sábado, 4 de octubre de 2014

BOLÍVAR Y EL MARQUÉS DE UZTÁRIZ



BOLÍVAR Y EL MARQUÉS DE UZTÁRIZ

Posiblemente, llame la atención del lector el amplio espacio que ocupamos en este artículo sobre el libertador al Marqués de Uztariz,  pero creemos que es importante ya que estamos en condiciones de asegurar que Uztáriz sí fue el más importante maestro de Simón Bolívar, superando el tópico de Simón Rodríguez y Andrés Bello, de los que antes se ha hablado, aunque los historiadores más arraigados a la figura de Bolívar, parecen obviar este hecho.

Jerónimo Enrique de Uztáriz y Tovar,  el segundo marqués de Uztáriz,  era hijo de Luis Gerónimo de Ustáriz y de Melchora de Tovar y Mijares de Solórzano (1735-1809), estudió Filosofía, Cánones y Leyes en la Universidad de Caracas, alcanzando en 1756 el grado de Bachiller y más tarde el de Licenciado.

Posteriormente, una vez que formó parte, por poco tiempo, del Batallón de Tropa Veterana de la Provincia de Venezuela, marchó en 1759 a España, dada la muerte sin descendencia de su tío don Casimiro de Uztáriz Azuara, primer marqués de Uztáriz, familia natal de la villa navarra de Santesteban (Doneztebe), le correspondía al sobrino el título y el mayorazgo. La carrera de don Gerónimo de Uztáriz fue vertiginosa y siempre en ascenso, desde Intendente de Toro de 1765 a 1770; Intendente en Extremadura (veintitrés años); asistente del Rey en Sevilla de 1793 a 1795 en funciones de Justicia, Hacienda, Guerra y Policía; Ministro del Consejo de Guerra en Madrid de 1795 a 1801 y Ministro en Comisión en Teruel, de 1801 a 1809. Al final de sus días ejercía como Asistente en Comisión de nuevo en Sevilla, donde muere a los 74 años de edad, en 1809, en plena actividad administrativa.


El marqués de Uztáriz,  el aliado afectivo de Bolívar, el denominado caraqueño ilustrado, encontró en Bolívar una suerte de discípulo continuador de su “filosofía dieciochesca” y liberal. Fue Uztáriz y Tovar seguramente en este momento, la arquetípica horma del Bolívar joven. La larga pasantía del futuro Libertador venezolano en casa de su protector en Madrid fue una especie de preámbulo a lo que vendría poco más tarde en Bilbao, en compañía de los Rodríguez del Toro, destacan sus relaciones con el ilustrado y afrancesado político bilbaíno Antonio Adán de Yarza, con el coronel peruano Mariano de Tristán, los hermanos Alexandre y Pedro José Dehollain, el primero, compañero de Bolívar de los estudios del francés; un viaje ciertamente revelador para un Bolívar joven: Bayona, Burdeos, París y Amiens durante las festividades de la Paz de Amiens.


El ejemplo de vida del Marqués tuvo que impresionar a su joven discípulo, caraqueño. Si se compara la primera epístola de Bolívar con las siguientes, una vez bajo la tutela de Uztáriz, hay un cambio radical. Ya se notan avances en el francés y propiedad al escribir: claridad, ironía, elegancia. Controla cifras que tienen que ver con sus gastos, negocios, letras de crédito, lenguaje jurídico y mercantil. Los avances intelectuales de Bolívar durante 1800-1801, bajo el influjo del marqués de Uztáriz, son notables en su epistolario de la época. En la imagen, fotografía antigua del Palacio del marqués de Uztáriz en Madrid.




Desde los dieciséis hasta los diecinueve años de edad Bolívar estará en Madrid, y es de suponer que ya será el marqués, durante los primeros meses, un personaje cercano a él, dadas las características del círculo de Bolívar en Madrid: personajes de alto perfil, venezolanos, además, con intereses en adquirir posiciones y privilegios en la corte o con alguna de esas prerrogativas ya cumplida., recordemos además que el número de venezolanos en la corte era importante, en aquel entonces. En la imagen, pintura de autor desconocido realizada en Madrid entre 1799 y 1802, en un medallón del tamaño de una mano pintada al óleo sobre marfil, que puede verse en el Museo de la Fundación “John Boulton” ubicado al lado del Panteón Nacional de Caracas. En la imagen, Bolívar a los 17 años de edad.




 La relación con el marqués de Uztáriz tendrá un valor histórico agregado a todo lo demás, mucho más allá de tratarse de una gran referencia episódica en la vida de Bolívar, es un elemento central en el desarrollo de sus vivencias futuras, de su viaje a Bilbao, de su relación con Teresa Rodríguez del Toro, su futura esposa, quien llegó a la vida de Simón a través del marqués de Uztáriz. Este es un momento trascendental para Bolívar. El hombre que se descubre así mismo, antes del héroe. Los tíos de Bolívar, Esteban y Pedro Palacios, así como otros venezolanos en la corte, incluido Uztáriz, salen del circuito social y político madrileño, en buena medida por el nuevo ascenso (o dicho mejor, la reaparición) de Godoy, y el descenso vertiginoso de Manuel Mallo, amigo íntimo (de infancia y adolescencia) de los Palacios y Blanco, payanés criado en Caracas, que a la sazón del viaje de Bolívar estaba llegando a los más altos niveles en el círculo de los reyes. Los Palacios y Manuel Mallo estaban, ciertamente, amparados por Francisco Saavedra, antiguo intendente de Caracas y Secretario de Estado en Madrid a finales del siglo XVIII. Es muy importante recordar a estas alturas del presente artículo, que Esteban Palacios y Blanco intentó encabezar un “movimiento” de venezolanos cortesanos de la mano protectora del guardia de corps Manuel Mallo y del sevillano y segundo intendente de Caracas, Francisco de Saavedra. Su tío Esteban  solamente se encargó de un pequeñísimo momento de la vida de Simón Bolívar en España para intentar que hiciera el peregrinaje criollo a la metrópoli, a la corte y con suerte, lograr una modesta carrera diplomática.



A tenor de lo mencionado antes, a Esteban lo recluyen en el castillo de Montjuich, aunque con la prebenda de poder cobrar su sueldo.
La suerte de Pedro es menos odiosa, pues queda confinado en Cádiz. Por ende, se mudó Bolívar a la calle del Príncipe y de Atocha, casa del Señor Marqués de Ustáriz. La maldición que le impedía tener una vida familiar se cernió de nuevo sobre Bolívar.  En poco tiempo forjan Simón y el marqués una relación de maestro-protector y discípulo-huésped, con indudable grado de grata y formal confidencialidad.


En las Memorias del general Mosquera, quien en la Guerra de Independencia suramericana fuera uno de sus edecanes, se lee este pasaje en relación a la amistad discípula de Bolívar con el marqués de Uztáriz:
…vivió [Bolívar] con su tío Esteban Palacios que gozaba de la gracia de los reyes de España por las relaciones de amistad que tenía con el favorito Mallo, que era natural de Popayán y criado en Caracas. El estudio de las matemáticas, lengua y literatura hacían su ocupación. Palacios fue desterrado de Madrid por intrigas de la Corte y Bolívar entonces quedó al cuidado del marqués de Ustáriz, por quien tenía un gran respeto que pasaba a veneración. Hasta los últimos tiempos de su vida creía Bolívar, que nunca había tenido un mejor maestro que su amigo, cuyas virtudes comparaba a las de los virtuosos griegos que se presentan como modelos: tales eran sus expresiones. Imagen del Palacio Real de Madrid a principios del siglo XIX.




 Está claro el hecho de que Bolívar entendió en algún punto de su primera experiencia en la metrópoli, en la villa y corte, la importancia de tener una base real en su formación, y el marqués de Uztáriz en ese sentido fue el mejor de los aliados. Le permitió asistirle en su instrucción al tiempo que lo disciplinaba con el propio consentimiento del mismo discípulo, que entre los encantos fatuos de una corte y la posibilidad de educarse con la dirección de un hombre como Uztáriz, se decantó por el aprendizaje y el esfuerzo. No obstante, es necesario poner también en la balanza la escena del maestro y el discípulo, para no dejar ese aspecto en un recuadro idealizado por los biógrafos de Bolívar, y que fue un recurso salvador la tutela de Uztáriz, ya que significó un apoyo no sólo formativo, didáctico, letrado, por así decirlo, también hizo un papel importante como único tutor de Simón Bolívar en unas circunstancias muy específicas y difíciles para el caraqueño, pues su pequeño entorno y referencia familiar, atravesaba por la crisis producto de la dinámica de poder, estrafalaria por lo demás, de la corte. Fue Uztáriz un referente de amistad, formación y de vinculación con la elite y los círculos importantes de un grupo social muy determinado de venezolanos encumbrados: “En casa del marqués de Ustáriz, que como ya queda dicho representaba el polo grave de las amistades de Bolívar…”, tal y como el mismo marqués,
o los aspirantes a encumbrar, como el recién desmoronado Esteban.


El marqués de Uztáriz llegó incluso a figurar, en buena medida, como esa imagen paternal que Bolívar buscó entre un selecto grupo
de grandes referentes a lo largo de su vida, dada la temprana muerte de su padre. Esa desaparición prematura, posiblemente originó psicológicamente la búsqueda de diferentes formas de imagen paterna: como hemos apuntado, el propio Uztáriz, más tarde Simón Rodríguez (en Roma en 1803, no en su infancia), sus tíos Esteban Palacios y Pedro Palacios, Fernando Peñalver y, según el mismo Libertador, la negra Hipólita, su aya y su nodriza.


Y fue en Madrid, en casa de Uztáriz, donde Bolívar conoció precisamente a la nombrada anteriormente a la joven Maria Teresa Rodríguez del Toro, de quien se enamoró perdidamente y con la que, pese a la oposición del padre de ella, se casó en 1802, Bolívar nombra al marqués de Uztáriz único tutor, pues no tiene a nadie más en la villa y corte que le represente en su matrimonio, al igual dice que el marqués será quien le avise a él —al tío Pedro— y a Manuel Mallo, persona que Bolívar debía tener dentro de sus atenciones y planes de vida, pues su influencia había facilitado, hasta ahora, sus papeles, trámites de pasaportes y permisos de viajes. Finalmente Bolívar abandona la villa y corte una noche del
20 de marzo de 1801 para irse a Bilbao.

El marqués de Uztáriz se vio forzado a trasladarse a Teruel, y Bolívar a su vez debió encontrarse en una disyuntiva que le obligó a
marcharse a Bilbao. Razones le sobraban, se quedaba sin referentes en Madrid, y Teresa Rodríguez del Toro marchaba a Bilbao en graves circunstancias familiares (agonizaba una prima de ella, tan cercana como una hermana, María del Pilar Alayza) que Bolívar se veía así mismo como un elemento de apoyo para ella.
Durante la vivencia de Bolívar en casa de Uztáriz, por un año, tuvo
que informarse de la hoja de servicios y del desempeño de su anfitrión durante cerca de seis años como Ministro del Supremo Consejo de Guerra, y que estaba a punto de ser nombrado para otro cargo. La causa del traslado del marqués pudo ser una cuestión normal, como también la enemistad de Manuel Godoy a quien debía resultarle incómodo un personaje como Uztáriz en la corte (caraqueño, formado, con experiencia, ajeno a su facción de poder). Godoy estaba interesado en alejarlo de la corte para rearmar su tablero de poder e influencia propio. Recuérdese que a finales de este mismo año, el 13 de diciembre, es removido el vasco Mariano Luis de Urquijo como Secretario de Estado (quien a su vez había reemplazado -se dijo oficialmente que por enfermedad- a Francisco de Saavedra, el celebérrimo Intendente de Caracas y protector de los caraqueños en corte) reemplazado por Pedro Cevallos, quien está casado con una prima de Godoy.


Igualmente, no hay que olvidar las desafortunadas circunstancias de los dos tíos de Bolívar en España. En relación a Esteban, como hemos apuntado, estaba recluido en Barcelona, y sólo se tienen noticias de él hasta 1803, por una amarga carta.


Lo referente a si el destierro de Uztáriz se debió a una rotación normal de funcionarios o a la enemistad con Godoy, hay mayor seguridad en la tesis de la agresión de Godoy contra varios personajes con peso específico en la corte, como el marqués de Uztáriz. Aunque en la guerra con Francia y en concreto, en la insurrección de Granada (la conspiración del Miércoles Santo de 1795) se relaciona en ambas circunstancias a Uztáriz como asistente de Sevilla (con potestades y funciones de Intendente, de Hacienda y Guerra, más de Justicia y Policía) con Godoy como Primer Ministro ante la amenaza revolucionaria: “Preocupa a Uztáriz, y así lo informa al primer ministro Godoy, el contingente de presos galos; a los que suma la inquietud de los vecinos por temor de los sorteos para el reclutamiento…”.

 De cara a la conjura del 1 de abril de 1795, Uztáriz vuelve a escribirle a Godoy diciéndole que no cree que la misma se esté tramando, sin embargo más tarde le reconoce al duque de Alcudia (Godoy) que dicha insurrección si se estaba fraguando: “Es más se descubrió que las ramificaciones de la conspiración alcanzaban a la ciudad de Talavera.”. A pesar de esta correspondencia obligatoria, Uztáriz es relevado del cargo, y aunque ascendido a Ministro del Supremo Consejo de la Guerra, se trataba realmente de un empleo de menos acción, y en la corte su sucesor será el cuñado de Godoy. En la imagen, Manuel Godoy.




Volviendo a los tiempos de la relación de Uztáriz con el joven paisano y discípulo, en las Dispensas de Amonestaciones del 19 de mayo de 1802, se menciona a Bolívar como feligrés de la misma parroquia correspondiente a la vivienda del marqués de Uztáriz; es decir, que a su regreso de Bilbao a Madrid, Simón se volvió a hospedar en casa del marqués, a pesar de que podía hacerlo en la residencia de los Rodríguez del Toro. Esto nos deja una pregunta ¿volvió Uztáriz a Madrid para asistir al matrimonio de sus amigos tan cercanos? Posiblemente, empero, si no lo hizo, es decir, si aún no había marchado a Teruel, quiere decir que Bolívar viajó a Bilbao aún teniendo residencia en Madrid, lo que fortalece la tesis del ímpetu de su relación con Teresa y los Rodríguez del Toro y se supera así el tópico sobre un presunto acorralamiento y estatus ilegal en la villa y corte, denominado por la historiografía bolivariana como el Incidente en la Puerta de Toledo.

 Asimismo existe la posibilidad que diera su antiguo domicilio como residencia actual para ahorrarse más trámites burocráticos, y, sencillamente, fuera un huésped transitorio en la residencia de los Rodríguez del Toro, mientras se realizaba la boda. En todo caso sería la casa del marqués su última residencia legal antes de partir a Venezuela por la vía de La Coruña. Sus últimos momentos en la villa y corte, inclusive los días previos al matrimonio, el 26 de mayo de 1802, Bolívar pasó, muy probablemente, sus horas con el marqués de Uztáriz.


Del comportamiento de Uztáriz durante la Guerra de Independencia de España, es posible ver ciertos rasgos dentro de las tesis políticas de Bolívar. Por ejemplo, cuando Uztáriz dice: “Nada hemos hecho si antes de acabar esta guerra no tenemos una Constitución que nos libre para siempre de tiranos y favoritos, que restituya al pueblo su dignidad.” No es difícil encontrar alguna semejanza en la obsesión de Bolívar por el Derecho Constitucional como la única forma de encontrar la virtud civil en los jóvenes pueblos que se emancipan.

 Para Bolívar era más satisfactoria la Constitución de Bolivia, obra prácticamente suya, que sus batallas ganadas. De hecho, fue justamente la guerra civil y política la que perdió. A pesar de ser un genio militar innato, había también una fuerte presencia de destacado y preocupado prócer civil que legislaba por el orden de los pueblos, una vez que alcanzan la libertad. Hay más de Uztáriz en Bolívar, que de muchos otros maestros que la mitología bolivariana ha querido endilgarle al Libertador venezolano, acaso en un empeño— a partir de 1842— de crear en el imaginario colectivo venezolano una especie de trinidad ideológica, intelectual y militar, que justifique el variopinto panorama político que se ha dibujado en Venezuela, cada vez de una forma diferente, desde mediados del siglo XIX. Para Bolívar esta época significó estar próximo al poder monárquico, y comprender con la guía de Uztáriz, los entresijos de una corte en el crepúsculo imperial, los reflujos ideológicos de la Revolución francesa y la Europa que Napoleón pretendía dibujar a la fuerza; a la vez que en el universo cortesano, sus tíos intentaban sobrevivir bajo los códigos antiguos de una España que, ciertamente, cambiaba para siempre.





En el siguiente título, BOLÍVAR Y EL AMOR QUE MARCÓ UN DESTINO.