domingo, 17 de mayo de 2020

UNA ESTRELLA DETRÁS DE LA LUNA


UNA ESTRELLA DETRÁS DE LA LUNA


Había sucumbido a la necesidad. El hambre y el amor propio le habían desterrado a los suburbios de una gran ciudad, a la que había acudido en busca de la fortuna de lucir su voz y su encanto en los escenarios de sus sueños. Cantaba bien, y le habían prometido una carrera de fama y superación detrás de la voz de un auricular en una mala noche de otoño. Sólo su prima Sofía conocía el amargo sabor de su destino, y a la que le había hecho jurar por lo más sagrado de su vida y su muerte, no revelarlo jamás.


Con la mirada perdida en un lejano pensamiento, a través del humo de un cigarrillo da color a un suspiro del recuerdo, intentando rememorar lo que la ha traído hasta aquí, tras una noche dura de calle y poco calor de humanidad, más que el estrictamente necesario para mal ganar unos pocos cuartos.


Ya pronto regresaría como todos los días a su cubil, una habitación oscura, en un lúgubre piso de una calle con nombre de marino antiguo como la historia, que le había alquilado la Paca, una rancia compañera de oficio ya retirada a fuerza de años y pellejo, y que todas las mañanas le preparaba con cariño maternal un café con leche con su copita de anís, y sus dos tajadas de panceta ahumada y un huevo frito.



Pensaba en aquel novio gris de la pubertad, cuya única intención asomaba de vez en cuando por la descarada bragueta del pantalón ajustado, y se lo quitaba de encima de peor que mala manera, para regresar al siguiente día disfrazado de lágrimas y una barata flor arrancada seguramente del primer jardín del desencuentro.



Los tacones finos de aguja le habían jugado ya un par de malas pasadas, pero era la indumentaria perfecta para dar un aspecto de glamour , al que acompañaba el tatuaje de un pequeño corazón oscuro en el empeine del pie, mientras sus pensamientos se iban aclarando al frescor de la brisa de la mañana temprana, a la vez que le hacía una peineta con el dedo corazón a un transeúnte madrugador en busca de algo de comer en los contenedores de la basura, que le había soltado algún escarnio del color de la verdura.






Se acordaba del aroma de azahar y una mezcla sensible de jazmín del primer perfume que le regaló aquél segundo novio, Óscar, que la quiso de verdad, pero ya era tarde, y la vida se vestía en aquellos tiempos del color de los sueños inmortales que al final, nunca se terminan de hacer realidad, y pese a las promesas de amor eterno y un anillo barato, prefirió abrirse camino buscando otra oportunidad, que ya nunca llegó más allá que el pago de un puñado de billetes tras un alocado rato de 15 minutos en un camastro oscuro en el bajo de una mala pensión. La vida del campo en un miserable pueblo de la montaña nunca le había gustado, y había visto perderse a su padre detrás de la piel azulada de la silicosis en aquella tierra de su Asturias natal.


La sombra de maquillaje oscuro de su mirada había emborronado la multitud de colores de luz y esperanza que había puesto en el cuadro de la ilusión de su vida, y rota su alma insensible ya por el paso de las horas recorriendo las calles en la noche, se veía así misma inerme de volver a imaginar en la oscuridad de su corazón, la luz del amor que intentaba llegar un día sin buscarla, una luz tenue y cálida que se apagó en cualquier esquina de su vida sin que nada pudiera hacer para remediarlo hoy, puesto que ya el destino había puesto boca arriba sus cartas, y a ella le había tocado la mano mala esta vez.

En alguna ocasión, casi siempre después de servir su cuerpo al desahogo del mejor postor, había pensado en vestir su vida del tenebroso disfraz del suicidio, incapaz de juzgar a un mundo en el cual intentaba sobrevivir a precio de coste, huyendo del consuelo de su propio reflejo en blanco y negro, colgado en una burda y sucia habitación barata.




El espejo retrovisor de un coche aparcado, le sirvió de reflejo para retocar el maquillaje de su imagen de chica mala, a pesar de que los moratones del alma no los tapa el rímel, como tampoco hay costura que cosa las grietas del corazón, ni suficiente alcohol que ahogue los recuerdos de aquellos fantasmas que se empeñaban en aparecer siempre a la misma hora, y bajo la misma luz centelleante de un semáforo, o a veces, después del sabor de sangre en la boca cuando algún degenerado le daba por cruzarle la cara por no poder superar la impotencia de su propia precocidad, y así, sentirse más hombre, en un mundo donde el hombre, surge del barro de la apestosa procacidad.


Había emborronado su nombre, Paula, para cambiar la firma de su ficha de trabajo por el de Lilith, le parecía más embaucador, o a lo mejor, era un simple guiño a la dignidad de su persona, ya que era preferible que arrastrara por la suciedad de una alcoba de pago el nombre de la reina de la noche, la mujer del diablo, que aquel que con tanta ilusión le había puesto su madre al nacer.


Hacía ya cinco años que estuvo en su entierro, el de la madre buena, la madre amada, y todavía podía escuchar el sonido del féretro raspando el cemento lucido del nicho, donde dormiría su sueño eterno a salvo de la crueldad de la existencia, de la feroz realidad de la niña de sus ojos disfrazada de chica decente a la luz del día, tapando el fracaso de la meretriz de la noche, o del oficio de puta de turno. Daba gracias a Dios de que se hubiera ido, sin saberlo, si es que podía darle las gracias a Dios por algo.




Una cálida lágrima resbaló por su mejilla alumbrada por el destello que a esta hora de la amanecida, todavía asomaba en el cielo la luna, y sorprendida, se fijó que detrás de la misma, aparecía valiente e insensata, la luz de una estrella perezosa, o quizás, como ella misma, inconforme con su destino. Agachó la mirada sentada en la acera hacia el asfalto empapado por el rocío, y el poder de una sonrisa la desarmó del duro envoltorio de mujer fatal …un coche negro con las luces apagadas, paró a su altura, y maldijo la hora de encamar a su último cliente de la noche, puesto que ya le había dado la paz a su espíritu, y ahora buscaba el momento de pasar con un mal trago de whisky los remordimientos de la noche, a los que ya, había empezado a acostumbrarse.


Se puso como bien pudo de pie, y se bajó lo que la miniatura de vestido negro entallado le permitía bajar con algo de decoro, y se aproximó al vehículo para poner su precio de fin de jornada, al tiempo que bajaba la ventanilla automática del mismo, y una mirada de fantasma del pasado la hizo detenerse en seco, y llevarse las manos a la cara con un grito de espanto y dolor que le atravesó el corazón, o lo poco que quedaba vivo de él…


-Paula, he venido a buscarte, llevo dos años detrás de tu sombra, y por fin, una casualidad, me ha llevado hasta aquí, una rubia teñida que con muchos años de oficio, me ha dado la dirección de esta esquina maldita, y vengo a recordarte que todavía conservo el anillo que me devolviste un mal día, recargado de algún que otro kilate, y el dibujo magenta de un corazón acristalado engarzado a su promesa…vuelve conmigo, no vayamos al pueblo de nuestra niñez, perdámonos allá donde nadie nos conozca, si no te gusta el olor de azahar, te he traído uno de jazmín, que el recuerdo de aquellos años había pintado el zócalo de tu ventana, cuando todavía había luz en tus ojos. Déjame que pinte el brillo de aquella estrella que asoma indiscreta al lado de la luna dormida, esa es tu estrella, y que con mis manos seque el fuego de esas lágrimas que emborronan la expresión de tu sonrisa, pocas cosas hay en este mundo que me puedan apartar de tu recuerdo, y no he sido capaz de guardar en el cajón del olvido la última caricia del calor de tus manos, Paula, sube, y apartémonos de esta cloaca en la que un mal sueño nos ha hundido a los dos, a ti por mal subsistir en la desolación, y a mí por apagar el tiempo en tu ausencia con el dulce sabor de la bebida, no culpes a Sofía de un pecado del que no debe responder.


Un llanto roto y amargo salió de sus entrañas, y se dejó caer en la acera, a la vez que uno de esos traidores tacones baratos se quebraba con la misma sensación que se quebraba ahora el sustento de su espíritu, roto, vencido sin remisión, quebrado en la miseria de su apoyo, deslucido en la belleza de su sencillez, incapaz ya de sustentar el peso de de su aliento, y sobre todo, de apagar con aquel llanto el fuego de su conciencia.


Al otro lado de la calle, el acompasado sonido de unos botines se acercaban a la ya casi incipiente claridad de la mañana, y la silueta en el claro oscuro dejaban adivinar la llegada al lugar del encuentro de aquel que subiste del sacrificio del placer de la carne puesta a la venta en las noches de la gran ciudad, alarmado por el llanto de su mercancía.


-¿Qué pasa aquí, Lilith, hay algún problema que yo pueda solucionar?


La voz rasgada por el alcohol y el tabaco del chulapo hizo temblar la figura de Paula abrazada a la señal de tráfico anclada en la acera, a la vez que Oscar salía del vehículo con la mirada puesta en el amor de su vida.
-¿Qué problema tienes amigo, que le has dicho a mi usufructo que está tan desconsolada?...¿acaso no te ha servido bien o te ha parecido caro su trabajo?


Había vuelto a irrumpir la voz ronca, que encendía con parsimonia un nuevo puro con una cerilla, que alumbraba ahora un rostro siniestro atravesado de norte a sur con una cicatriz. Oscar apartó la mirada sobre Paula, para fijarla fría, solemne, directa y expresivamente hacia su interlocutor, que permanecía en la distancia de seguridad profesional adecuada.


-Yo, no soy tu amigo, ni tú tienes más usufructo que la porquería que llevas en tus tripas, tampoco puedes solucionar más problema que intentar salir por tu propio pie sin tropezar con tu mala sombra. Me la llevo de aquí, te guste o te disguste, y debes saber que ya no vas a vivir más de ella, ni la conoces, y más te hubiera valido no haberla conocido jamás, porque una sola palabra más, y te tragas entero ese habano que te acabas de encender.




Paula se había recompuesto, y se puso de pie a duras penas, manteniendo como pudo el difícil equilibrio, se quitó los zapatos, y se abrazó al cuello de Óscar como un náufrago se aferra al salvavidas en medio de un mar en tempestad, a la vez que se giraba de repente hacia la figura del chulo que con la boca abierta y los ojos fijos en la escena, no daba crédito a lo que venía a escuchar.


- Me voy con él, estoy asqueada de mi mala fortuna, la luz de aquella estrella, me ha alumbrado la vida, y si no es así, que me la quite, porque no estoy ya dispuesta a seguir vendiendo ni mi cuerpo, ni mi alma al mejor postor. Una última oportunidad se me ha presentado en este repugnante camino, que nunca debí tomar, y aquello que empezó como una promesa, termina hoy aquí con un juramento de no volver a recordar ni siquiera el nombre de esta maldita calle en la que perdí mi dignidad, y en la que he vuelto a encontrar la vergüenza, aunque sólo sea por última vez.


El sonido seco de dos disparos de un Mateba, había dejado en el suelo del asfalto un reguero de dos sangres mezcladas en la horrible cara de la tragedia, agarradas dos manos con la fuerza del amor, que ni la muerte cruel es capaz de secar el último suspiro de un nombre, ante el brillo de una estrella esforzada, en el ocaso de la luna, al albor del amanecer.





Aingeru Daóiz Velarde.-

EL COCO

EL COCO
 
Duérmete mi niño, que viene el coco y se lleva a los niños que duermen poco. Duérmete niño, duérmete ya que viene el coco y te comerá. Así cantaban los padres españoles, desde hace siglos,    con voz melosa, la famosa nana para acunar a sus niños pequeños, hablando de un hombre malvado, que a veces se convertía en el hombre del saco, que vendría a llevárselos o a comérselos si no se dormían pronto. Cabría preguntarse el porqué de esa crueldad, y  qué clase de padre querría asustar a su pequeño con una amenaza hecha canción. La respuesta es bien sencilla: un padre cansado, agotado por el trabajo del día, con ganas de llevarse algo al estómago, y descansar para afrontar la mañana siguiente, cuando todavía no se contaba con la incondicional ayuda de los pequeños de la familia Telerín…


El miedo ha sido desde siempre un arma de control efectiva, incluso en el ámbito doméstico. Es también una herramienta de aprendizaje que cristaliza en personajes escalofriantes. El Coco enseña a los niños a dormir a su hora; el Hombre del saco, a volver a casa antes de que caiga la noche; y el Lobo feroz, a no fiarse de extraños. Los niños los temen, pero los adultos delegan en su persona (o personaje) una función pedagógica. Para eso han quedado los monstruos, no tanto para asustar como para enseñarnos valiosas lecciones vitales para educarnos y para controlarnos mejor…ya sé que algunos estarás pensando en siniestra, adaptando la oportunidad al panorama incierto de la política actual, pero no es hora de políticas, si no de artes, y de cocos.




En el centro de la estampa de Goya, nuestro universal pintor, de la colección “Los Caprichos”, aparece  ligeramente desplazado hacia la derecha, a un personaje completamente cubierto con una túnica que mira a una madre sentada que sujeta a sus dos hijos. Uno de ellos alza los brazos y parece querer huir despavorido, mientras que el otro se aferra a la figura materna buscando protección.


Goya ha empleado el aguatinta para el fondo y con aguafuerte ha realizado los pliegues de la túnica de la figura que amedrenta a los niños, así como a la madre con los pequeños, con la que parece dialogar.


En los manuscritos sobre el significado de Los Caprichos se hacen varias aclaraciones acerca del significado de esta estampa. En el del Museo Nacional de Prado se dice que esta obra "representa el abuso funesto de la primera educación. Hacer que un niño tenga más miedo al Coco que a su padre y obligarle a temer lo que no existe". En el manuscrito de Ayala se apunta que Goya ha representado cómo "las madres meten miedo a sus hijos con el Coco para hablar con sus amantes", mientras que en el de la Biblioteca Nacional se señala que "las madres tontas hacen medrosos a los niños figurando el Coco; y otras peores se valen de este artificio para estar con sus amantes a solas cuando no pueden apartar de si a sus hijos".


El coco era una figura que servía para reprender y amedrentar a los niños cuando no se comportaban adecuadamente. En una canción del siglo XVII en la que se alude a este personaje, de cuya morfología no tenemos noticias, decía lo siguiente: "Duerma y sosiegue/ que a la fe que venga el coco/ si no se duerme". El pintor aragonés, desde la perspectiva de un ilustrado, pone de manifiesto en esta imagen la importancia de la educación y la necesidad de que los niños crezcan alejados de la superstición y de los fantasmas.


A su vez, esta obra admite una segunda lectura que tendría que ver con los delincuentes que se aprovechaban de las supersticiones del pueblo para cometer sus fechorías entrando en las casas de noche, disfrazados de seres espectrales, entrando en el espíritu de aquellas familias compuestas generalmente por gente fácilmente crédula, donde el embuste triunfa con facilidad, salvo que algún accidente lo manifieste, como asó lo decía Fray Benito Feijóo allá por el siglo XV, y el mismo Miguel de Cervantes utilizó a este personaje en su epitafio de Don Quijote, cuando decía aquello de Yace aquí el hidalgo fuerte que a tanto extremo llegó de valiente, que se advierte que la muerte no triunfó de su vida con su muerte. Tuvo a todo el mundo en poco; fue el espantajo y el coco del mundo en tal coyuntura, que acreditó su ventura morir cuerdo y vivir loco…no confundirla con otro de Los Caprichos de Goya “Lo que puede un Sastre”, del que hablaremos en otra ocasión.
 


El Coco es el Espíritu de las Tinieblas, por las que tiende sus invisibles brazos, conteniendo las lágrimas del niño, y decía Unamuno que cuando desaparece bajo toda forma y todo nombre, aún queda su aliento, la sombra que le rodea, y desde el más recóndito hondón de la conciencia agita a ésta, y que  el cuarto oscuro es el infierno poblado por la fantasía con toda clase de cocos. En él el niño se tapa los ojos y se vuelve contra la pared para que el coco no le vea. Y ni aun así deja el niño de verle, es decir, ni aun así deja el Coco de ver al niño. Más claro le ve cuanto más oscuro está…Unamuno lo conocía bien, ¿quién no se ha dormido pronto, bajo la amenaza del coco?
 
 Antonio Machado afirma que ese ente surge de la oscuridad y es hijo del color negro, pero existe esa  costumbre tradicional de asustar a los niños mediante un personaje misterioso se extiende por toda España e Hispanoamérica y ciertamente el nombre del asustador varía según las regiones y las localidades, como por ejemplo “bobo”,  “camuña”, al “hombre del saco”, al “tío del sebo”, al “pobre”, al “médico”, a la “bruja coruja”, a la “pantaruja”  y a otros personajes variopintos que las nodrizas crean en un momento determinado… El “pobre” era el mendigo que antaño iba pidiendo de puerta en puerta cubierto de harapos, y causaba miedo en los más pequeños por su aspecto. El “médico” provocaba pavor cuando era el encargado de poner las inyecciones u otras prácticas dolorosas en las localidades rurales.

 El “hombre del saco” es muy popular en toda España y en Hispanoamérica, aunque recibe diferentes nombres: “home de sac” en Cataluña, “hombre de la bolsa” en Argentina, “viejo del costal” en México, “sacoman” en la zona del spanglish en EE.UU.
Una variante es la Mano Negra que se da en Asturias, Cádiz y en otras regiones españolas, también en Asturias se temía mucho al Papón. La Mano Negra en Andalucía era una organización clandestina que se dedicaba a distorsionar e incluso a asesinar, se decía, a los poderosos, en León era La Mora, que decía así:  Duérmete, niño chiquito,  Antes que venga la mora , Porque anda de casa en casa , Por saber qué niño llora, en las tierras vascas y el norte de Navarra era el Onentzero, un gigante de cara tiznada, ojos rojos y aspecto feroz, que se introducía en las casas por las chimeneas. ¿qué nombre, querido lector, tenía el coco en su tiempo, y quién no recuerda, aun siendo adulto, haber mirado debajo de la cama, o vigilar la puerta del armario, cerrando a cal y canto la de la habitación?...No olviden que El coco es imprevisible, y a veces, se disfraza con una siniestra coleta.
 
Aingeru Daóiz Velarde.- 


jueves, 16 de abril de 2020

MÉXICO NUEVA ESPAÑA.

MÉXICO NUEVA ESPAÑA.



Hace ya algo más de dos siglos que España, perdió sus últimos territorios en América, en una guerra provocada bajo el telón de fondo del interés creado por los Estados Unidos en apropiarse de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, aunque poco tiempo antes el resto de provincias hispanas se habían emancipado ya en una suerte de guerras de independencia aprovechando la fatalidad de la invasión de la metrópoli sumida en otra guerra tenaz y cruenta contra el invasor francés, y lo hicieron con un sinfín de buenas palabras contextualizadas con algunos tratados de amistad pero con el trasfondo político de una idealizada libertad cuyos principales propulsores fueron unos criollos auspiciados y apoyados sobre todo por Inglaterra cuyo plan se desarrollaba ya desde 1711, culminando así, su ansiada finalidad. Una libertad, que sin generar soluciones verdaderamente propias y eficaces, ayudó a que muchas provincias españolas en América sucumbieran ante las propuestas de nuevas y voraces metrópolis como si cambiar de amo, según dijera el ilustre cubano José Julián Martí, equivaliera a ser más libres, y quizás, mereciera la pena analizar cada una de estas independencias para sopesar el grado de beneficio y libertad adquirida. 


La lista de cuentas pendientes se remonta a hace 500 años, número cómodo y redondo, pero falso, ya que oculta los últimos 200 años de vida independiente, para comodidad de los criollos que, con pocas excepciones, mal gobiernan esas repúblicas desde principios del siglo XIX. 

Por eso conviene responder a la pregunta de qué recibieron de España los nuevos países. 

UNA POTENCIA MUNDIAL

A finales del siglo XVIII, en palabras del diplomático Fernando Olivié (La herencia de un Imperio roto), 

Nueva España era ya, dentro del Imperio español, una potencia con vida propia y hasta casi con una propia política exterior orientada a contener a los rusos en Alaska, a los angloamericanos en el Misisipi y a los ingleses en lo que hoy es Belice; una potencia que había logrado expulsar a los franceses, o mejor aún, a los franco-canadienses, de la costa norte del golfo de México y controlar la totalidad de dicha costa. Esta vitalidad mexicana se desarrollaba ya al margen de las vicisitudes políticas de la Corte de Madrid, hasta tal punto que, entre 1792 y 1802, absorbido totalmente nuestro Gobierno por los asuntos europeos, México enviaba, desde su apostadero en San Blas a la fragata Aránzazu para explorar y hacer acto de presencia en las costas de la actual Alaska. 

Los últimos virreyes novohispanos del siglo XVIII incluso intervinieron en la política de los recién nacidos EEUU, para vigilar sus planes expansionistas. 

Entre 1764 y 1803, al virreinato se le añadió La Luisiana, cedida por el rey francés en 1763 y entregada a Napoleón en 1803. Después de la conmoción que fueron las guerras napoleónicas, el Reino de España y los Estados Unidos fijaron los límites de sus territorios mediante el Tratado de Adams-Onís de 1819. España cedía la Florida y la navegación del Misisipi, pero EEUU le reconocía la propiedad sobre Texas. 

Entonces, el virreinato de la Nueva España abarcaba desde Filipinas a Puerto Rico y desde Panamá al sur al paralelo 42 norte. Una potencia bicontinental y bioceánica. Y la ciudad de México recibió de Alexander Humboldt elogios por el mayor nivel de vida de que gozaban sus habitantes en comparación con Prusia. 







Al proclamarse la independencia (1821) por el general Agustín Iturbide, México era el cuarto país soberano más extenso de la Tierra, después del Imperio ruso (entonces tricontinental), el Imperio chino y EEUU, aunque Cuba, Puerto Rico y Filipinas se mantuvieron españoles. Más de cuatro millones de kilómetros cuadrados de superficie.



El joven Imperio mexicano tenía costa en los océanos Atlántico y Pacífico como Rusia, pero a diferencia de ésta sus accesos eran fáciles y libres de hielos. Sin embargo, el país perdió definitivamente la condición de enlace entre China y Europa, ya que el viaje del galeón de Manila se interrumpió en 1815 y no se reanudó.


AMPUTACIÓN DE MÁS DE LA MITAD DEL TERRITORIO

La monarquía duró poco. Una vez derrocado el rey al que todos se sometían, los generales de la guerra de independencia no querían obedecer a nadie. En los primeros 35 años, solo un presidente, Guadalupe Victoria, cumplió su mandato completo.

En 1823, la antigua Capitanía General de Guatemala se separó de la república y formó las Provincias Unidas de Centroamérica. Pero el mayor peligro estaba al norte.

En 1820, el virrey Ruiz de Apodaca aceptó el establecimiento de unos cientos de colonos de Misuri en Texas, con condiciones como la conversión al catolicismo. La república siguió permitiendo esta emigración a un territorio casi despoblado. Las relaciones de los colonos con México fueron agriándose, ya que mantenían su nacionalidad estadounidense, rechazaban la abolición de la esclavitud y se oponían a la Constitución centralista.

En 1835, los texanos se sublevaron contra México y quedaron vencedores en 1836. Además, extendieron su frontera al sur hasta el río Bravo. Una década más tarde, los texanos se plantearon su incorporación a Estados Unidos y entonces México declaró la guerra (1846). Un atrasado país de 7’5 millones de habitantes se enfrentaba a otro de 20 millones y en proceso de industrialización.




La derrota de los mexicanos asombró por su magnitud. Por el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), México perdió más de la mitad de su territorio: lo que hoy son los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, más partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. La frontera internacional se estableció en el río Bravo, que era un río interior durante el virreinato. En la imagen siguiente Pancho Villa.

De este conflicto se dice que es "la guerra olvidada en EEUU y nunca perdonada en México". Un sector de EEUU propuso el "All Mexico", es decir, la anexión completa, pero no se culminó entre otros motivos por el recelo de los estados del norte a que los esclavistas controlasen el Congreso.

En 1853, el presidente López de Santa Anna, ante el cual el más inepto de los virreyes españoles es un prodigio de honradez y patriotismo, firmó la Venta de la Mesilla a EEUU, una zona de 76.000 kilómetros cuadrados en la frontera con Arizona y Nuevo México. Washington estaba a punto de conseguir una salida al mar de Cortés.

A la vista de la conducta de los gobernantes mexicanos, todos masones, antiespañoles y anticatólicos, en 1857, el presidente James Buchanan ofreció la compra de la península de la Baja California y de zonas de Sonora y Chihuahua a cambio de 15 millones de dólares. El presidente Ignacio Comonfort la rechazó.

SOMETIDO A LAS POTENCIAS EXTRANJERAS

Aunque México no sufrió más amputaciones territoriales, decayó hasta convertirse en una especie de China o Turquía americana: un país ocupado por potencias extranjeras, con su economía subordinada y hundido en guerras civiles.

El general Porfirio Díaz instauró una larga dictadura que restauró la soberanía mexicana, aunque no la independencia económica. Su huida en 1911 dio paso a un largo período de revoluciones, en el que de nuevo los mexicanos soportaron una intervención extranjera. El presidente Wilson ocupó el puerto de Veracruz y mandó tropas a través de la frontera para perseguir a Pancho Villa.

Una revuelta en la poco poblada Baja California (1911) provocó el miedo de que se repitiese el precedente texano: una proclamación de independencia y una incorporación posterior a Estados Unidos.


Los revolucionarios, fanáticamente nacionalistas y laicistas, persiguieron a los católicos. Muchos de éstos se sublevaron en las llamadas guerras cristeras, libradas entre los años 20 y los 30. Los revolucionarios fundaron el PRI para sucederse en el poder pacíficamente, sin recurrir a cuartelazos. En la imagen, Pancho Villa.




DESAPARECIDOS ANTES QUE EN ARGENTINA

En los años posteriores, la ‘dictadura perfecta’ dedicó sus energías a enriquecer a sus miembros y reprimir la disidencia. Con los católicos y los conservadores aplastados o controlados, la única protesta importante vino de la extrema izquierda. En 1968, el Gobierno mexicano mató a un número desconocido de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas. En ese año, comenzó también la ‘guerra sucia’ por orden del PRI, partido en el que militó el presidente López Obrador entre los años 70 y 80. Los primeros 'desaparecidos' en América se produjeron no en Argentina, sino en México.

En sectores mexicanos nacionalistas y dados a las conspiraciones (tanto de izquierdas como de derechas) es un tema recurrente los supuestos planes secretos de EEUU para controlar el norte del país o la Baja California, al igual que los hay en Argentina sobre la integridad de la Patagonia.

México colonial era un vasto territorio caracterizado por un gobierno estable e idóneo, una economía rica y bien distribuida y una sociedad multirracial que disfrutaba de considerable movilidad social. Empero, a mediados del siglo XIX, la República Mexicana no sólo había perdido más de la mitad de su territorio, sino que sufría también de extrema inestabilidad política, de severa depresión económica y de conflictos tanto raciales como sociales. El contraste entre la Nueva España y el México republicano fue enorme. Las guerras de la Independencia y el caos que siguió, arruinaron la economía de la nación y destruyeron la legitimidad de sus instituciones. Entre 1821 y 1850, sólo un presidente, Guadalupe Victoria (1824-1828), completó su periodo de gobierno. Su éxito se atribuye más que nada a dos grandes préstamos extranjeros negociados en 1824 y 1825, los que dieron respaldo financiero a su administración. Durante los siguientes veinte años, la República se rigió bajo tres constituciones, veinte gobiernos y más de cien gabinetes. Como las administraciones siguientes dieron prueba de su incapacidad para mantener el orden y proteger las vidas y la propiedad, el país se sumió en la anarquía. El miedo y la incertidumbre se hicieron frecuentes. Ex soldados se volvieron bandidos plagando los caminos, obstruyendo el comercio y atemorizando a los pueblos pequeños. Éstas y otras manifestaciones de disolución social contribuyeron a la inestabilidad de México. La situación empeoró cuando el conflicto político degeneró en una guerra civil en 1834. Grandes secciones del país fueron destrozadas cuando federalistas y centralistas, liberales y conservadores lucharon por el control político. Durante 1835-1845, los seccionistas establecieron las repúblicas de Yucatán, Texas y Río Grande, pero sólo Texas logró consolidar su independencia. Las otras regiones, sin embargo, mantuvieron su autonomía por la fuerza de las armas, aunque no la independencia del gobierno nacional.

Si México, que en realidad no existía entonces, hubiera sido conquistado por los 300 españoles de Cortés, con diez caballos hambreados y unos arcabuces viejos… vergüenza debería darles a algunos andarlo diciendo. La “conquista” fue obra del odio indígena contra la bárbara ferocidad azteca. La caída y destrucción de Tenochtitlán, que se celebra el 13 de agosto, es el resultado de un levantamiento popular multitudinario, el de todas las naciones entre Veracruz y esa ciudad, contra el imperio azteca y su feroz opresión. Con apenas cien años de existencia independiente en 1521, los aztecas habían llevado la humillación de sus pueblos súbditos a extremos de ferocidad que nunca alcanzaron los nazis.

Cuando los aztecas lograron independizarse de Azcapotzalco, un siglo antes de la llegada de Cortés, resolvieron que no les gustaba la historia como estaba relatada en los códices de los pueblos que habitaban el valle mucho antes que ellos, pues el pueblo azteca no aparecía en tales relatos o no con la suficiente importancia. Es claro que así ocurriera, porque apenas si eran un pueblo nómada, recién llegado al valle por el año 1300, todavía en la etapa de los cazadores-recolectores, superada por los olmecas dos mil años antes, por los mayas y por los constructores de Teotihuacán mil quinientos antes. Ser cazador-recolector en pleno 1300 de nuestra era, cuando Teotihuacán ya estaba en ruinas, era una ignominia. Así que, como los nuevos ricos que se crean ancestros nobles, los gobernantes aztecas fueron los primeros, 100 años antes que los españoles, en ordenar la quema de códices porque “dicen muchas mentiras”. Y reescribieron la historia con ellos en primer plano…esta información se encuentra en el Códice Matritense, vol. VIII, fol.192. 

Lamentablemente, La historia oficial de México es una larga serie de derrotas gloriosas y un pesado directorio de héroes derrotados. Comenzando por Cuauhtémoc y su profético nombre, águila que cae, hasta Zapata, y más allá, concretamente hasta Cárdenas y aún más, tiempo suficiente para que el incremento en la población hiciera imposible dar tierra a cada campesino, y el reparto dejara más inconformes que beneficiados.



La realidad es que desde la independencia de España, casi ninguna de las nuevas repúblicas ha sido capaz de proteger su territorio de las depredaciones, sea de sus vecinos inmediatos, o sea de EEUU…La cuestión es que a los Ingleses, les funcionó muy bien el Plan Maittland, y España se vio abandonada por su otra España, gracias a las traiciones de sus propios gobernantes, la pregunta es, ¿Tan mal nos hubiera ido juntos?...la respuesta ya no la podremos saber nunca…mi última pregunta es, ¿y si les hubiéramos dado su merecido a nuestros antiguos gobernantes?, pues posiblemente España, la madre patria, y la Nueva España, hubiera sido hoy la primera nación del mundo…

Aingeru Daóiz Velarde.- 








domingo, 1 de marzo de 2020

EL MISTERIO DE LA TORRE DE LOS DESEOS



EL MISTERIO DE LA TORRE DE LOS DESEOS 

El amor ha muerto, era el titular en sepia de un diario que nadie leía jamás, la noticia, nos hablaba de que el sexo libre había emponzoñado de vicio los sentimientos del corazón, y éste, había dejado de escribir aquellos versos que antaño, hacían romper una lágrima en la soledad de la habitación en una noche de lluvia, o en un atardecer de verano, daba igual la época o la hora, cuando unas palabras sacadas del sentimiento, y un oportuno arrebato de ingenio, podía ser sin duda, más letal, que una carga furiosa de caballería a lanza y espada, dejando de lado la triste mediocridad de enamorarse de un cuerpo… 

Aquellas palabras que hacían antes arrancar un suspiro, o construir un sueño, hoy permanecían olvidadas en papeles arrugados donde el espíritu se había prostituido al valor del sonido de un teléfono móvil y el arrebato pasional de las palabras vacías de un teclado de plástico o digital, y el frío brillo de una pantalla, cuyo sonido de la aplicación necesaria, es como ese canto de sirena que hechiza los sentidos, y donde el calor del mensaje muere, y se disuelve en el mar insensible de la estupidez. 

Un ramo de flores, o una simple rosa, se habían sustituido hoy por unos simples Likes, necesarios para mantener vivo el sentido del interés, y una luz parpadeante, es el que antaño fuera el radiante brillo de una mirada que atraviesa el alma del que la sostiene, al pronunciar una frase que contenga unas palabras de promesa de amor. 






La rotura del aparato o su pérdida fatal, son como lo era antes la pérdida del valor de decir un te quiero, o la dignidad por dinero en un triste burdel de carretera nacional. Abandonado en su soledad, el amor había expirado su último aliento, recordando una vieja historia de aquel joven chiquillo reclutado en la guerra a la fuerza, escribiendo una póstuma carta de despedida a su joven novia, en cuyo sello final, había dejado marcada la humedad de un beso invisible, y una lágrima de recuerdo, con un te amo más allá de la muerte hasta que Dios nos dé algún día la oportunidad de volver a encontrarnos de nuevo, mientras las corazas enemigas asaltaban a bayoneta la última trinchera. 

El entrar en la carne ajena, y saborear no la dulzura de la pasión, si no el final de un orgasmo fingido, regado de alcohol y alguna sustancia reveladora de la fantasía, sin la frontera de la consecuencia de no tomar precaución, puesto que de la nueva libertad adquirida, había nacido el libertinaje de normalizar un crimen, era ya costumbre que ya no exigía siquiera el decoro de la intimidad, puesto que la perversión se presentaba en cualquier lugar, a vista indiscreta tanto de ojos, como de cámaras, donde la ignorancia convierte en evidencia la falta total de valores que dan sentido al amor…ignorar la oportunidad que ofrece el insensible color de un tatuaje desnudo en la piel, es vivir en el más rancio pretérito del blanco y negro, puesto que hoy lo que “mola”, es el color brillante del vicio y la perversión, vistiendo de bandera multicolor la indigna vocación de la inmoralidad. 


El hombre ya no combatía hoy por el honor y la gloria de la dignidad, si no por alcanzar el placer de ser el primero en llegar, o quizás uno más, a degustar el éxtasis sin importar las obligaciones y los compromisos haciendo alarde de filosofías baratas que no son más que cortinas de humo de la propia miseria, convirtiendo en letras de músicas modernas lo que antes era poesía, y hoy ha pasado a ser jergas urbanas sin sentido a ritmo de Rap, llenando de cadáveres humanos y restos de huesos putrefactos cubiertos de piel seca los campos del romanticismo, que hace tiempo que ya dejó también de existir.





La lucha a muerte por culminar el pecado de lo prohibido, se había convertido casi en una obsesión, y el amor virtual había pasado a tomar el relevo al verdadero, que yacía postrado ya en el olvido, y aquel se aferra ya al único compromiso que el menester le demanda, que no pasa de ser más que un juramento público en cualquier red social donde dejan enmarcadas y a la vista las fotos y poses en busca de cualquier comentario. Escalar la cima del placer, es una guerra a vida o muerte, para rozar la piel de un dibujo a color, o en tonos de negros a grises que buscan perdurar en el tiempo sensaciones olvidadas, pateando por llegar a la cima del ego del placer, si es preciso, en una disputa a sangre con el alma vacía y sin el más mínimo sentido de contrición.



Hoy se regala en emoticono la imagen de una flor, sin aroma, y la mayor de las veces, también sin intención, y que poco a poco va perdiendo su color, cuando no también sus pétalos, mientras la vemos pasar tenuemente de mano en mano mientras se fragmenta hasta no quedar de ella ni siquiera el recuerdo. Las poesías de amor, o incluso el propio sentimiento que las evoca, se han convertido en una simple obra de teatro cuyos principales actores solo buscan la popularidad de un like, en el mejor de los casos, cuando no, en una pura, simple y estéril visualización muda, y vacía…El amor ha muerto, argumentaba la noticia, y lo ha hecho de asco y angustia al ver como habíamos abierto de par en par la puerta a la perversión, y ahora ésta, reclamaba su reinado, dando la posibilidad a que entrara también la degenerada costumbre de lo más difícil todavía, convertir en Ley de obligado cumplimiento la perversión entre las diferentes especies, normalizando poco a poco el sentido del sinsentido. 


No pude continuar leyendo más…arrugué el periódico, y lo tiré a la misma papelera a la que tiempo atrás, había dado el mismo final a ciertos cuentos románticos que jamás me atreví a publicar.

 Aquello fue en otro tiempo, donde ya el Romanticismo había caído enfermo, y la insustancial humanidad empezaba ya a ser víctima de los megas de regalo que se ofertaban por doquier como si de un mercado se tratara, en cualquier esquina, a cualquier hora, y en cualquier lugar, y resultaba más rentable adquirir un buen puñado de megas, que unas pocas docenas de papel escrito lleno de una sustancia que había perdido ya todo el interés, escrita por un fulano a quien nadie importa, y que nadie conoce. Recuerdo que me dio entonces por intentar unirme al enemigo, y buscar cobijo en su cueva de la tecnología, y pronto comencé a sentir la necesidad de la ligadura de las cadenas con grilletes a la libertad, y también pronto empecé a notar la frialdad de la mayor parte del nuevo público y la insensibilidad de las palabras pronunciadas a través de la técnica novel, aunque también podría ser una nueva oportunidad. Ese recuerdo, me hizo rescatar el periódico de su tumba, intentar alisar el desastre con un remordimiento de la conciencia al haber dejado morir aquellos cuentos, sin haberles dado la más mínima oportunidad.





Dejé el periódico sobre la mesilla del salón comedor, y perplejo por la noticia, me dispuse a cambiarme de ropa, para salir. Rompiendo quizás las reglas, opté por camisa y americana negras, corbata blanca, y pantalón vaquero, además de unos zapatos Dustin que había adquirido de rebajas en el Corte Inglés, no sabría decir si un atuendo más bien aceptable que correcto dentro del código de la vestimenta, además de un leve toque de “Invictus” para no empalagar demasiado…

Al instante me di cuenta de que había caído en la trampa, me había contagiado del tiempo en el que el envoltorio era el que decidía el valor de una persona, y el valor del dinero era mucho más importante que la amistad, la familia, o incluso el sentimiento, y lo único que nos mueve es el miedo escénico a la soledad…La soledad, esa ingrata compañera de viaje cuando no es uno quien la elige, me había planteado si mi objetivo era salir en busca de alguien con quien asesinar de un tiro a la soledad, si aquellas conversaciones por Messenger suponían algo más que una ilusión, un espejismo en el desierto, unas gotas de lluvia convertidas en vapor antes de llegar para calmar la sed, la soledad me abrumaba, nada en realidad nos hace más vulnerables que la soledad no elegida por uno mismo, aunque peor soledad, pensé, es estar con alguien, y realmente, sentirte solo, y eso no era demasiado aconsejable, puesto que solamente los inteligentes disfrutan de la soledad, los demás, la llenan con cualquier persona…de seguro era mi caso, la intención, era clara, compuse un par o tres de mudas en una maleta, que por cierto se atascó, y me prometía darle de tres a diez cuchilladas y comprar otra cuando llegara a Málaga. Llené el depósito de mi Seat Toledo, y salí a un viaje donde la incertidumbre, me empezó pronto a llenar la cabeza de malos presentimientos, y pensé que habría sido mejor llamar antes de salir, por lo menos, para tener claro algo más que una simple declaración de intenciones. 

Llegado a Málaga y una vez resuelta la cuestión de hospedaje y el problema de la maleta, la mañana invitaba al paseo, y a la moderación del pensamiento, ya que no sabía muy bien lo que realmente estaba haciendo allí, un tipo medianamente bien vestido, de más de 50 y alguno, sólo, compuesto, y sin más horizonte que un espejismo. El terreno cibernético, intangible y a veces absurdo, pero con un poder e influencia innegable en nuestra realidad, me había sumergido de lleno en una ilusión, en la que los algoritmos de Facebook actuaron como padrinos de la presentación de Rocío…así se llamaba, y después de dos largos años de dimes y diretes, likes, corazones, argumentos compartidos y cientos de mensajes privados, además de algún que otro obsequio por correo, nuestra relación se había convertido en algo más que un simple “Me Gusta”, era la vivencia casi diaria, y más que el casi, diría sin el casi, puesto que era difícil no buscar un pretexto para comunicarnos aunque sólo fuera un buenos días, de ahí, paso a la insoportable tentación de intercambiar nuestros números de teléfono, y de ahí, a la aventura de comprometernos a quedar en un futuro…y ahí estaba yo, sin avisar…pensé en darme una vuelta por la Calle Larios, y ver de comprar alguna chuchería de señora para regalar, al tiempo que iba cavilando cómo actuar. Todavía era hora temprana de un sábado por la mañana, y eso me daba margen para pensar, y así lo hice, compré alguna cosilla para regalo a Rocío, y me armé de valor, y le llamé por teléfono anunciando que estaba allí…

Su repuesta fue de sorpresa e incredulidad, me saqué una foto en la misma calle Larios, y otra un poco antes al lado de un carruaje de caballos que te paseaban por alguna zona de la ciudad, y se los envié por WhatsApp, y quedamos en vernos a comer en la bodega “El Pimpi”, y hablar un rato…ciertamente estaba algo nervioso, así que decidí ir a dar un paseo, y me llegué hasta la Plaza de la Merced donde entretuve un poco de tiempo viendo el monumento a Torrijos, y de ahí, por estar muy cerca, tomé un aperitivo en el Cortijo de Pepe, para dirigirme después de haber templado un poco el cuerpo con un par de vinos de la tierra y un pulpito exquisito, a mi destino de cita. 


La Bodega “El Pimpi” se encuentra en un antiguo caserón malagueño del siglo XVIII, y sin duda, es de los de más solera de la ciudad, con una decoración centenaria que impacta nada más entrar, muy cerca de la Alcazaba y el Teatro romano, para tener en cuenta a lo que venga después. Es, sin duda, un emblema de la ciudad, y punto de encuentro, y allí llegué media hora antes de la acordada con Rocío. La magia del lugar, me dio buenas vibraciones, con lo que albergué ciertas esperanzas, habida cuenta del encuentro, los recuerdos de las conversaciones en la red social, y alguna que otra llamada por teléfono, aunque era lo menos habitual. Aproveché para degustar otro rico caldo de la tierra, dulce como un beso de amor, pese a que éste, según había leído en la noticia, había muerto ya, pero grato era su recuerdo, aunque el recuerdo es como una especie de perfume que perdura en la memoria, y el tener la oportunidad de disfrutar la remembranza de esa sensación, era algo que no hubiera cambiado por todo el oro del mundo…¿para qué se quiere el oro, sin el sabor del amor?, ¿para que se desea el dinero, en la más absoluta tristeza?.

 En estos pensamientos estaba, cuando me fijé que me observaba alguien en frente, en una mesa solitaria…una señora cuya mirada, se apartó de repente dos veces, al verse sorprendida por la mía, no hice demasiado caso más que el simple y gracioso de la situación, y digo que sería por la simpatía, porque hacía ya tiempo que ya había dejado atrás la atracción.




Anécdotas aparte, al poco más de quince minutos de retraso sobre la hora del encuentro, apareció Rocío…la conocí inmediatamente por su foto de perfil, que había repasado una media docena de veces estando allí… me levanté para darle dos besos, y me dio cortésmente la mano, cosa que me dejó helado al principio, se sentó, y sin darme ni tiempo a reaccionar o tal siquiera a articular una simple palabra inicial, me soltó de andanada mortal que su nombre no era Rocío, se llamaba María José, y que estaba casada, y que aquello había sido un terrible error por el que me solicitaba en llantos perdón…Así, como el que no quiere la cosa, y se encuentra de repente con un puñetazo en toda la boca del estómago. De no haber muerto el amor, de seguro que yo mismo, le hubiera pegado un par de tiros y me lo habría llevado por delante, no dije nada, me limité a pensar en silencio, sólo roto por el jaleo de los camareros al pasar, las charlas de los clientes, y los sollozos apagados de mi compañera de mesa y de sueños María José, alias Rocío de mi soledad o de mi mala suerte, de haberme encontrado con Cupido en ese instante le habría pegado una patada en sus tiernas partes que lo habría mandado por el aire más allá de la Rosaleda, pero Cupido no era ya más que una simple caricatura del recuerdo…

Filósofo de la nada, carente de perdón por mí mismo, sabio en mi propia ignorancia, me envenené con la cicuta de una sociedad ciega, y carente de principios, una sociedad irreal, escondida en el trasfondo del progreso, en un teatro virtual, donde los actores, son quienes quieren ser, y aparentan una realidad que no existe, y lo que resulta peor, abren puertas tras las cuales, no hay más que un grueso muro infranqueable sobre el que te acabas estrellando en la más cruda realidad.


Dejé el paquete del regalo encima de la mesa, mientras María José o como demonios se llamara seguía sollozando, pagué la cuenta de lo que había tomado, y me marché en silencio sin mirar atrás…la dama de antes ya no estaba allí, y yo, ojalá no hubiera estado nunca. Recordé una frase, creo que de Einstein, que dice que hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y del Universo no estoy seguro….me sentí realmente un estúpido, sonó el teléfono en varias ocasiones, y no lo cogí, bloquee en contacto, era María José, la razón de mi estupidez, y seguí caminado dando vueltas por la ciudad, sin rumbo, con la mente en blanco por suerte, hasta que mediada la tarde, me decidí a hacer una visita a la Alcazaba malagueña… 

Eran mediados de enero, y no había mucha gente pese a ser sábado por la tarde, con lo cual, la Alcazaba estaba casi desierta, o mejor dicho, sin el casi, pese a que es uno de los lugares con mayor afluencia de público, debido a que aglutina historia y belleza en el mismo lugar, con una mágica alternancia de luces y sombras que dominaban los árabes, y con sus leyendas, a los pies del monte Gibralfaro que domina su castillo, la cúspide del antiguo Jabal-Faruk, monte del faro, y sus espectaculares vistas, en un silencio casi sepulcral, en la soledad más absoluta que me trasladó en el tiempo y el espacio, apagando la angustia de los momentos vividos, en los que una vez más, me tocaba jugar contra la razón, y hacerlo fuerte para no ser destruido… 

Me encontré en un lugar fantástico, un Palacio-fortaleza , desde donde los gobernantes musulmanes de la época impartían justicia, dirigían guerras, amaban, estudiaban, y trazaban el futuro de sus gentes, el júbilo y la desventura.

 De la entrada, al Arco del Cristo, y de ahí a la Plaza de Armas, para desembocar en el fantástico Patio de los Naranjos y el Patio de la Alberca, entre murallas de ladrillo y piedra que guardan arcos, jardines, fuentes y secretos, donde el rumor del agua a los pies ponen la música en un ambiente que me trasladó muchos siglos atrás, recordé la leyenda que me había contado la simpática señora de la entrada, y en la que la belleza escondida entre sus tres murallas, guardaba la negrura de sus entrañas, e imaginando la placentera vida de sus moradores entre sus muros y torres, se abren estancias pulcramente encaladas, techos ricamente decorados, un patio detrás de otro con delicadas arcadas y finos trabajos de mampostería, imaginando la guardia que bajaba por la Torre de la Bóveda Vaida, o una figura fugaz de doncella mora tras la Puerta de la Columnas, la fantasía de la Torre Albarrana en la que recelaba un vigía, el Patio de Armas con una partida en formación de salida, la espectacular belleza del patio de los surtidores por donde pasea el Califa seguido de su séquito, la torre de la Armadura Mudéjar, el patio de los Naranjos donde susurraban dos sirvientas al verme pasar, el Patio de la Alberca en el que una princesa se miraba en sus aguas, y las mismas mazmorras, donde también hubo mucho sufrimiento, y no costaba mucho imaginar a las cautivas cristianas que servían y eran encerradas en las propias mazmorras todas las noches, y que no pocas de las mujeres del harén no estarían allí por voluntad propia, sino que habrían sido apresadas y obligadas a responder a los deseos del califa, en contra de su voluntad… 





Cuenta la leyenda que cuando un prisionero cristiano era llevado a las mazmorras de la Alcazaba de Málaga era tal el sufrimiento ocasionado por las condiciones en que se veía obligado a vivir entre cucarachas, ratas, orines y oscuridad, que su único anhelo era ser llevado a la Torre de los Deseos, allí una odalisca del harem del califa le esperaba para satisfacer todos los más ocultos deseos, y para que no quedara huella de tan alta traición, el prisionero era ejecutado y por fin libre. Era preferible la muerte a seguir viviendo encadenado en un agujero húmedo y frío, presa de insectos y roedores que se los iban comiendo en vida, cuando la enfermedad ya no les permitía ni siquiera moverse. 


Busqué sin suerte la citada torre, no ya para librarme del sufrimiento, si no como una especie de sortilegio contra el desengaño, y me tomé la libertad de reírme de mí mismo, de burlarme de mi propia ignorancia en un mundo imaginario, donde los secretos del corazón, son guardados con suspicacia por las infranqueables murallas de la iniquidad virtual…en fin, en una de esas paradas del espectacular paisaje que desde la Alcazaba se divisa de la ciudad, encendí un Marlboro Gold que había comprado poco antes, maldiciendo la hora de volver a empezar a fumar, y cerré los ojos al calor de la brisa, el sonido del silencio, y el abrigo del sol de media tarde, e imaginé el paso del tiempo hacia atrás, donde una voz a la espalda, me susurraba que un sueño, no tiene límites, y resucitar la gracia del alma, la influencia invencible de la ilusión, la condición innata del corazón, es una suerte que merece la pena buscar, sin perder la esperanza…No existe la Torre de los deseos, porque el deseo, sólo se convierte en realidad por la voluntad del hombre, me dijo la voz, de cuyo trance desperté gracias a la quemazón del Marlboro que se había consumido en la mano…la espectacular vista de la ciudad y la hora, me invitaron a saborear un momento de gracia en compañía de un vino, y el sabor de los pensamientos en la solera de la Bodega El Pimpi, donde decidí regresar para desquitarme la angustia, y hacer honor al paladar y al espíritu con el mejor de los agasajos. A la salida, me emplacé para volver al día siguiente a la mañana, para visitar el Castillo de Gibralfaro, un poco más arriba de la Alcazaba, y que anteriormente comunicaba con la misma, pero además de que ya no eran horas, mis planes eran otros. 




Es curioso el embrujo especial del vino, que pocas cosas en esta vida tienen, pero, como del hechizo de las hadas se trata, más bien un conjuro, un encanto, una fascinación un ensalmo, una evocación, quizás un sortilegio, o, lo más probable, una seducción del destino, un ensueño de la fantasía hecha realidad en un espectro desesperado de la imaginación, tenía la certeza de que haciendo casar el aroma y el gusto, dependía también del ánimo y del momento, pero sobre todo, de la magia que uno mismo ponga en el ambiente de la circunstancia, que en este caso, era la propia soledad de la desolación y el desengaño…así pues, después de unas sugerencias muy elocuentes y acertadas del camarero en suerte, me decanté por una botella de tinto Tadeo de tinaja de Cortijo de los Aguilares, un caldo templado de las sierras de Málaga, en la que puse toda mi confianza para olvidar, hacer borrón, y cuenta nueva en la vida…La vida, tiempo que se convierte a veces en condena, a veces en ensueño, y las más, en una sombra de las circunstancias de las que uno, en apariencia, intenta sin suerte ser dueño de su propio destino, esa era la primera reflexión tras un incipiente sorbo a la espera del plato, donde un rosario de jamón y queso para entrar, seguido de una coquinas prometedoras, y un final de fritura malagueña, con el sortilegio del Salón de los Barcos en el que me había confinado, donde las numerosas barricas de roble centenarias, repletas de dedicatorias, me daban la oportunidad de evocar nuevas esperanzas, o frustrarlas para siempre enterradas en el vapor del vidrio, reté de nuevo a la suerte en un segundo sorbo en el que apuré la primera copa, y me sumergí en ese mundo en el que uno se sumerge y maldita la gana que le queda a que venga nadie a rescatarlo…




Pensé en hacer algo diferente, y aprovechar un poco mi visita a Málaga, y aprovechando la ocasión en la que el amable camarero me preguntaba por el plato y el vino, le inquirí sobre qué podría hacer la noche siguiente, por si había algún espectáculo o algo que mereciera la pena ver en algún local típico de la ciudad, y éste, un tanto suspicaz, miró hacia una de las mesas detrás de mi, y me preguntó qué tipo de espectáculo sería de mi agrado, y si aprovechando mi visita a Málaga, era acaso de mi gusto el ambiente flamenco…Le dije que aunque no entendía demasiado del arte, desde luego no me disgustaba, y que sería provechoso que me diera alguna información, a lo que me contestó…

- Pregunte el Señor a esta dama de aquí atrás, si le parece, porque estoy seguro que ella le indicará mejor que nadie…

Y sonriente, se alejó. Una voz sonó a mi espalda…

- Buenas tardes, buen gusto tiene el caballero…disculpe, pero lo comento tanto por el lugar, como por el buen vino que veo que sabe elegir. ¿Es forastero verdad?.

No levanté en principio la mirada hasta terminar la frase…

- Sí, vengo de visita, a olvidar algún pasaje, y de paso, pasear por la ciudad y sobre todo, la magia de su Alcazaba.

Alcé la vista y, si las casualidades dicen que no existen, ahora estaba seguro de ello…era la señora que había visto al medio día en la misma bodega, y a la que ahora pude observar mejor, de muy buen temple, morena, pelo de media melena recogido, no demasiado alta, y más o menos de mi edad, bien vestida, y sin ninguna mala apariencia de buscona de la vida, si no educada en modales y una suave sonrisa de bonanza confiada. 

-Quiero suponer que se habrá entretenido usted a buscar en la Alcazaba la Torre de los deseos, pero ya le digo que no existe, es una leyenda mágica de la Alcazaba, la verdadera Torre del los Deseos, está en el corazón de cada uno, y donde merece la pena buscarla sin perder la esperanza… Permítame que me presente, mi nombre es Rocío Heredia, y soy profesora de baile flamenco y sevillanas en Ronda, y también tengo un grupo del arte y mañana por la tarde noche, tenemos una velada aquí en Málaga, en el Tablao Flamenco Los Amayas, a la que tengo el honor de invitarle, si es que le gustan a usted el baile y los sonidos negros.

No será preciso relatar aquí los pormenores del reencuentro, sólo es menester decir que la magia que da el vino al espíritu hizo que el momento mereciera la pena, y que entre copa y charla, me relató los misterios de esos sonidos negros del arte, de esas raíces que se clavan en la esencia del espíritu con un poder sentido y profundo que nadie sabe explicar, y que para interpretarlos, hace falta duende, una especie de sentimiento del artista y su talento, mágico y auténtico que roza la perfección…ya no sabría decir si fue el duende, el misterio de la Alcazaba, el embrujo del tablao flamenco, los sonidos negros, o una fuliginosa y radiante mirada de destello y embrujo que acabó por sofocar las llamas de un desengaño para incendiar los rescoldos en un rincón extinguido del corazón, pero aprendí a bailar, visité Ronda, y en algún lugar oscuro de la memoria, perdí el interés de la nueva tecnología para sumergirme de lleno en una realidad para nada virtual, donde el frío sentido de unas frases, se convierten en el palpitante calor de un sonido negro, a la luz de una luna, junto al llameante fuego de la pasión…posiblemente, sin darme cuenta, la Torre de los deseos, me había concedido una nueva oportunidad, en la que el Rocío sereno de la casualidad de un nombre, había roto el silencio llamando a la puerta del destino.

Aingeru Daóiz Velarde.- 








viernes, 28 de febrero de 2020

LA SOBERBIA Y LA HUMILDAD


LA SOBERBIA Y LA HUMILDAD

La soberbia, con su  mirada altiva y provocadora de desprecio y superioridad, envenenada por la rabia y el exagerado  enfado por la contrariedad de no ser la protagonista esencial en la danza de la vida, reta a la humildad en un duelo a muerte sobre las tablas de un escenario, en el cual, escondidas entre las bambalinas, se encuentran la impudicia y la obscenidad, dispuestas a jalear el ánimo de la soberbia en su danza. El premio para la vencedora, es el amor del tiempo y de su historia, la derrota, lleva consigo la infamia y el olvido.



 Segura de su éxito, la soberbia se engalana en su camerino, en el que un cirio negro alumbra la estancia vacía, y apoyadas sus manos frente al aparador del espejo, se observa así misma radiante, llena de júbilo, saboreando en la comisura de sus labios el dulce sabor de la victoria, jadeante de gozo, casi se diría que incluso contrariada por tener que pasar el trance innecesario de salir a la escena, incluso molesta por no ser reconocida la consecuencia de su superioridad, pero a la vez, anhelante de que llegue el momento de lucir sus encantos ante un público que abarrota el salón, enfervorizado ante su presencia, ciego ante su majestad. Sueña la soberbia, que vencedora y dueña del amor del tiempo en su poder, manipulará la Historia a su imagen y parecido, y podrá así ser dueña de las generaciones venideras, sintiéndose inmortal, puesto que siendo la dueña del tiempo, la eternidad le pertenecerá, y se observa ya llena de la energía vital del triunfo, ante la mirada de un reflejo cuyo marco de madera vieja, guarda un secreto, y es que la luz de un cirio negro, ante el reflejo de un espejo en la noche, arman de sueños las formas de la vanidad, y sin saberlo, vemos enfrente la imagen de lo que no somos capaces de alcanzar. 



En otra estancia, la humildad, vestida de sencillez, preocupada no por el triunfo o la fatalidad de la derrota que la condene a la indiferencia, si no por aprender algo de la situación y mostrar en la danza una enseñanza para sí misma y para el mundo que nos haga recordar no dónde estamos, si no de dónde venimos, y lo que no resulta menos importante, que es nuestro destino,  donde vamos y las vivencias inolvidables llenas de sensaciones agradables del camino de la vida, a pesar de la naturaleza de cada cual, y llenar de color agradable los recuerdos, para que el olvido no alcance su fatal desenlace en el tiempo y en la historia.

 Ensimismada en la melancolía, la humildad piensa en recrear su danza en la remembranza de aquellos que no han tenido la oportunidad de vivir después de haber nacido, u observar la mirada de la vida postrados en la soledad de la indiferencia.  Mientras tanto,  en la encimera de una mesa, una orquídea blanca alumbra la estancia, y un reflejo de esperanza, da color en un espejo cuya imagen, desprende todas las tonalidades en verde y azul como si de una composición de sinfonía musical en color se tratara.




En el foro del escenario, sola, se debate en angustia la honestidad, deseosa del triunfo de la humildad, pero desconfiada ante los movimientos de la soberbia, ya que segura de sus maquinaciones, se inquieta temerosa en los fondos del teatro, conocedora que desde el foso, manipulada por el temor, la música, con su arte de combinar los sonidos y el tiempo, dando a las notas su valor y duración, sonará pletórica y radiante ante la demostración del movimiento de la soberbia, y lo hará desacompasada fuera del libro de la buena armonía cuando la humildad de comienzo a su interpretación. La honestidad, mantiene apenas el anhelo de que el tiempo, y la música, son capaces de juzgar la gracia de una danza agradecida por la sabiduría del corazón, y no por la arrogancia ignorante de la soberbia, y la sencillez plástica de los movimientos que salen de un alma limpia, sean valorados ante la desfogada danza embriagadora del deseo y la mala intención escondida detrás del arte.

 La palabra, será Juez, pero a veces, la palabra, se confunde y ensucia con un interés adornado detrás de un beneficio oscuro y siniestro, en el que unas frases engalanadas con la pretensión de un propósito de mala intención, confunden las Leyes del decoro y la limpieza, y la imagen de la justicia, inclina su balanza hacia el lado del interés, apartando   de sus ojos la venda con la mano que antes asía la espada, y ahora recoge las monedas de oro del perjurio.



La murmuradora y aborrecida fatalidad, mira de reojo a la implacable grandeza de la hidalguía y el valor, y el ambiente apasionado y pasional, nos habla de un duelo de baile que se deja ver en un teatro en el que se adivina la figura fina y silenciosa de la humildad que sale a escena, pudorosa pero firme, en un minué fantástico y de ensueño, provisto de una delicadeza sublime que la estirpe de la nobleza otorga a la humildad, en un salón de butacas repleto, silenciado por la fuerza del arte…Contraataca la soberbia, descalza, morena y gitana, salvaje, vestida a medio lucir entre el escándalo y la lujuria salpicando con el flagelo de su pelo suelto el ambiente, en una danza embrujada y brutal, expresiva como un jadeo nocturno en una luna de pasión que despierta el deseo.



 El público, enfervorizado y ciego, jalea el frenesí aplastante de la soberbia, que ya se ve vencedora, y se permite una mirada de sonrisa de burla a su paso al lado de la humildad…ya saborea su sangre, ya lame su sudor y el sabor de su carne, que confía en devorar con ansiedad, casi con gula,  sin ni siquiera dejar que acabe la función, en un afán de mostrar su apabullante triunfo, brutal, feroz, con una crueldad tal, que deje el recuerdo del horror, como estigma para que la humanidad, sepa recordar eternamente su superior clase…pero de repente, de forma totalmente inesperada, la humildad reacciona en un frenético cambio de ritmo, en un movimiento corporal y armónico insuperable e imposible de cuerpo, piernas, manos y pies que ni siquiera rozan las tablas del suelo, e invaden el patio de butacas de un silencio sepulcral, seguido de un atronador aplauso final, en el que la soberbia, cae de bruces, humillada y vencida, incapaz de reaccionar, y con un estremecedor llanto de rabia y horror, se deja caer rodando en el foso, donde un estruendo del Allegro final, dictan la sentencia de la que hablan los Proverbios, que con el orgullo de la soberbia, viene el oprobio, con la humildad, la sabiduría, la prepotencia y la soberbia te hacen sentir fuerte solamente un instante en el que masticas casi la victoria, pero la grandeza de la humildad, te hará fuerte toda la vida…Es en ese momento, cuando atónito, el público levantado de sus asientos, guarda de nuevo un silencio absoluto en el que ni siquiera el sonido de la respiración se atreve a salir, y observa a la humildad, tender la mano hacia la soberbia, para alzarla del foso en el que la música, silenciada ya, da paso a la palabra de la generosidad en la victoria de la nobleza, escribiendo el epitafio en una serie de frases que la insensible humanidad, se había empeñado en olvidar.





 El tiempo y la Historia, nos recuerdan que aquel que la olvida, se condena a repetir el pasado, y con el orgullo de la humildad, nace el hombre desnudo que viene al mundo entre llantos no de protesta, si no de temor, y el calor del cuerpo materno, dan la tranquilidad a un alma que se debate por vivir, y que debe aprender desde ese momento, a que la fidelidad y el respeto, son fundamentos básicos ante el desprecio de la arrogancia y la insolencia. La muerte, nos suele llevar sin nada más que cargar, que el peso de nuestra conciencia. El brillo de la luz de la humildad, vestida de blanco de la victoria, lleva en sus manos el color de una orquídea, ante el sublime aplauso de la humanidad,  que la ve pasar.

Aingeru Daóiz Velarde.-