EL EPITAFIO DE JEANNE HÉBUTERNE
Hermana del pintor André Hébuterne, la joven Jeanne conoció
a Modigliani en la Académie Colarossi, donde el pintor acudía a menudo para
aprovechar a los modelos en vivo. Conoció
a Amedeo Modigliani a través de una amiga común, la escultora Chana Orloff quien
acudía a la Academia, como muchos otros artistas profesionales, para aprovechar
también la presencia de modelos, y allí, surgió el amor y la bohemia, pues casi
de inmediato, la arrastró para llevársela a vivir a su miserable casa en la rue
de la Grande-Chaumière. Se convirtieron en los amantes de Montparnasse en
aquellos principios de un cambiante y frenético siglo XX, donde todos los ávidos artistas del hambre
y la bohemia de un París, la miraban con pasionales ojos, puesto que Jeanne era
bellísima, una joven amable, lánguida, tímida, tranquila y delicada, sensible e
inteligente, diferente a las mujeres de
su época, vestía de forma también diferente, adoraba la música, tocaba el
violín, creaba diseños de ropa con
influencias orientales, y se peinaba su pelo pelirrojo caoba en gruesas trenzas
al estilo de las princesas medievales retratadas por el prerrafaelismo, con
unos ojos cautivadores de cristalino y penetrante color azul, que cautivaron y
fascinaron, alimentando el calor de la vehemencia.
Su pintura, por su
parte, era fresca, colorida y de firmes trazos y fue muy apreciada por el
círculo de artistas de la época, pero quedó eclipsada para ceder ante el
protagonismo de su cónyuge. Ella, que tenía un talento considerado, tuvo que
abandonar su capacidad para rendir sumisión a su compañero de vida, amor,
desamor, y tragedia. Jeanne Hébuterne, con 19 años, conoció a Amadeo Modigliani
que en ese momento tenía 33 años, y ya por entonces, contaba con una dudosa
fama de depravado, alcohólico y extravagante, afamado por aquellas clamorosas
borracheras de alcohol y drogas, en el cruce de Montparnasse con el bulevar de
Raspail, entre la Coupole, La Rotonde y el Dôme para exhibir su desdicha ante
el mundo, aunque algunas veces también lo sacaron borracho dentro de un cubo de
basura en un barrio de extrarradio. De hecho, se fue a vivir con Modi, como así
se le conocía al pintor, en contra de la aprobación de su familia, que le llegó
a cortar la asignación económica.
Modigliani, ejercía un abrumador poder de sugestión sobre
las mujeres, a las que desnudaba sus cuerpos a menudo, para retratarlas, a la
vez que vaciaba sus almas, para que quedaran subyugadas ante su personalidad, de
ahí que sea conocido principalmente por sus largas series de mujeres desnudas
recostadas, que nos dan la clave de su adoración por el cuerpo femenino. Entre
sus innumerables conquistas se encuentran la poetisa rusa Anna Ajmátova, Freda
Marjorie Clarance Lamb, pintora, más conocida como Beppo, Simone Thiroux, Lunia
Czechowska, la pintora inglesa Nina Hamnett, la pintora rusa Marie Vassilieff o
la escritora inglesa Beatrice Hasting, con la que mantuvo una tempestuosa
relación durante dos años, una chica excéntrica y seductora, quien además, fue
la que inició a Modigliani en el hachís y en las experiencias sensoriales fuera
de toda medida, pero él no le iba a la zaga, y a la cual dejó para seducir a su
nueva amante, la joven Jeanne Hébuterne.
La obsesión pictórica de Modigliani por Jeanne era casi
compulsiva, ya que la representó en más de veinte ocasiones, ella, por el
contrario, abandonó casi por completo su incipiente y prometedora carrera como
artista, para caer en la vorágine de aquel París de la bohemia, desde
Montparnasse hasta Montmartre, los cabarés, las viñas, las canciones en las
calles y los pintores de la plaza del Tertre, los burdeles del barrio rojo, el
alcohol, el opio, el hachís, forasteros ladrones, mendigos artistas, pícaros
callejeros, prostitutas modelos, modestas lavanderas, vendedores callejeros,
costureras, buscavidas, sueños cumplidos y por cumplir, ilusiones rotas, para
dedicarse a tratar de sobrevivir, en mitad de la vida nocturna Modigliani.
Probablemente permanecer con su amor fue la peor decisión de su vida. Entre
borracheras, hambre, enfermedades románticas, celos e infidelidades, Hébuterne
soportó de todo, tanto, que quedó finalmente embarazada por primera vez, para
caer en la culminación del más triste de los designios.
La pareja se mudó a Niza, en la prometedora Riviera
francesa, después de que a él le clausuraran su primera exposición debido a los
numerosos retratos de desnudos, y donde según el marchante de Modigliani, residía
una comunidad de ricos aficionados al arte que apreciarían su pintura. Modigliani
fue sobre todo amado por mujeres y protegido por sus amigos. Cuando la familia
de Jeanne y sus primeros, únicos y fieles coleccionistas de sus cuadros, Paul
Guillaume y Zboroswski, supieron que su amante estaba embarazada, tratando de
rescatar al artista de aquel circuito diabólico de Montparnasse. En noviembre
de 1918, en una clínica obstétrica de Niza, donde también trataban de superar
la avanzada tuberculosis de Modigliani, Jeanne trajo al mundo una niña a la que
dio su mismo nombre. La pequeña fue entregada al nacer a una institución, para
asegurarle unos cuidados que sus padres no podían darle, porque de nuevo, una
vez más, aparecieron los demonios de Modigliani, el alcohol y las drogas, y su
retorno a París, la precaria situación económica que atravesaban, prácticamente
asfixiados por las deudas y viviendo en un cuartucho húmedo y frío, hizo todo
mucho más insostenible, apenas tenían para comer. Por si fuera poco, Modigliani había ocultado
la tuberculosis que padecía a prácticamente todos sus conocidos. Esta
enfermedad era la principal causa de muerte en Francia en la primera mitad del
siglo XX. No existía cura y quienes la padecían eran temidos, marginados y compadecidos.
En enero de 1920 Modigliani yacía inmóvil en su cama, debido a su grave enfermedad, aferrándose con poca esperanza a los últimos momentos de vida. Jeanne permanecía a su lado, embarazada de ocho meses del segundo hijo de la pareja, y llegó a retratarlo, como en un vano intento de hacerle permanecer. Finalmente, Modigliani muere el 24 de enero de 1920 a los 35 años de edad.
Su amigo y vecino, el pintor chileno Manuel Ortiz de Zárate,
extrañado de no saber de ellos en unos días, fue el que les descubrió en su
lúgubre apartamento en el que los amantes llevaban varios días sobreviviendo a
base de latas de sardinas e incontables botellas de vino. Desgraciadamente para
Modigliani era demasiado tarde. Le trasladaron al hospital, donde murió esa
misma noche debido a una meningitis tuberculosa.
Jeanne, a punto de traer al mundo a su segundo hijo, estaba
vacía, incompleta sin el amor de su vida. Sus padres de la llevaron a su casa,
pero ella sentía que ya no pertenecía a este mundo. La misma noche que llegó,
sobre las cuatro de la madrugada, mientras sus padres conversaban con su
hermano sobre el futuro de Jeanne y sus hijos, ella se arrojó por la ventana
del apartamento, en un quinto piso. Tenía apenas 22 años. Su familia culpó de
su fallecimiento a Modigliani y no quiso enterrarla junto a él. Pero casi diez
años después, en 1930, gracias al esfuerzo del hermano mayor del pintor, se
convenció a la familia para que los restos de Jeanne reposaran junto a los de
Modigliani en el cementerio Père Lachaise. El epitafio de él reza “Llamado por
la muerte cuando había llegado a la gloria”, en la de ella se lee “Compañera
devota hasta el sacrificio extremo”.
Aingeru Daóiz Velarde.-