miércoles, 18 de noviembre de 2020

MAUSOLEO DE JOSELITO “EL GALLO”.

 

MAUSOLEO DE JOSELITO “EL GALLO”.


José Gómez Ortega, "Joselito El Gallo". Pese a su temprana y repentina muerte, a los 25 años, Joselito, hijo y nieto de toreros, protagonizó junto a Juan Belmonte, su gran rival, la verdadera "Edad de Oro" de la tauromaquia en España. 




Tras la trágica muerte de Joselito “el Gallo”, su cuñado y testigo de lo ocurrido, D. Ignacio Sánchez Mejías, junto a la familia del diestro, decidieron honrar su memoria con la construcción de un panteón que mantuviera vivo su recuerdo. Para ello D. Ignacio contactó con uno de los mejores escultores del momento, el valenciano D. Mariano Benlliure, afincado en Madrid. El encargo se realizó hacia 1921, aunque no se vería concluido hasta 1924. Un año más tarde, una vez en Sevilla, sería expuesto en el antiguo Palacio de las Bellas Artes, hoy Museo Arqueológico y no sería emplazado en su lugar definitivo hasta 1926. 


Joselito “el Gallo”, iniciaría su pasión por el mundo taurino desde niño, y es que gracias a la amistad de su padre con importantes ganaderos andaluces puede desarrollar el inicio de su carrera asistiendo y participando en numerosos tentaderos. Además practicaría otras artes taurinas como lo son el arte del acoso y derribo. Será en 1908 en Jerez de la Frontera, cuando vestirá por vez primera de luces, presentándose como novillero en Madrid en 1912, y tomando la alternativa ese mismo año en La Maestranza sevillana de mano de su hermano Rafael “el Gallo”. Entre otras cosas, la figura de Joselito “el Gallo” pasará a la historia por haber sido el primer torero en superar los cien festejos en una temporada, pero su auténtico reconocimiento para la historia del toreo vendrá por ser reconocido como uno de los grandes de este arte, ya que con él llegará la culminación de la tauromaquia dinámica del siglo XIX, que se basaba en el conocimiento de las reses, la lidia. 




Era un torero de naturalidad y perfección, que reunió en su persona todas las cualidades de sus predecesores. Estas virtudes en los ruedos fueron captadas por aficionados y críticos, pese a que la carrera de Joselito no fue muy larga, ya que su maestría se vería truncada en la Plaza de Toros de Talavera de la Reina (Madrid), la tarde del 16 de mayo de 1920, donde un toro le arrebató la vida, convirtiendo a Joselito en el mito que hoy es.


Las casualidades quisieron que esta tragedia tuviera lugar, pues en un principio Joselito “el Gallo” no figuraba en el cartel original de la corrida, si figurando su hermano D. Rafael, su cuñado D. Ignacio Sánchez Mejías y “Larita”. Como producto por el desencuentro con la afición madrileña Joselito romperá el contrato que tenía para torear ese día en Madrid, lo que motivó que lo incluyeran en los festejos talaveranos en un mano a mano con su cuñado D. Ignacio Sánchez Mejías. 

Sucedió en la plaza de Talavera de la Reina (Toledo) cuando, el quinto de la tarde, aquel toro "burriciego" de nombre "Bailaor" empitonó a Joselito por el muslo atravesándolo hasta el vientre y lo lanzó al aire. Con los intestinos fuera, los miembros de su cuadrilla lo recogieron del suelo y se dirigieron con él a la enfermería donde llegó prácticamente muerto.

La noticia que corrió como la pólvora entre los medios taurinos, y causó gran estupor, ya que nadie creía que a Joselito pudiera llegar a matarlo un toro. Esta consternación provocó que el público se echara a la calle cuando los restos de Joselito llegaron a Sevilla. La ciudad declaró luto oficial y una multitud acompañó al torero desde la estación de Córdoba hasta la Catedral de Sevilla donde se celebraron las exequias y desde aquí, los restos serían conducidos al Cementerio de San Fernando donde se le daría sepultura. En la Parroquia de San Gil, donde como si de un rey se tratara, se le había levantado un gran monumento funerario, presidido por la Virgen de la Esperanza Macarena ataviada por primera y única vez de riguroso luto. 




A su llegada al cementerio de San Fernando le esperaban miles de personas. Entre la multitud destaparon el ataúd, con la idea de que la gente le diera el último adiós al maestro; pero rápidamente lo volvieron a tapar y se optó por darle inmediatamente sepultura. El cadáver de Joselito presentaba evidentes señales de descomposición.




El monumento se encuentra en un solar de 22 metros cuadrados en un pedestal de piedra, sobre la cripta que alberga los restos de Joselito “el Gallo”, y otros familiares como su hermano Rafael, e Ignacio Sánchez Mejías, su cuñado. Los hermanos de cofradía, en señal de dolor, encargaron a Juan Manuel Rodriguez Ojeda que vistiera a su Dolorosa de luto, aquella a quien llevaba las "mariquillas", esmeraldas engarzadas en oro, que Joselito le compró en una joyería de París. 





Se encuentra en el Cementerio de San Fernando, en Sevilla. El escultor Mariano Benlliure representa en este monumento funerario, un expresivo cortejo fúnebre con 18 figuras que transportan a hombros y acompañan el féretro abierto con la imagen del torero sevillano. Entre las figuras se reconocen familiares y personajes del mundo taurino de la época: miembros de la cuadrilla de Joselito, la gitana María de las Cartas que encabeza la comitiva, el Duque de Veragua en representación de los ganaderos, y un desconsolado Ignacio Sánchez Mejías que clama al cielo. 


CANTO A SEVILLA 

Enrique López Alarcón. A la memoria de José Gómez “Gallito” .


Esta luna gentil de primavera tranquila y placentera que reina en el azul cuna de un rayo que no quiso vibrar cairel y broche del capote de luz que en la noche esquiva y huye en la humedad de mayo. 

Esta luna gentil y placentera mujer al fin se remango la falda bajó taconeando por la acera y recostada al pie de la Giralda voló al Guadalquivir de esta manera 

Y aunque me alfombres la tierra de las flores más bonitas y aunque ampares mi espalda con un manto de luz y la esmeralda por siempre me rodee, si al fin me quitas al más dulce y amado de los hombres me tendré que morir 

Di, padre Río donde fuiste a ocultar el amor mío Betis enmudeció, los ruiseñores dejaron de cantar, y contuvieron su risa de cristal los atanores y lívidas las flores y rígidos los tallos no mecieron sus cuerpos a compás ni esparcieron sus tonos de aromas y colores y el campo tumba fue cuando supieron ¡ay ojos que lo vieron! la muerte del amor de sus amores 

Lleva el Guadalquivir llanto en sus ondas cimbreándose curva entre las blondas iba haciendo pucheros la mantilla y el tornavoz del Puente de Triana publicó la espantosa pesadilla Y Córdoba sultana y Ronda la moruna, la serrana y plañen por el torero maravilla hijo infeliz de la fecunda hermana orgullo y prez de la simpar Sevilla 

Lloran ante las rejas los bordones reprochando el impar de las falsetas y lloran al cruzar los corazones los sonajeros de las panderetas los chinos de marfil de los mantones los calados de luz de las peinetas y lloran, al pasar, las procesiones los nardos de piedad de las saetas perdidas musicales oraciones de un pueblo de poetas que junta en sus viriles diversiones con la gracia sutil de los estetas 

Ven pasajero y dobla tu rodilla que en la Semana Santa de Sevilla Porque por la muerte de José este año estrena lágrimas de verdad la Macarena. 

 


 

 

 

 


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