume Apollinaire son detenidos… Pablo recuerda que Guillaume le había presentado a un atlético joven llamado “el Barón” que, al enterarse de su fascinación por unas estatuas ibéricas, decide robarlas del Louvre y vendérselas a un precio ridículo. Aquellas estatuas fueron cuatro años antes la inspiración del primer cuadro cubista, “Las señoritas de Avignon”.


 Picasso es español, Guillaume polaco, el Barón, belga. Y la prensa habla de una banda internacional llegada a Francia para desvalijar los museos... en conclusión, Apollinaire y Picasso estaban en el mismo grupo de amigos. Lo que llevó al descubrimiento del hurto de las estatuillas fue que ambos artistas fueron acusados de robar la Gioconda. Los dos fueron investigados y Apollinaire acusó a Picasso del delito. Al final quedaron en libertad y dos años después se descubrió que un antiguo empleado del Louvre, Vincenzo Peruggia, había ocultado la obra de Da Vinci en su pequeño apartamento. En la imagen siguiente, Pablo Picasso y Guillaume Apollinaire.




Con toda certeza, la negación de Picasso con respecto de su amigo Apollinaire rompió la amistad para siempre. Picasso, de alguna manera, lloró toda su vida a Apollinaire, quien se alistó voluntario en la Gran Guerra, fue herido en la cabeza y murió de gripe española en 1918…podríamos tildar de comprensible la actitud de Picasso y Apollinaire , ya que cuando leyeron las confesiones de Pieret en el Journal, sufrieron un particular ataque de terror, ya que con toda razón, Estaban seguros de que Pieret los había delatado, y tramaron un plan para no ser descubiertos, que consistía en arrojar las piezas robadas al Sena…una decisión justificada si cabe, ya que en París ya empezaba a asomar la xenofobia que anunciaba la I Guerra Mundial, y Picasso era español y Apollinaire, polaco, y ambos temían que la ley se ensañara con ellos. El robo de La Gioconda se había convertido en una afrenta nacional, y la Gran Francia clamaba respuesta, y venganza.

Por supuesto, Apollinaire y Picasso no tenían nada que ver con el robo de La Gioconda y el día después de que los periódicos informaran sobre el arresto de Apollinaire, el Paris Journal recibió una carta de Géry Pieret – que había huido a Bruselas – donde declaraba que Apollinaire era inocente, y que él había sido único responsable del robo de las estatuas. Con el ladrón de la obra de da Vinci todavía en libertad, la policía no estaba interesada ​​en quién robó un par de estatuas íberas sin mayor valor aparente, por lo que fueron liberados.

En noviembre de 1913 el cuadro apareció en manos de un tal Vincenzo Peruggia, antiguo trabajador del Louvre, que se había llevado La Gioconda, envuelta en una sábana blanca y escondida bajo su abrigo, para devolverla a Italia, donde "realmente pertenecía". Pocos días después estalló la Primera Guerra Mundial, los nombres de Picasso y Apollinaire, que se ofreció como voluntario para el ejército francés, quedaron limpios y "El robo del siglo" dejó de tener importancia.

 



domingo, 13 de febrero de 2022

LA ISLA DE LOS MUERTOS

 

LA ISLA DE LOS MUERTOS.

Arnold Böcklin. 1883

El poema de Konstantino Kavafis, "Camino a Itaca", nos dice que lo importante del viaje es el viaje en sí, y no a dónde nos lleva. El cuadro en realidad son cinco cuadros, las cinco versiones que Böcklin pintó entre 1880 y 1886 para distintos comitentes. La tercera versión fue mucho más popular, y es la que tenemos en la imagen, y fue hecha por Böcklin tres años más tarde por encargo en 1883 de su galerista y marchante Fritz Gurlitt, que fue quien le puso el título al cuadro. En 1933, la pintura fue adquirida por Adolf Hitler y colgada tanto en el Berghof en el Obersalzberg como en la Cancillería del Nuevo Reich, hoy en día está expuesta en la Alte Nationalgalerie de Berlín.




Irónicamente, la cuarta versión fue destruida en un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial. Una isla mítica de los muertos, así como un viaje en barco al más allá, existen en muchas mitologías y religiones: el montículo primitivo en el antiguo Egipto, Elysion en la antigua Grecia, el Jardín del Edén en la Biblia o Avalon en la saga artúrica.

¿Porqué esta obra fascinó a tanta y tan variada gente…? Lenin, Freud, Munch, Nietzsche, Dalí, Rachmaninov…Roger Zelazny en la literatura, August Strindberg en el teatro, Tony Garnier en la arquitectura, en el anime de Kuroshitsuji, donde la isla de los muertos es un santuario para los demonios, o incluso tenemos varias referencias en el cine, por ejemplo en la película estadounidense Dead Silence (2007) el protagonista llega a un paraje con un intencionado parecido con el cuadro, y aunque no se verbaliza, es claramente el lugar en que se desarrolla. Otra es El afinador de terremotos, la película de los hermanos Quay, también en la película Alien: Covenant (2017), el altar donde el androide David enterró a la arqueóloga Elizabeth Shaw tiene una inconfundible similitud con el cuadro o en la película "La Isla de los Muertos" (Isle of the Dead) de 1945, actuando Boris Karloff, aparece claramente en varias secuencias y la acción prácticamente transcurre en una isla semejante, con sepulcros excavados en la piedra.

Tan popular fue en una época que Nabokov cuenta en su novela “Desesperación” (1934) que reproducciones de la “Isla de los muertos” podrían “encontrarse en todos los hogares de Berlín”.

En esta obra Böcklin pinta a un remero y una figura blanca sobre una pequeña barca que se dirige hacia una isla rocosa. En el bote hay un objeto blanco. Lo lógico por el título y un poco de iconografía es pensar que la figura blanca es Caronte, el que conducía a las almas al Hades por la laguna Estigia, y en este caso está custodiando un ataúd.


En el pequeño islote hay altos y oscuros cipreses que, como todos sabemos, son generalmente árboles asociados a los cementerios y al luto, y su perímetro está vallado por acantilados muy escarpados. También hay vanos en las rocas, dando la sensación de ser sepulcros.

Por supuesto, como buen simbolista, Böcklin nunca explicó el significado de su pintura, y eso no hizo más que multiplicar su misterio. Los paisajes de Böcklin suelen ser sublimes, recónditos e inaccesibles, de naturaleza espontánea y peligrosa dramatizada por una luz rasante y cambiante. La luna, la noche, las ruinas y el cielo agitado hablan de su raíz romántica. Pero sabemos que cerca de su estudio en Florencia (era suizo, pero se fue a Italia a vivir) estaba el cementerio donde descansaban los restos de su pequeña hija María. Cabría recordar que la obsesión de Böcklin por la muerte se podría deber a que había perdido 8 de sus 14 hijos, y Que se sepa, Böcklin pintó cinco versiones de esta obra, además, el autor le pidió a Max Klinger que hiciese una serie de grabados sobre la obra, que se vendieron con mucha facilidad, e hicieron que este cuadro de Böcklin se convirtiese en una de las obras de arte más famosas de fines del XIX.  Las dos primeras versiones son de 1880 y se conservan en el Kunstmuseum de Basilea y en el Metropolitan Museum de Nueva York respectivamente. Según parece, Böcklin empezó con la versión de Basilea y cuando la tenía casi acabada, recibió la visita de una mujer llamada Marie Berna, que quería una obra para recordar a su difunto marido. Böcklin pintó para ella una segunda versión del cuadro, más pequeña, añadiendo el ataúd y la figura de blanco que vemos en el bote. Como le gustó el resultado, añadió estos dos elementos también a la primera versión.

El artista no quiso explicar nunca su significado, por lo que a día de hoy sigue siendo un cuadro deliberadamente ambiguo, abierto a múltiples interpretaciones, o quizás sea mejor hablar de sensaciones. Un pequeño bote, conducido por un remero a quien muchos han querido identificar con Caronte, se acerca al embarcadero de una isla rocosa. En la proa, podemos ver a una figura de pie, envuelta en una capa o sudario blanco, y un objeto colocado transversalmente que podría ser un ataúd, también cubierto con una tela blanca y decorado con guirnaldas. El bote avanza lentamente, sin alterar lo más mínimo la superficie inmutable del agua. En las paredes de la isla hay excavados unos nichos o cuevas; sobre una de estas aberturas, a la derecha, aparecen las iniciales del artista “talladas” en la roca, quizás, como una referencia a su morada final. Estamos ante una obra donde en ella se desarrolla un mito, el de Caronte. Caronte era el barquero de Hades, Dios del inframundo, que se encargaba de llevar las almas de los fallecidos de un lado a otro del río Aqueronte. Caronte solo transportaba el alma si tenía dinero para pagar aquel "viaje", por ello a los muertos se les enterraban con un óbolo, que era una moneda griega, bajo la lengua.


No hay nada más universal que la muerte, quizás también el amor, pero posiblemente algo menos. La muerte es un tema sin duda fascinante, por lo que de ahí exista tanta admiración misteriosa en tanta gente. Para admirar el cuadro, es aconsejable, como banda sonora, una maravilla de Rachmaninov, otro admirador del cuadro de Böcklin, que decidió componer este poema sinfónico tras ver la obra, a la que titula "La Isla de los Muertos"...La duración aproximada de la pieza oscila entre los 20 y los 28 minutos. La música comienza suavemente, con un movimiento de vaivén que sugiere el rumor de las olas mientras Caronte rema por el río Estigia. A lo largo de esta obra, Rajmáninov logra imitar el movimiento del agua y del remo de Caronte. Al comienzo de la obra, el tema principal se repite en un prolongado crescendo. En la sección central, la orquesta explora distintas variaciones del tema, hasta llegar a un momento de silencio tras el cual, al igual que sucede en varias de sus obras, Rajmáninov introduce el motivo de la música del Dies irae como referencia a la muerte. Al mismo tiempo, el vaivén de la música también sugiere el sonido de una respiración, indicando de esa manera que la vida y la muerte se entrelazan.




Arnold Böcklin, encuadrado plenamente en el movimiento simbolista, nació en 1827 en la ciudad suiza de Basilea y desarrolló gran parte de su actividad artística en Italia, falleciendo en Fiesole, una localidad cercana a Florencia, en 1901. Pese a no ser uno de los pintores simbolistas más renombrados, sus cuadros presentan siempre un gran atractivo rayano en la fascinación, con especial gusto por los paisajes de ruinas románticas y las escenas mitológicas. Uno de sus cuadros más conocidos, además de la serie de La isla de los muertos, es sin duda su autorretrato pintado en 1872, donde la aportación simbolista corre a cargo del descarnado esqueleto de la Muerte que aparece, tras él, tocando en el violín los ásperos acordes de la Danza Macabra, como vemos en la imagen anterior.

 

La isla de los muertos” es a la vez invitación, despedida y entrega. Invitación si en la isla está a quien amamos y se fue, en la isla podemos buscar y reencontrarnos, despedida si somos nosotros quien vamos con el supuesto Caronte y que, aun sin saberlo plenamente, vamos en la embarcación y no veremos más a los que aquí permanecen, salvo en nuestra creencia en el reencuentro en el más allá; pero también puede ser entrega si somos Caronte o somos quien está de pie atrás del féretro y muy a nuestro pesar entregamos al más allá a quien queremos realmente que se quede aquí...Realmente, La Isla de los Muertos, existe, y hay una pequeña leyenda adosada a ella, según la cual un soldado francés, disparando un cañón hacia Perast, el proyectil penetró en la casa de su amada y la mató, y luego se acostó con ella en un ataúd. La isla de los muertos está cerrada para visitas oficiales, sin embargo, a menudo es posible ver en ella a residentes locales o turistas que buscan tocar las antiguas murallas o pasear por el antiguo cementerio. Perast es una localidad de Montenegro que cuenta con 349 habitantes y está situada en la Bahía de Kotor, en la orilla del Adriático, a pocos kilómetros al noroeste de Kotor. Cerca de la población se encuentran dos pequeñas islas, el Islote Sveti Dorde (Isla de San Jorge) en el que se ubica un monasterio benedictino del siglo XII y Gospa od Škrpjela, (Nuestra Señora de las Roca) pequeña isla artificial de 3030 m² en la que existe un antiguo santuario dedicado a la Virgen de la Roca. En esta denominada Isla de San Jorge, es en la que se inspiró en artista para su obra "La Isla de los muertos".



Un alma moribunda es conducida por Caronte hacia una isla con cipreses elegiacos en su centro en la que hay varias villas. Algo en ella remite a los cementerios. Pintó varias versiones con los mismos elementos, como ya hemos advertido al principio, y algunas más naturalistas que otras, pero la primera es la más fantasmagórica, que es la que observamos a continuación.

 


La criatura humana, alejada de la animalidad, se considera racional, y en posesión de la verdadera conciencia de la muerte, por esa razón, llaman poderosamente la atención y nos atraen los temas sobre la muerte, de igual manera que lo hace el amor, en su término más romántico, y casi se diría que trágico o fatal. las obras de arte, son prueba de ello, y así pasa exactamente lo mismo entre lo prohibido, y lo permitido.


Aingeru Daóiz Velarde.-