jueves, 16 de abril de 2020

MÉXICO NUEVA ESPAÑA.

MÉXICO NUEVA ESPAÑA.



Hace ya algo más de dos siglos que España, perdió sus últimos territorios en América, en una guerra provocada bajo el telón de fondo del interés creado por los Estados Unidos en apropiarse de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, aunque poco tiempo antes el resto de provincias hispanas se habían emancipado ya en una suerte de guerras de independencia aprovechando la fatalidad de la invasión de la metrópoli sumida en otra guerra tenaz y cruenta contra el invasor francés, y lo hicieron con un sinfín de buenas palabras contextualizadas con algunos tratados de amistad pero con el trasfondo político de una idealizada libertad cuyos principales propulsores fueron unos criollos auspiciados y apoyados sobre todo por Inglaterra cuyo plan se desarrollaba ya desde 1711, culminando así, su ansiada finalidad. Una libertad, que sin generar soluciones verdaderamente propias y eficaces, ayudó a que muchas provincias españolas en América sucumbieran ante las propuestas de nuevas y voraces metrópolis como si cambiar de amo, según dijera el ilustre cubano José Julián Martí, equivaliera a ser más libres, y quizás, mereciera la pena analizar cada una de estas independencias para sopesar el grado de beneficio y libertad adquirida. 


La lista de cuentas pendientes se remonta a hace 500 años, número cómodo y redondo, pero falso, ya que oculta los últimos 200 años de vida independiente, para comodidad de los criollos que, con pocas excepciones, mal gobiernan esas repúblicas desde principios del siglo XIX. 

Por eso conviene responder a la pregunta de qué recibieron de España los nuevos países. 

UNA POTENCIA MUNDIAL

A finales del siglo XVIII, en palabras del diplomático Fernando Olivié (La herencia de un Imperio roto), 

Nueva España era ya, dentro del Imperio español, una potencia con vida propia y hasta casi con una propia política exterior orientada a contener a los rusos en Alaska, a los angloamericanos en el Misisipi y a los ingleses en lo que hoy es Belice; una potencia que había logrado expulsar a los franceses, o mejor aún, a los franco-canadienses, de la costa norte del golfo de México y controlar la totalidad de dicha costa. Esta vitalidad mexicana se desarrollaba ya al margen de las vicisitudes políticas de la Corte de Madrid, hasta tal punto que, entre 1792 y 1802, absorbido totalmente nuestro Gobierno por los asuntos europeos, México enviaba, desde su apostadero en San Blas a la fragata Aránzazu para explorar y hacer acto de presencia en las costas de la actual Alaska. 

Los últimos virreyes novohispanos del siglo XVIII incluso intervinieron en la política de los recién nacidos EEUU, para vigilar sus planes expansionistas. 

Entre 1764 y 1803, al virreinato se le añadió La Luisiana, cedida por el rey francés en 1763 y entregada a Napoleón en 1803. Después de la conmoción que fueron las guerras napoleónicas, el Reino de España y los Estados Unidos fijaron los límites de sus territorios mediante el Tratado de Adams-Onís de 1819. España cedía la Florida y la navegación del Misisipi, pero EEUU le reconocía la propiedad sobre Texas. 

Entonces, el virreinato de la Nueva España abarcaba desde Filipinas a Puerto Rico y desde Panamá al sur al paralelo 42 norte. Una potencia bicontinental y bioceánica. Y la ciudad de México recibió de Alexander Humboldt elogios por el mayor nivel de vida de que gozaban sus habitantes en comparación con Prusia. 







Al proclamarse la independencia (1821) por el general Agustín Iturbide, México era el cuarto país soberano más extenso de la Tierra, después del Imperio ruso (entonces tricontinental), el Imperio chino y EEUU, aunque Cuba, Puerto Rico y Filipinas se mantuvieron españoles. Más de cuatro millones de kilómetros cuadrados de superficie.



El joven Imperio mexicano tenía costa en los océanos Atlántico y Pacífico como Rusia, pero a diferencia de ésta sus accesos eran fáciles y libres de hielos. Sin embargo, el país perdió definitivamente la condición de enlace entre China y Europa, ya que el viaje del galeón de Manila se interrumpió en 1815 y no se reanudó.


AMPUTACIÓN DE MÁS DE LA MITAD DEL TERRITORIO

La monarquía duró poco. Una vez derrocado el rey al que todos se sometían, los generales de la guerra de independencia no querían obedecer a nadie. En los primeros 35 años, solo un presidente, Guadalupe Victoria, cumplió su mandato completo.

En 1823, la antigua Capitanía General de Guatemala se separó de la república y formó las Provincias Unidas de Centroamérica. Pero el mayor peligro estaba al norte.

En 1820, el virrey Ruiz de Apodaca aceptó el establecimiento de unos cientos de colonos de Misuri en Texas, con condiciones como la conversión al catolicismo. La república siguió permitiendo esta emigración a un territorio casi despoblado. Las relaciones de los colonos con México fueron agriándose, ya que mantenían su nacionalidad estadounidense, rechazaban la abolición de la esclavitud y se oponían a la Constitución centralista.

En 1835, los texanos se sublevaron contra México y quedaron vencedores en 1836. Además, extendieron su frontera al sur hasta el río Bravo. Una década más tarde, los texanos se plantearon su incorporación a Estados Unidos y entonces México declaró la guerra (1846). Un atrasado país de 7’5 millones de habitantes se enfrentaba a otro de 20 millones y en proceso de industrialización.




La derrota de los mexicanos asombró por su magnitud. Por el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), México perdió más de la mitad de su territorio: lo que hoy son los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, más partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. La frontera internacional se estableció en el río Bravo, que era un río interior durante el virreinato. En la imagen siguiente Pancho Villa.

De este conflicto se dice que es "la guerra olvidada en EEUU y nunca perdonada en México". Un sector de EEUU propuso el "All Mexico", es decir, la anexión completa, pero no se culminó entre otros motivos por el recelo de los estados del norte a que los esclavistas controlasen el Congreso.

En 1853, el presidente López de Santa Anna, ante el cual el más inepto de los virreyes españoles es un prodigio de honradez y patriotismo, firmó la Venta de la Mesilla a EEUU, una zona de 76.000 kilómetros cuadrados en la frontera con Arizona y Nuevo México. Washington estaba a punto de conseguir una salida al mar de Cortés.

A la vista de la conducta de los gobernantes mexicanos, todos masones, antiespañoles y anticatólicos, en 1857, el presidente James Buchanan ofreció la compra de la península de la Baja California y de zonas de Sonora y Chihuahua a cambio de 15 millones de dólares. El presidente Ignacio Comonfort la rechazó.

SOMETIDO A LAS POTENCIAS EXTRANJERAS

Aunque México no sufrió más amputaciones territoriales, decayó hasta convertirse en una especie de China o Turquía americana: un país ocupado por potencias extranjeras, con su economía subordinada y hundido en guerras civiles.

El general Porfirio Díaz instauró una larga dictadura que restauró la soberanía mexicana, aunque no la independencia económica. Su huida en 1911 dio paso a un largo período de revoluciones, en el que de nuevo los mexicanos soportaron una intervención extranjera. El presidente Wilson ocupó el puerto de Veracruz y mandó tropas a través de la frontera para perseguir a Pancho Villa.

Una revuelta en la poco poblada Baja California (1911) provocó el miedo de que se repitiese el precedente texano: una proclamación de independencia y una incorporación posterior a Estados Unidos.


Los revolucionarios, fanáticamente nacionalistas y laicistas, persiguieron a los católicos. Muchos de éstos se sublevaron en las llamadas guerras cristeras, libradas entre los años 20 y los 30. Los revolucionarios fundaron el PRI para sucederse en el poder pacíficamente, sin recurrir a cuartelazos. En la imagen, Pancho Villa.




DESAPARECIDOS ANTES QUE EN ARGENTINA

En los años posteriores, la ‘dictadura perfecta’ dedicó sus energías a enriquecer a sus miembros y reprimir la disidencia. Con los católicos y los conservadores aplastados o controlados, la única protesta importante vino de la extrema izquierda. En 1968, el Gobierno mexicano mató a un número desconocido de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas. En ese año, comenzó también la ‘guerra sucia’ por orden del PRI, partido en el que militó el presidente López Obrador entre los años 70 y 80. Los primeros 'desaparecidos' en América se produjeron no en Argentina, sino en México.

En sectores mexicanos nacionalistas y dados a las conspiraciones (tanto de izquierdas como de derechas) es un tema recurrente los supuestos planes secretos de EEUU para controlar el norte del país o la Baja California, al igual que los hay en Argentina sobre la integridad de la Patagonia.

México colonial era un vasto territorio caracterizado por un gobierno estable e idóneo, una economía rica y bien distribuida y una sociedad multirracial que disfrutaba de considerable movilidad social. Empero, a mediados del siglo XIX, la República Mexicana no sólo había perdido más de la mitad de su territorio, sino que sufría también de extrema inestabilidad política, de severa depresión económica y de conflictos tanto raciales como sociales. El contraste entre la Nueva España y el México republicano fue enorme. Las guerras de la Independencia y el caos que siguió, arruinaron la economía de la nación y destruyeron la legitimidad de sus instituciones. Entre 1821 y 1850, sólo un presidente, Guadalupe Victoria (1824-1828), completó su periodo de gobierno. Su éxito se atribuye más que nada a dos grandes préstamos extranjeros negociados en 1824 y 1825, los que dieron respaldo financiero a su administración. Durante los siguientes veinte años, la República se rigió bajo tres constituciones, veinte gobiernos y más de cien gabinetes. Como las administraciones siguientes dieron prueba de su incapacidad para mantener el orden y proteger las vidas y la propiedad, el país se sumió en la anarquía. El miedo y la incertidumbre se hicieron frecuentes. Ex soldados se volvieron bandidos plagando los caminos, obstruyendo el comercio y atemorizando a los pueblos pequeños. Éstas y otras manifestaciones de disolución social contribuyeron a la inestabilidad de México. La situación empeoró cuando el conflicto político degeneró en una guerra civil en 1834. Grandes secciones del país fueron destrozadas cuando federalistas y centralistas, liberales y conservadores lucharon por el control político. Durante 1835-1845, los seccionistas establecieron las repúblicas de Yucatán, Texas y Río Grande, pero sólo Texas logró consolidar su independencia. Las otras regiones, sin embargo, mantuvieron su autonomía por la fuerza de las armas, aunque no la independencia del gobierno nacional.

Si México, que en realidad no existía entonces, hubiera sido conquistado por los 300 españoles de Cortés, con diez caballos hambreados y unos arcabuces viejos… vergüenza debería darles a algunos andarlo diciendo. La “conquista” fue obra del odio indígena contra la bárbara ferocidad azteca. La caída y destrucción de Tenochtitlán, que se celebra el 13 de agosto, es el resultado de un levantamiento popular multitudinario, el de todas las naciones entre Veracruz y esa ciudad, contra el imperio azteca y su feroz opresión. Con apenas cien años de existencia independiente en 1521, los aztecas habían llevado la humillación de sus pueblos súbditos a extremos de ferocidad que nunca alcanzaron los nazis.

Cuando los aztecas lograron independizarse de Azcapotzalco, un siglo antes de la llegada de Cortés, resolvieron que no les gustaba la historia como estaba relatada en los códices de los pueblos que habitaban el valle mucho antes que ellos, pues el pueblo azteca no aparecía en tales relatos o no con la suficiente importancia. Es claro que así ocurriera, porque apenas si eran un pueblo nómada, recién llegado al valle por el año 1300, todavía en la etapa de los cazadores-recolectores, superada por los olmecas dos mil años antes, por los mayas y por los constructores de Teotihuacán mil quinientos antes. Ser cazador-recolector en pleno 1300 de nuestra era, cuando Teotihuacán ya estaba en ruinas, era una ignominia. Así que, como los nuevos ricos que se crean ancestros nobles, los gobernantes aztecas fueron los primeros, 100 años antes que los españoles, en ordenar la quema de códices porque “dicen muchas mentiras”. Y reescribieron la historia con ellos en primer plano…esta información se encuentra en el Códice Matritense, vol. VIII, fol.192. 

Lamentablemente, La historia oficial de México es una larga serie de derrotas gloriosas y un pesado directorio de héroes derrotados. Comenzando por Cuauhtémoc y su profético nombre, águila que cae, hasta Zapata, y más allá, concretamente hasta Cárdenas y aún más, tiempo suficiente para que el incremento en la población hiciera imposible dar tierra a cada campesino, y el reparto dejara más inconformes que beneficiados.



La realidad es que desde la independencia de España, casi ninguna de las nuevas repúblicas ha sido capaz de proteger su territorio de las depredaciones, sea de sus vecinos inmediatos, o sea de EEUU…La cuestión es que a los Ingleses, les funcionó muy bien el Plan Maittland, y España se vio abandonada por su otra España, gracias a las traiciones de sus propios gobernantes, la pregunta es, ¿Tan mal nos hubiera ido juntos?...la respuesta ya no la podremos saber nunca…mi última pregunta es, ¿y si les hubiéramos dado su merecido a nuestros antiguos gobernantes?, pues posiblemente España, la madre patria, y la Nueva España, hubiera sido hoy la primera nación del mundo…

Aingeru Daóiz Velarde.-