domingo, 30 de junio de 2019

LA ÚLTIMA CENA, DE LEONARDO DA VINCI


LA ÚLTIMA CENA,  DE LEONARDO DA VINCI

“La última cena”, o Cenacolo Vinciano, es una de las pinturas más famosas del mundo,  un mural de 460 cms. de alto por 880 cms. de ancho, ejecutado al temple y óleo sobre dos capas de preparación de yeso, fue pintada por Leonardo Da Vinci entre 1495 y 1498 en la pared del convento Dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia, por encargo del duque Ludovico Sforza, conocido como Ludovico el Moro, quien fuera mecenas de Leonardo da Vinci,   y nos muestra, uno de los momentos más dramáticos en la vida Jesús “El Nazareno”,  acompañado de sus discípulos y antes de realizar la sagrada ceremonia de la Eucaristía por primera vez, anuncia que uno de sus doce discípulos lo traicionará… Para la creación de esta obra única, Leonardo realizó una investigación exhaustiva creando una infinidad de bocetos preparatorios. Leonardo abandona el método tradicional de la pintura al fresco, pintando la escena "al seco" en la pared del refectorio. Se han encontrado rastros de láminas metálicas de oro y plata que son testimonio de la voluntad del artista de hacer las figuras de una manera mucho más realista incluyendo detalles preciosos.





Sobre esta pintura, existe una portentosa lista de secretos y leyendas asombrosas, algunas de ellas con la intención posiblemente de llevar la historia de la pintura al plano de la conspiración, por lo menos, eso pensarán algunos, y puede que no les falte razón, y aquí, vamos a enumerar algunas de ellas, con suerte, las más importantes, el resto, las dejaremos para el silencio del absurdo.

Cuando se conoció el encargo de que Leonardo da Vinci, iba a representar la última cena, el cenacolo,  y necesitaba modelos para representar a Jesús y a los doce apóstoles, se presentaron una gran cantidad de personas de forma voluntaria, y Leonardo, quiso empezar por elegir al personaje de Jesús, por lo que escogió a un joven de unos 20 años, de cara inocente, libre de las cicatrices de la vida, y cuyo rostro reflejaba la paz, tal y como venía escrito en los Hechos, Leonardo reflejó la intensidad de un  corazón bueno, capaz de compadecerse de las penas de las criaturas, capaz de comprender que, para remediar los tormentos que acompañan y no pocas veces angustian las almas en este mundo, el verdadero bálsamo es el amor, la caridad, un rostro y una figura que mostrara e hiciera sentir que todos los demás consuelos apenas sirven para distraer un momento, y dejar más tarde amargura y desesperación, como si todo aquel que al observar al principio la imagen, y tuviera un inconveniente que se interpusiera entre él y su descanso, al estar a la mira, fuera progresivamente transformando sus sentimientos en una oportunidad que acabara por transformar su vida… Da Vinci, elegía siempre con especial cuidado a sus modelos y quería que sus caras fueran la expresión de sus almas.


Terminada la figura de Jesús, Da Vinci, siguió buscando más modelos para representar al resto de los apóstoles, pero pensó en dejar hasta el final, al otro de los rostros más difíciles y complicados para personificar otro de los sentimientos de la condición humana, el rostro de la ingratitud y la felonía,  la avaricia y la maldad, el odio y la villanía, la frialdad y la dureza, a la postre, un rostro para Judas Iscariote, capaz de vender su traición por treinta monedas de plata en el huerto de Getsemaní.


Recordemos que fue un encargo que le hizo el duque de Milán, Ludovico Sforza, en el año 1482. Pero no fue hasta el año 1495 cuando Leonardo empezó el encargo, tardó algunos años en terminar, pero desde que empezó a hacer los bocetos en el taller, Leonardo tardó seis años en pintar a los once apóstoles, y cuando le tocó el turno de figurar a Judas Iscariote, buscó sin suerte a su modelo que evocara el rostro de la oscuridad y la impía conciencia, desesperado, un amigo le dijo que había encontrado al perfecto Judas que buscaba en los calabozos de Roma, un condenado a muerte, de pelo largo y mirada maltrecha y asesina, marcada por los estragos de la mala vida, al que permitieron bajo custodia, trasladarse al estudio del pintor durante el tiempo necesario para terminar su trabajo.

Jornada tras jornada de trabajo, el perfecto Iscariote posaba en silencio al tiempo que el maestro Leonardo mezclaba colores y plasmaba el rostro perfecto, y cuando acabó, dispuso que devolvieran a los calabozos a su desgraciado modelo, y éste, desesperado, cayó de rodillas ante el pintor, y le dijo…-Leonardo, mira en el interior de mi rostro, ¿no me reconoces?- Da Vinci, atónito, negó reconocerlo, nunca jamás había visto a aquel desgraciado, y el reo le dijo entre llantos de abatimiento y lamentos, -Soy yo, aquel joven que hace siete años elegiste para ser el modelo de Cristo nuestro Señor, mira la deriva que ha tomado mi vida, y la bajeza de mi caída, ayer fui Jesús, y hoy, soy Judas Iscariote-.




Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo -Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con vosotros antes de padecer. Porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios, porque uno de vosotros me traicionará- . La revelación de Jesucristo, causa sin duda una enorme consternación en los doce seguidores de Jesús. Por ello, Leonardo Da Vinci en esta pintura intentó representar las distintas reacciones individualizadas de cada uno de sus apóstoles, intentando reflejar los movimientos del alma donde unos se asombran, otros se levantan porque no han oído bien, otros se espantan, y, finalmente, Judas parece retroceder al sentirse aludido, y derrama el salero, espantado por las palabras de Jesús Un salero que el maestro italiano no lo representó como una escudilla, como se dice en las escrituras,  sino como un pequeño cuenco que Judas Iscariote vuelca sin querer con el brazo, derramando la sal sobre la mesa. El hecho se ha asociado con la mala suerte debido a que este mineral era antiguamente muy preciado tanto por su simbolismo, ya que la Iglesia Católica empleaba la sal para el agua bendita e incluso constituye un símbolo de preservación de la Santidad en Jesús: la Sal de la Tierra.


LA DISPOSICIÓN DE LOS COMENSALES

En la pintura, cuya escena está representada en una perspectiva lineal, Jesús aparece relativamente aislado al medio,  mientras que los 12 discípulos aparecen en cuatro grupos de tres. De izquierda a derecha, según un supuesto manuscrito del mismo Leonardo Da Vinci hallado en el siglo XIX, los personajes bíblicos serían los siguientes: Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés, en el primer grupo; en el segundo Judas Iscariote con pelo y barba negra y una bolsa de monedas en la mano, que además destaca el hecho de que Judas, a diferencia de la tradición iconográfica, no es separado del grupo, sino que está integrado entre los comensales, en el mismo grupo que Pedro y Juan. Simón Pedro empuñando un cuchillo en una de sus manos, haciendo alusión a lo que ocurrirá durante el apresamiento de Jesús,  y Juan, el único imberbe de este grupo, y sobre éste, otro detalle significativo a recordar, y es que lleva un collar de oro. 

Cristo aparece en el centro; Tomás, Santiago el Mayor y Felipe, también sin barba, aparecen por su parte en el tercer grupo; y, finalmente, en el último grupo, Mateo, con una barba muy corta, Judas Tadeo y Simón el Zelote…pero, se nos ocurren un par de preguntas, ¿por qué se sientan todos en el mismo lado en la Última Cena?... Esta disposición iconológica, que responde a la visión del espectador y no a la "realidad" de una cena, se convierte en canónica y así se representa la última cena en los cenáculos de Florencia, y la siguiente pregunta es, si en Juan 13, dice la Biblia que “Y uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba, estaba reclinado en el pecho de Jesús”, y sabido es que el discípulo en cuestión es Juan, y así aparece en todas las representaciones de la última cena, ¿porqué razón aparece aquí recostado al lado opuesto, e imaginariamente en perspectiva global, vemos representada una gran M o una doble M? …Especulaciones aparte, y sin comentar los títulos y autores en los que se basa la extensa literatura novelesca al respecto, en la que, se intenta argumentar que Leonardo dejó reflejado un gran secreto en el cuadro que de ser descubierto y sacado a la luz destruiría los cimientos de la Iglesia tal como la conocemos, si me permiten, dejaremos las preguntas, en la ingratitud del silencio de la respuesta, para que cada cual, la busque, si tiene interés, pero hablaremos un poco sobre esto…




EL MITO DE LA MUJER

Vayamos ahora, entonces,  a dar un paseo por la leyenda más conocida de La Última Cena, de Leonardo Da Vinci, debatida hasta la saciedad,  y que ha despertado una tormenta literaria, de la cual, tenemos una parte en la Bibliografía del artículo por si a alguien le interesa, y se trata de la imagen que figura a la derecha de Jesús de Nazaret, o a nuestra izquierda si miramos la pintura de frente, y es que según se observa de forma detenida, vemos lo que parece la imagen de una mujer, es decir,  no sería en realidad el apóstol Juan, sino que una figura femenina, más concretamente la mismísima María Magdalena. En efecto, si se compara la supuesta figura del apóstol Juan con el resto de los discípulos, para algunos parece claro que Leonardo representó en realidad a una mujer, ya que toda la figura es claramente femenina, ya que su cabello es largo y elegante, sus manos son pequeñas, los rasgos del semblante son finos y agradables.



El discípulo amado, o el discípulo a quien Jesús amaba es una expresión que aparece seis veces en el Evangelio de Juan para denominar a uno de los discípulos del grupo original de seguidores de Jesús de Nazaret, y que no aparece en ningún otro de los evangelios, y su alrededor se organizó una comunidad cristiana que se distinguía de las demás por tener una cristología más elevada, y sobre el que existen diversas teorías sobre la identidad de este discípulo, aunque la tradición lo ha identificado con el apóstol Juan, fue el único de los Apóstoles que estuvo al pie de la cruz con la Virgen María y las otras piadosas mujeres y fue él quien recibió el sublime encargo de tomar bajo su cuidado a la Madre del Redentor, pero, por otro lado, de los evangelios se desprende que María Magdalena sentía un gran amor por Jesús. Había sido librada por él de siete demonios, le seguía como discípula, le asistía con sus bienes (Lc 8,2-3) y estuvo con María, la Madre de Jesús, y las otras mujeres cuando Jesús fue crucificado (Mc 15,40-41 y par.).

 Fue, según los evangelios, la primera a la que se le apareció Jesús después de la resurrección, tras buscarlo con lágrimas (Jn 20,11-18). De ahí la veneración que ha tenido en la Iglesia como testigo del resucitado, y aunque de estos pasajes no se puede deducir ni que fue una pecadora, ni mucho menos que fue la mujer de Jesús, ciertamente, aquellos que sostienen esto último acuden al testimonio de algunos evangelios apócrifos. Todos ellos, quizá con la excepción de un núcleo del Evangelio de Tomás, son posteriores a los evangelios canónicos y no tienen carácter histórico, sino que son un instrumento para trasmitir enseñanzas gnósticas, una serie de escritos con revelaciones secretas de Jesús a sus discípulos después de la resurrección, Mariam (o Mariamne o Mariham; no aparece el nombre de Magdalena salvo en unos pocos libros) es la que entiende mejor esas revelaciones. Por eso es la preferida de Jesús y la que recibe una revelación especial. La oposición que en algunos de estos textos (Evangelio de Tomás, Diálogos del Salvador, Pistis Sophía, Evangelio de María) muestran los apóstoles hacia ella por ser mujer refleja la consideración negativa que algunos gnósticos tenían de lo femenino y la condición de María como discípula importante.

Sin embargo, algunos quieren ver en esta oposición un reflejo de la postura de la Iglesia oficial de entonces, que estaría en contra del liderazgo espiritual de la mujer que proponían estos grupos, era como una especie de conflicto de doctrinas: las de Pedro y otros apóstoles frente a las que estos grupos gnósticos exponían en nombre de Mariam. En cualquier caso, el hecho de que se recurra a María es una forma de justificar sus planteamientos gnósticos.

En otros evangelios apócrifos, especialmente en el Evangelio de Felipe, Mariam (esta vez citada también con el nombre de origen, Magdalena) es modelo de gnóstico, precisamente por su feminidad. Ella es símbolo espiritual de seguimiento de Cristo y de unión perfecta con él.

En este contexto se habla de un beso de Jesús con María (si es que el texto hay que entenderlo realmente así), simbolizando esa unión, ya que mediante ese beso, una especie de sacramento superior al bautismo y la eucaristía, el gnóstico se engendraba a sí mismo como gnóstico, pero el tono de estos escritos está absolutamente alejado de implicaciones sexuales. Por eso, ningún estudioso  entiende estos textos como un testimonio histórico de una relación sexual entre Jesús y María Magdalena, pero he aquí que resulta que ni siquiera los cristianos de la época se vieron obligados a polemizar para defenderse de ella, aunque resurja cada cierto tiempo como una gran novedad, y aquí dejamos testimonio

Siguiendo con esta litigada conjetura, la escritora y abogada Vittoria Haziel publicó un presunto documento de Leonardo Da Vinci en el que el genio del renacimiento decía reconocer la existencia de una mujer al lado de Cristo, fomentando las reflexiones que aseguran que esta mujer es la misma María Magdalena. Según algunas publicaciones novelescas, Da Vinci habría intentado revelar con su famosa pintura dos secretos, el primero es que  sí había mujeres en la cena, como era común en las comidas de festividades, aunque esta cena era especial, ya que era la despedida de Jesús con sus apóstoles,  y el segundo, que su  y su discípulo amado, era en realidad María Magdalena.

La literatura, da paso a la especulación, y el filón que representa la pintura de Leonardo, alimenta sin duda esa misma especulación con otro enigmático dato,  un nudo que aparece en un extremo del mantel. La palabra “nudo” en italiano hace referencia a un vínculo ”vincolo”, o por lo menos, eso han querido suscitar,  por lo que Da Vinci con este detalle estaría dando un indicio que en la mesa existe un vínculo muy especial, y  para algunos es un símbolo que significaría que hay una mujer presente en la mesa (sería María Magdalena al lado de Jesús), y sin embargo, para otros significaría la firma de Leonardo Da Vinci en el cuadro. En esa época, los autores no firmaban sus obras, así que el nudo podría ser la representación del autor. La palabra “nudo” significaba en italiano “vincolo”, como ya se ha dicho antes,  que es una palabra parecida a “Vinci” que es el pueblito donde nació Leonardo. Ahí podría estar  la conexión.


Al mismo tiempo, en la escena, podemos observar a casi todos los discípulos parecen estar en una actitud inquieta, contrariada,  de sorpresa y de indignación, excepto Jesús y la supuesta María Magdalena, que se encuentran en un estado de total serenidad lo que hace sugerir o especular también que Da Vinci quería decir que esta persona no es Juan, sino María Magdalena, y que como elegida de Jesús, conoce de antemano todo lo que él piensa y lo comparte con ella, y digo que puestos a especular, la imaginación es libre, ¿porqué no podría saberlo también su discípulo amado, Juan?...



SIGUIENDO CON OTROS ENIGMAS Y CURIOSIDADES
En “La última cena” existen también otras peculiaridades como que no se ve ningún cáliz sobre la mesa o que Judas es el único apóstol que aparece vestido con ropas de 3 colores. Un par de misterios más de uno de los cuadros más enigmáticos de la historia del arte.


El mundo de la música también se ha entrometido en la obra. En 2007 el músico italiano Giovanni Maria Pala hizo una canción de 40 segundos basándose en supuestas notas musicales escondidas en la obra, en una especie de pentagrama imaginario, y utilizando como notas los panes sobre la mesa, y las manos de los personajes, interpretada de derecha a izquierda, tal y como leía Leonardo…



En esta última cena, Da Vinci no pinta el pan ni el vino, contradiciendo las escrituras bíblicas en Juan 6:51-58 en donde se leen frases dichas por Jesús como: “Este pan es mi carne”; “porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.

Para continuar, diremos que en esta obra, Leonardo utilizó una técnica nueva en vez de la que se empleaba habitualmente para hacer los frescos. En vez de utilizar yeso húmedo usó una técnica de su propia invención a base de yeso seco. Obtuvo una gama de colores más amplia de lo habitual, pero poco después empezó desprenderse. Desde entonces se está buscando una solución, otra curiosidad, es que Jesús no tiene pies, pero Leonardo sí pintó los pies, lo que ocurre es que hacia 1650 a alguna mente “privilegiada” se le ocurrió la idea de que en esa pared debería haber una puerta y se llevó los pies de Cristo por delante. En algunos lugares comentan este hecho con humor dando gracias porque a este individuo no se le ocurriera abrir una ventana…otra cuestión, es que se comenta también  que Leonardo se pintó a sí mismo en la figura de Judas Tadeo.

De hecho, la figura de Judas Tadeo tiene algunos rasgos que recuerdan al propio Leonardo, aunque cuando Leonardo pintó La última cena o el Cenáculo, tenía unos 40 años, y el rostro representado aparenta muchos más. Otra enigmática cuestión es que ninguno de los apóstoles aparece con aro de santidad, cosa extraña ya que hasta entonces siempre se representaba con el aro. Leonardo decidió retirárselo a todos, incluso a Jesús, y además, la pasión que sentía Leonardo por la ciencia la dejó claro, según algunas teorías, representando al apóstol Simón como uno de los bustos más reconocibles del mundo, el de Platón. De esta manera, hubiera podido dejar claro el artista que anteponía la ciencia a la religión…

Para terminar con la vorágine Davinciana, una de las teorías más alocadas, es la de la investigadora del Vaticano Sabrina Sforza Galitzia. Ella dijo que de acuerdo a estudios matemáticos y astrológicos realizados a partir de la pintura, encontró una predicción catastrófica: el mundo terminará debido a una inundación que sucederá entre el 21 de marzo y el primero de noviembre del año 4006…muchos no estaremos ahí para verificarlo, supongo, pero al paso que va la Humanidad, mucho me temo que esta Señora no acertará…será mucho antes.

CONCLUSIONES

No vamos a hablar aquí de las vicisitudes sobre la personalidad de Leonardo da Vinci, puesto que esto sería materia para otro extenso artículo, pero sí hablaremos sobre esta obra que nos ocupa, La última cena, la cual, sin ninguna duda,  es una de las obras más famosas del Renacimiento y, sin duda también, junto a la Mona Lisa es la obra más conocida de Leonardo, figura alrededor de la cual no cesan las especulaciones. Por ello, con el tiempo a la obra de Leonardo se le ha atribuido un carácter secreto y misterioso.

La literatura ha tenido mucho que ver por despertar el  interés por los supuestos misterios del fresco, y ha ido en aumento, pese a que se ha demostrado que la mayor parte de su base histórica está plagada de errores tanto históricos, como artísticos.

Es sobradamente conocido que Leonardo da Vinci concebía  la pintura como una ciencia más, a la que aplicaba su particular punto de vista y conocimientos sobre la filosofía, la geometría o la anatomía, y esta obra, no escapa de ninguna de esas disciplinas, y según estudios realizados por algunos investigadores, tal y como lo suscribe en su espectacular artículo Andrea Imaginario, especialista en Artes, Literatura Comparada e Historia, queda absolutamente reflejado en el fresco de La Última Cena su concepción filosófica sobre la llamada triada platónica, muy valorada en aquellos años.

 La triada platónica estaría conformada por los valores de la Verdad, la Bondad y la Belleza, siguiendo la línea de la Academia Platónica Florentina, de Ficino y Mirandola. Dicha escuela de pensamiento defendía el neoplatonismo en oposición al aristotelismo, y pretendía hallar una conciliación de la doctrina cristiana con la filosofía de Platón. Las dos maneras de ver, o interpretar, la realidad: la lógica / materialista, que domina el pensamiento científico y se basa en las leyes físicas conocidas , y la intuitiva / trascendental, que contempla la posibilidad de una realidad no tangible, esa era la diferencia entre el aristotelismo y el platonismo.

La triada platónica está representada de algún modo en tres de los cuatro grupos de personajes, ya que el grupo donde está Judas sería una ruptura. Se presume, por lo tanto, que el grupo situado al extremo derecho del fresco podría ser la representación de Platón, Ficino y el mismo Leonardo autorretratado, quienes mantienen una discusión sobre la verdad de Cristo…en la siguiente imagen, vemos el ejemplo del detalle del cuarto grupo: probablemente Ficino, Leonardo y Platón como Mateo, Judas Tadeo y Simón Zelote.




El tercer grupo, en cambio, sería interpretado por algunos estudiosos como una evocación del amor platónico que busca la belleza. Este grupo podría representar a la vez a la Santísima Trinidad debido a los gestos de los apóstoles. Tomás señala al Altísimo, Santiago el Mayor extiende sus brazos como evocando el cuerpo de Cristo en la cruz y, finalmente, Felipe lleva las manos al pecho, como señal de la presencia interior del Espíritu Santo.



Y finalmente, representamos en la siguiente imagen la triada del primer grupo en los que aparecen Bartolomé, Santiago el menor y Andrés.




La Última Cena de Leonardo ha cautivado a muchos, y especialmente a muchos artistas y pintores. Pero también ha levantado muchos interrogantes. ¿Qué hace que la Última Cena un cuadro tan alabado por los más expertos? ¿Por qué está en tan mal estado, cuando otras obras de esta misma época o incluso anteriores se conservan a la perfección? ¿Qué hay de cierto en esas fabulaciones que sitúan en el cuadro a María Magdalena y lo relacionan con un cristianismo alternativo o hereje, o con los evangelios apócrifos?...Sin duda, una trama fantástica que  incluye la existencia de una línea directa e ininterrumpida de herederos de Cristo, que se habría casado con María Magdalena, además de una serie de sociedades secretas empeñadas en perseguirse y luchar por mantener el secreto.

 El centro de toda la trama es precisamente La Última Cena, único apoyo para semejante identificación es la larga melena de dicho personaje, Juan, el apóstol amado,  y la suavidad y blancura de su piel. Poca cosa para una invención que sin embargo permite crear una trama de misterio y señalar directamente a la Iglesia con el dedo acusador de una hipótesis conspirativa, cuando, en realidad, a la izquierda de Jesús, mirando la obra de frente,  el que aparece es Juan, el más joven de los apóstoles, y para Leonardo era común representar al tipo de "hombre joven" de esta guisa, con rasgos exageradamente "delicados" y refinados, casi andróginos. Se puede ver en numerosos cuadros de Da Vinci pero también de otros autores de la época, y responde más a un tipo genérico, a un icono fácilmente reconocido por el ojo contemporáneo, que a una oscura conspiración secular cuyos secretos, si uno lo piensa fríamente, habría sido mucho más fácil transmitir por otros medios, pero el interés no es, en este caso, declarar y demostrar la realidad, si no por lo contrario, oscurecer el enigma, y ganar dinero a su costa.

Aingeru Daóiz Velarde.-

BIBLIOGRAFÍA

LA CENA SECRETA. Javier Sierra.
LA REVELACIÓN TEMPLARIA. Clive Prince y Lynn Picknett.
EL CÓDIGO DA VINCI. Dan Brown.
EL ENIGMA SAGRADO.  Henry Lincoln, Michael Baigent y Richard Leigh.
LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS. Pierre Crépon.
JESUCRISTO Y LA IGLESIA. Trabajo realizado por un equipo de profesores de Historia y Teología de la Universidad de Navarra, compuesto por los profesores Francisco Varo (director), Juan Chapa, Vicente Balaguer, Gonzalo Aranda, Santiago Ausín y Juan Luis Caballero. , responde a las preguntas más frecuentes, y además, aporta una extensa bibliografía. Se deja constancia del documento en formato PDF.