domingo, 1 de marzo de 2020

EL MISTERIO DE LA TORRE DE LOS DESEOS



EL MISTERIO DE LA TORRE DE LOS DESEOS 

El amor ha muerto, era el titular en sepia de un diario que nadie leía jamás, la noticia, nos hablaba de que el sexo libre había emponzoñado de vicio los sentimientos del corazón, y éste, había dejado de escribir aquellos versos que antaño, hacían romper una lágrima en la soledad de la habitación en una noche de lluvia, o en un atardecer de verano, daba igual la época o la hora, cuando unas palabras sacadas del sentimiento, y un oportuno arrebato de ingenio, podía ser sin duda, más letal, que una carga furiosa de caballería a lanza y espada, dejando de lado la triste mediocridad de enamorarse de un cuerpo… 

Aquellas palabras que hacían antes arrancar un suspiro, o construir un sueño, hoy permanecían olvidadas en papeles arrugados donde el espíritu se había prostituido al valor del sonido de un teléfono móvil y el arrebato pasional de las palabras vacías de un teclado de plástico o digital, y el frío brillo de una pantalla, cuyo sonido de la aplicación necesaria, es como ese canto de sirena que hechiza los sentidos, y donde el calor del mensaje muere, y se disuelve en el mar insensible de la estupidez. 

Un ramo de flores, o una simple rosa, se habían sustituido hoy por unos simples Likes, necesarios para mantener vivo el sentido del interés, y una luz parpadeante, es el que antaño fuera el radiante brillo de una mirada que atraviesa el alma del que la sostiene, al pronunciar una frase que contenga unas palabras de promesa de amor. 






La rotura del aparato o su pérdida fatal, son como lo era antes la pérdida del valor de decir un te quiero, o la dignidad por dinero en un triste burdel de carretera nacional. Abandonado en su soledad, el amor había expirado su último aliento, recordando una vieja historia de aquel joven chiquillo reclutado en la guerra a la fuerza, escribiendo una póstuma carta de despedida a su joven novia, en cuyo sello final, había dejado marcada la humedad de un beso invisible, y una lágrima de recuerdo, con un te amo más allá de la muerte hasta que Dios nos dé algún día la oportunidad de volver a encontrarnos de nuevo, mientras las corazas enemigas asaltaban a bayoneta la última trinchera. 

El entrar en la carne ajena, y saborear no la dulzura de la pasión, si no el final de un orgasmo fingido, regado de alcohol y alguna sustancia reveladora de la fantasía, sin la frontera de la consecuencia de no tomar precaución, puesto que de la nueva libertad adquirida, había nacido el libertinaje de normalizar un crimen, era ya costumbre que ya no exigía siquiera el decoro de la intimidad, puesto que la perversión se presentaba en cualquier lugar, a vista indiscreta tanto de ojos, como de cámaras, donde la ignorancia convierte en evidencia la falta total de valores que dan sentido al amor…ignorar la oportunidad que ofrece el insensible color de un tatuaje desnudo en la piel, es vivir en el más rancio pretérito del blanco y negro, puesto que hoy lo que “mola”, es el color brillante del vicio y la perversión, vistiendo de bandera multicolor la indigna vocación de la inmoralidad. 


El hombre ya no combatía hoy por el honor y la gloria de la dignidad, si no por alcanzar el placer de ser el primero en llegar, o quizás uno más, a degustar el éxtasis sin importar las obligaciones y los compromisos haciendo alarde de filosofías baratas que no son más que cortinas de humo de la propia miseria, convirtiendo en letras de músicas modernas lo que antes era poesía, y hoy ha pasado a ser jergas urbanas sin sentido a ritmo de Rap, llenando de cadáveres humanos y restos de huesos putrefactos cubiertos de piel seca los campos del romanticismo, que hace tiempo que ya dejó también de existir.





La lucha a muerte por culminar el pecado de lo prohibido, se había convertido casi en una obsesión, y el amor virtual había pasado a tomar el relevo al verdadero, que yacía postrado ya en el olvido, y aquel se aferra ya al único compromiso que el menester le demanda, que no pasa de ser más que un juramento público en cualquier red social donde dejan enmarcadas y a la vista las fotos y poses en busca de cualquier comentario. Escalar la cima del placer, es una guerra a vida o muerte, para rozar la piel de un dibujo a color, o en tonos de negros a grises que buscan perdurar en el tiempo sensaciones olvidadas, pateando por llegar a la cima del ego del placer, si es preciso, en una disputa a sangre con el alma vacía y sin el más mínimo sentido de contrición.



Hoy se regala en emoticono la imagen de una flor, sin aroma, y la mayor de las veces, también sin intención, y que poco a poco va perdiendo su color, cuando no también sus pétalos, mientras la vemos pasar tenuemente de mano en mano mientras se fragmenta hasta no quedar de ella ni siquiera el recuerdo. Las poesías de amor, o incluso el propio sentimiento que las evoca, se han convertido en una simple obra de teatro cuyos principales actores solo buscan la popularidad de un like, en el mejor de los casos, cuando no, en una pura, simple y estéril visualización muda, y vacía…El amor ha muerto, argumentaba la noticia, y lo ha hecho de asco y angustia al ver como habíamos abierto de par en par la puerta a la perversión, y ahora ésta, reclamaba su reinado, dando la posibilidad a que entrara también la degenerada costumbre de lo más difícil todavía, convertir en Ley de obligado cumplimiento la perversión entre las diferentes especies, normalizando poco a poco el sentido del sinsentido. 


No pude continuar leyendo más…arrugué el periódico, y lo tiré a la misma papelera a la que tiempo atrás, había dado el mismo final a ciertos cuentos románticos que jamás me atreví a publicar.

 Aquello fue en otro tiempo, donde ya el Romanticismo había caído enfermo, y la insustancial humanidad empezaba ya a ser víctima de los megas de regalo que se ofertaban por doquier como si de un mercado se tratara, en cualquier esquina, a cualquier hora, y en cualquier lugar, y resultaba más rentable adquirir un buen puñado de megas, que unas pocas docenas de papel escrito lleno de una sustancia que había perdido ya todo el interés, escrita por un fulano a quien nadie importa, y que nadie conoce. Recuerdo que me dio entonces por intentar unirme al enemigo, y buscar cobijo en su cueva de la tecnología, y pronto comencé a sentir la necesidad de la ligadura de las cadenas con grilletes a la libertad, y también pronto empecé a notar la frialdad de la mayor parte del nuevo público y la insensibilidad de las palabras pronunciadas a través de la técnica novel, aunque también podría ser una nueva oportunidad. Ese recuerdo, me hizo rescatar el periódico de su tumba, intentar alisar el desastre con un remordimiento de la conciencia al haber dejado morir aquellos cuentos, sin haberles dado la más mínima oportunidad.





Dejé el periódico sobre la mesilla del salón comedor, y perplejo por la noticia, me dispuse a cambiarme de ropa, para salir. Rompiendo quizás las reglas, opté por camisa y americana negras, corbata blanca, y pantalón vaquero, además de unos zapatos Dustin que había adquirido de rebajas en el Corte Inglés, no sabría decir si un atuendo más bien aceptable que correcto dentro del código de la vestimenta, además de un leve toque de “Invictus” para no empalagar demasiado…

Al instante me di cuenta de que había caído en la trampa, me había contagiado del tiempo en el que el envoltorio era el que decidía el valor de una persona, y el valor del dinero era mucho más importante que la amistad, la familia, o incluso el sentimiento, y lo único que nos mueve es el miedo escénico a la soledad…La soledad, esa ingrata compañera de viaje cuando no es uno quien la elige, me había planteado si mi objetivo era salir en busca de alguien con quien asesinar de un tiro a la soledad, si aquellas conversaciones por Messenger suponían algo más que una ilusión, un espejismo en el desierto, unas gotas de lluvia convertidas en vapor antes de llegar para calmar la sed, la soledad me abrumaba, nada en realidad nos hace más vulnerables que la soledad no elegida por uno mismo, aunque peor soledad, pensé, es estar con alguien, y realmente, sentirte solo, y eso no era demasiado aconsejable, puesto que solamente los inteligentes disfrutan de la soledad, los demás, la llenan con cualquier persona…de seguro era mi caso, la intención, era clara, compuse un par o tres de mudas en una maleta, que por cierto se atascó, y me prometía darle de tres a diez cuchilladas y comprar otra cuando llegara a Málaga. Llené el depósito de mi Seat Toledo, y salí a un viaje donde la incertidumbre, me empezó pronto a llenar la cabeza de malos presentimientos, y pensé que habría sido mejor llamar antes de salir, por lo menos, para tener claro algo más que una simple declaración de intenciones. 

Llegado a Málaga y una vez resuelta la cuestión de hospedaje y el problema de la maleta, la mañana invitaba al paseo, y a la moderación del pensamiento, ya que no sabía muy bien lo que realmente estaba haciendo allí, un tipo medianamente bien vestido, de más de 50 y alguno, sólo, compuesto, y sin más horizonte que un espejismo. El terreno cibernético, intangible y a veces absurdo, pero con un poder e influencia innegable en nuestra realidad, me había sumergido de lleno en una ilusión, en la que los algoritmos de Facebook actuaron como padrinos de la presentación de Rocío…así se llamaba, y después de dos largos años de dimes y diretes, likes, corazones, argumentos compartidos y cientos de mensajes privados, además de algún que otro obsequio por correo, nuestra relación se había convertido en algo más que un simple “Me Gusta”, era la vivencia casi diaria, y más que el casi, diría sin el casi, puesto que era difícil no buscar un pretexto para comunicarnos aunque sólo fuera un buenos días, de ahí, paso a la insoportable tentación de intercambiar nuestros números de teléfono, y de ahí, a la aventura de comprometernos a quedar en un futuro…y ahí estaba yo, sin avisar…pensé en darme una vuelta por la Calle Larios, y ver de comprar alguna chuchería de señora para regalar, al tiempo que iba cavilando cómo actuar. Todavía era hora temprana de un sábado por la mañana, y eso me daba margen para pensar, y así lo hice, compré alguna cosilla para regalo a Rocío, y me armé de valor, y le llamé por teléfono anunciando que estaba allí…

Su repuesta fue de sorpresa e incredulidad, me saqué una foto en la misma calle Larios, y otra un poco antes al lado de un carruaje de caballos que te paseaban por alguna zona de la ciudad, y se los envié por WhatsApp, y quedamos en vernos a comer en la bodega “El Pimpi”, y hablar un rato…ciertamente estaba algo nervioso, así que decidí ir a dar un paseo, y me llegué hasta la Plaza de la Merced donde entretuve un poco de tiempo viendo el monumento a Torrijos, y de ahí, por estar muy cerca, tomé un aperitivo en el Cortijo de Pepe, para dirigirme después de haber templado un poco el cuerpo con un par de vinos de la tierra y un pulpito exquisito, a mi destino de cita. 


La Bodega “El Pimpi” se encuentra en un antiguo caserón malagueño del siglo XVIII, y sin duda, es de los de más solera de la ciudad, con una decoración centenaria que impacta nada más entrar, muy cerca de la Alcazaba y el Teatro romano, para tener en cuenta a lo que venga después. Es, sin duda, un emblema de la ciudad, y punto de encuentro, y allí llegué media hora antes de la acordada con Rocío. La magia del lugar, me dio buenas vibraciones, con lo que albergué ciertas esperanzas, habida cuenta del encuentro, los recuerdos de las conversaciones en la red social, y alguna que otra llamada por teléfono, aunque era lo menos habitual. Aproveché para degustar otro rico caldo de la tierra, dulce como un beso de amor, pese a que éste, según había leído en la noticia, había muerto ya, pero grato era su recuerdo, aunque el recuerdo es como una especie de perfume que perdura en la memoria, y el tener la oportunidad de disfrutar la remembranza de esa sensación, era algo que no hubiera cambiado por todo el oro del mundo…¿para qué se quiere el oro, sin el sabor del amor?, ¿para que se desea el dinero, en la más absoluta tristeza?.

 En estos pensamientos estaba, cuando me fijé que me observaba alguien en frente, en una mesa solitaria…una señora cuya mirada, se apartó de repente dos veces, al verse sorprendida por la mía, no hice demasiado caso más que el simple y gracioso de la situación, y digo que sería por la simpatía, porque hacía ya tiempo que ya había dejado atrás la atracción.




Anécdotas aparte, al poco más de quince minutos de retraso sobre la hora del encuentro, apareció Rocío…la conocí inmediatamente por su foto de perfil, que había repasado una media docena de veces estando allí… me levanté para darle dos besos, y me dio cortésmente la mano, cosa que me dejó helado al principio, se sentó, y sin darme ni tiempo a reaccionar o tal siquiera a articular una simple palabra inicial, me soltó de andanada mortal que su nombre no era Rocío, se llamaba María José, y que estaba casada, y que aquello había sido un terrible error por el que me solicitaba en llantos perdón…Así, como el que no quiere la cosa, y se encuentra de repente con un puñetazo en toda la boca del estómago. De no haber muerto el amor, de seguro que yo mismo, le hubiera pegado un par de tiros y me lo habría llevado por delante, no dije nada, me limité a pensar en silencio, sólo roto por el jaleo de los camareros al pasar, las charlas de los clientes, y los sollozos apagados de mi compañera de mesa y de sueños María José, alias Rocío de mi soledad o de mi mala suerte, de haberme encontrado con Cupido en ese instante le habría pegado una patada en sus tiernas partes que lo habría mandado por el aire más allá de la Rosaleda, pero Cupido no era ya más que una simple caricatura del recuerdo…

Filósofo de la nada, carente de perdón por mí mismo, sabio en mi propia ignorancia, me envenené con la cicuta de una sociedad ciega, y carente de principios, una sociedad irreal, escondida en el trasfondo del progreso, en un teatro virtual, donde los actores, son quienes quieren ser, y aparentan una realidad que no existe, y lo que resulta peor, abren puertas tras las cuales, no hay más que un grueso muro infranqueable sobre el que te acabas estrellando en la más cruda realidad.


Dejé el paquete del regalo encima de la mesa, mientras María José o como demonios se llamara seguía sollozando, pagué la cuenta de lo que había tomado, y me marché en silencio sin mirar atrás…la dama de antes ya no estaba allí, y yo, ojalá no hubiera estado nunca. Recordé una frase, creo que de Einstein, que dice que hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y del Universo no estoy seguro….me sentí realmente un estúpido, sonó el teléfono en varias ocasiones, y no lo cogí, bloquee en contacto, era María José, la razón de mi estupidez, y seguí caminado dando vueltas por la ciudad, sin rumbo, con la mente en blanco por suerte, hasta que mediada la tarde, me decidí a hacer una visita a la Alcazaba malagueña… 

Eran mediados de enero, y no había mucha gente pese a ser sábado por la tarde, con lo cual, la Alcazaba estaba casi desierta, o mejor dicho, sin el casi, pese a que es uno de los lugares con mayor afluencia de público, debido a que aglutina historia y belleza en el mismo lugar, con una mágica alternancia de luces y sombras que dominaban los árabes, y con sus leyendas, a los pies del monte Gibralfaro que domina su castillo, la cúspide del antiguo Jabal-Faruk, monte del faro, y sus espectaculares vistas, en un silencio casi sepulcral, en la soledad más absoluta que me trasladó en el tiempo y el espacio, apagando la angustia de los momentos vividos, en los que una vez más, me tocaba jugar contra la razón, y hacerlo fuerte para no ser destruido… 

Me encontré en un lugar fantástico, un Palacio-fortaleza , desde donde los gobernantes musulmanes de la época impartían justicia, dirigían guerras, amaban, estudiaban, y trazaban el futuro de sus gentes, el júbilo y la desventura.

 De la entrada, al Arco del Cristo, y de ahí a la Plaza de Armas, para desembocar en el fantástico Patio de los Naranjos y el Patio de la Alberca, entre murallas de ladrillo y piedra que guardan arcos, jardines, fuentes y secretos, donde el rumor del agua a los pies ponen la música en un ambiente que me trasladó muchos siglos atrás, recordé la leyenda que me había contado la simpática señora de la entrada, y en la que la belleza escondida entre sus tres murallas, guardaba la negrura de sus entrañas, e imaginando la placentera vida de sus moradores entre sus muros y torres, se abren estancias pulcramente encaladas, techos ricamente decorados, un patio detrás de otro con delicadas arcadas y finos trabajos de mampostería, imaginando la guardia que bajaba por la Torre de la Bóveda Vaida, o una figura fugaz de doncella mora tras la Puerta de la Columnas, la fantasía de la Torre Albarrana en la que recelaba un vigía, el Patio de Armas con una partida en formación de salida, la espectacular belleza del patio de los surtidores por donde pasea el Califa seguido de su séquito, la torre de la Armadura Mudéjar, el patio de los Naranjos donde susurraban dos sirvientas al verme pasar, el Patio de la Alberca en el que una princesa se miraba en sus aguas, y las mismas mazmorras, donde también hubo mucho sufrimiento, y no costaba mucho imaginar a las cautivas cristianas que servían y eran encerradas en las propias mazmorras todas las noches, y que no pocas de las mujeres del harén no estarían allí por voluntad propia, sino que habrían sido apresadas y obligadas a responder a los deseos del califa, en contra de su voluntad… 





Cuenta la leyenda que cuando un prisionero cristiano era llevado a las mazmorras de la Alcazaba de Málaga era tal el sufrimiento ocasionado por las condiciones en que se veía obligado a vivir entre cucarachas, ratas, orines y oscuridad, que su único anhelo era ser llevado a la Torre de los Deseos, allí una odalisca del harem del califa le esperaba para satisfacer todos los más ocultos deseos, y para que no quedara huella de tan alta traición, el prisionero era ejecutado y por fin libre. Era preferible la muerte a seguir viviendo encadenado en un agujero húmedo y frío, presa de insectos y roedores que se los iban comiendo en vida, cuando la enfermedad ya no les permitía ni siquiera moverse. 


Busqué sin suerte la citada torre, no ya para librarme del sufrimiento, si no como una especie de sortilegio contra el desengaño, y me tomé la libertad de reírme de mí mismo, de burlarme de mi propia ignorancia en un mundo imaginario, donde los secretos del corazón, son guardados con suspicacia por las infranqueables murallas de la iniquidad virtual…en fin, en una de esas paradas del espectacular paisaje que desde la Alcazaba se divisa de la ciudad, encendí un Marlboro Gold que había comprado poco antes, maldiciendo la hora de volver a empezar a fumar, y cerré los ojos al calor de la brisa, el sonido del silencio, y el abrigo del sol de media tarde, e imaginé el paso del tiempo hacia atrás, donde una voz a la espalda, me susurraba que un sueño, no tiene límites, y resucitar la gracia del alma, la influencia invencible de la ilusión, la condición innata del corazón, es una suerte que merece la pena buscar, sin perder la esperanza…No existe la Torre de los deseos, porque el deseo, sólo se convierte en realidad por la voluntad del hombre, me dijo la voz, de cuyo trance desperté gracias a la quemazón del Marlboro que se había consumido en la mano…la espectacular vista de la ciudad y la hora, me invitaron a saborear un momento de gracia en compañía de un vino, y el sabor de los pensamientos en la solera de la Bodega El Pimpi, donde decidí regresar para desquitarme la angustia, y hacer honor al paladar y al espíritu con el mejor de los agasajos. A la salida, me emplacé para volver al día siguiente a la mañana, para visitar el Castillo de Gibralfaro, un poco más arriba de la Alcazaba, y que anteriormente comunicaba con la misma, pero además de que ya no eran horas, mis planes eran otros. 




Es curioso el embrujo especial del vino, que pocas cosas en esta vida tienen, pero, como del hechizo de las hadas se trata, más bien un conjuro, un encanto, una fascinación un ensalmo, una evocación, quizás un sortilegio, o, lo más probable, una seducción del destino, un ensueño de la fantasía hecha realidad en un espectro desesperado de la imaginación, tenía la certeza de que haciendo casar el aroma y el gusto, dependía también del ánimo y del momento, pero sobre todo, de la magia que uno mismo ponga en el ambiente de la circunstancia, que en este caso, era la propia soledad de la desolación y el desengaño…así pues, después de unas sugerencias muy elocuentes y acertadas del camarero en suerte, me decanté por una botella de tinto Tadeo de tinaja de Cortijo de los Aguilares, un caldo templado de las sierras de Málaga, en la que puse toda mi confianza para olvidar, hacer borrón, y cuenta nueva en la vida…La vida, tiempo que se convierte a veces en condena, a veces en ensueño, y las más, en una sombra de las circunstancias de las que uno, en apariencia, intenta sin suerte ser dueño de su propio destino, esa era la primera reflexión tras un incipiente sorbo a la espera del plato, donde un rosario de jamón y queso para entrar, seguido de una coquinas prometedoras, y un final de fritura malagueña, con el sortilegio del Salón de los Barcos en el que me había confinado, donde las numerosas barricas de roble centenarias, repletas de dedicatorias, me daban la oportunidad de evocar nuevas esperanzas, o frustrarlas para siempre enterradas en el vapor del vidrio, reté de nuevo a la suerte en un segundo sorbo en el que apuré la primera copa, y me sumergí en ese mundo en el que uno se sumerge y maldita la gana que le queda a que venga nadie a rescatarlo…




Pensé en hacer algo diferente, y aprovechar un poco mi visita a Málaga, y aprovechando la ocasión en la que el amable camarero me preguntaba por el plato y el vino, le inquirí sobre qué podría hacer la noche siguiente, por si había algún espectáculo o algo que mereciera la pena ver en algún local típico de la ciudad, y éste, un tanto suspicaz, miró hacia una de las mesas detrás de mi, y me preguntó qué tipo de espectáculo sería de mi agrado, y si aprovechando mi visita a Málaga, era acaso de mi gusto el ambiente flamenco…Le dije que aunque no entendía demasiado del arte, desde luego no me disgustaba, y que sería provechoso que me diera alguna información, a lo que me contestó…

- Pregunte el Señor a esta dama de aquí atrás, si le parece, porque estoy seguro que ella le indicará mejor que nadie…

Y sonriente, se alejó. Una voz sonó a mi espalda…

- Buenas tardes, buen gusto tiene el caballero…disculpe, pero lo comento tanto por el lugar, como por el buen vino que veo que sabe elegir. ¿Es forastero verdad?.

No levanté en principio la mirada hasta terminar la frase…

- Sí, vengo de visita, a olvidar algún pasaje, y de paso, pasear por la ciudad y sobre todo, la magia de su Alcazaba.

Alcé la vista y, si las casualidades dicen que no existen, ahora estaba seguro de ello…era la señora que había visto al medio día en la misma bodega, y a la que ahora pude observar mejor, de muy buen temple, morena, pelo de media melena recogido, no demasiado alta, y más o menos de mi edad, bien vestida, y sin ninguna mala apariencia de buscona de la vida, si no educada en modales y una suave sonrisa de bonanza confiada. 

-Quiero suponer que se habrá entretenido usted a buscar en la Alcazaba la Torre de los deseos, pero ya le digo que no existe, es una leyenda mágica de la Alcazaba, la verdadera Torre del los Deseos, está en el corazón de cada uno, y donde merece la pena buscarla sin perder la esperanza… Permítame que me presente, mi nombre es Rocío Heredia, y soy profesora de baile flamenco y sevillanas en Ronda, y también tengo un grupo del arte y mañana por la tarde noche, tenemos una velada aquí en Málaga, en el Tablao Flamenco Los Amayas, a la que tengo el honor de invitarle, si es que le gustan a usted el baile y los sonidos negros.

No será preciso relatar aquí los pormenores del reencuentro, sólo es menester decir que la magia que da el vino al espíritu hizo que el momento mereciera la pena, y que entre copa y charla, me relató los misterios de esos sonidos negros del arte, de esas raíces que se clavan en la esencia del espíritu con un poder sentido y profundo que nadie sabe explicar, y que para interpretarlos, hace falta duende, una especie de sentimiento del artista y su talento, mágico y auténtico que roza la perfección…ya no sabría decir si fue el duende, el misterio de la Alcazaba, el embrujo del tablao flamenco, los sonidos negros, o una fuliginosa y radiante mirada de destello y embrujo que acabó por sofocar las llamas de un desengaño para incendiar los rescoldos en un rincón extinguido del corazón, pero aprendí a bailar, visité Ronda, y en algún lugar oscuro de la memoria, perdí el interés de la nueva tecnología para sumergirme de lleno en una realidad para nada virtual, donde el frío sentido de unas frases, se convierten en el palpitante calor de un sonido negro, a la luz de una luna, junto al llameante fuego de la pasión…posiblemente, sin darme cuenta, la Torre de los deseos, me había concedido una nueva oportunidad, en la que el Rocío sereno de la casualidad de un nombre, había roto el silencio llamando a la puerta del destino.

Aingeru Daóiz Velarde.-