viernes, 19 de septiembre de 2014

OPOSICIÓN Y CAÍDA DEL ABSOLUTISMO


OPOSICIÓN Y CAÍDA DEL ABSOLUTISMO

La caída del régimen absolutista, no podría explicarse sólamente por una simple pérdida de la popularidad, ya que esto, visto desde un ángulo más analítico e historiográfico y menos pasional, sería absurdo. Primeramente, entrarían en consideración los llamados ideólogos, partidarios por principios y convicciones del régimen liberal-constitucionalista, que en su mayor parte pertenecían a una clase social media, y de una cierta capacidad intelectual y profesional de cierta consideración, entre los que se encuentran, como no podía ser menos, la plana mayor de la facción liberal de las Cortes de Cádiz, junto con sus más allegados colaboradores. Ya hemos visto en el capítulo anterior cómo Fernando VII había hecho partícipes de su sexenio absolutista a hombres de ideal liberal como Martín Garay o León y Pizarro, con lo cual, de alguna manera, se podría desmentir el apelativo de "represión brutal" que se puede interpretar en algunos autores sobre esta época, por lo menos, en esta parte del reinado del Deseado Fernando VII, ya que las condenas impuestas a los encarcelados oscilaba entre los dos y ocho años de cárcel, en su mayor parte, y un importante número del resto, quedaron el libertad, incluso, como hemos visto, ocupando cargos en la Administración absolutista. Pero a decir verdad, aquéllos que habían luchado tanto por traer a España un Nuevo Régimen en el que creían ciegamente en contra de ese pasado glorioso que como vimos en el capítulo EL PASADO GLORIOSO DE LA DECADENCIA tantas desgracias ocasionó, no podían, como era lógico pensar, conformarse con una imposición forzosa, ingobernable y desastrosa teniendo en cuenta lo  que hemos visto hasta el momento, y menos, de una manera autoritaria y absolutista, ya que paulatinamente y desde el principio de la restauración fernandina, el movimiento liberal se pone a trabajar desde una posición que en principio podríamos tildar de débil, pero no cabe duda de que se trata de hombres inteligentes, que saben ganar alianzas provechosas, como podrían ser gentes de negocios, cosa que en un principio, llama la atención de que en sus primeros albores de las Cortes de Cádiz, hubiera un número casi insignificante del mundo comercial o mercantil, aunque esto no quiere decir que el proyecto constitucional fuera rechazado de pleno por esta clase social, es sólo que más bien se prefería a gentes de letras, clérigos, juristas, abogados, profesores o catedráticos, en vistas de darle un impulso más intelectual y una gran capacidad oratoria para la hora de convencer.



Entre las mujeres, que aunque su presencia no estaba "legalizada", por así decirlo, en el ámbito constitucional, se encuentran María Magdalena Fernández de Córdoba y Ponce de León, Margarita López de Morla  y Virués,  figura pública notable en Cádiz a principios del siglo XIX, era la promotora de una de las tertulias políticas de Cádiz de signo liberal o María del Carmen Silva, Lisboeta de nacimiento, y como se define a si misma, española por elección, editora de El Robespierre español, Doña María Tomasa Palafox y Portocarrero, duquesa de Medina Sidonia y Marquesa de Villafranca, mujer ilustrada, pintora, y semilla de la igualdad, entre otras dignas señoras.

En la imagen, la marquesa de Villafranca, pintada por Goya.




Ahora bien, en este momento al que nos referimos, posterior al primer descalabro Constitucional, el papel moneda se convierte en protagonista indispensable frente a la facilidad de palabra intelectual. Prueba de ello, sin lugar a dudas, fue la primera, y casi anecdótica, de Espoz y Mina (en realidad, su verdadero nombre era Francisco Espoz Ilundáin), participante también en la conspiración del Triágulo, de la que antes hemos hablado, quien  encabezó una conspiración en Pamplona (1814),en la que un grupo de gentes del comercio respaldó la empresa en un intento fallido de proclamar la Constitución de 1812. Fracasada la intentona, tuvo que refugianrse en Francia.
En la imagen, Espoz y Mina.



Los comerciantes de La Coruña, respaldaron y financiaron el intento de Juan Díaz Porlier en 1815, quien solicitaba  la convocatoria de Cortes elegidas por el pueblo, las cuales deberían tener la libertad de realizar en la mencionada constitución los cambios que exigía la situación, pero  fue traicionado por un grupo de 39 sargentos del 6º Regimiento de Marina comprados por un agente infiltrado en la columna que el mandaba, detenido y ahorcado en La Coruña en el Campo da Leña (actualmente Plaza de España, donde existe una estatua suya) el 3 de octubre de 1815, o la burguesía de negocios catalana, quien apoyó el intento de Luis Lacy y Gautier, quien junto a Milans del Bosch Arquer se pronunciaba a favor de la Constitución española en 1817. Fue  hecho prisionero y murió fusilado en el castillo de Bellver de Palma de Mallorca el 5 de julio de 1817, mientras que Milans lograba escapar.  En la imagen, Luis de Lacy.




Como vemos, es mucho más normal la participación en este tipo de conjuras de personas de la burguesía mercantil que de la industrial, posiblemente favorecidas por la doctrina liberal del libre cambio, que ofrecía mejores perspectivas al comercio. De todas formas, y analizando un poco el contexto de esta oposición al régimen absolutista, fuera aparte del innegable hecho de que era una política de fracaso, como hemos visto, más que nada por la difícil situación  económica que era lamentable. La decadencia de la agricultura, fruto de 5 años de guerra y la crisis económica mundial. La restitución de los poderes de la nobleza y de la Mesta que provocó el malestar campesino. El inicio de la emancipación de las colonias americanas que era un amplio mercado que ayudaba a equilibrar la balanza comercial. La quiebra financiera: 850 millones de reales de gastos frente a sólo 650 millones de reales de ingresos y 12.000 millones de deuda pública, y la inoperancia del Absolutismo, cosas que ya han quedado explicadas en el capítulo anterior sobre los ministros y la camarilla.


En resumen, tenemos ya, por tanto, los que podríamos denominar como tres elementos que configuran la insurrección u oposición violenta contra el Antigüo Régimen, que son, por un lado, los intelectuales del Liberalismo, que proporcionan el ideal, por otro lado, los que aportan el dinero, que son los hombres de negocios, más concretamente, como hemos podido ver, los comerciantes, y por último, la fuerza armada del sistema, es decir, los militares.



En la Guerra de la Independencia, la intervención de los militares fue algo tardía, debido a la fidelidad al régimen establecido como norma fundamental, por lo que en un principio contó mucho y de forma fundamental el ejército irregular, cuya base eran las guerrillas que tanto daño hicieron al ejército imperial de Napoleón, y de la que salieron grandes hombres y mujeres que llevaron a cabo verdaderas hazañas de heroísmo, y debido a ello, y al entusiasmo de los guerrilleros y la euforia de las victorias, se llevaron a cabo ascensos no demasiado acordes con la normativa militar, y es que cabe recordar que aunque las Cortes de Cádiz suprimieron las pruebas de nobleza (para ingresar en las Academias militares era preciso hasta entonces demostrar pruebas de nobleza en el Antiguo Régimen) los ascensos de estos valientes guerrilleros no se llevaron a cabo de una forma demasiado legal, por decirlo así, aunque la regencia o las mismas Cortes de Cádiz no tuvieron más remedio que reconocer los méritos  y las jerarquías militares alcanzadas por métodos irregulares, para a su vez, reconocer el mérito de estos audaces que estaban salvando a la nación.
En la imagen, Juan Martín "El Empecinado"



Una vez finalizada la Guerra, se planteó un problema, y es que no se sabía bien qué hacer con estos guerrilleros que se habían elevado a las más altas cimas de la Jerarquía Militar, pues algunos eran analfabetos, y con un sentido de la disciplina no demasiado acorde con el profesionalismo y el espíritu militar, recordemos que por ejemplo, Espoz y Mina era un campesino navarro, que apenas sabía leer, El Empecinado era jornalero y carbonero en un pueblo de Valladolid, Juan Díaz Porlier era un ocurrente idealista cadete que se hacía pasar por sobrino del Marqués de la Romana y hombres como Palafox, Castaños, Eguía o Elío por ejemplo, profesionales de carrera, tuvieron puestos clave al regreso de Fernando VII, y a los que venían de esa milicia irregular (Guerrilleros) se les rebajó un grado o dos en la escala, y fueron destinados a guarniciones de provincia. Esto provocó un descontento generalizado en esta parte del ejército (guerrilleros), prueba de ello, es que todas las intentonas militares sin excepción que se realizaron durante el denominado sexenio absolutista contra el absolutismo de Fernando VII están dirigidas por hombres de esta nueva rama del ejército.

A lo largo del ya mencionado sexenio, se produjeron como se ha podido ver varios intentos de rebelión, o si se quiere, pronunciamientos en favor de la Constitución de 1812, o incluso de intento de rapto del rey en la Conspiración del Triángulo (de la que ya hemos hablado en el capítulo anterior), es decir, que además de  Espoz y Mina o Juan Díaz Porlier, el del propio Vicente Richart en la supuesta Conspiración del Triángulo o la del mismo Conde de Montijo con el llamado Gran Oriente de la masonería española, cosa que, por cierto,  sorprendió mucho a Fernando VII ya que en parte le debía la corona, de hecho, no fue detenido hasta 1819, casi tres años después (nos referimos a Eugenio Eulalio Palafox y Portocarrero). Poco después llegó la de Lacy, en Cataluña,  la de Torrijos y Van Halen en Murcia, la de Polo en Madrid o la de Vidal en Valencia, que fallaban por la falta de apoyo popular o la de incluso entre los propios soldados que se negaban a obedecer a sus superiores, o la traición.

Entre los años 1814 y 1820, no transcurre un año sin que se produzca un pronunciamiento, o un conato de tal, pero no sería cierto afirmar que el hecho, refleja un intenso malestar generalizado desde el principio. Posiblemente lo fue al final, pero desde el principio, los impulsos son ciertamente individuales, y luego de ciertos grupos politizados, ligados casi siempre a las sociedades secretas, que supieron ganarse de forma muy hábil a la oficialidad joven e inquieta para la causa revolucionaria.  El caso es que todas bajo la Revolución liberal fueron fracasando, pero hubo una, la última, a comienzos de 1820, que inesperadamente, consiguió triunfar. Nos referimos por supuesto, al Pronunciamiento de Rafael de Riego.
En la imagen, Rafael de Riego.




Por primera vez, la soldadesca secunda el movimiento de sus jefes, y es que el ejército acantonado en las cercanías de Cádiz, destinado para marchar a América con el fin de intentar aplastar el movimiento separatista o de independencia de nuestras colonias, se sublevó el 1 de enero de 1820 a las órdenes del Comandante don Rafael de Riego, en Cabezas de San Juan, proclamando la Constitución de 1.812.


En un acto solemne y brillante de parada militar ,  Riego emite el siguiente bando:

" Las órdenes de un rey ingrato que asfixiaba a su pueblo con onerosos impuestos , intentaba además  llevar a miles de  jóvenes a una guerra estéril , sumiendo en la miseria y en el luto a sus familias. Ante esta situación he resuelto negar obediencia a esa inicua orden y declarar la constitución de 1812 como válida para salvar la Patria y para apaciguar a nuestros hermanos de América y hacer felices a nuestros compatriotas. ¡Viva la Constitución!"

Los insurgentes trasatlánticos, en particular los argentinos, enviaron a Cádiz varios agentes con instrucciones muy concretas, las cuales trataban de ganarse a la oficialidad para la causa revolucionaria, y fomentar el temor a la aventura, hablando de barcos podridos, naufragios inevitables, de ratas que devoraban los pies de quienes dormían a bordo y de una "guerra a muerte" sin remisión y sin prisioneros. Lo cierto es que por muy ilusorias que pudieran parecer las amenazas, surgieron efecto, teniendo en cuenta que la mayor parte del trabajo, lo llevaron a cabo las logias gaditanas tales como "El Soberano Capítulo" y "El Taller Sublime", ganándose la simpatía de la oficialidad, entre la que se encontraban los "héroes de la isla" Riego, Quiroga, Arco Agüero y López Baños. El batallón Galicia, los siguió al completo, unos 5.000 hombres de los 20.000 que componían el ejército expedicionario.



Aunque en un principio fracasó el intento de extender el movimiento a otras plazas de Andalucía, tampoco las tropas leales al rey hicieron demasiado por comprometerse. Todo fue algo parecido a una espera para ver cómo se resolvían los acontecimientos, hasta que el Coronel Acevedo respaldó el pronunciamiento en la Coruña. La rebelión se propagó a varias ciudades, aparte de la Coruña, fueron también en Pamplona, Barcelona, Cádiz y Madrid, donde los motines callejeros desconcertaron al monarca y a sus ministros. El conde de la Bisbal (Enrique José O'Donnell y Anethan),  se sublevó al frente de las tropas que le había confiado el gobierno para sofocar el movimiento y el general Ballesteros, llamado por el gobierno para dirigir las tropas leales, hizo lo mismo. Aquí es importante reseñar un acontecimiento sobre este militar, Francisco Ballesteros, quien anteriormente había sido destituido en el Ministerio de la Guerra, debido a su caída en desgracia  por culpa de la camarilla clerical de la corte y es que si bien es cierto que el 7 de julio de 1822, con su victoria sobre la guardia real se evitó la caída de la Constitución, como se verá, hay que decir que en su entrevista con el rey, en el Palacio Real, cuando se le ofreció para dirigir las tropas leales a la monarquía absoluta, en la entrevista no ha trascendido nada, pero lo que si es cierto es que después de la misma, el rey se resignó a jurar la Constitución de 1812 y publicó un manifiesto ya conocido (10 de marzo de 1820) en el que decía: "Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional", famosas palabras que retratan el dolo y el perjurio.


Ballesteros, es nombrado Capitán General de Madrid después, dando pruebas de acrisolado liberalismo, formando parte de la sociedad de los "Comuneros",  es enviado después por lel gobierno liberal para combatir a los cien mil hijos de San Luis, pero   se retiró sin luchar hasta la batalla de Campillo de Arenas (Jaén). Tuvo que capitular el 21 de agosto de 1823, sin que se sepan los motivos ocultos que lo movieron, o los secretos compromisos adquiridos en su entrevista con el monarca.
En la imagen, el manifiesto de Fernando VII.




Hay que decir que Fernando VII, tuvo muchas opciones de reprimir esta sublevación que se fue generalizando poco a poco, pero parece ser, según muchas versiones, que quiso evitar el peligro de una guerra civil, aunque posteriormente se tomaran medidas que poco tenían que ver con la búsqueda de la paz, como veremos más adelante. Con este golpe de estado,  termina el gobierno absolutista desarrollado por Fernando VII durante la primera etapa de su reinado, y se establece un gobierno liberal, es el denominado Trienio Liberal: 1820-1823, o Trienio Constitucional, como hemos dicho anteriormente, y del que en el siguiente capítulo hablaremos.


Próximo capítulo EL TRIENIO CONSTITUCIONAL