martes, 24 de agosto de 2021

SALVADOR VICENTE ALARCÓN HORCAS. LA IMPUNIDAD DEL SILENCIO.

SALVADOR VICENTE ALARCÓN HORCAS. LA IMPUNIDAD DEL SILENCIO.

Salvador Vicente Alarcón Horcas: nacido en Baena (Córdoba) el 5 de abril de 1884. Escritor y magistrado del Tribunal Supremo, era católico y permaneció fiel al Gobierno republicano tras el levantamiento de 1936.

Fue catedrático en la Universidad de Sevilla y miembro del Ateneo de Sevilla.

Especializado en el área del derecho laboral, en 1923 asistió al jurista regeneracionista Antonio Rodríguez Martín en la redacción del libro Accidentes del trabajo. Al año siguiente publicó la monografía Protección jurídica del niño pobre en el nuevo derecho internacional. En 1927 daría a imprenta el primer tomo de sus aclamados comentarios al Código del Trabajo, obra que terminaría de volverse accesible al público en 1929 con la publicación de su segundo y último tomo. Ese texto lo convirtió en la máxima autoridad en materia de derecho laboral de la España de la época y en una referencia obligatoria para todo aquel que quisiese abordar el tema.

En 1928 se instaló en Madrid, donde pasó a ser Juez de Primera Instancia e Instrucción del Distrito de la Latina. En febrero de 1934 ascendería finalmente a la magistratura del Tribunal Supremo de Justicia de España.






Alarcón Horcas era un hombre de profundas convicciones católicas, que tenía muy presente que la cuestión obrera en España podía abordarse desde la mirada de la Doctrina Social de la Iglesia. Gracias a ello el gobierno de Miguel Primo de Rivera lo tuvo en alta estima y le confirió la responsabilidad de organizar el Juzgado de Instrucción Especial Anticomunista, el cual persiguió a famosos comunistas como José Bullejos, Vicente Arroyo Pérez y Jesús Hernández Tomás por conspiradores.

Emilio Mola, a la sazón Director General de Seguridad, preocupado por lo poco que se había hecho para neutralizar la avanzada de los comunistas en territorio español, convocó a Alarcón Horcas para que intensificase la represión estatal contra los subversivos que respondían al Komintern, fundada en marzo de 1919, por iniciativa de Lenin y el Partido Comunista de Rusia, que agrupaba a los Partidos Comunistas de los distintos países, y cuyo objetivo era, supuestamente, luchar por la superación del capitalismo, el establecimiento de la Dictadura del proletariado y de la República Internacional de los Soviets, la completa abolición de las clases y la realización del socialismo, como primer paso a la sociedad comunista como fijaba en sus primeros estatutos. Por lo visto, la historia lo ha confirmado, fracasó estrepitosamente en todo, excepto en los millones de muertos masacrados, como por ejemplo:

Más de un millón de personas asesinadas por motivos políticos o religiosos.

Entre 300.000 y 500.000 cosacos asesinados.

Cientos de miles de trabajadores y campesinos asesinados por hacer huelgas.

240.000 muertos en la represión de la rebelión de Tambov.

Más de 50.000 prisioneros de guerra blancos ejecutados.

Entre 3,9 millones y 7,75 millones de muertos por hambrunas entre rusos, kazajos y tártaros.





Así fue que a principios de 1931 el jurista viajó a Suiza para participar de un congreso de la Entente Internacional contra la Tercera Internacional, llevando consigo un amplio informe sobre la penetración soviética redactado por el policía Mauricio Carlavilla. A su regreso a España, se especuló con que Alarcón Horcas remplazaría a Mola en su puesto, pero la proclamación de la Segunda República alteró los planes. El plan de la Tercera Internacional, era promover dictaduras comunistas en toda Europa, ese era el plan de Lenin, pero, para desmitificar a Lenin hay primero que romper otros mitos. El más básico es que cuando estalló la Revolución bolchevique el 7 de noviembre de 1917, los comunistas no derrocaron al Zar, que por cierto ya no reinaba, sino que abortaron la incipiente democracia en Rusia, aprovechando la crisis surgida entre conservadores y socialistas. Tras el asalto violento al poder por parte de los comunistas, estalló una guerra civil que duró cinco años, y en la que -ya desde el poder- se enfrentaron los bolcheviques -que resultaron vencedores- contra todos sus rivales. Era el comienzo de una sanguinaria dictadura que duraría más de 70 años, hasta la desaparición de la URSS en 1991.

Alarcón Horcas, tentado en más de una ocasión por monárquicos y republicanos para que saltase a la arena política, el jurista optó por no hacerlo, convencido de que podía hacer más por su patria desde su puesto en los juzgados.

En 1932, queriendo iniciar una ola de violencia anticlerical como la de 1931, un par de jóvenes incendiaron la Iglesia de San Julián, asiento de la Hermandad de Hiniesta, una cofradía católica a la que Alarcón Horcas pertenecía. El barbárico hecho conmovió al jurista, que donó dinero para la reconstrucción del templo.



En 1934 recayó sobre Alarcón Horcas la responsabilidad de investigar el secuestro de arsenales clandestinos hallados en Asturias, Andalucía y las Vascongadas. Su pesquisa lo llevó hasta tener que tomar declaración a Manuel Azaña y a Santiago Casares Quiroga, los líderes del partido Izquierda Republicana. La instrucción del sumario, aunque hecha de manera impecable, no contentó a los políticos republicanos, pues unos querían que el juez presionase a Azaña y Casares Quiroga, y los otros querían que la acusación sobre ambos dirigentes fuese anulada. Finalmente el Congreso de los Diputados votó para que no se expulsase del cuerpo a los políticos investigados por Alarcón Horcas, y la causa del contrabando de armas destinadas a equipar a la masa obrera terminó sin resolución...Éste, fue el segundo golpe de estado contra la propia República. Promovido por la revolución de Asturias desencadenada en la noche del 4 al 5 de octubre de 1934 por la izquierda comunista y por el PSOE, dominado por Largo Caballero, secretario general de la U.G.T., que desempeñaba en el momento de la Revolución el cargo de presidente del PSOE. Así, de esta manera, concluyó la intervención política y la manipulación del poder judicial.






Salvador de Madariaga, intelectual republicano, antifranquista por supuesto, exiliado en Suiza, ha escrito que la Revolución de Octubre fue imperdonable, y que el argumento de que Gil Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falso, como pude comprobar en una larga conversación, que tengo grabada, mantenida con el líder de la CEDA en Madrid en el año 1973. La revolución de Asturias fue un error del PSOE, como reconoció Indalecio Prieto en las palabras que le honran, pronunciadas en el Círculo Cultural Pablo Iglesias, de México, el 1º de mayo de 1942: "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario". Los combates se saldaron con 1.361 civiles muertos, 100 guardias civiles, 51 guardias de asalto, 16 carabineros, 19 miembros de otras fuerzas de seguridad y 98 militares muertos. Causó casi 3.000 heridos, además de más de 30.000 detenidos. La Legión permaneció en Asturias de guarnición hasta marzo de 1936 cuando el nuevo gobierno del Frente Popular decidió devolverlos a Marruecos.

Al producirse el pronunciamiento del 17 y 18 de julio de 1936, Alarcón Horcas permaneció fiel a la República. Sin embargo José Antonio Primo de Rivera, durante una intervención en las Cortes en marzo de 1935, había vaticinado que, cuando tuviesen la oportunidad, los hombres de Azaña se vengarían del jurista. Fue el mismo Frente Popular Comunista, el que adoptó las medidas para amedrentar al magistrado.





El periódico marxista Claridad recordó a principios de agosto de 1936 que Alarcón Horcas había intentado procesar a Azaña. Poco después un grupo de chequistas, vinculados al Frente Popular, secuestró al jurista y lo ejecutó en el parque madrileño Casa de Campo. Cuando Azaña se enteró del hecho, aparentemente se habría indignado, temeroso de que lo acusen de ser el autor intelectual del homicidio de un hombre que no se había unido a los sublevados. De todos modos la pobre investigación judicial para encontrar a los homicidas nunca arrojó resultados y el crimen terminó quedando impune. Se incoa la causa con motivo de la desaparición de Salvador Alarcón Horcas, magistrado del Tribunal Supremo, cuando en el registro domiciliario de Enrique Puertos Fernández por parte de unos milicianos y dos guardias de asalto fueron detenidos los dos, apareciendo más tarde el cadáver de Salvador Alarcón Horcas en el Depósito Judicial. Se produce el sobreseimiento provisional de la causa conforme al nº 2 del artículo 641 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Alarcón Horcas fue uno de los dos miembros del Tribunal Supremo de Justicia de la II República de España que cayeron asesinados durante la Guerra Civil.

Entre sus obras destacan:

Accidentes del trabajo (junto a A. Rodríguez Martín). Madrid: Reus, 1923.

Protección jurídica del niño pobre en el nuevo derecho internacional. Sevilla: Imprenta Eulogios Las Heras, 1924.

Código del Trabajo. Comentarios, jurisprudencia y formularios (dos tomos). Madrid: Reus, 1927-1929.



BIBLIOGRAFÍA

ABC (Madrid) - 18/01/1935

“El incendio de la iglesia parroquial de San Julián”, en: El Boletín de las Cofradías de Sevilla, nº 578, de abril de 2007.

CANCIO FERNÁNDEZ, R.C. (2006): "El Tribunal Supremo durante la Guerra Civil (1936-1939): vicisitudes y duplicaciones", en Congreso La Guerra Civil Española 1936 - 1939. Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales.

Rollo nº 1049/1936 del Tribunal Popular Especial de Madrid del sumario 257/1936 incoado por el Juzgado de Instrucción nº 11 de Madrid por desaparición y muerte de Salvador Alarcón Horcas.