miércoles, 11 de septiembre de 2019

CON RAZÓN O SIN ELLA.


CON RAZÓN O SIN ELLA. 

Aguafuerte, aguada, punta seca, buril y bruñidor. Estampación con entrapado. 248 x 341 mm.





Tras la introducción del primer desastre, de título “Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer”, comienza una serie de estampas en las que el espectador asiste a escenas de extraordinaria violencia. En ésta, por un lado puede interpretarse como la expresión del conflicto entre españoles y franceses que se expresa a través del título, los que tienen razón para combatir y morir y los que no la tienen, y por otro puede expresar la oposición existente entre el fanatismo y las pasiones como instintos naturales del ser humano y la razón propugnada por los ilustrados, en aquel tiempo conocidos como “afrancesados”, que eran españoles que apoyaban la llegada de Napoleón. 


A diferencia de otras obras contemporáneas del mismo autor, y en la que muestran espacio reconocibles, Goya no destaca ningún paisaje urbano, y centra de una forma destacada en primer plano, las figuras adquieren por su magnitud toda la atención, que son dos soldados españoles que se enfrentan a tres franceses, alineados como si de un pelotón de ejecución se tratase. Uno de los españoles, que sangra abundantemente por la nariz, sujeta en sus manos un puñal y alza su rostro con gallardía. El otro, situado algo más hacia el fondo, mira hacia el espectador con una expresión en la que se funden el dolor y el miedo al tiempo que empuña una lanza. Mientras todo esto sucede, al fondo, varios personajes se enzarzan en una feroz lucha, quizá para no correr la misma suerte de quienes van a ser ajusticiados en primer término. Goya emplea similar recurso al de Los fusilamientos del 2 de Mayo, el ejército, no está personalizado, es solo una máquina de matar, sin rostro. La dureza y la violencia se ven en las caras de los fusilados españoles. Entre los personajes del fondo la lucha continúa. 

En realidad de poco o nada pueden servir estas precarias armas con que los españoles se enfrentan a las bayonetas galas, armas que en el grabado se contraponen de manera evidente. En este sentido Goya nos muestra, tanto en esta imagen como en otras muchas de Los Desastres de la guerra, que frente al ejército francés bien provisto de armas, el populacho español trató de suplir las carencias materiales con su propio coraje…de esta guerra, nacieron situaciones heroicas y personajes, muchos de ellos, sentenciados al silencio y el anonimato, como podrían ser los que el artista nos presenta en esta estampa, tal y como recogen las recogen crónicas de los inicios del levantamiento popular. 

Podemos ver la frialdad de los soldados, a los que no vemos el rostro, como si se tratase de una máquina de matar, ya que Goya presenta a los verdugos de espaldas al espectador, con sus rostros ocultos, como una forma de insinuar el carácter universal de la violencia invasora, que contrasta con los rostros frontales de los dos españoles, trágica expresión de la muerte y el sufrimiento humano. Además de este brutal contraste visible en primer término, en el que se entrecruzan las puntas de las bayonetas, Goya esboza con todo detalle, en segundo plano, la otra cara del enfrentamiento, aquel en el que perecieron numerosos soldados imperiales; así podemos ver entre las piernas del hombre situado en el centro de la composición, a un grupo de españoles acuchillando a un soldado francés, y, con algo menos de precisión, a la izquierda, a otro español armado con otro cuchillo amenazando a la sombra de un soldado. 


Recordemos que Goya fue espectador y actor de estos acontecimientos. El pintor vivía en Madrid cuando, el 2 de mayo de 1808, tuvo lugar el levantamiento de la población En la primera semana de octubre de ese mismo año, se trasladó a Zaragoza, ciudad que había sufrido un largo y destructivo asedio por parte del ejército francés, llamado por el general Palafox para que inmortalizara con su pintura las glorias de aquellos naturales. 

Aingeru Daóiz Velarde.- 


Fuente: Museo Nacional de El Prado. 










martes, 10 de septiembre de 2019

TRISTES PRESENTIMIENTOS DE LO QUE HA DE ACONTECER



TRISTES PRESENTIMIENTOS DE LO QUE HA DE ACONTECER






Francisco de Goya y Lucientes.

1814 - 1815. Aguafuerte, Bruñidor, Buril, Punta seca sobre papel avitelado, ahuesado, 178 x 220 mm.

Goya no publicó en vida su serie grabada de los Desastres, y por razones obvias, ya que nadie estaría dispuesto a adquirir, tras dolorosos años de guerra, una serie en la que desde la primera a la última estampa el lector es testigo de una ininterrumpida secuencia de calamidades a cuál más terrible, y decidió que se guardaran los cobres en una caja en la Quinta del Sordo y así quedaran hasta años después de su muerte, siendo publicados por primera vez en 1863 por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aunque Goya no hizo en vida edición de la serie, conocemos un ejemplar completo encuadernado: el que regaló a su amigo Juan Agustín Ceán Bermúdez y que hoy se conserva en el Bristish Museum. 


Esta estampa da inicio a la serie, “Los desastres de la guerra”, de Goya, y es la primera de una serie de 82 que la componen. Napoleón pactó con el rey Carlos IV y Manuel Godoy el paso por España camino de Portugal, lo cual terminó en la invasión de los ejércitos franceses. Los ojos implorantes y las manos extendidas en una clara actitud de desesperación, y cuya mirada se dirige al cielo, los gestos de este personaje parecen pedir clemencia ante el presentimiento de los acontecimientos que va a crear la Guerra de la Independencia (1808-1814).


El fondo es caótico, oscuro, casi tenebroso y el simbolismo de la figura se encuentra muy cerca del espectador, para así crear más dramatismo. Fondo y figura se unen en una especie de torbellino sin sentido, donde prima la soledad y el miedo ante la tragedia que se avecina, que no es sino la muerte como resultado de la guerra. Goya da carácter a la escena como un emblema del miserable pueblo español abandonado por sus gobernantes ante la invasión francesa que en forma de seres monstruosos le amenaza en la oscuridad. Sólo los héroes, hoy casi olvidados por el nuevo abandono de la nueva política, secundaron el levantamiento de toda una nación, desde los eriales regados con sangre de la tierra que los acogería en su seno.

En la estampa, queda casi imperceptible a la mirada la disposición de un paisaje en la lejanía, y se advierte la presencia una claridad que deja espacio a la esperanza.

Aingeru Daóiz Velarde.-