martes, 6 de julio de 2021

TIEMPOS DE ADIÓS

TIEMPOS DE ADIÓS

Allá por 1886, escribía doña Emilia Pardo Bazán “Los pazos de Ulloa”, una novela naturalista de aquel realismo literario español, que tanto nos ha dado, y que tendría su continuación con otra novela de la misma autora, un año después, que se titula “La madre naturaleza…Pero es en “Los pazos de Ulloa”, posiblemente la novela a mi entender más importante de Pardo Bazán, donde ponemos el ejemplo, aunque también podríamos poner otros, como Tormento, de Benito Pérez Galdós, doña Perfecta, del mismo, Cañas y Barro, de Vicente Blasco Ibáñez, Adiós Cordera, de Leopoldo Alas “Clarín”, o Juan Vulgar, de don Jacinto Octavio Picón, entre otras muchas, pero precisamente en “Los pazos de Ulloa, llevada al cine, donde, posiblemente, mejor se relata esa sensación de tristeza oprimente y casi melancólica de todo aquello que se marcha, para no volver ya jamás. Me refiero, a una forma de vida, a una manera de ser y de pensar, a un modo de vivir que se deshace ante nuestra mirada, y lo hace sin resistencia alguna, y en silencio absoluto, ante un paisaje de niebla, en un sendero que conduce al bosque de la desolación.





La sociedad tradicional en la que hasta ahora, habían sido educados nuestros antepasados, y nosotros mismos, se desmorona, y lo hace a golpes de talonario desde fuera de nuestras fronteras, y lo hace además liderando un nuevo Orden Mundial que ha venido para quedarse, y lo hace sin remisión alguna, y además, apartando de un manotazo todo lo que hasta ahora, significaba un modelo a seguir en los valores efectivos de nuestra vida. Ese proyecto del Nuevo Orden, triunfa hoy, porque es la misma sociedad que se educó en aquellos valores, la que se encuentra total y absolutamente desestructurada, sin creencias, y que esconde esos valores en el cajón de la despensa de las nuevas tecnologías, donde los medios de información subvencionados por el sistema, adornan con engañosas guirnaldas el nuevo dogma de fe, el social-comunismo post-moderno cultural, económico y político.



Apartando por un leve momento el velo que nos cubre la mirada, podemos observar con rotunda claridad que la distopía de 1984 de Orwell, es decir, la vida bajo un poder totalitario y una ideología, es cada vez más real, y lo es, porque ya no somos capaces de diferenciar lo natural, de lo adquirido de forma forzada por la nueva ideología, lo tradicional, de lo artificial, de lo putativo, de lo superficial y, en resumidas cuentas, de lo anti-natura, y son precisamente esos medios de información, los que le dan el maquillaje perfecto a la sinrazón, caracterizándola de modernismo, cuando no es más que la aberración más punible de la Humanidad, robando a esa misma Humanidad la Historia, transformando la cultura, arrebatando la dignidad de Nación para convertirla en barrio, robando la dignidad de la Familia, y en resumen, vulnerando la naturaleza de la civilización y el orden, y de paso, sin que nos demos casi cuenta, la libertad.





En Los Pazos de Ulloa, se derrumbaban en pedazos los últimos restos de un tiempo y un modo de ser y de vivir que no iba ni a renacer ni a sobrevivir. Una parte de esa misma sociedad de la que hablamos, se siente hundida, pero no opone más resistencia que la que opone una simple ola en la orilla, que viene y se va, para retornar cada vez con menos virulencia, dejando paso a la bajamar que le roba el terreno, y donde construye además los diques de contención con decretos a los que nada ni nadie se opone, convirtiendo a la Justicia, en el payaso hazmerreír de este circo en el que se ha convertido España. En aquella novela de Pérez Galdós, “Tormento”, que antes hemos nombrado, se desangra asimismo un régimen, dando lugar a una Revolución, la de 1868, que destronaría a Isabel II, y en la que se narran en un fatal ambiente político del Sexenio Democrático el tono literario de las desventuras de un trío casi esperpéntico en el que Amparo Sánchez Emperador, alias Tormento, representa a una España arrastrada a la indignidad y a la miseria, que necesita imperiosamente de todas las páginas de la novela, para dar un simple paso hacia la libertad, pero en una España donde ya no hay vuelta atrás, donde muchos, piensan en silencio que la única solución, quizás pase por una guerra civil cainita, pero que en realidad, se trata ya de una España de los sueños imposibles. Jamás regresarán aquellos días en los que cualquier tiempo pasado, nos parece mejor, de aquella inolvidable canción del Baul de los Recuerdos, de una tal Karina.



En aquel Sexenio Democrático de la novela Tormento, transcurrió el triunfo de la Revolución, un pronunciamiento, una nueva coronación de origen saboyano, el asesinato de Prim, la primera de las repúblicas españolas, una especie de república federal, el golpe del General Pavía, harto ya de inconsecuencias, la dictadura del General Serrano, el pronunciamiento en Sagunto del General Martínez Campos, y la vuelta de nuevo a la Restauración de una nueva Monarquía borbónica, que luego acabara como acabó, y entre medio de todo, la participación de cuatro bloques políticos, nada más y nada menos. Poco a poco, todo se iría abocando a lo que la Historia nos deparó en 1936. Hoy en día, se busca de nuevo una república, la Tercera, ante una esperpéntica justicia que ve pasar de largo la mayor de las traiciones después de la Batalla de Guadalete en 711, a la integridad de la Nación y a la dignidad y la vergüenza, Su Majestad no dice nada, y su silencio, es el mismo silencio que aboca a la muerte a los corderos. Los Generales se miran las medallas en los espejos de reflejo socialista, y Al-Morocco campa a sus anchas ante la pusilanimidad de un pueblo español, que calla, y otorga. No necesitamos parques en España, no, no nos hacen falta, lo que necesitamos es otra cosa, de la que no voy a hablar, porque me surgiría a buen seguro una condena, pero siete países de nuestra Europa del Este nos lo advertían, Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Estonia y Letonia, pero nos empeñamos en no aprender, y en tropezar con la misma piedra.



Leopoldo Alas “Clarín”, en su “Adiós Cordera”, nos desgarra la historia de dos gemelos y una tragedia, en una violencia generada por las sociedades modernas en su transición, hacia lo más moderno todavía, rompiendo el equilibrio de las sociedades tradicionales, en un canto a la miseria, donde al final, el sustento de la familia tradicional, es llevado al matadero, y a su vez, desaparece también con el señor de la oscuridad y la noche, el único vínculo capaz de dar el calor necesario a aquellos gélidos momentos en los que el desamparo, campa a sus anchas, el calor de la familia tradicional, y aquí, para nada entro en juicios de orientaciones ni nada por el estilo, porque no tienen cabida, ya que un padre es un padre, al igual que se es madre, y se es hijo o hija, y no lo que nos quieren vender, a eso voy.



He querido hacer aquí un guiño especial a la novela española, a la novela de verdad, al naturalismo, hijo póstumo de un realismo apasionado, como apasionado es el que suscribe, amante a la vez de la tradición, de la libertad, y de la vida, de la que alguna vez me ha dado esquina, para reencontrarme de nuevo, y sobre todo, apasionado de las ganas de vivir, y del amor. Tengo la suerte de vivir dos veces, porque dicen los sabios, que el que sabe leer, vive dos veces, y busco en mis lecturas precisamente eso, la pasión, y el naturalismo, y de esas pasiones, lleno mis particulares líneas que a nadie le importan, más que sólo a mí. De esas lecturas, algunas de historia, saco mis conclusiones, y de ahí, mi orgullo a pesar de todo por este país, esta Hispania mía por la que un día, juré dar, hasta la última gota de mi sangre, hoy, ese juramento, lo quieren dejar en otros lugares como un perjurio sin importancia ni razón, porque no es que no juren, sino que inventan las más ridículas y vergonzantes interpretaciones para burlar la Constitución, y el Estado, ante el silencio de la Ley, pero aquí, todo vale parece ser, y eso me hace caer en el más insoportable de los desalientos.










Caemos con facilidad en la desesperanza, pero no somos culpables de ello. Se marcha un sistema, y una forma de vida, y lo hace para no regresar. Ante nuestra nostalgia, tenemos claro que no regresarán jamás aquellos tiempos de los que todavía hoy, conservamos el aroma de su memoria, pero pronto nos prohibirán oler, y recordar, aunque ya han empezado a prohibir por decreto el recuerdo. Su idea, la del Nuevo Orden, es que nuestro corazones, se queden vacíos, porque al mismo tiempo que se vacían, surgen las grietas que harán que se desmorone para siempre el anhelo del más primordial de los sentimientos hacia un país que fue grande, y que gracias precisamente al silencio y al abandono por parte de los políticos, se olvida y se confunde en la nada, el sentimiento del amor. 

A veces, pienso en mi soledad, que me he dejado el orgullo olvidado ante el suave tacto del gatillo de un revolver, y lo he cambiado por una prosa emborronada, tras el insípido teclado de un ordenador, mientras a lo lejos, en el fondo de mis sentimientos más primigenios, escucho el apagado sonido de la marcha de tambores y pífanos en la batalla de Rocroi, y me agobia el sentimiento amargo de que vivo de prestado en estos tiempos, y que para mí, cualquier tiempo pasado, fue posiblemente mejor pese a caer atravesado por una lanzada enemiga, y es que al menos, al enemigo antaño, se le veía de lejos, ahora, los tenemos disfrazado de diputado. Me ganarán en la guerra, pero jamás me ganarán en la dignidad. Desgraciadamente, son tiempos de adiós.


Aingeru Daóiz Velarde.-