ÁLVARO DE BAZÁN Y GUZMÁN. EL ALMIRANTE
INVENCIBLE.
Toda nación que se precie debe conservar
fresca la memoria de las ilustres personalidades que, de una u otra manera,
ayudaron a fortalecer la idiosincrasia y esplendor de su aventura vital. Tanto
intelectuales, guerreros o gobernantes son figuras que inspiran la historia, y
una de esas figuras es Don Álvaro de Bazán y Guzmán, no en vano se dijo de él
que peleó como caballero, escribió como docto, vivió como héroe y murió como
santo.
De familia ilustre de guerreros y marinos, fue el más
importante hombre de mar del rey Felipe II de España. Tanto
su abuelo como su padre habían sido destacados soldados, del primero se sabe
que participó en la Guerra
de Granada al servicio de los Reyes Católicas y el segundo fue un importante
general al servicio de Carlos I. En 1529, con apenas dos años de edad, su padre
marcó el camino de su vida al solicitar para él el hábito de caballero de
Santiago, siendo armado como tal al año siguiente en Guadix, aunque dada su
corta edad, no asumió su cargo hasta 1568. La Orden de Santiago fue una orden religiosa y militar surgida en el siglo XII en el Reino de
León. Debe su nombre al patrón nacional de España, Santiago el Mayor. Su
objetivo inicial era proteger a los peregrinos del Camino de Santiago y hacer
retroceder a los musulmanes de la Península Ibérica.
El mejor marino español de
todos los tiempos nació en Granada el 12 de diciembre de 1526, y como se ha
dicho, hijo de Álvaro Bazán y de Ana de Guzmán (hija de Diego Ramírez de
Guzmán, primer conde de Teba) ,
en un tiempo, en que la
España del emperador Calos I de España y V de Alemania, avanzaba sin oposición ninguna por todas y
cada una de las latitudes del planeta, haciendo de aquel siglo XVI tan decisivo
para la historia de España, pero las propias costas peninsulares eran sometidas
de forma constante al ataque de corsarios franceses e ingleses y a los golpes
de los piratas berberiscos. Fue precisamente su padre, de idéntico nombre, a
quien la historia nombra para no confundir con el apelativo de “el viejo”, el
máximo responsable de la armada de galeras reales que se encargaban de
custodiar las difíciles aguas del estrecho de Gibraltar, y es precisamente
aquí, donde Álvaro el joven obtiene sus primeros conocimientos marineros
navegando y luchando junto a su padre, y conociendo sus primeras historias
sobre la épica del mar, ese mar que tan importante era para los intereses de
España, comprobando cómo la llamada del océano encuentra eco en su inquieta
alma. Cuadro de Carlos I de España pintado por Tiziano.
Fue educado en Gibraltar,
después de que en 1535, con tan sólo nueve años, y gracias a los meritos de su
padre, se le concediese los cargos de
alcaide y capitán del castillo de esta plaza (los cuales mantendría toda su
vida), gobernando su padre hasta su mayoría de edad.
Siempre a
bordo de poderosas galeras, va creciendo mientras combate a los enemigos del
rey Carlos. En 1544, con apenas diecisiete años, la escuadra de don Álvaro el
Viejo, su padre, intercepta una flota corsaria francesa en aguas de Galicia. El
combate fue feroz, con resultado favorable para los intereses de España, y en
el que nuestro protagonista interviene de forma activa tanto en la lucha, como
en las maniobras navales. Es la primera gran batalla para don Álvaro de Bazán,
y no será la última, pues, desde entonces, luchará sin descanso durante casi
cincuenta años, en los que todas sus acciones se contarán por victorias. Aunque
no era solo un hombre de armas, además de tener una gran
formación militar, también se cultivó en otras áreas, pues recordemos que por
aquel entonces el Renacimiento reinaba en Europa, y Don Álvaro de Bazán sería
durante toda su vida un apasionado del arte siendo incluso mecenas de algunos
distinguidos humanistas y escritores de la época, entre los que se encontraban
Góngora y Lope de Vega. Este último le dedicó una poesía que decía lo
siguiente:
El fiero turco en Lepanto,
enla Tercera
el francés,
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada.
en
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada.
Y el
mismo Luis de Góngora escribía lo siguiente en sus epitafios:
No en
bronces, que caducan, mortal mano,
Oh católico Sol de los Bazanes
Que ya entre gloriosos capitanes
Eres deidad armada, Marte humano,
Esculpirá tus hechos, sino en vano,
Cuando descubrir quiera tus afanes
Y los bien reportados tafetanes
Del turco, del inglés, del lusitano.
El un mar de tus velas coronado,
De tus remos el otro encanecido,
Tablas serán de cosas tan extrañas.
De la inmortalidad el no cansado
Pincel las logre, y sean tus hazañas
Alma del tiempo, espada del olvido.
Oh católico Sol de los Bazanes
Que ya entre gloriosos capitanes
Eres deidad armada, Marte humano,
Esculpirá tus hechos, sino en vano,
Cuando descubrir quiera tus afanes
Y los bien reportados tafetanes
Del turco, del inglés, del lusitano.
El un mar de tus velas coronado,
De tus remos el otro encanecido,
Tablas serán de cosas tan extrañas.
De la inmortalidad el no cansado
Pincel las logre, y sean tus hazañas
Alma del tiempo, espada del olvido.
Su escudo
de armas representa un tablero de ajedrez, al que se le han añadido ocho cruces
de San Andrés, por la costumbre que tenía de jugar una partida antes de la
batalla. Como curiosidad, decir que en uno de sus viajes trajo
consigo un gigantesco cocodrilo capturado en el Nilo, y que vivió en el palacio
hasta su muerte, en la actualidad se encuentra disecado en el interior de la Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción en Viso del
Marqués.
En 1554, obtiene el primer
mando de cuatro buques con 1200 hombres con la finalidad de proteger los barcos
que venían de América cargados de mercancías contra la piratería francesa,
siendo su primera acción al mando el apresamiento de un buque enemigo cerca de
Coímbra, acción a la que siguieron otras en las cercanías de las canarias o las
Azores. En 1156 rindió en el Cabo de Alguer a dos buques ingleses que
transportaban armas y material a los musulmanes de Fez, marchando después en
auxilio de la guarnición española de Orán.
En 1556 Felipe II sucede a su
padre en el trono, y en esos años, las costas mediterráneas españolas son la
presa codiciada por los piratas norteafricanos establecidos en Argel o en
trípoli. La situación es trágica, y muchas localidades del sureste peninsular
están al borde de la zozobra. El nuevo rey decide dar respuesta al eterno
peligro de la media luna y convoca a don Álvaro de Bazán, al que le encomienda
la difícil misión de acabar con las incursiones corsarias. El ilustre granadino
de noble ascendencia navarra del Valle del Baztán, responde con la eficacia
encomiable, acosando a los piratas en sus propias guaridas.
El primer acto
de la nueva etapa, en la que participa Bazán, al mando de García de Toledo, es
la reconquista del peñón de Vélez de la Gomera , que se resuelve satisfactoriamente, permaneciendo don Álvaro en el fuerte con una
guarnición para reparar y reforzar su defensa. La posesión del Peñón
suponía una amenaza para el país bereber de Badis, surgido en la zona de Gomara, patria de los Gomeles procedentes del Reino Nazarí de Granada.
El dominio de esta cabila impide que desde la
misma se ejerciese la acción de piratería, ya que cerca de Bades se encuentra la Alcazaba de Snada. En la
imagen, El Peñón de Vélez en la época.
Fotografía del Peñón en la actualidad.
La desembocadura del río Martín, en las
proximidades de Tetuán, es el siguiente refugio pirático a inutilizar, misión
que se encomienda a D. Álvaro Bazán, quien al mando de una pequeña flota, que
remolca unas barcazas cargadas de piedra y mortero, a las que se hunde en el
río, quedando cegado el acceso a la zona de abrigo, en donde quedan
embotelladas varias naves enemigas.
Bloquea escuadras enteras en
sus puertos, ataca barcos ingleses de suministro. Una actividad febril que le
convierte en el azote de los piratas berberiscos, tan temidos hasta su llegada,
y a esta tarea se dedicó hasta 1561 sin que perdiese un solo barco, y
recibiendo la orden regia de ejecutar a los oficiales apresados y emplear a los
marineros como galeotes por incumplimiento de los tratados de paz por parte de
Francia e Inglaterra. Ya en 1563 acudió integrado en la flota de Juan de
Mendoza al auxilio de Orán, sitiada por el hijo del célebre Barbarroja,
obteniendo otra victoria más en su historial.
El rey Felipe II le nombra en
1568, Capitán General de la escuadra de
galeras en Nápoles, y construye una poderosa escuadra de 38 galeras, y con sus navíos planta cara a la Sublime Puerta
otomana, las banderas españolas empiezan a navegar libremente por el
Mediterráneo y algunos nombres van quedando unidos a la leyenda del Almirante:
Fez, Orán, Mazalquivir, Malta, Sicilia, Génova, Venecia, Nápoles, Corfú,
Bizerta… la acción de Malta, por poner un ejemplo, fue que estando en Córcega,
se recibieron noticias del asedio turco a Malta, y don Álvaro Bazán trasportó
según su propio plan, a varios miles de soldados para auxiliar a los Caballeros
de San Juan, siendo un socorro efectivo ya que propició la retirada de los
turcos de la zona. Álvaro Bazán es el nuevo héroe de los ejércitos españoles,
su nombre, junto al de los Gonzálo Fernández de Cördoba, Alejandro Farnesio o
Juan de Austria, dará esplendor y seguridad a la España del siglo XVI. En la
imagen, una galera de la época:
Como premio a su brillante hoja
de servicios, Felipe II le concedió el título de marqués de Santa Cruz. Pero sin
ninguna duda, la actuación más brillante de este marino la encontramos el 7 de
octubre de 1571, cuando, en la célebre batalla de Lepanto, supo estar a la
altura de las grandes exigencias con su cuarta flota de retaguardia, compuesta
por treinta galeras, asistiendo en todo momento a las necesidades de la
escuadra aliada, lo que supuso, a la postre, la victoria incontestable de los
navíos cristianos, al mando de don Juan de Austria. La Infantería de Marina de los Tercios tuvo su bautismo de fuego en la Batalla de Lepanto. El siguiente cuadro representa uno de los momentos críticos de la batalla, cuando se enganchan la nave real de don Juan de Austria (destacado en el cudro) con la sultana de Alí Pachá.
En 1582, destrozó en las islas Terceiras
(Azores), una escuadra francesa bajo el mando de Philippe Strozzi, que navegaba
rumbo al archipiélago portugués para reforzar las posiciones del prior Antonio
de Crato, aspirante al trono de Portugal. Con esta victoriosa batalla naval, la
primera que se dio entre galeones, Felipe II aseguraba el trono de Portugal y
sus colonias. El propio Strozzi murió en la batalla junto con 3000 de sus
hombres, habiendo perdido diez de sus buques. La conquista total de las Azores
se produjo al año siguiente, y Felipe II recompensa el buen hacer del marqués
de Santa Cruz con el título de Grande de España así como la encomienda mayor de
León y el nombramiento de Capitán General del Mar Océano Atlántico Fue la
última campaña bélica para don Álvaro Bazán. Poco tiempo después, sugirió al
rey la invasión de Inglaterra, al que veía como principal enemigo, ya que era
la forma de solucionarse el problema que suponían los constantes ataques
corsarios a cargo de los británicos, decidiendo que lo más conveniente para
todos era finiquitar el asunto y destruir el origen de tantos desbarajustes
para el reino de España El propósito de la expedición no era otro sino enlazar
con las tropas de infantería que, desde Flandes, dirigía don Alejandro Farnesio,
y una vez unidas las dos fuerzas, desembarcarían en la isla británica para
doblegar la ambición de la reina Isabel I. Hay que recordar que Inglaterra
estaba continuamente apoyando a los rebeldes holandeses, además de ser un
estado protestante, pero el llamado rey Prudente, en un primer momento, no le
hizo caso ni escuchó su petición y consejo. En enero de 1586, tras un
desembarco del pirata inglés Francis Drake en Galicia, insistió al rey Felipe
II sobre el plan que le había presentado con anterioridad, y esta vez, el rey
Prudente si lo escuchó, con lo que Tres años más tarde del éxito en las
Terceiras, el rey Felipe II encarga a don Álvaro la creación de una inmensa
flota, con el propósito de asaltar y conquistar Inglaterra, plan que redactó en
sólo tres semanas. En la imagen, Felipe II.
Una vez ya
decidida la invasión, se nombró
generalísimo de las fuerzas españolas al duque Alejandro Farnesio, quedando el
duque subordinado a él con el mando de la armada. Pero los preparativos
sufrieron muchos retrasos, notificando por ello sus quejas al rey. Para más
desgracia, a mediados de 1587 Drake quemó los buques que encontró amarrados en
el puerto de Cádiz, sin que el marqués, que se encontraba por entonces en Lisboa,
pudiese hacer nada para impedirlo. El rey, impaciente y algo distanciado y
molesto con Santa Cruz, no atendió a sus consejos sobre cómo ejecutar el plan
(sugería escoger primavera, o en su defecto, enero; para efectuar el
desembarco, con algún puerto de Zelanda como base).
La flota de
Inglaterra, más tarde llamada Armada Invencible, se gestó en el puerto de
Lisboa, donde fue creciendo un auténtico bosque de madera sobre las aguas en el
que se podía distinguir toda suerte de buques con variado tonelaje. La
operación no parecía descabellada, pero a principios de 1588 todo se trastocó
cuando don Álvaro de Bazán contrajo unas fiebres tifoideas que le ocasionaron
la muerte el 8 de febrero de ese mismo año. Es sabido que el plan de la Armada Invencible
siguió adelante bajo el mando inexperto del duque de Medina Sidonia (Alonso
Pérez de Guzmán y Sotomayor, llamado habitualmente Alonso Pérez de Guzmán el
Bueno y Zúñiga, VII duque de Medina Sidonia), y hay que decir que quién sabe si
de haber dirigido aquella flota don Álvaro de Bazán no estaríamos ahora
hablando en otros términos sobre la historia de España. En la imagen, Alonso
Pérez de Guzmán y Sotomayor, VII duque de Medina Sidonia.
De lo que no cabe duda es que
el marqués de Santa Cruz, gracias a su audacia, inteligencia y habilidad, hizo
de las aguas españolas un lugar mucho más seguro para los habitantes de esas costas.
Un ejemplo de tesón y abnegación sin límite.
Fueron miles los hombres que
sirvieron a su lado, ayudándole a consumar decenas de victorias. Rindió al
enemigo cientos de buques, ciudades e islas, le arrebató casi dos mil piezas de
artillería y liberó a moles de esclavos cristianos. Algunos de los soldados que
lucharon junto a él alcanzaron posteriormente fama universal, tales son los
casos de Lope de vega o del propio Miguel de Cervantes, el llamado manco de
Lepanto, quien después de luchar en la batalla famosa, llegó a escribir sobre
el Almirante en estos elogiosos términos:
(cap. XXXIX de El Quijote: la
capitana de Nápoles, llamada La
Loba , regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los
soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán,
marqués de Santa Cruz), era de buena presencia, moreno, de cara alargada y
ojos grandes, y de barba poco espesa. De gran valor e inteligencia, dio
muestras de su capacidad en las acciones en las que participó. Por otra parte,
fue él el autor del diseño de los grandes galeones que realizaban el largo
viaje atlántico hasta Nueva España (México). Un hombre para recordar en la
historia, y una historia que debe recordar al hombre.
muy interesante la historia de este gran soldado en riquisio su abolengo y lo llevo mas alla donde la historia se escribe con sangre muy buen navegante todo un conocedor delas artes hay que ser sincero tenia una familia de raza guerrera
ResponderEliminarGracias por su comentario, Jorge Luis. Si la suerte del destino dibujada en la fatalidad de unas fiebres tifoideas no se hubiera producido, no hay ninguna duda que con el saber hacer de este ilustre marino, la historia hoy, sería diferente...para todos.
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