domingo, 12 de mayo de 2019

CHARLES CHAPLIN Y EL LADO OSCURO DE HISTRIÓN.



CHARLES CHAPLIN Y EL LADO OSCURO DE HISTRIÓN.
Desde un remoto pasado en blanco y negro, la inexorable andadura del tiempo nos abre la imagen simpática de un recuerdo del cine mudo, que observa  a su madre entre bambalinas, sobre las tablas de un teatro de Londres, con la voz rota en una escena de un “Music Hall”, y salta a la escena improvisando un gracioso número para salvar a su progenitora de la humillación del fracaso.



Con una infancia digna de una novela de Charles Dickens, un padre alcohólico y ausente que moriría en la indigencia absoluta víctima de la cirrosis, y una madre con tres hijos de diferentes padres incapaz de mantener a su prole cosiendo vestidos y cantando con la voz prisionera de sus propia frustración en los más humildes teatros de Londres, Charles Chaplin fue enviado a un orfanato cuya puerta trasera se abre para dejar paso a la muerte de Hanna, su madre, desahuciada mental, y roída por la desnutrición y la sífilis.
Como si de la historia de un hijo no deseado se tratara, abandonado en un automóvil de una rica familia, que es robado por el cruel destino y abandonado en un barrio sin nombre, donde un inocente vagabundo lo comienza a educar, Chaplin vive la vida de su propio personaje ataviado con unos pantalones anchos, una chaqueta demasiado ajustada, unos zapatos grandes, un característico bigote y un sombrero, convirtiéndose en la estrella más querida del mundo y en el multimillonario más envidiado de la sociedad, creador de las Luces de la Ciudad, La Vida de perro, El chico, El circo o El Gran dictador, La quimera del oro, Tiempos modernos, Monsieur Verdoux o Candilejas, cuya historia es la más melancólica y cuya balanza se decanta más hacia la lágrima que hacia la sonrisa de su propia vida, la de un cómico popular cuyo arte ha pasado de moda y entra en un declive, si no lo había entrado ya, pese a recibir la más clamorosa ovación como pago de la deuda de su genio febril.
El oscuro telón de terciopelo negro que esconde la escena, se abre y descubre una vida oculta y desconocida, que aterra al profano conocedor de la intimidad de su vida, que aunque admirador de su arte, sucumbe en la profundidad del desconsuelo.



Chaplin daba vida real a un Monsieur Verdoux,  no como un asesino en serie produciendo un “shock” al personaje icono de la historia del cine, sino a su personaje real interpretado fuera de la vista del escenario de su vida artística, en una comedia no de humor negro, sino más bien de una de las más bajas reputaciones  humanas en las que un versátil personaje puede caer, la tremenda vida de su propia destrucción, que suicidan el arte de su genio…por un lado, su debilidad por la mujeres, y por otro, sus tendencias pedófilas  en un errado sentimiento de lealtad hacia el protagonista de Candilejas, donde la quimera poética de la escena, da paso a la más triste realidad,  donde el prestigioso escritor norteamericano Kenneth Lynn, quien hizo un pormenorizado recuento de casos en los que básicamente lo retrata como un pederasta en su libro “Charles Chaplin y sus tiempos”, oscurece la figura de quien sigue siendo un referente de la excelencia en la historia del talento caricaturesco en el arte del cine original.



Otro escritor con tanto talento reconocido como Kenneth Anger, temido en el mundo del cine de Hollywood por desatar los escándalos de la farándula histriónica, da también testimonio de historias como las de Kenneth Anger, otro escritor, tan talentoso como temido en Hollywood, recopiló las supuestas andanzas pederastas de Chaplin en el primer tomo de su libro Hollywood Babilonia I, el cual detalla las historias más descarnadas sobre el lado oscuro de las celebridades de antaño en la meca del cine.
Anger recopiló uno de los más reveladores testimonios de boca de Lillita Grey, quien estuvo casada por poco tiempo con Chaplin y que murió varias décadas después, sumida en el alcoholismo, y relatan cuando Grey tenía 12 años y trabajaba como extra en la película El pibe, cuando atrajo la atención de Chaplin, de 32 años, en 1921, a tal punto que concibió una escena adicional, que estaba fuera del libreto, especialmente para la niña, en una especie de rol entorno a Lillita, con tan tierna edad, era el de un ángel con insinuaciones eróticas. La pareja contrajo matrimonio años más tarde, pero cuando Grey quedó embarazada, Chaplin comenzó a perder el interés por ella, y terminó despreciándola.



La actriz Mildred Harris, también fue una niña-esposa. Chaplin la conoció en la casa del productor Sam Goldwyn, y, según se dijo entonces, Harris tenía 16 años cuando la pareja tuvo su primera relación sexual. Más tarde, sin embargo, Harris admitió ante la prensa, en lo que fue un escándalo, que en ese momento tenía 13 años. La pareja se casó en 1918, pero el matrimonio se disolvió dos años más tarde.
Según las investigaciones de Kenneth Anger, un socio de Chaplin, Harry Crocker, había revelado que a otra de sus parejas, Mabelle Fournier, la desfloró cuando ella tenía solo 10 años.
El escritor Lynn fue más allá y dijo haber hablado con varios testigos que llegaron a ver a Chaplin coqueteando con una niña de 8 años.
Se dice que su obsesión habría cesado cuando conoció a su última esposa, Oona O’Neill, hija del escritor Eugene O’Neill.
Oona tenía 18 años cuando conoció a su futuro marido, que entonces tenía 54. Según el biógrafo Lynn, Chaplin “habría crecido después de su casamiento con Oona”.
Lynn también afirmó que la verdadera razón por la que Chaplin decidió refugiarse en Suiza, a partir de 1952, fue el miedo a tener que enfrentar a un agente de inmigración católico sobre el asunto de su pedofilia, y no su supuesta política de izquierda, como siempre se afirmó.


La realidad, supera la ficción de un maestro del séptimo arte, y fueron sus mujeres quienes sufrieron las consecuencias de la personalidad egoísta, dominante y cruel de Chaplin, acabando en amargos divorcios, y pago de fortunas de indemnización que superan con creces la imaginación, y nos bajan, de una bofetada, a la triste y cruel realidad de un mito que se nos muere en el sueño de la fantasía.

Aingeru Daóiz Velarde.-