sábado, 29 de mayo de 2021

EL AMOR PROHIBIDO


EL AMOR PROHIBIDO






El amor prohibido, la pasión clandestina que indaga en las sombras del alba, allí donde se pierde la cordura inocente de la imaginación, tras la puerta de la ilusión y la fantasía, con el amargo sabor de la angustia en la distancia, y el letargo del corazón perdido en el bosque de la desolación.


Aquellos infiernos, que llegaron a nuestras vidas cuando conocimos el sabor dulce de la fruta prohibida, y condenamos nuestro disfrute al silencio, y a la cicuta de la soledad, una soledad, que se convierte poco a poco en desamparo al intento de acercar nuestras manos, las mismas manos  que nunca llegarán a tocarse jamás.


Lo prohibido, sin remedio, se hace más intenso, es como una forma de vivir, pero vivir muriendo, perderse en el embrujo de tus ojos que no puedo ver, acariciar la melodía de una voz que no puedo escuchar, anhelar, como si fuera el hálito imperioso que nos da la vida, recelar en la oscura sombra de la incertidumbre, y buscar en los sueños el desengaño de la realidad.


El amor prohibido, un sentimiento vacío pero lleno a la vez, una sonrisa de la fatalidad, o una caricia del hado del destino que esconde tu figura tras una caja de cristal, un amor perdido en la distancia, donde el sentimiento se confunde con la dificultad, y la emoción se desvanece con el lamento de un juguete roto al final, y una lágrima escondida en el cajón del silencio.


El amor prohibido, un querer y no poder, como el sol y la luna que coinciden en una mirada, el destino de un fracaso y la emoción de una fantasía, un desmayo en el abismo inmenso del deseo, el sopor de una tarde en la espera de un recuerdo, la caricia de la ilusión que se disipa entre las brumas de la imaginación, el empeño en romper el muro de lo imposible, y cruzar la fina línea que separa la firme voluntad, del anhelo de la pretensión.


El romántico pecado del amor prohibido, muere con la porfía de la fantasía allí donde se cruzan los caminos de la cordura y el delirio, pero nadie  podrá robar el suave perfume que deja la sinrazón de un latido en la memoria, aunque sólo sea en la perturbadora incoherencia de un sueño al anochecer.

Aingeru Daóiz Velarde.-

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