sábado, 17 de octubre de 2020

RAFAEL ALBERTI. EL POETA DE LOS PASEOS Y LAS PURGAS DE RETAGUARDIA

RAFAEL ALBERTI. EL POETA DE LOS PASEOS Y LAS PURGAS DE RETAGUARDIA

Este hombre que paseaba por el frente con una pistola al cinto, recitando versos y sin haber luchado jamás en la trinchera junto a quienes se jugaban la vida alentados por sus charlas. Fue uno de los responsables de la publicación El Mono Azul donde él y los otros miembros del denominado Comité de Depuración mantenían una columna llamada “A paseo”, en la que se señalaba el nombre de los intelectuales que debían ser “depurados” es decir, asesinados, por su carácter de contrarrevolucionarios. Los asesinatos de derechistas habían comenzado a destajo tras el pucherazo del 14 de abril que trajo la Republica, pero muy señaladamente tres semanas después, tras la quema de iglesias, un aciago 4 de mayo de 1931. Aquel macabro panfleto marxista se convirtió en el prefacio de los posteriores asesinatos. 



Entre las personas señaladas se encuentran Miguel de Unamuno, Pedro Muñoz Seca, Manuel García Morente, Fernando Vela, e incluso sus amigos de años anteriores Ernesto Giménez Caballero y Rafael Sánchez Mazas. Sin duda alguna, una de las grandes aportaciones del comunismo. 

Actualmente tiene calles dedicadas en docenas de municipios y es hijo predilecto de Andalucía desde que le otorgaron ese título en 1984. 







El estallido de la guerra le sorprendió en Ibiza, escondido en una cueva de las salinas, donde muy pronto se unió a las milicias desembarcadas en Pou des Lleo un 8 de agosto al mando del capitán Bayo, quienes asaltaron, profanaron y saquearon todos los templos de la isla. Huyo hacia Madrid ante el desembarco inminente de las tropas sublevadas de Franco, dejando tras de si un reguero de sangre de más de 150 almas inocentes.


Consiguió ser presentado por los comunistas españoles como un represaliado del régimen de Franco, por la sencilla razón que el Comunismo en España, necesitaba exteriorizar su derrota ante la prensa intelectual internacional, alegando que tuvo que exiliarse a París, Buenos Aires y Roma para evitar ser juzgado. Cuando la izquierda española lo tomaba como símbolo de la supuesta represión franquista contra inocentes tapaba sus crímenes durante la guerra, que ni fueron escasos ni poco llamativos, ésa, es la cruda y triste realidad. Alberti escapó de España cuando el Frente Popular perdió la guerra, y dejaba atrás una estela de terror impuesto desde su puesto de responsable de la Secretaría en la Alianza de Intelectuales Antifascistas. 


Las declaraciones de Antonio Hortelano, un sacerdote que antes de haber tomado los hábitos fue espía en los años de la Guerra Civil, dan un testimonio de la labor. Antonio Hortelano perteneció a los servicios secretos vaticanos, fue miembro del Mosad israelí, quiso ficharlo la CIA y estuvo detenido por el KGB. Parece el retrato de un 007, pero Antonio Hortelano fue un religioso redentorista, especialista en Mora y con un extraordinario recorrido evangelizador a sus espaldas. Y una historia de película, que vivió de cerca, directa o indirectamente, todos los grandes acontecimientos de los últimos tiempos y se codeó con los grandes personajes que han pasado o pasarán a la Historia. Desde Golda Meir o Moshe Dayan a Salvador Allende o monseñor Romero. Y, por supuesto, los papas de las últimas décadas. 



Alberti fue uno de esos intelectuales que animaba a los jóvenes de izquierdas a luchar en el frente mientras ellos vivían a cuerpo de rey en la retaguardia sin peligros y actuando libremente… Neruda, Vallejo y Huidobro también vivieron allí, y junto a Alberti eran parte de aquellos aguerridos intelectuales que pedían desde lujosos palacios burgueses a los jóvenes marxistas dar su vida en el frente, mientras vivían a cuerpo de rey en retaguardia, dando fiestas. 



Mientras tanto, Serrano Poncela, que era gran amigo y protector de Santiago Carrillo, firmaba las órdenes en blanco y los jefes de milicias se encargaban de poner la fecha y nombres de los ejecutados. Y como Muñoz Seca otros miles, sin pruebas ni culpa. El 27 de Noviembre de 1936 milicianos Socialistas sacan a golpes al pintor Álvaro Alcalá Galiano máximo representante del impresionismo español, quien trasladado a Paracuellos del Jarama es también fusilado por el delito de ser artista. Eran las depuraciones hacia la cultura marxista-leninista. 



Entre sus labores, cuenta Hortelano, como era frecuente que Alberti visitase las checas en las que había detenidas personas de ideología derechista, religiosos o simplemente aquellos que habían sido denunciados por quienes les guardaban rencillas. 

En esas visitas era aficionado a hacer uso del método de tortura denominado “la cabina”, que consistía en introducir al detenido en una cabina de teléfonos con las paredes metálicas electrificadas y aplicarle descargas de alta tensión hasta que confesaba o moría electrocutado…este era Rafael Alberti, por mucho que la Memoria Histórica quiera presentarnos otro cuadro.







Hay dos casos, entre los señalados por la Alianza de Intelectuales Antifascistas, de los que se tienen testimonios que inculpan al propio Alberti. El escritor Alfonso Ussía, nieto de Pedro Muñoz Seca, es una de las personas que más ha investigado sobre las circunstancias que rodearon el asesinato del dramaturgo. Alfonso Ussia habla del asunto con conocimiento de causa, ya que Pedro Muñoz Seca era su abuelo materno y por lo tanto es de suponer que lo que cuenta sobre el asesinato del dramaturgo proviene de fuentes familiares directas. En 2009, tras conocer las declaraciones de Antonio Hortelano escribía en una de sus columnas: “El hermano de Rafael Alberti, Vicente, gran amigo de Pedro Muñoz-Seca, portuense como ellos, le rogó encarecidamente que hiciera algo para sacar a don Pedro del cautiverio de la checa de San Antón y salvar su vida. No movió ni un dedo. Vicente Alberti era el íntimo amigo del hermano de Pedro Muñoz-Seca, el doctor José Muñoz-Seca, un joven y brillante pediatra con firmes convicciones republicanas. Don Pedro era monárquico y colaborador de “ABC”, además de autor teatral de indiscutible éxito. Vicente Alberti se interesó en numerosas ocasiones, acuciado por su amigo el doctor Muñoz-Seca, por el dramaturgo del Puerto de Santa María encarcelado. Se interesó ante su hermano Rafael, el gran poeta dedicado en la cómoda retaguardia de Madrid a visitar checas y prisiones. Al fin, en la primera quincena del mes de diciembre de 1936, Rafael Alberti se puso en contacto con su hermano para darle noticias de Muñoz Seca: “Los fusilamos en noviembre”.



El intelectual Manuel García Morente también publicó como la Alianza le puso en el punto de mira y tuvo que exiliarse para no correr la misma suerte que Muñoz Seca: “A poco supe confidencialmente que se había constituido… una comisión de depuración (tal era la palabra usada) al profesorado de Universidad. Esa comisión propuso la cesantía de varios catedráticos de la Facultad de Filosofía y Letras. La lista iba encabezada con mi nombre. Los comisionados consideraban urgente el sacrificio de mi persona… En virtud de la comisión llamada depuradora mi nombre iba a ser publicado como cesante y mi persona entregada a las ruines pasiones de los asesinos; hube de pensar en la necesidad de abandonar Madrid”. En la imagen, Muñoz Seca.





Desde el bando frentepopulista se le criticó siempre que se paseaba por la retaguardia luciendo una pistola de gran calibre, que lucía ostentosamente. Un arma que, como se decía en la CNT, no estuvo jamás en el frente, donde era necesaria, y que servía para impresionar a quienes en retaguardia se cruzaban con el autor de Marinero en Tierra, por lo tanto, no nos sorprende que Juan Ramón Jiménez dijese del poeta gaditano, aunque sin citarle: “cuidado con esos señoritos, imitadores de guerrilleros que exhiben por Madrid sus rifles y pistolas de juguetes vestidos con monos azules muy planchaditos”.



Un poeta que igual escribía sobre su Puerto de Santa María, que lamentaba la muerte del genocida Stalin con una serie de versos que lo enaltecían como a un padre, maestro y camarada, en un poema titulado “Redoble lento por la muerte de Stalin".



Durante la Guerra Civil Rafael Alberti escribió en el ABC de Madrid, incautado por los revolucionarios, una columna desde la que dirigía sus dardos contra personajes relevantes y que tenía el significativo título de “A paseo“, un siniestro nombre si tenemos en cuenta lo que en la España del 36 significaba que a uno le dieran “el paseo”.
Al final de la Guerra Civil Rafael Alberti y su compañera María Teresa León se exiliaron en París, viajando después a Buenos Aires y Roma. No regresó a España desde el exilio hasta el año 1977, siendo elegido Diputado por el Partido Comunista de España en las primeras elecciones democráticas, aunque pronto renunció a su acta de diputado. Alberti nunca abandonó su militancia activa en el Partido Comunista, al que se afilió a principios de los años 30. 


Nunca defendió Alberti la libertad, que era un obstáculo en el duro camino de la “emancipación de las masas”.



LA MUERTE DE GARCÍA LORCA.

Su mayor aportación a la guerra fue la participación destacada y fanática en los comités de depuración de las checas, centros de detención semiclandestinos bajo control de partidos en connivencia con instituciones republicanas, y, en concreto, en la que funcionó en el Círculo de Bellas Artes. El 23 de agosto de 1936 la Alianza de Intelectuales Antifascistas que él presidía depuró la RAE. Días antes, el 30 de julio, habían publicado un manifiesto de apoyo a la República que obligaron a firmar a numerosos intelectuales, muchos de los cuales escaparon al lado franquista o a Francia, viendo lo que les esperaba… Fue también el principal manipulador de la muerte del poeta Federico García Lorca, al que ya había definido antes como enemigo de las masas populares.

La ruptura entre ambos llegó durante la campaña electoral y las elecciones de febrero del 36 cuando venció el Frente Popular y las Izquierdas se hicieron con el Poder. El choque se produjo cuando, sin saberlo Lorca, Alberti montó un mitin en cuyo cartel figuraba entre las “figuras” de la corrida: Federico García Lorca, Rafael Alberti y José Bergamín. A Lorca le fastidió mucho que Alberti le incluyera en la terna sin habérselo consultado antes y exigió que se le tachara del cartel. “Alberti quiere comprometerme , le dijo al periodista Luis Bagaria que le preguntaba sobre los poetas del 27, y yo no quiero compromisos políticos, yo no soy de ningún partido ya lo he dicho muchas veces, yo soy comunista, falangista, anarquista, monárquico, republicano, de Izquierdas, de Derechas… pero por encima de todo yo soy español, yo soy Poeta y ¡un Poeta, pienso, no puede ser militante de un partido político!... porque está comprobado que cuando el poeta se hace militante de una ideología deja de ser poeta”. Naturalmente, estas palabras de Lorca y el romperle el “Cartel” que había planeado para un mitin organizado por el Partido Comunista molestaron a Alberti y fue causa de un enfriamiento casi total de su vieja amistad. Alberti y Lorca dejaron de hablarse, tal vez, también, porque el de Cádiz no había digerido bien los éxitos teatrales que el granadino había tenido con su trilogía trágica: “Bodas de sangre”, “Yerma” y “La casa de Bernarda Alba” y él había fracasado con “El hombre deshabitado” y “Fermín Galán” …luego volvería a fracasar con “El adefesio”, “El trébol florido” y “La gallarda”…La pregunta sería, ¿Fue Lorca señalado también por el dedo acusados de Rafael Alberti?...Hay una historia muy curiosa al respecto, que casi me producen náuseas al recordarla, pero lo voy a hacer.


28 de noviembre de 1936, Escritores Antifascista habían organizado un homenaje a las Brigadas Internacionales que ya se habían incorporado a la lucha y de momento habían conseguido frenar a las tropas de Franco en la ciudad universitaria y naturalmente allí estaban esa noche la flor y nata del PCE, los escritores afines, los mandos militares comunistas y anarquistas, el Embajador ruso y algunos altos cargos de la embajada , además de los influyentes Iliá Ehrenburg, el escritor, y el gran comisario Mijail Koltsov, el hombre de Stalin en Madrid durante la Guerra Civil española. 



Pero, no había terminado la cena, y cuando ya rusos y españoles se llenaban de Vodka, entró el joven Santiago Carrillo, que venía rodeado de su guardia pretoriana y con cara sonriente y entre saludo y saludo se dirigió a Alberti y le dijo algo al oído. Entonces Alberti pidió silencio, tocando con un tenedor la copa de cristal que tenía en las manos, levantó su voz y dijo: “Señoras y Señores, compañeros, camaradas, mi joven amigo Santiago Carrillo, Nuestro Delegado de Orden Público y Seguridad, me acaba de comunicar que hoy ha muerto uno de nuestros mayores enemigos, el católico, monárquico y fascista Pedro Muñoz Seca. ¡Son gajes de la Guerra!... el mes pasado ellos acabaron con nuestro admirado y grandísimo Federico, Federico García Lorca, y hoy le ha tocado el turno a uno de ellos. ¡Donde las dan las toman! Ahora dirán que somos unos asesinos ¿y ellos? ¿Qué son ellos? Con una diferencia, que ellos sabrán donde cayó y ha sido enterrado “su” escritor y nosotros no sabemos dónde reposan los restos del nuestro. Pero nosotros venceremos y más ahora que ya están con nosotros los Internacionales… porque la Razón y el Derecho están de nuestra parte… ¡Tampoco pierde mucho el teatro!... ¡Viva la República! ¡Viva Rusia! ¡Viva Stalin!”. 



Y aquello sí que fue ya una fiesta. No, Alberti no quiso salvar a Muñoz Seca, su paisano y vecino del Puerto de Santa María. ¡Y pudo salvarlo!, pero, insisto, ¿se puede ser más cínico?... Cuando el granadino fue asesinado llevaban varios meses sin hablarse.




CONCLUSIONES



Cierto es que hay gente equivocada en todas las profesiones, y Rafael Alberti era un equivocado ingrato, pero además, correspondido y premiado por una ingrata razón, la de cómplice acusador de los crímenes del comunismo durante la Guerra Civil, y sin duda alguna, forma parte de uno de esos muchos los criminales exonerados por el espíritu de la concordia en la Transición de 1978…Es curioso, porque según sus propias palabras al regresar, dijo “ Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta”. Alberti retorcía una vez más la verdad: fueron sus víctimas, ganadoras de la guerra civil, quienes le ofrecieron el perdón con la mano abierta y la concordia. Así era este personaje, hoy blanqueado por socialistas y comunistas, exonerado gracias a la ley de amnistía por la concordia de todos, decretada por Adolfo Suarez, permitiendo su retorno de aquel cómodo exilio en la Unión Soviética junto a la criminal "Pasionaria". Una miseria histórica más, de esta repugnante y decadente Democracia…La mentira y el engaño tienen fecha de caducidad, al final, todo se descubre, al mismo tiempo que muere la confianza, la verdad, es que no sabría decir bien qué resulta más justificable, si la estupidez embaucadora, o el despropósito de la simpleza. La falsedad, suele anidar el árbol de la hipocresía, y Alberti era un ave muy acostumbrada, como el polluelo del Cuco, a anidar en nidos ajenos a la sinceridad, y era además muy amigo del fariseísmo.


Aingeru Daóiz Velarde.-  

 

 

 

 





viernes, 2 de octubre de 2020

LOS NIÑOS DE LA GUERRA Y EL ORO DE MOSCÚ


LOS NIÑOS DE LA GUERRA Y EL ORO DE MOSCÚ 


Una de las historias más espeluznantes que la memoria se empecina en olvidar, son las vivencias de los niños de padres republicanos enviados como rehenes a Rusia, y aquí vamos a tratar de recordarlas. 





habían pasado ya varios meses desde el estallido de la guerra civil española cuando, temiendo las víctimas civiles que podían ocasionar los bombardeos del arma aérea de Franco, se planteó la posibilidad de evacuar a un determinado número de niños a distintos países extranjeros. Aunque los lugares de destino fueron variados, de Gran Bretaña a Bélgica pasando por Francia, la Propaganda comunista logró que en la mente de buen número de españoles la protección de los niños quedara vinculada de manera casi exclusiva a la URSS, concretamente unos 4.000 niños. Esta actitud sirvió de arma propagandística, pero sobre todo tuvo el resultado de correr un siniestro velo sobre uno de los episodios más trágicos de la historia reciente de España. 


Los niños que llegaron a la URSS, que contando a los adultos llegaban a unos cinco mil aproximadamente, fueron inicialmente objeto de un buen trato. Se les asignaron escuelas en las que conservaron maestros españoles y se les dispensó la enseñanza en su lengua natal. Sin embargo, la situación cambió radicalmente al producirse el final del conflicto, y especialmente desde el momento en que Stalin firmó su pacto de no agresión con la Alemania de Hitler. Para entonces, España había dejado de ser interesante para el dictador del Kremlin. No es extraño, por ello que, a la vez que cerraba las puertas a nuevos refugiados españoles, los niños fueran arrancados de su situación inicial para verse sumergidos en otra muy distinta. Obligados a estudiar predominantemente en ruso, debieron sumar a su actividad escolar trabajos físicos de notable envergadura. En invierno, semejante deber se tradujo en la tala de árboles previa al desayuno y en verano, en las más diversas faenas agrícolas. 



Este sistema de vida tuvo terribles consecuencias para los niños. No sólo se resintió su rendimiento escolar, sino también su salud. En el curso 1941-42, una inspección médica realizada por el Comisariado de Educación puso de manifiesto que más de un 50 % de los niños padecía tuberculosis y otro 30 % se hallaba en un estado de pre-tuberculosis. En ese curso no menos del 15 % de los niños había muerto. Pero la desgracia no se limitaba a los niños ya escolarizados. En buena medida, el destino de los recién nacidos resultaba peor. En 1940, en Krematorsk, de los catorce niños nacidos trece murieron a las pocas semanas de desnutrición. El cuadro --repetido en lugares como Gorki, Jarkov y Rostov-- se debía fundamentalmente a la actitud de las autoridades soviéticas, especialmente cicateras a la hora de entregar leche o medicinas a los españoles. En la siguiente imagen Dololers Ibárruri, La pasionaria, una de las culpables de la sumisión a Rusia, y el silencio.






EN LUGARES REMOTOS

No resulta sorprendente que algún mando del PCE creyera conveniente hacer a los adolescentes la recomendación de enrolarse en el Ejército Rojo como la única manera de eludir el espectro del hambre. Lamentablemente, lo peor quedaba por venir. 



Fueron años de penurias, de un hambre y frío atroces y de sufrimientos para la población rusa, desde luego, pero para los niños españoles en particular. Hubo jóvenes que se alistaron como voluntarios en el Ejército Rojo, por lo menos, los que no murieron, tenían asegurada la comida, que no era poco, esa era su voluntad para no morir de hambre, por la enfermedades o por el frío..Otros, los menos, tuvieron algo más de suerte trabajando en campos de trabajo. En ningún momento se planteó la repatriación de estos niños a España. Tanto el gobierno ruso como los dirigentes del Partido Comunista Español que residían en Moscú, se mostraron contrarios a ella. Estos últimos pensaban que los muchachos debían constituir los futuros cuadros medios del Partido en una España revolucionaria, de ahí el interés que pusieron en que los jóvenes preservaran su lengua y las costumbres españolas, a pesar de su necesaria integración en la sociedad soviética…Esto, para los que tuvieron las inmensa suerte de sobrevivir.


La invasión de la URSS por Hitler dejó pronto de manifiesto las peores deficiencias del régimen soviético. Los ejércitos soviéticos sufrieron el efecto devastador de batallas de cerco en las que perecieron centenares de miles de sus hombres. Por lo que se refiere a las colonias españolas, no eran aún sospechosas y pudieron librarse de las deportaciones étnicas que el aparato represor de Beria realizó en paralelo a las derrotas militares. Aun así, su suerte distó de ser buena. Los niños fueron enviados a los lugares más remotos e inhóspitos de la URSS, que iban desde Samarkanda y Kakan, en Asia central, hasta las estribaciones de los Urales, ya en Siberia central.

En Kransnoarmeinsk, dieciséis criaturas cayeron en manos de los alemanes, que los trasladaron al territorio del Reich con el fin de entregarlos a la Falange. No costó mucho trabajo convertirlos en baza propagandística. 

El futuro que esperaba a los niños españoles en sus distintos destinos se reveló horrible. Enfrentados al hambre y los malos tratos, no pocos se vieron obligados a someterse o a delinquir. En Tashkent constituyeron bandas dedicadas a perpetrar hurtos. En Samarkanda y Tiflis, las niñas prostitutas españolas, de las que no pocas quedaron embarazadas, llegaron a hacerse célebres entre los jerarcas del partido. Ni siquiera los hijos de los héroes se vieron libres de aquella negra situación. Un hijo del coronel Carrasco, que había servido en el Ejército republicano y ahora enseñaba en la escuela militar Frunze, de Moscú, fue detenido mientras robaba en una panadería en Kakan. Murió en prisión de tuberculosis. 






Para muchos se fue abriendo camino la idea de que la única esperanza de supervivencia se hallaba en poder abandonar la URSS. Países como México, donde se asentaba una importante colonia de exiliados, estaban más que dispuestos a recibir con los brazos abiertos a los niños. Sin embargo, ni la URSS ni el PCE estaban dispuestos a que se supiera la verdad del paraíso del proletariado y del trato que venía dispensando a los niños desde hacía años. La Pasionaria se convirtió, al parecer sin resistencia, en la pieza clave que impidió la salida de aquellas víctimas hacia otros países. Sus razones, reproducidas por Jesús Hernández, comunista y antiguo ministro republicano, no podían ser más obvias: "No podemos devolverlos a sus padres convertidos en golfos y en prostitutas, ni permitir que salgan de aquí como furibundos antisoviéticos". Constituía toda una confesión de los resultados reales, ocultados por la propaganda, de vivir en la URSS.


CONVERTIDOS EN DELINCUENTES 

Puestos a delinquir, los niños españoles difícilmente hubieran podido hacerlo en un medio más difícil. Desde su establecimiento, el sistema soviético se había mostrado especialmente riguroso con los niños. En 1926, el Código Penal soviético ya había incluido condenas de campo de concentración y de prisión para los niños que hubieran cumplido doce años. Los resultados de aquella norma fueron fulminantes. Al año siguiente de su promulgación, el 48 % de la población del "gulag" tenía entre 16 y 24 años. Pese a todo, no pareció suficiente a los administradores del inmenso sistema. 

El 7 de abril de 1935 se decretó la pena de muerte también aplicable a los niños que hubieran cumplido doce años. La ferocidad del sistema no hizo ninguna excepción con los niños españoles. El campo de Karaganda, abierto en 1936, fue tan sólo uno de aquellos terribles enclaves donde los españoles, adultos y niños, fueron explotados como esclavos y murieron de frío, hambre y agotamiento. Los testimonios hablan de sodomizaciones de niños en los traslados hasta Karaganda y de niñas sometidas a lo que eufemísticamente se denominó tranvía, es decir, una violación colectiva a manos de otros reclusos o de guardianes. Solía ser el antecedente de una jornada de trabajos forzados de diez horas con una dieta de hambre. El régimen de trabajo no lo era todo: a él se sumaba un universo donde los niños se convertían en "malolietki" (miembros de una banda de ladrones en el campo) o en víctimas de cualquier "maloietka". La alimentación nada tenía que envidiar a la de los campos de exterminio nazis. Frenkel, el funcionario encargado de fijar las raciones del "gulag", había sido estricto: los que realizaban menos del 30 % de la norma recibían diariamente 300 gramos de pan y una escudilla de balanda; los que conseguían entre el 30 % y el 80 % de la norma contaban con 400 gramos de pan y tres escudillas. Los que recibían menos no cubrían su desgaste físico, pero los que recibían mayor cantidad morían antes, porque el deterioro físico era más acelerado y el aumento de ración no compensaba…podrán contar la historia de la forma que más les convenga, pero por gracia o por desgracia, los testimonios escritos cuentan los hechos tal y como ocurrieron. 



Hablemos antes de un personaje que llegó a ser Ministro de Instrucción Pública y Sanidad durante la Guerra Civil española, Jesús Hernández Tomás, perteneciente al PCE, y que mucho tuvo que ver con la suerte de los niños españoles en Rusia, puesto que la imagen stalinista idealizada que tenían los españoles que fueron allí cambió por completo. Aquellos que fueron destinados a trabajar en las fábricas acabaron deplorando los ritmos de producción impuestos por los estajanovistas, así que muchos de los emigrados con alguna experiencia militar se dirigieron a Hernández, quien consiguió formar una brigada de españoles que lucharon contra las tropas alemanas, aunque fueron los principales en ser enviados tras las líneas enemigas a ejercer las más peligrosas acciones de sabotaje, que se cobraron muchas bajas, sin que su sacrificio fuera correspondido, pero el principal problema fueron las colonias infantiles. En la imagen, milicianos españoles combatientes a favor de la URSS.






La suma de hambre, malos tratos y represión se tradujo pronto en resultados sobrecogedores. En 1943, cuando Jesús Hernández abandonó la URSS, cerca de un 40 % de los niños españoles había muerto. A los supervivientes aún les quedaba por recorrer un vía crucis. Contra lo esperado ingenuamente por millones de personas, el final del conflicto no se tradujo en una amnistía de los presos de la URSS ni tampoco en una reducción de la represión. Pronto los tres millones y medio de reclusos que tenía en 1945 el "gulag" (sin contar los de las colonias penales y los de las cárceles) comenzaron a recibir lo que Solzenitsin denominó nuevas riadas. Fueron trasvases de polacos y húngaros, de ucranianos y soviéticos, de muchachas que habían confraternizado con los alemanes y de niños españoles. En 1946-47, éstos contaron con su propia riada. No se les consideraba seguros y desde luego los jerarcas del PCE, siguiendo su trayectoria previa, no estaban dispuestos a arriesgar su estatus para salvarlos. Aquellos seres a los que se había arrancado la infancia insistían en abandonar el paraíso soviético y lo pagaron caro. Por regla general, se les aplicó el art. 7-35 (socialmente peligrosos) o el terrible y polifacético 58-6, acusándoseles de espionaje... ¡en favor de Estados Unidos! En 1947, con ocasión del décimo aniversario de su llegada a la URSS, los antaño niños fueron reunidos en el teatro Stanislavsky de Moscú. No llegaban a dos mil. El resto, entre el 50 % y el 60 % concretamente, había muerto o se hallaba atrapados en las redes del sistema de concentración. 





Pero ni siquiera todos los supervivientes habían quedado convencidos de las excelencias del sistema. A pesar de que aquel año se les hizo firmar un documento en el que declaraban su voluntad de no abandonar la URSS y de que no faltarían los testimonios favorables al trato recibido (alguno galardonado incluso con el premio Pushkin 1987), los ejemplos de repulsa por aquel régimen no fueron escasos. En septiembre de 1957, 534 españoles lograron regresar a España. 

La historia de los niños españoles en la URSS constituye un drama sombrío, pero posiblemente uno de sus aspectos más escalofriantes fue el de la colaboración y el silencio de los jerarcas del PCE en aquel proceso de abandono, primero, y exterminio, después.

Acomodados en condiciones privilegiadas que no deseaban perder, las excepciones a aquella norma de vergonzante silencio fueron tan escasas que pueden mencionarse casi al completo. En primer lugar estuvo Valentín González "el Campesino", que no pudo soportar el choque con la realidad que significó su conocimiento directo de la URSS. Horrorizado por el trato que recibían los españoles, no dudó en manifestar sus opiniones. Lo pagó siendo condenado al "gulag". Sus captores pensaban en deshacerse de él pero logró evadirse. Para los reclusos soviéticos que lo conocieron se convirtió en un auténtico mito de valentía. Solzenitsin llegó a conocer a una tal Zhora, que, en el campo de concentración, iba escribiendo una novela (nunca llegó a publicarse) sobre el Campesino. A su regreso a Occidente, el PCE hizo todo lo posible por silenciarlo. En la imagen, Valentín González “El Campesino”.




El caso de Jesús Hernández, del que ya hemos hablado también, fue aún más escandaloso. Horrorizado por lo que denominó el país de la gran mentira, en 1943 lo abandonó, perdiendo a su madre y a su hermana en él, y se atrevió a contar la realidad. Por lo que se refiere al secretario general del PCE, José Díaz, ya había sido enviado a la URSS antes de acabar la Guerra Civil. Progresivamente arrinconado por los soviéticos y por la Pasionaria, fue cayendo en una postración progresiva al comprobar que nadie atendía a sus quejas relacionadas con la situación de los españoles en la URSS. El 19 de marzo de 1942 cayó del cuarto piso en el que vivía, y murió en el acto. Se habló de suicidio, lo que encaja con su depresión ante la suerte de los compatriotas, pero también de asesinato, por deseo de librarse de tan molesto testigo. Recordemos la famosa frase de “La Pasionaria” de que Más vale condenar a cien inocentes a que se absuelva a un solo culpable. En la imagen, “La Pasionaria”. 





DEMASIADO PARA EL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA.

Hernández y el Campesino fueron acusados de embusteros, de agentes del imperialismo, de traidores. De hecho, incluso los que continuaban su lucha contra el gobierno español de la época y podían jactarse de un impecable pasado antifascista levantaron su voz. En abril de 1948, José Ester (deportado de Mauthausen, número 64553) y José Doménech (deportado de Neuengamme número 40202) convocaron una conferencia de prensa en París en nombre de la Federación Española de Deportados e Internados Políticos. Su finalidad era denunciar la presencia de 59 presos políticos españoles en el campo 99 de Karaganda, en Kazajstán. Su denuncia venía justificada porque "habían conocido la dominación inquisitorial de la Gestapo y de las SS" y para ellos tenían un sentido "las palabras libertad y derecho de gentes".La realidad resultaba terrible para el PCE como para que éste aceptara desvelarla o, ya conocida, asumirla. Las condiciones en la URSS eran tan duras que no fueron pocos los que solicitaron abandonar el país con la intención incluso de regresar a una España gobernada por Franco. Por regla general, la respuesta de las autoridades fue radicalmente negativa. De los dramas que semejante actitud provocó es un claro paradigma la historia de Florentino Meana Carrillo y su hermano. Desesperado por salir de la URSS, a la que denominó como un inmenso campo de concentración y de hambre, Florentino se bebió un vaso de ácido sulfúrico. Su hermano decidió vengarlo. Sabedor de que la Pasionaria era la única persona autorizada por las autoridades comunistas para conceder o denegar los permisos de salida de los españoles, el joven se dirigió armado con un cuchillo al hotel Lux. Su intención era matar a la dirigente comunista. Para fortuna de la Pasionaria, aquel día estaba ausente y José Antonio Uribes, el suplente del buró político, se convirtió en su nuevo objetivo. No le costó mucho contener al muchacho a la espera de que lo redujeran. Después se lo tragarían las fauces del sistema represor soviético. 


EL ORO DE MOSCÚ

Pero además, existe la historia paralela del Oro de Moscú. ¿Qué pasó con el oro que el gobierno republicano envió a Moscú?...

La noche del 22 de octubre de 1936, rusos y españoles se mezclan en silencio en el puerto de Cartagena. Tienen una misión común: cargar 7.800 cajas en cuatro cargueros soviéticos, Kine, Kursk, Neva y Volgoles. Cada arcón pesa 75 kilos de un contenido muy especial: las reservas de dinero de los españoles. 

En aquellos barcos partieron unas 510 toneladas de oro, el famoso Oro de Moscú, lo que correspondía a más del 70% de los fondos del Banco de España. A iniciativa del ministro de Hacienda de la II República, Juan Negrín, el destino final de aquel dinero era la Rusia de Stalin, en teoría para ponerlo a salvo del bando sublevado. Desde aquella fecha, Negrín firmó órdenes de venta para que los soviéticos nos suministraran armas. Sin embargo, en 1938 Rusia afirmó que las existencias de oro ya se habían agotado. ¿Era cierto? Setenta años después, las especulaciones sobre si Rusia se quedó con el dinero o éste regresó a la España de Franco siguen en el aire. Aunque en 1957 Salvador de Madariaga escribió que se cerraba "el capítulo del oro con llave de acero", todavía hoy sigue despertando morbo y curiosidad como quedó demostrado con la película de Jesús Bonilla (2002), el Oro de Moscú.



Cuatro empleados del Banco embarcaron en el buque que conducía el precioso cargamento. No se les dijo a dónde iban. Creyeron que desembarcarían en Port Vendres, Sete o Marsella y aparecieron... en Odesa. El 6 de noviembre llegaron con nuestro oro a Moscú. Y allí, ocurrió algo que también merece ser narrado. Los funcionarios del Grosbank miraban y remiraban minutos enteros cada pieza y la pesaban y repesaban. Los empleados del Banco de España, acostumbrados a gran celeridad en operaciones semejantes, no se explicaban tamaña lentitud, por la cual se invirtieron varios meses en el recuento. Pero esta lentitud obedecía al deseo de justificar la permanencia en Rusia de quienes habían ido custodiando la mercancía. A toda costa se quería impedir su regreso a España para que no se divulgara el enorme envío de oro. Las familias de los viajeros se inquietaban por desconocer el paradero de éstos, y para calmar su intranquilidad se las embarcó también, sin decirles adónde iban, y se las llevó a Rusia.



La entrega del oro, tan meticulosamente pesado y medido, había de concluir algún día, y concluyó. Los banqueros creyeron entonces que, terminada ya su misión, tornarían a España. Mas sus reclamaciones en ese sentido ante nuestro Embajador, don Marcelino Pascua, eran inútiles. No se les consentía salir; estaban confinados con sus familias en Rusia. Al cabo de dos años, cuando la guerra se extinguía, el Encargado de Negocios, don Manuel Martínez Pedroso, logró romper aquel confinamiento. Pero a los cuatro banqueros no se les repatrió, ¿cuál era la razón?, pues que en España podían hablar más de la cuenta. Y con objeto de evitarlo se les desparramó por el mundo: uno fue a dar con sus huesos a Buenos Aires, otro a Estocolmo, otro a Washington y otro a México. Al mismo tiempo desaparecían de la escena los altos funcionarios soviéticos que intervinieron en el asunto: el ministro de Hacienda, Grinko; el director del Grosbank, Marguliz; el subdirector, Cagan; el representante del ministerio de Hacienda en dicho establecimiento de crédito, Ivanoski; el nuevo director del Grosbank, Martinson... Todos cesaron en sus puestos, varios pasaron a prisión y Grinko fue fusilado.

Entre tanto, una revista gráfica, "La URSS en Construcción", dedicaba un número especial al aumento de las existencias de oro en Rusia, atribuyéndolo al desarrollo de la explotación de los yacimientos auríferos de Rusia. Era el oro de España. Rusia no ha devuelto ni una sola onza.

Hay que tener en cuenta también sobre este tema, unos datos nada baladíes…Una vez desclasificados los documentos del Banco de España que habían sido entregados por los descendientes de Juan Negrín, podemos concluir que las reservas españolas de oro al comienzo de la guerra, las cuartas del mundo con un total de 707 toneladas, como ya hemos comentado, y analiza el cúmulo e circunstancia que condujeron a la decisión de trasladar ese tesoro fuera de las fronteras para preservarlo de las fuerzas franquistas que, en ese otoño de 1936, estaban a las puertas de Madrid, y se descubre lo que durante tanto tiempo se había especulado, y son todos y cada uno de los pasos que se dieron y quién los dio para que el 25 de octubre de 1936 cuatro buques mercantes soviéticos zarpasen de Cartagena con destino a Odessa con 510 toneladas de oro español en sus bodegas. En la imagen, Juan Negrín.





Además, en esos primeros meses de la guerra, no lo olvidemos, la imperiosa necesidad de material militar de la República acabó por inclinar la balanza. Stalin era el único dispuesto a proporcionar armamento y había dejado bien claro a través de sus agentes, en una estrategia plenamente chantajista, que sin oro no habría armas. Todas esas suspicacias y desconfianzas se mostraron infundadas, pues lo cierto es que a lo largo de toda la guerra, Estados Unidos no puso ningún problema para comprar la plata del Banco de España e Inglaterra y Francia compraron sin reparos oro español, las 200 toneladas escasas que quedaron en la cámara del Banco de España, que garantizaba diversas compras de material de guerra realizadas por el gobierno republicano a fabricantes europeos. 

Los documentos del expediente Negrín, aclaran otros aspectos del “oro de Moscú” sobre los que han corrido ríos de tinta. Uno de los más importantes es si Stalin confiscó de alguna manera el oro o lo administró según sus conveniencias. El análisis de esos documentos muestra de forma inequívoca que el traslado del oro constituyó un depósito de la República Española en el Comisariado del Pueblo para las Finanzas. Las autoridades soviéticas pusieron mucho empeño en dejar bien claro en todos los documentos que eran simples custodios del metal y que su responsabilidad iría disminuyendo al mismo ritmo que fuese reduciéndose la cantidad de oro físico que quedase en sus depósitos. El oro fue administrado por la República y se utilizó como garantía de los créditos en divisas que se pedían para la compra de armamento. 



Una parte se transfirió al Gosbank, el banco central de la Unión Soviética, como pago de las remesas de armamento soviético al Ejército Popular y otra parte, la porción más significativa, fue transferida a París, al Banco Comercial para Europa del Norte, propiedad del Partido Comunista de la Unión Soviética. Desde este banco y con ese oro el gobierno republicano pagó las armas y municiones que se adquirieron en Bruselas, Praga, Varsovia, Nueva York, México y otros ligares del mundo. El expediente Negrín y la contabilidad soviética aclaran otra cuestión especialmente morbosa: no queda oro español en Moscú. Todo el oro se gastó en respaldar la compra de armas y equipos. Nadie en la postguerra vivió del oro de Moscú, pues se había gastado en su totalidad. 

Los documentos muestran no sólo que la Unión Soviética se cobró hasta el último cartucho enviado a España, sino que también facturó con cargo al oro depositado en sus cámaras todos y cada uno de los servicios prestados en su custodia, al precio marcado libremente por ellos. Los rusos cobraron los gastos del transporte hasta Odessa. El oro español estaba en forma de monedas casi en su totalidad y los rusos cobraron, a un precio exorbitante, el proceso de fundición a lingotes. 

Cobraron por cada movimiento financiero, por cada transferencia y por cada operación de cambio de divisas y son muchos los testimonios que señalan que se cometieron irregularidades en los tipos aplicados en esas operaciones. Pero de todo hay factura o recibo y cada gramo de oro gastado está plenamente justificado y documentado. 

La conclusión no es otra que la operación de depositar el oro en Moscú fue un desastre para la República. Todas las compras de armas a la URSS se hicieron al contado, a precios elevadísimos, y casi siempre se recibió material de desecho. Al ponerse en manos de Stalin, el Gobierno español perdió por completo su autonomía financiera y acabó por perder el tesoro del Banco de España. 



Aingeru Daóiz Velarde.-