viernes, 13 de junio de 2014

EL HUNDIMIENTO DEL MAINE, UN CASO DE BANDERA FALSA.

EL HUNDIMIENTO DEL MAINE, UN CASO DE BANDERA FALSA.

En medio de un fuerte clima de tensión entre EEUU y España, la armada estadounidense decidió en enero de 1898 enviar a Cuba el acorazado USS Maine como señal de su determinación en la defensa de sus intereses estratégicos en la isla. Un mes después de su atraque en la bahía de La Habana se produjo la explosión y hundimiento del buque, provocando la muerte de 266 marineros.

Recordemos que en Cuba se habían  puesto en marcha una serie de rebeliones, con simpatía y el apoyo estadounidense, a partir de finales de 1860. En 1897, el diplomático estadounidense en La Habana, el General Fitzhugh Lee, por cierto, sobrino del General confederado Robert E. Lee,  argumentaba un proceso que se estaba convirtiendo en preocupación por la seguridad de los estadounidenses en Cuba durante la insurrección. Había un buen número de ellos, hombres de negocios interesados ​​en el  comercio de azúcar y en los rebeldes que trabajan como mercenarios o traficantes de municiones y suministros.

A partir de diciembre de 1897, Lee, pidió ayuda, y en  enero de 1898, el comandante del Maine, el Capitán Carles D. Sigsbee,   había solicitado unirse a las otras naves de Atlántico Norte, en un  Escuadrón de la Marina, e ir con a su base de invierno en las pequeñas islas de Tortugas en la punta de los Cayos de Florida. El Escuadrón llegó a Cayo Hueso el 23 de enero de 1898, en el camino a Tortugas, pero trajeron con ellos las órdenes de Sigsbee de Washington, diciéndole que procedía que el Maine se trasladase a la bahía de La Habana en una visita "amistosa". Mientras que la intención de esta visita puede haber sido más que el envío del Maine en la realización de su misión de proteger a los estadounidenses en Cuba, también puede haber sido un intento de influir en la política  interna de España en Cuba, en un claro intento de hacer cumplir la Doctrina Monroe y asegurarse de que otra potencia europea como Alemania no tratase de tomar ventaja de la inestabilidad en la isla durante la rebelión y apoderarse de Cuba.


Su llegada no fue bien vista por las autoridades españolas. La guerra con Cuba se prolongaba ya tres años y en  Madrid eran más que  conocidos los intereses estadounidenses en controlar la isla. En 1898, las relaciones diplomáticas entre España y Estados Unidos atravesaban  por su peor  momento. Estados  Unidos potencia en auge) disputaba a España (potencia en caída libre) las últimas colonias que esta poseía: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. De hecho, en EE UU la presión mediática liderada por la prensa más sensacionalista para que su Gobierno declarase la guerra a España era feroz. Recordemos que en España era presidente Práxedes Mateo Sagasta, y en Estados Unidos, William Mckinley.



Desde que el ‘Maine’ llegó al puerto, las medidas de seguridad de la tripulación fueron muy elevadas. De hecho, el capitán del buque, Charles D. Sigsbee, no permitió a los marines bajar a tierra, aunque sí a los oficiales. Cuando el 15 de febrero se produjo la explosión en la que murieron 266 soldados, el Gobierno estadounidense la achacó a una mina submarina y responsabilizó a España. Por su parte, las autoridades españolas negaron cualquier implicación y se mostraron dispuestas a colaborar con los estadounidenses para aclarar los hechos. Una oferta que fue rechazada. En la imagen, entrada del Maine en la Bahía de La Habana.



LA PRENSA NORTEAMERICANA


Los  medios de la prensa estadounidense controlados por los grandes magnates Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst encendieron los ánimos belicistas del pueblo americano con titulares como ‘The War Ship Maine was Split in Two by an Enemy's Secret Infernal Machine’. “Pongan las fotos, que yo pongo la guerra”. La famosa frase del magnate de la comunicación William Hearst pone de manifiesto hasta qué punto Estados Unidos tenía interés en participar en el conflicto entre Cuba y España a finales del siglo XIX. La extraña explosión del acorazado ‘Maine’, que Washington esgrimió como ‘casus belli’ contra España, está plagada de sombras. Hearst, considerado el creador de la prensa amarilla y fundador de la Hearst Corporation, uno de los más poderosos grupos de comunicación del mundo  en la actualidad. Para entender un poco más la forma de ser de este individuo,  basta conocer su lema preferido: “I ake news” (Yo hago las noticias). En la imagen, portada del New York Journal de la época.



 El Congreso de EEUU era igualmente favorable a la guerra con España, e intentaba arrastrar consigo al Presidente McKinley, que se mantenía reticente a la intervención militar. Hubo una primera investigación sobre las causas del hundimiento, que apuntaba al efecto de una mina, pero que no fue capaz de determinar con certeza la responsabilidad de España. Eso no impidió que, sólo dos semanas después de la publicación del informe, el Presidente McKinley acabara cediendo ante la presión del Congreso y la opinión pública, y declarase la guerra a España con los resultados conocidos, que no son si no el fin al dominio español en Cuba y Puerto Rico (además de Filipinas) mediante el Tratado de París firmado el 10 de diciembre de 1898. En la imagen siguiente, John Hay, Secretario de Estado estadounidense, firmando la ratificación del tratado en representación de Estados Unidos.




LA RAZÓN DE UN SABOTAJE


Otra posible causa de una explosión externa fue sabotaje. Un saboteador podría haber colocado una bomba casera en el casco del buque o que podría haber dejado una mina casera flotando en el agua cerca del Maine, de forma que lo golpeara en su maniobra de amarre. Debido a que Cuba se encontraba, como hemos comentado,  en medio de una revolución violenta, este saboteador podría haber venido de una de las facciones que luchaban  por el control de la isla. Allí estaban los rebeldes cubanos que trataban de ganar su independencia y podría haber intentado todo lo que creían perjudicaría el dominio colonial español. La lucha contra los rebeldes, además de las autoridades españolas, había radicales de derecha que también favorecieron continuo dominio español y odiaban a los estadounidenses por ayudar a los rebeldes  tratando de influir en la política española.

Además, existen  dos circunstancias que en un principio habían sido desapercibidas, y  que muchos observadores creían se habrían dado cuenta en el supuesto  caso de una explosión submarina externa. Uno es un chapoteo o geiser de agua que ninguno de los testigos informaron haber visto al ser lanzado junto a la nave en el momento de la explosión. Muchos consideraron que esto habría sido indicativo de una explosión externa de una mina, pero resulta que la otra circunstancia es que  nadie informó haber encontrado peces muertos  flotando en el puerto de La Habana en la mañana después de la catástrofe. Asumiendo que había peces que viven en el agua contaminada del puerto, parecía que si hubiera habido una explosión en el agua, un buen número de peces habrían sido encontrados muertos al día siguiente.


Otra posible causa podría haber sido un sabotaje interno, en el supuesto de que  un visitante a la nave hubiera logrado pasar de contrabando una bomba a bordo y dejarla convenientemente camuflada en un búnker de carbón, o el armario de pintura. Esto podría haber ocurrido si la tripulación de la nave no hubiera estado lo suficientemente cerca y se les hubiera permitido  el acceso a las zonas sensibles de la nave.  Pero los procedimientos estrictos de seguridad significaban que había pocas posibilidades de sabotaje interno a bordo del buque en el puerto de La Habana, que pese a   la visita con carácter   amistoso, y que el barco no podía mantiene acordonado y los visitantes tuvieron que ser permitidos a bordo, el Capitán   Sigbee había ordenado varias medidas estrictas de seguridad, una de ellas era que todos los visitantes a la nave estuvieran bajo estrecha vigilancia, lo que reduce en gran medida la posibilidad de que uno de estos visitantes podrían haber dejado una bomba a bordo sin ser notado, aunque  es cierto que muchachas jóvenes cubanas frecuentaban el buque a demanda de su tripulación, pudiera muy bien haber entrado una espía asesorada al efecto, para colocar la carga en el lugar y momento preciso-. o que fue colocada en las carboneras cuando el barco repostó en Key West, debidamente preparada para ser puesta en funcionamiento, en el momento indicado, por agentes, de la propia tripulación, o por otros en el puerto de la Habana que tuvieran acceso, y un par de cartuchos de dinamita, eran suficientes para desencadenar la explosión posterior determinante.

Así, mientras que una explosión interna era posible, parece poco probable dado los argumentos en contra de las posibles causas para tal evento, con lo cual, cobra fuerza una combustión interna espontánea, como ya había ocurrido en otras ocasiones en barcos de similares características, como veremos al final.

Otro de los argumentos esgrimidos es que hubiera sido causada la explosión por los partidarios de Valeriano Weyler y Nicolau, capitán general de Cuba durante la sublevación independentista de José Martí y Máximo Gómez. Fue famoso por su denostada política de Reconcentración en Cuba, por lo que fue retirado de Cuba en octubre de 1897, cuando Sagasta sustituyó al asesinado Cánovas. La prensa norteamericana de Hearst y Pulitzer reclamaba la intervención en Cuba, presuntamente para acabar con la «matanza de civiles» aunque en verdad solo pretendían apoderarse de la isla, ignorando la lucha de los independentistas cubanos. la propaganda antiespañola estima que entre 750.000 y 1.000.000 de cubanos murieron en los campos de concentración creados por Valeriano Weyler (imposible dado que la población de Cuba en 1895 era de 1.500.000 habitantes), las cifras y la propaganda alimentada por la falsedad estado-unidense a dado pie a la creencia a ciegas en este tipo de leyenda, alejando la verdadera causa y fines de la misma. Se argumentó en su momento sobre la posibilidad de que los seguidores de Weyler, hubieran podido provocar el hundimiento, por estar activamente en contra de la intrusión norteamericana, parece que hay un fuerte argumento a favor de la culpabilidad de los weyleristas basado en su hostilidad hacia los Estados Unidos, y la posible intención de atacar el Maine en particular. Sin embargo, tal acto contra un buque de guerra estadounidense habría sido un movimiento absurdo para un grupo de los nacionalistas españoles que trataban de mantener el dominio español sobre la isla, por las mismas razones que la han convertido en un movimiento absurdo por las autoridades españolas. Como oficiales del ejército español que fueron encerrados en una guerra difícil con los rebeldes cubanos, habrían sabido que la última cosa que necesitaban era una intervención americana en apoyo de los rebeldes. los oficiales Weylerite habrían entendido que no tenían nada que ganar y todo que perder, a partir de un ataque al acorazado Maine. En la imagen, el general Valeriano Weyler Nicolau.




Los argumentos en contra de la responsabilidad española en el suceso, se dan en que las minas utilizadas para defender los puertos se suelen utilizar en los canales de los mismos, y no en los anclajes o amarres de los barcos, ya que de haberse colocado alguna mina allí, hubiera resultado un peligro puerto. Además, las conclusiones más detalladas de la primera investigación así como de la segunda, indicaron que la explosión externa fue causada por una carga pequeña de bajo explosivo, mientras que las minas navales españolas en ese momento estaban armados con grandes cargas, de alto explosivo. 

 Además de esto, había argumentos políticos aún más fuertes en contra de un ataque español intencionado contra el maine, ya que pese a que la presencia del acorazado estado-unidense hubiera podido ser considerada como una provocación o un insulto, España no tenía lógicamente, nada que ganar en el mismo hundimiento o sabotaje, y además, debemos tener en cuenta en este sentido que la insurrección cubana había colocado a las autoridades españolas en una posición de debilidad al otro lado del Atlántico desde España  y los Estados Unidos eran la nación  más rica y  militarmente más poderosa en las Américas, y geográficamente más cerca de Cuba. Como resultado, un ataque español intencionado contra un barco estadounidense en el puerto de La Habana habría sido un suicidio virtual. Además, la cobertura de prensa hacía su trabajo, como veremos después, argumentando embustes como las de haberse cometido atrocidades allí, y otras por el estilo, que enseguida veremos.

Los norteamericanos estaban favoreciendo claramente a los rebeldes cubanos que estaban siendo apoyados por contrabandistas y mercenarios, y como ya se ha dicho también, las relaciones bilaterales no eran del todo buenas, con lo cual, es muy poco probable que hubieran querido empeorar esas relaciones mediante la creación de un incidente con un buque de guerra de Estados Unidos en el puerto de La Habana.


Además hay otro argumento en contra, y es que a mediados de febrero de 1898, al mismo tiempo que el Maine fue destruido en el puerto de La Habana, el acorazado crucero español Vizcaya estaba de  camino a Nueva York para una visita amistosade forma y manera recíproca, que tenía   previsto desembarcar en  La Habana después de salir de Nueva York, y llevaba 150.000 pesetas en efectivo para pagos de tropas y suministros en Cuba. Cuando el Viuzcaya llegó a Nueva York el 18 de febrero, no había recibido noticias de lo acontecido con el Maine en la Bahía de la Habana, ya que como la mayoría de otros buques en ese momento, no estaba equipado con la telegrafía sin hilos. Su comandante no se enteró del incidente hasta que llegó a Nueva York y encontró su barco rodeado de americanos hostiles.

La marina española, en aquellos momentos, era mucho menor y más débil  que la Marina de los EE.UU, y el crucero acorazado Vizcaya era un barco relativamente más valioso para Madrid que el acorazado de segunda clase Maine para  Washington. En este momento, la fuerza de la flota de combate español fue basado en un acorazado y cuatro cruceros acorazados, mientras que la Marina de los EE.UU. tenía cuatro acorazados de primera clase, dos acorazados de segunda clase, y dos cruceros acorazados. Por lo tanto, habría sido bastante ingenuo para el gobierno de Madrid  haber ordenado la destrucción del acorazado menos valioso cuando uno de sus barcos más valiosos, que lleva la nómina de las fuerzas españolas en Cuba, iba de  camino a un puerto americano donde sería fácil de apresar o atacar, pero afortunadamente para el Vizcaya y el gobierno español, el Departamento de Policía de Nueva York fue capaz de mantener la seguridad en todo el crucero durante su visita abreviada allí, por lo tanto, consideramos descartada la teoría de ataque español en todos los sentidos, aunque luego el Vizcaya fue hundido en una batalla en la Bahía de La Habana, concretamente en la batalla de Santiago.En la imagen, el Acorazado Vizcaya.




Hubo una segunda investigación oficial del siniestro en 1911 reproduciendo básicamente las tesis de la primera, lo cual no era extraño considerando que sólo habían transcurrido trece años desde la declaración de guerra al grito de ‘Remember the Maine!’ con una fuerte implicación emocional de la opinión pública. Finalmente, en 1976 se realizó una tercera investigación del incidente, esta vez contando con una amplia perspectiva temporal, y dirigida por el Almirante Hyman Rickover. El informe indicaba que el casco del Maine revelaba una explosión hacia afuera, y no hacia el interior del barco, como cabría esperar de la colocación de una mina. Con este informe, España quedaba definitivamente exonerada de la voladura del Maine, reconociéndose el grave error político y militar que supuso su inculpación. Pero el informe tampoco se apuntaba explícitamente a un autoatentado, como es natural, sino que desarrollaba la hipótesis de una explosión fortuita causada por la proximidad del almacén de pólvora al cuarto de calderas. En la imagen siguiente, hundimiento del Maine.


El acto de sabotaje  también podría haber sido cometido por los rebeldes cubanos que luchaban para derrocar el régimen colonial español y ganar su independencia.

Al principio, parece extraño que los rebeldes hubieran atacado un buque de guerra perteneciente a sus amigos más cercanos, reduciendo la fuerza militar de Estados Unidos, y matando a marineros estadounidenses, pero  habrían corrido el riesgo de haber sido sorprendidos en el acto, dando lugar a una retirada del apoyo estadounidense a su causa, con lo que consideramos poco probable esta situación. Sin  embargo, debido a que las autoridades españolas hubieran tenido problemas para identificar positivamente al autor como un rebelde, e incluso si se hiciera esta identificación, los estadounidenses todavía podrían  haber culpado a las autoridades españolas por no vigilar adecuadamente el puerto y garantizar la seguridad de la nave de guerra de visitas, como era su obligación.

Por otra parte, hay que decir que los rebeldes cubanos eran el único grupo que tenía más que ganar de tal incidente. Mientras que el Maine era un barco americano, no estaba ayudando directamente a los rebeldes en modo alguno en el puerto de La Habana, y era evidente que los rebeldes necesitaban ayuda si querían derrocar el gobierno español y lograr su independencia. A pesar de que no querían cambiar el imperialismo español por el imperialismo estadounidense, ciertamente no desmerece la idea de que pudieran haber sopesado la intervención en caso de que parecía ser la única manera de lograr su objetivo principal de independizarse de España. Por lo tanto, necesitaban un incidente que haría que los Estados Unidos intervinieran contra los españoles, y además, también tenían la capacidad de hacer y usar el tipo de dispositivo que destruyó el Maine, de hecho, ya que la causa independentista iba perdiendo posiciones y se perdería la independencia de Cuba, a menos que fueran implicados en ella los norteamericanos. Y es claro, como apuntan diversos historiadores que los rebeldes cubanos deseaban la intervención, pero con ciertos temores, de ahí la imposición de la Enmienda Teller a instigación de los cubanos en un momento determinado, y de la que siempre se arrepintieron los responsables de su concesión y aprobación en el Congreso estadounidense, y en contrapartida surgiría la conocida como Enmienda Platt, ambas son significativas en este asunto.


 Los materiales explosivos y detonadores fueron algunas de las municiones de contrabando a los mismos desde los Estados Unidos, y algunos de los mercenarios estadounidenses ayudándoles tenían experiencia con explosivos. Sobre la base de la conclusión de una de las investigaciones, la explosión fue causada por una pequeña carga de bajo explosivo, el dispositivo podría haber sido un barril de azúcar de madera ordinaria llena de pólvora. Esta mina fundamental podría haberse unido a un ancla y luego dejada caer desde una pequeña embarcación donde sería golpeada por el acorazado mientras se balanceaba a su amarre,   esto podría haberse hecho desde un barco que hubiera podido pasar  desapercibido, o  llevado al lado de la nave por un nadador y directamente provocada por la misma persona en un ataque suicida. Por lo tanto, parece más probable que los rebeldes cubanos eran la parte culpable .


Pero, rebobinemos un poco, y descubramos otro singular acontecimiento, silenciado obviamente por los Estados Unidos, y es que la mayor parte de las versiones apuntaban a una explosión en una de las calderas para generar energía eléctrica, comunicando el incendio a la Santa Bárbara del buque y a los torpedos y dinamita almacenada en todo buque de guerra. 

No podemos descartar una previa explosión exterior inicial y con autoría humana, que provocó la siguiente y más grave en el pañol, y ¿quién?. Repetimos hasta la saciedad. Sólo cuatro días antes el buque-yate de William Randolph Hearst, uno de los publicistas que antes hemos nombrado,  de  sospechoso nombre "Bucanero", había permanecido muy próximo al acorazado Maine. Este elemento distorsionador llegó a escribir en sus propios periódicos "Mi lema es que mientras otros hablan mi Journal actúa, y nunca dio razones convincentes de la presencia suya y de su yate tan próximo al barco siniestrado, al que hizo numerosas fotos antes de levantar anclas, sólo menos de cien horas antes de la voladura…En la imagen siguiente, William Randolph Hearst. 



DOCUMENTOS DESCLASIFICADOS


Como se verá más adelante, hay argumentos sólidos para entender la voladura del Maine como una Operación de Bandera Falsa, y así lo ha sospechado tradicionalmente un sector de la historiografía militar española. Pero siempre ha faltado una documentación interna de EEUU reconociendo el hecho. Esta carencia se ha suplido más recientemente con la desclasificación, en 1997, del principal documento preparativo de la llamada Operación Northwoods, mediante la cual el Estado Mayor de EEUU proponía intervenir militarmente en Cuba en 1962 con el fin de derrocar a Fidel Castro. El documento, clasificado top secret, establecía literalmente lo siguiente:

‘A series of well-coordinated incidents will be planned to take place in and around Guantanamo to give genuine appearance of being done by hostile Cuban forces’ (Se ha previsto una serie de incidentes bien coordinados a tener lugar en y alrededor de Guantánamo para dar apariencia genuina de ser hecho por fuerzas cubanas hostiles) (página 7, apartado 2).

 Y en este sentido, señalaba: ‘A “Remember the Maine” incident could be arranged in several forms”, apuntando, en primera instancia: ‘We could blow up a US ship in Guantanamo Bay and blame Cuba’ (p. 8, ap. 3). (Un "Acuérdate del Maine" incidente podría estar dispuesta en varias formas ", apuntando, cuarto instancia primera:" Pudiéramos hacer volar un barco estadounidense en la Bahía de Guantánamo y culpar a Cuba).


 La desclasificación de este documento, el cual no adjuntamos en el presente artículo ya que a parte de estar en inglés, contiene más de doce páginas,  pero ponemos aquí el enlace :


 Es de especial importancia para España ya que en él se reconoce inequívocamente la voladura del Maine como una Operación de Bandera Falsa, y lo reconoce el mismo órgano militar que debió aprobarla (siendo inconcebible que un directorio militar se autoincrimine falsamente de un autoatentado que tuvo, además, el poco glorioso resultado de acabar con la vida de 261 militares estadounidenses). En la imagen siguiente, tripulación del Uss Maine.






 Es posible que ningún informe oficial de la administración española haya recogido y reconocido este documento desclasificado, a pesar de que con él se cierra la cuestión del origen de una guerra trascendental en la Historia contemporánea de España, ¿las razones?, como al igual que ocurre en tantas y tantas cosas importantes en la política, se tiende a ensuciar la historia con el simple silencio que es conclusión moral de la cobardía, o el interés creado de la alta política.

¿QUÉ ES BANDERA FALSA?

Para ser más precisos en la calificación técnica de las Operaciones de Bandera Falsa, conviene señalar que contienen dos componentes fundamentales: uno de operación psicológica, y otro de operación de propaganda. La operación psicológica (psy op) comprendería, en este caso, la ejecución del falso incidente, así como de los falsos funerales, siendo responsabilidad de las unidades especiales de guerra psicológica. La operación propagandística, por su parte, sería ejecutada por los medios de comunicación de masas, encargados de difundir mecánicamente el relato facilitado por los responsables de la operación psicológica. El elemento característico de las Operaciones de Bandera Falsa es que contienen operaciones psicológicas originalmente concebidas para engañar al enemigo en tiempo de guerra, pero dirigidas a engañar al pueblo (y al mundo) en tiempo de paz (y generalmente para iniciar una guerra).

Existen además, varios indicios que nos sirven de prueba para identificar una operación de Bandera Falsa, que son los que se enumeran a continuación, en relación con el caso del hundimiento del Maine:

1.- Móvil

En el caso de la voladura del Maine parece obvio que el supuesto ataque de España perjudicaría enormemente sus intereses, ya que desencadenaría previsiblemente una guerra con un país en evidente posición de ventaja, tanto en términos geográficos, como demográficos, tecnológicos, industriales, y (en resumidas cuentas) militares. Por el contrario, para EEUU el hundimiento del Maine presentaba enormes beneficios si el evento se manipulaba convenientemente. Proporcionaba la justificación necesaria para justificar la guerra, tanto hacia adentro como hacia afuera, y acometer finalmente el control geopolítico de Cuba, que efectivamente se logró.

En este supuesto caso, hay, pues, dos indicadores de motivación que apuntan en la misma dirección. Cuando esto ocurre, se está muy cerca de cerrar el caso.

2.- Capacidad


Cualquier hipótesis que atribuya una acción a un actor determinado debe partir de la constatación elemental de que el actor tiene, efectivamente, la capacidad operativa para llevarla a cabo.

En el caso de la voladura del Maine podría pensarse que España tenía, en principio, la capacidad de hundir el barco mediante una mina, o algún tipo de torpedo. Pero si se observa el casco del barco, y se constata que la explosión se produjo de dentro a afuera, como hizo el Almirante Rickover, la capacidad de España habría quedado descartada, ya  que es prácticamente imposible que agentes españoles hubiesen podido penetrar en el barco y plantar los explosivos. La cuestión en este caso es por qué la primera investigación oficial no constató este hecho. En cuanto a EEUU, no hay duda de su capacidad para hundir un barco propio.

3.- Oportunidad

Determinadas circunstancias que rodean a una operación pueden hacerla particularmente oportuna o inoportuna. Cuanto más oportunas sean para un actor las circunstancias que rodean a la operación, más verosímil será la hipótesis que le atribuye responsabilidad. Al contrario, lógicamente, cuanto más inoportunas las circunstancias, más inverosímil la hipótesis.

Existe asimismo el hecho de la oportunidad propiamente dicha, y es que En el caso del Maine hubo diversas circunstancias que habrían hecho particularmente inoportuna su voladura por parte de España en ese momento. El Almirante Rickover señala varias, destacando el hecho de que España tenía en ese momento el buque militar Vizcaya anclado en el Puerto de Nueva York. Cualquier ejército centralizado que se dispone a atacar a otro país tomaría la precaución básica de retirar sus activos de ese país y, en general, de evitar su vulnerabilidad ante las previsibles represalias. Del lado de EEUU no se conocen circunstancias que hubieran hecho el autoatentado del Maine particularmente inoportuno.

4.- Antecedentes

La verosimilitud de una imputación de responsabilidad por una acción determinada está también afectada, lógicamente, por la presencia o no de antecedentes del actor en cuestión. El criterio parece actuar de forma asimétrica, ya que la ausencia de antecedentes no debilita en gran medida la imputación (siempre es posible emprender caminos nuevos), en tanto que su presencia sí la refuerza considerablemente (‘el que hace uno hace ciento’, dice el refrán popular).


En el caso del Maine puede decirse que España sí tenía antecedentes históricos en la iniciación de conflictos bélicos, por lo que no habría habido motivo para descartar, de acuerdo a este criterio, que estuviera haciéndolo también con la voladura del buque estadounidense. En cuanto a EEUU, no se conocían en ese momento antecedentes de Operaciones de Bandera Falsa—al menos no a nivel estatal—por lo que la sospecha habría carecido de base histórica en su momento.



5.- Pruebas materiales

Toda acción humana mínimamente compleja deja rastros físicos que pueden ser decisivos en la determinación de su autoría. Pero la investigación creíble de esos rastros requiere la voluntad política de conocer la verdad (idealmente, por medio de una comisión de investigación neutra con presencia de las partes interesadas), algo que no siempre se da.

En el caso del Maine se ordenó una primera investigación en tiempo real, pero se trataba de un equipo exclusivamente estadounidense, y su trabajo sirvió para justificar la guerra.

Si en la investigación hubieran participado expertos españoles, o de terceros países, tal vez habrían advertido públicamente de la deformación hacia afuera del casco del barco, como hizo posteriormente el Almirante Rickover. Con ello se habría exonerado a España de toda responsabilidad, y la Guerra de Cuba habría sido privada de justificación moral y política. Ahora bien, si lo que se pretendía era precisamente fabricar un casus belli, el carácter cerrado del equipo de investigación respondería a una lógica evidente.

Así pues, el criterio de las pruebas materiales ofrece una doble vía para obtener indicios de autoría. Si se consigue constituir un equipo de investigación creíble, se estará a los resultados materiales ofrecidos por esa investigación; si no se consigue, habrá que observar la mayor o menor disponibilidad de las partes a constituirla. La reticencia a realizar una investigación creíble es un claro indicio de responsabilidad; la disposición a realizarla, un indicio de inocencia.



6.- Coherencia

El relato con que un gobierno explica su posición es, naturalmente, más creíble si resulta coherente con las acciones y posiciones adoptadas por el mismo gobierno ante otras cuestiones, y menos creíbles si contradice a esas acciones y posiciones.

No se advierte que en el caso del Maine EEUU estuviera incurriendo en ninguna incoherencia manifiesta al acusar a España de su voladura, ni al responder militarmente a ese supuesto ataque. Tampoco España estaría incurriendo en ninguna incoherencia patente por medio de esa acción (al margen de lo relativo al móvil de la acción, ya analizado). Es cierto que contradiría las proclamas oficiales de carácter genérico sobre España como país amante de la paz, pero estas proclamas son habituales en todos los países, con independencia de su actuación más o menos agresiva. No parece, por tanto, que el criterio de la coherencia sea excesivamente esclarecedor a este respecto.


7.- Explotación del Evento

Cuando un crimen se produce, las reacciones exculpatorias de los actores pierden credibilidad cuando denotan la intención de sacar provecho del crimen, así como la inmediatez de la acción destinada a lograrlo, ya que sugiere la existencia de un plan preconcebido para explotar el evento y, por tanto, la responsabilidad en la generación del propio evento. Por el contrario, las muestras de perplejidad, las reacciones improvisadas, y la tardanza en formular una línea coherente de actuación, son indicadores de desconocimiento del crimen y, por tanto, de inocencia.

Esta última descripción serviría para retratar la reacción que tuvo el gobierno de España al producirse la voladura del Maine, en tanto que la primera describe a la perfección la respuesta de las fuerzas belicistas estadounidenses. Los principales medios de comunicación reaccionaron, inmediatamente y al unísono, propagando el relato oficial que transformaba (infundadamente) el hundimiento del Maine en una agresión española, y llamando a la necesaria acción de venganza. El aparente éxito de esta operación de manipulación mediática, combinada con la acción concurrente de las fuerzas belicistas del Congreso, consiguió llevar al país a la declaración de guerra.

Hay otro elemento indicativo de la voluntad de explotar políticamente un evento trágico, que es el de los tintes del relato que se transmite a la opinión pública, y que tiene como rasgo predominante la satanización del supuesto enemigo. La propaganda mediática estadounidense que provocó la Guerra de Cuba buscaba la satanización de España no sólo mediante la exageración de su supuesta maldad, empleando adjetivos como ‘cruel and cowardly’, sino también mediante la exageración de su poder, atribuyéndole la capacidad tecnológica de inventar ‘a secret infernal machine’. En el caso de Ghouta, los tintes sentimentales estaban ya implícitos en la acusación de usar las inhumanas armas químicas, pero se cargaron aún más mediante los vídeos oficiales que mostraban contingentes enteros de mujeres y niños asesinados. El objetivo psicológico de este lenguaje es sumar al componente cognitivo del relato oficial un componente emocional, de manera que no sólo se transmita a la opinión pública la información deseada, sino que también se la movilice para el fin deseado.

El criterio de la explotación del evento aporta, en resumen, un fuerte indicio de responsabilidad de la parte de EEUU.

No todos los observadores coincidirán, como es natural, en la consideración de estos criterios, y el propósito de este ejercicio no es dictar sentencia sobre los casos analizados. El objetivo es proponer un método general aplicable para identificar, en el menor tiempo posible, eventos que pudieran constituir Operaciones de Bandera Falsa. Las diferencias personales de percepción pueden ser, de hecho, de gran utilidad para dilucidar la cuestión en un trabajo de equipo, mediante un ejercicio sistemático de contraste de percepciones.

DOCTRINA MONROE



Por otra parte, queremos rememorar aquí la conocida como la Doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos», que fue elaborada por John Quincy Adams y atribuida a James Monroe en el año 1823. Establecía que cualquier intervención de los Estados europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la intervención de Estados Unidos. La doctrina fue presentada por el presidente James Monroe durante su sexto discurso al Congreso sobre el Estado de la Unión. Fue tomado inicialmente con dudas y posteriormente con entusiasmo. Fue un momento definitorio en la política exterior de los Estados Unidos. La doctrina fue concebida por sus autores, especialmente John Quincy Adams, como una proclamación de los Estados Unidos de su oposición al colonialismo en respuesta a la amenaza que suponía la restauración monárquica en Europa y la Santa Alianza tras las guerras napoleónicas, pero lo que finalmente ha resultado, es que los norteamericanos querían toda América para ellos, en un afán algo más allá de la simple colonización, como así se demuestra a día de hoy, en todas esas naciones supeditadas al poder de su economía y bajo su explotación industrial.








CONCLUSIÓN

Las Operaciones de Bandera Falsa han dejado de ser un obstáculo y que debe ser silenciado por su hiriente obviedad. Son, de hecho, cada vez más reconocidas como una realidad incontrovertible y de uso común en las relaciones internacionales, atribuyéndoseles a menudo un papel decisivo en el desencadenamiento de grandes acontecimientos políticos. Si se carece de un concepto suficientemente fundado y definido de Operación de Bandera Falsa, se carece de una herramienta cognitiva esencial para comprender el curso de los acontecimientos. El objetivo de este Informe ha sido precisamente el de fundamentar y definir suficientemente el término de Operación de Bandera Falsa a fin de darle carta de naturaleza, de manera que pueda convertirse en un concepto de curso legal en el lenguaje analítico interno de la diplomacia española.

No hay ninguna forma inteligente de posicionarse genéricamente en favor o en contra de las hipótesis de Operaciones de Bandera Falsa, por lo que sólo cabe analizarlas una a una, y de la manera más objetiva posible. También se observa en los medios y en la sociedad la presencia de presiones cognitivas tendentes a ‘marcar’ socialmente a los participantes en el debate como ‘oficialistas’ o ‘conspirativos’, según el caso. El objetivo evidente de estas presiones es quebrar del debate racional, por lo que no pueden tener cabida en una administración pública guiada por el principio de racionalidad. La solución obvia consistiría en aplicar un método de análisis que se parezca al máximo al método científico, entendido como un debate libre de ideas, pero limitado a la aportación de argumentos lógicos y empíricos.

Otro de los  objetivos de este artículo ha sido proponer una metodología específica para la identificación de Operaciones de Bandera Falsa, en el cual puede desarrollarse el necesario debate racional relativo a cada caso. Con ella se pretende ofrecer un instrumento analítico que pudiera asistir a la diplomacia española en la complicada navegación del Estado por la esfera política de los intereses creados en la propia política internacional contemporánea, y no demasiado contemporánea si analizamos otros casos parecidos del pasado.

Porque no es cierto, lamentablemente, que las mentiras tengan ‘las patas cortas’, como habitualmente suele decirse, al menos no en las relaciones internacionales. Sólo es verdad en el sentido limitado de que las mentiras dejan trazas por todas partes, y pueden detectarse fácilmente si se tiene la determinación de hacerlo. Pero esta determinación no siempre existe, y las grandes potencias siempre tienen medios para sepultar u orillar la verdad. Eso hace que las mentiras puedan tener un recorrido sorprendentemente largo en la ‘escena’ mundial, lo que exige estar debidamente prevenido y preparado. Véase, como ejemplo, el falso Tratado de Verona de 1822, ¿podría ser este último, considerado uno de los primeros casos de Bandera Falsa de la Historia, debidamente justificado?, al lector corresponde enjuiciar el resultado.



El USS Maine, fue un acorazado de los denominados segunda clase, perteneciente a los Estados Unidos, el segundo en entrar en servicio activo y el primero en llevar el nombre del estado de Maine, ya lo hemos comentado. Digamos que, en cuanto a sus características técnicas, se ha considerado al Maine como un buque arcaico  debido a varios factores entre los que se encuentra el largo periodo, que hizo que el buque careciera de factores tecnológicos y estratégicos, así como de construcción, pero aún así, fue visto como un avance en la construcción de buques de guerra estadounidenses.



Pese a todo España realizó su propia investigación en la que concluyó que la causa de la explosión no pudo ser una mina ya que no se registró ninguna columna de agua ni tampoco aparecieron peces muertos. Además, la llegada del ‘Maine’ no era esperada en la isla, por lo que la posibilidad de colocar una mina se desvanece. Y más cuando los barcos de la armada española ‘Alfonso XII’ y ‘Legazpi’, que estaban junto al navío estadounidense, también resultaron dañados. La propia comisión estadounidense encargada de la investigación que estableció una causa externa, reconoció que los autores no se habían podido determinar.


Sin embargo, la versión oficial no convencía y se produjeron más análisis. Todas las investigaciones modernas apuntan a que la explosión tuvo un origen interno y no externo. En concreto se inclinan mayoritariamente por la deflagración accidental de las carboneras, que estaban al lado de la sala de municiones, tal y como explicó el almirante estadounidense Hyman G. Rickover en un estudio realizado en 1976. Y es que este tipo de accidentes fueron bastantes habituales en otros barcos de la misma ‘familia’ que el ‘Maine’. Así habían sufrido accidentes de combustión espontánea del carbón el ‘Olympia’, el ‘Wilmington’, el ‘Broolkyn’ o el ‘Oregon
’.

La experiencia con el riesgo de combustión espontánea, debido a la utilización de carbón bituminoso que suele arder a mayor temperatura y permite alcanzar mayor velocidad,  había hecho la Armada consciente del problema, haciendo que los oficiales y tripulantes comprobaran  periódicamente carboneras. El Maine y otros buques de la Armada también llevan un sistema de alarma contra incendios con termostato en las carboneras que fue diseñado para activar las alarmas de incendio si la temperatura en las carboneras alcanzara un cierto nivel, indicando que se había producido la combustión espontánea. Estas alarmas se podrían haber pasado por alto, sin embargo, debido a que las temperaturas en los bunkers alcanzaron niveles por debajo de aquel con el que se crearon.

En los meses posteriores al caso del Maine,   habría varios casos  de combustión espontánea a bordo de otros buques de la Armada, como ya hemos visto, pero vamos a detenernos en el acorazado Oregón y el crucero acorazado Brooklyn. A mediados de marzo de 1898, el Oregón había recibido la orden de salir de San Francisco y viajar alrededor del Cabo de Hornos para reforzar la Marina de Estados Unidos en el Caribe. La combustión espontánea se produjo una semana después, mientras navegaba frente a las costas del Perú durante este viaje. Su tripulación notó humo y calor en la sección delantera de la nave, que se remonta a una carbonera. Un equipo de control de daños fue capaz de cavar en el búnker, exponer el carbón ardiente, y apagar el fuego.

Hubo un incendio similar en un búnker a bordo del Brooklyn el 16 de mayo 1898 mientras estaba en ruta desde Charleston, Carolina del Sur a Key West en el medio de la noche. El fuego fue detectado por los termómetros en los bunkers, que activan el sistema de alarma, dando tiempo suficiente tripulación para eliminar municiones del  compartimento  adyacente y arrojar vapor en el bunker para extinguir el fuego. El mismo sistema de alarma se había instalado a bordo del Maine, pero, pese  a que los miembros de la tripulación tenían instrucciones de comprobar las carboneras a intervalos regulares, sin embargo, había un bunker, A-16, que estaba lleno de carbón como reserva de combustible, que podría haber sido el sitio de la combustión espontánea debido a la ventilación, lo suficientemente bueno como para permitir que se produjera la combustión, y no fue suficiente para evitar que el calor se eleve hasta el punto hacer saltar las alarmas.

No olvidemos un dato importante sobre este asunto, y es que el propio presidente MacKinley, dudando si las potencias europeas pudieran ser contrarias a las intervenciones de Estados Unidos en el Caribe, o que pudieran proteger a la todavía notable España, intentó un ultimátum final ofreciendo directamente a la Reina María Cristina la compra de la Isla de Cuba y Puerto Rico por trescientos millones de dólares, reservando un millón para los intermediarios, operación no aceptada por España.En la imagen, el Presidente MacKinley.





Pero claro, el hablar de la deflagración accidental de las carboneras, no es más que un indicio que para nada, cubre la versión de una conspiración interna ya que en un suceso tan opaco como el del ‘Maine’ no puede faltar la teoría de la conspiración. Y esta dice que la explosión no fue accidental, sino provocada por los propios estadounidenses para tener un pretexto con el que involucrarse en la guerra. Para ello se basan en la explosión se produjo en una zona cercana a la tripulación y no de los oficiales. Como consecuencia solo fallecieron dos de los 19 mandos del buque, mientras que pereció el 70% de los soldados. Tampoco ayuda a resolver el asunto que el Gobierno de Estados Unidos reflotase el barco en 1911 para rescatar los cuerpos y lo volviese a hundir sin permitir que una comisión internacional lo inspeccionase. El ‘Maine’ guarda su secreto a 1.100 metros de profundidad.


Aingeru Daóiz Velarde.-






BIBLIOGRAFÍA

El desastre colonial.  Javier Gonzalo Vaquero.

Historia de España. Joseph Pérez

Conspiración Maine. Mario Escobar.

En guerra con Estados Unidos: Cuba 1898. Antonio Carrasco García.

El rescate de la Historia. Ed Rayner. Ron Stapley.