UN PADRE EN LA SOMBRA PARA ALFONSO XII
Conocida es la historia de la reina Isabel II y sus múltiples amantes, siendo uno de éstos el posible padre biológico de Alfonso XII, como vamos a ver, pero primero, vayamos por partes.
El reinado de Isabel II es casi más conocido por la algarabía de rumores sobre la vida íntima de la Reina, a lo mejor, algunos de ellos fruto de la invención que por los acontecimiento políticos, como podría ser, pero aquí no nos limitamos a juzgar, si no a mostrar la otra cara de la historia. Casada con su primo Francisco de Asís, un hombre poco interesado en el género femenino según las murmuraciones de la época, Isabel II mantuvo varios romances con cortesanos y generales de su confianza. No es extraño, por tanto, que la paternidad de su hijo Alfonso XII fuera motivo de muchos interrogantes y que pocos pensaran en el Rey consorte como sospechoso de engendrar a un niño que se crió prácticamente en el exilio, pero que regresó para restaurar con no poca dignidad el sistema monárquico e iniciar la Restauración, uno de los periodos de mayor templanza política en la historia de España.
El ascenso al trono de Isabel II estuvo marcado por el desafío iniciado por su tío Carlos María Isidro de Borbón, en la guerra conocida como Primera Guerra Carlista, que cuestionaba la legitimidad de que una mujer recibiera la Corona por encima del hermano de Fernando VII. Se trataba de la herencia envenenada de un hombre, Fernando VII, obligado a apoyarse al final de su vida en los liberales a los que tanto había acosado. Rodeado de partidarios de esta condición política, la Reina regente María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, madre de Isabel II, tuvo que andarse con pies de plomo a la hora de buscar a un marido para su hija. Cuando Isabel II contaba 16 años, el Gobierno arregló un matrimonio con el Infante don Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz. Era la opción que menos protestas podía causar a nivel político, salvo las de la esposa.
Francisco de Asís, era un hombre pequeño, delgado, de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica. En la intimidad lo llamaba el pueblo Paquita, Doña Paquita, Paquita Natillas o Paquito Mariquito. Le gustaban los baños, los perfumes, las joyas y las telas finas, así era definido el rey consorte por el pueblo llano, y por aquellos historiadores del momento. Al joven Francisco, que además de homosexual era primo hermano de la monarca, le eligieron para ese matrimonio después de descartar a muchos otros candidatos, y por razones un poco lúgubres: no tenía grandes enemigos, no tenía ningún tipo de interés por la política y se le intuía una personalidad maleable.
Isabel II y Francisco de Asís eran primos hermanos por partido doble, puesto que el padre de él, el infante Francisco de Paula, era hermano de Fernando VII, mientras que su madre, Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, era hermana de la regente María Cristina. Y pese a que eran familiares, la relación entre ambos nunca fue buena, en parte por el carácter apagado de él y en parte porque su sexualidad era cuanto menos ambigua, como ya hemos dejado ver. Una frase atribuida a la Reina, entre el mito y la realidad, sintetiza la opinión popular sobre el consorte: "¿Qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo?".
Las mal intencionadas lenguas de la plebe, hablaban de él como “Paco Natillas es de pasta y flora, y mea de cuclillas como una señora”. Lo cierto es que, efectivamente, Francisco orinaba sentado porque sufría hipospadias, es decir, una malformación de la uretra que provocaba que no tuviese el orificio de salida en el glande, sino en el tronco del pene. Hay historiadores que creen que el matrimonio jamás se llegó a consumar; pero, en cualquier caso, juntos tuvieron oficialmente doce hijos, doce hijos de cara al público de los que sólo sobrevivieron cinco. En realidad, según cuentan, “Paquita” , que es como así lo conocía el vulgo despiadado, estaba enamorado del aristócrata Antonio Ramos Meneses y por las noches se escapaba de palacio para reunirse con él y ejecutar sus deseos. Era su amigo, su amante y el confesor de sus alegrías y sus penas, además de la única pareja verdaderamente estable que se le conoció en la vida.
Isabel, malcasada con aquel primo demasiado melindroso y afeminado en extremo, llevaba años buscando satisfacción romántica así como erótica fuera de los estrechos confines de un matrimonio basado en razones de Estado. Ya entonces, había dos "posibles" padres para Alfonsito. La mayoría atribuía su concepción a los buenos oficios del capitán de ingenieros Enrique Puigmoltó y Mayans. Unos cuantos ponían sobre el tapete el nombre de otro militar, éste de gran relevancia: Francisco Serrano y Domínguez, a quien la soberana solía denominar su "general bonito".
Enrique Puigmoltó y Mayans parece el candidato más convincente, aunque mantenemos la incógnita de un enigma histórico. Aquel gallardo oficial, hijo de Rafael Puigmoltó conde de Peñafiel y de la dama Pascuala Mayáns, quien ya había sido agraciada con el lazo de dama de la Orden de María Luísa.
Sería tema interesante dilucidar cómo sintieron los hijos de Isabel II el hecho de haber sido previsiblemente engendrados por distintos hombres, amantes de su madre en diferentes capítulos de la agitada biografía sentimental de la reina de los Tristes Destinos. Se supone que Isabel II dejó meridianamente claro a Alfonso que, desde luego, su herencia genética Borbón provenía única y exclusivamente de ella, como se recoge en sus biografías, en palabras de la reina, “ Todo lo que tú tienes de Borbón, lo sacas de mí". En la otra, Isabel confiesa a Alfonso, en un tono no tan apabullante: "Hijo mío, la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía". Aunque Isabel era reina por derecho propio, no una consorte de rey, a un heredero de una dinastía no puede dejar de afectarle saberse un hijo adulterino.
Pero, comencemos el relato en la noche del 28 de noviembre de 1857, fecha en la que nació el heredero al trono y que recibiría el nombre de Alfonso de Borbón. Un total de 21 fueron las salvas que disparó el cañón que anunciaba a la población la llegada al mundo del futuro rey y, sobre todo, que éste era un niño.
Isabel II había dado a luz anteriormente a otros cinco hijos, dos mujeres y tres varones, sobreviviendo únicamente las dos féminas… Es imposible que nadie pueda ser más feliz que yo en este momento", declaró la reina Isabel II, tras dar a luz al pequeño Alfonso, y, desde luego, resulta muy comprensible ese sentimiento de euforia de la soberana española, ya que hasta que logró poner en el mundo al futuro Alfonso XII aquel día de finales de noviembre de 1857, el historial ginecológico de Isabel está plagado de infortunios. Su primer retoño, probablemente engendrado por el marqués de Bedmar, había sido un varón fallecido en el transcurso del parto. A continuación había dado a luz un segundo varón, que se suele atribuir a Francisco de Asís: el niño murió a los cinco minutos de haber nacido, recibiendo el nombre de Fernando en un "bautismo de emergencia". Luego había nacido una niña, Isabel, que se convirtió en la heredera del trono. A Isabel le había seguido otra fémina, María Cristina, fallecida con apenas unas horas de vida. Después, Isabel II tuvo dos abortos, uno ya muy avanzado el embarazo. Por fin, al cabo de tan lamentable secuencia, en la que nada menos que seis embarazos habían producido cuatro partos y dos abortos para arrojar el saldo final de una princesita llamada Isabel, la reina Isabel II consiguió ofrecer a la nación al príncipe Alfonso.
No habría otro varón para Isabel II. En los años siguientes, completaría su historial con cinco partos más. La hermanita que siguió a Alfonso, la infanta María Concepción, se murió con veintiún meses. Después aparecerían en escena tres infantas: Pilar, Paz y Eulalia. La familia se cerró con un niño, Francisco de Asís Leopoldo, pero éste duró solamente veintiún días. De modo que, al cerrar el ciclo de su fertilidad, Isabel había concebido once veces, había parido nueve veces y sólo logró cuatro hijas para agregar a un único heredero de sexo masculino. Su prole se limitaba a Isabel, Alfonso, Pilar, Paz y Eulalia, y las lenguas hablan que ninguno de su marido, desde luego, razones había de sobra para dar que hablar.
Tal y como estaba la situación del país, era preciso la llegada de un niño sano que pudiese evitar volver a una guerra con los Carlistas. Tras el parto, todos estaban de júbilo en el Palacio Real a excepción de una persona que no estuvo presente: Francisco de Asís, el rey consorte, quien llevaba cerca de un año residiendo en el Palacio del Pardo, pero, a quien sí se le vio esos días por palacio fue a Enrique Puigmoltó y Mayans, un aristocrático militar valenciano destinado en la guarnición de Madrid que se había ganado los favores y simpatías de la reina tras defender la monarquía y evitar una sublevación tras el abandono del General Baldomero Espartero.
Ese acto le valió para ser distinguido con el título de Vizconde de Miranda, además de otras importantes condecoraciones, como la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase por su valerosa actuación en la represión de los sucesos revolucionarios de Madrid, del 14 al 17 de julio de 1855, siendo capitán de Ingenieros, y situarse en el círculo más íntimo de Isabel II, muy amiga de ir coleccionando nuevos y apuestos amantes y motivo por el que su matrimonio fracasó.
El asunto de los amoríos reales estaba en boca de toda la corte y no fueron pocos los que, tras el nacimiento del futuro rey de España, iban comentando que este era un ‘Puigmoltejo’, igual que llamaban a su hermana mayor, Isabel, relegada ahora al segundo puesto de la línea sucesoria, "la araneja", por atribuirse su paternidad biológica a don José María Ruíz de Arana, un hijo del conde de Sevilla la Nueva, al cual luego se otorgaría el título, más relevante, de duque de Baena con Grandeza de España.
Cabe recordar que Puigmoltó servía al mando de la cuarta compañía en el segundo batallón, cuando la Reina se encaprichó de él. Según relata Ricardo de la Cierva en “La otra vida de Alfonso II”, la pareja llegó a hacer vida casi de matrimonio en el Palacio Real. La correspondencia entre la soberana y su amante recogida en el citado libro muestra el nivel de apasionamiento de la pareja.
Incluso había quien veía con buenos ojos que la ascendencia de Alfonso XII aportase nueva sangre a los Borbones, debido a que eran muchos los miembros de esa familia que se habían casado entre sí. Hay que recordar que Isabel II y su esposo Francisco de Asís eran primos carnales, además por parte de padre y madre.
Sin embargo, la relación de la reina con Puigmoltó, al que habían apodado como “el favorito”, no era del agrado de Leopoldo O'Donnell, Presidente del Consejo de Ministros, y las autoridades eclesiásticas de la época, así como del propio confesor de Isabel II, quien se negó a visitar el Palacio Real y confesarla hasta que no acabase su adultera relación.
Todo parece indicar que las presiones recibidas lograron que la reina despachase a su querido amante de vuelta hacía Valencia coincidiendo con los tres meses del nacimiento del futuro rey y la vuelta a palacio de su esposo.
En la imagen, Isabel II, Francisco de Asís, y el pequeño Alfonso XII.
Al final de su vida, la reina, que había sobrevivido a su hijo, justificaba sus pecados en una entrevista exclusiva con el escritor Benito Pérez Galdós: “¿Qué había de hacer yo, jovencilla, reina a los catorce años, sin ningún freo a mi voluntad, con todo el dinero a mano para mis antojos y para darme el gusto de favorecer a los necesitados, no viendo al lado mío más que personas que se doblaban como cañas, ni oyendo más voces de adulación que me aturdían ¿Qué había de hacer yo? Póngase en mi caso…”.
Precisamente por las respectivas famas de Isabel II y Francisco de Asís, y por el distanciamiento entre ambos, ya que durante varios periodos vivieron en distintas residencias e incluso la Reina reclamó la anulación del matrimonio al Papa, sorprende enormemente la amplia descendencia que tuvo el matrimonio. “Clamaban los liberales. Que la reina no paría. ¡Y ha parido más muñecones, que liberales había!”, corrió por Madrid a través de una copla difundida por los carlistas. Oficialmente, la pareja quedó embarazada en 11 ocasiones , aunque varios embarazos acabaron en abortos o los neonatos fallecieron al cabo de muy poco tiempo, como ya hemos podido ver, un hecho que en principio fue achacado al alto coeficiente de consanguineidad entre ambos contrayentes. El único varón en llegar a la edad adulta fue Alfonso XII, que, como era de esperar, se especuló hijo de cualquier hombre del reino salvo del Rey consorte, y aquí hemos dejado constancia de la historia y sus sucesos, para que sea el lector quien juzgue.
Cabría preguntarse, ¿son reales los fantasmas que campan por la historia, entrando y saliendo de las alcobas reales, mientras el pueblo canta versos y coplas, a la vez que muere de pie en las batallas defendiendo a muerte la dignidad de su corona?...España de divide y se parte la crisma a garrotazos, pero es por la noche de los miedos cuando sale a campo abierto, unidos brazo con brazo, y engendran historias que hacen dibujar con encanto una sonrisa de complicidad a la luz de la lumbre, en una aciaga noche de invierno.
Aingeru Daóiz Velarde.-