CHARLES CHAPLIN Y EL LADO OSCURO DE
HISTRIÓN.
Desde un remoto pasado en blanco
y negro, la inexorable andadura del tiempo nos abre la imagen simpática de un
recuerdo del cine mudo, que observa a su
madre entre bambalinas, sobre las tablas de un teatro de Londres, con la voz
rota en una escena de un “Music Hall”, y salta a la escena improvisando un
gracioso número para salvar a su progenitora de la humillación del fracaso.
Con una infancia digna de una
novela de Charles Dickens, un padre alcohólico y ausente que moriría en la
indigencia absoluta víctima de la cirrosis, y una madre con tres hijos de diferentes
padres incapaz de mantener a su prole cosiendo vestidos y cantando con la voz
prisionera de sus propia frustración en los más humildes teatros de Londres,
Charles Chaplin fue enviado a un orfanato cuya puerta trasera se abre para
dejar paso a la muerte de Hanna, su madre, desahuciada mental, y roída por la
desnutrición y la sífilis.
Como si de la historia de un
hijo no deseado se tratara, abandonado en un automóvil de una rica familia, que
es robado por el cruel destino y abandonado en un barrio sin nombre, donde un
inocente vagabundo lo comienza a educar, Chaplin vive la vida de su propio
personaje ataviado con unos pantalones anchos, una chaqueta
demasiado ajustada, unos zapatos grandes, un característico bigote y un
sombrero, convirtiéndose en la estrella más querida del mundo y en el
multimillonario más envidiado de la sociedad, creador de las Luces de la
Ciudad, La Vida de perro, El chico, El circo o El Gran dictador, La quimera del
oro, Tiempos modernos, Monsieur Verdoux o Candilejas, cuya historia es la más
melancólica y cuya balanza se decanta más hacia la lágrima que hacia la sonrisa
de su propia vida, la de un cómico popular cuyo arte ha pasado de moda y entra
en un declive, si no lo había entrado ya, pese a recibir la más clamorosa
ovación como pago de la deuda de su genio febril.
El
oscuro telón de terciopelo negro que esconde la escena, se abre y descubre una
vida oculta y desconocida, que aterra al profano conocedor de la intimidad de
su vida, que aunque admirador de su arte, sucumbe en la profundidad del
desconsuelo.
Chaplin
daba vida real a un Monsieur Verdoux, no
como un asesino en serie produciendo un “shock” al personaje icono de la
historia del cine, sino a su personaje real interpretado fuera de la vista del
escenario de su vida artística, en una comedia no de humor negro, sino más bien
de una de las más bajas reputaciones humanas en las que un versátil personaje puede
caer, la tremenda vida de su propia destrucción, que suicidan el arte de su
genio…por un lado, su debilidad por la mujeres, y por otro, sus tendencias pedófilas
en un errado sentimiento de lealtad
hacia el protagonista de Candilejas, donde la quimera poética de la escena, da
paso a la más triste realidad, donde el
prestigioso escritor norteamericano Kenneth Lynn, quien hizo un pormenorizado recuento de casos en los que
básicamente lo retrata como un pederasta en su libro “Charles Chaplin y sus
tiempos”, oscurece la figura de quien sigue siendo un referente de la
excelencia en la historia del talento caricaturesco en el arte del cine original.
Otro escritor con
tanto talento reconocido como Kenneth Anger, temido en el mundo del cine de
Hollywood por desatar los escándalos de la farándula histriónica, da también
testimonio de historias como las de Kenneth Anger, otro escritor, tan talentoso
como temido en Hollywood, recopiló las supuestas andanzas pederastas de Chaplin
en el primer tomo de su libro Hollywood Babilonia I, el cual detalla
las historias más descarnadas sobre el lado oscuro de las celebridades de
antaño en la meca del cine.
Anger recopiló uno de
los más reveladores testimonios de boca de Lillita Grey, quien estuvo casada
por poco tiempo con Chaplin y que murió varias décadas después, sumida en el
alcoholismo, y relatan cuando Grey tenía 12 años y trabajaba como extra en la
película El pibe, cuando atrajo la atención de Chaplin, de 32 años, en
1921, a tal punto que concibió una escena adicional, que estaba fuera del libreto,
especialmente para la niña, en una especie de rol entorno a Lillita, con tan
tierna edad, era el de un ángel con insinuaciones eróticas. La pareja contrajo
matrimonio años más tarde, pero cuando Grey quedó embarazada, Chaplin comenzó a
perder el interés por ella, y terminó despreciándola.
La actriz Mildred
Harris, también fue una niña-esposa. Chaplin la conoció en la casa del
productor Sam Goldwyn, y, según se dijo entonces, Harris tenía 16 años cuando
la pareja tuvo su primera relación sexual. Más tarde, sin embargo, Harris
admitió ante la prensa, en lo que fue un escándalo, que en ese momento tenía 13
años. La pareja se casó en 1918, pero el matrimonio se disolvió dos años más
tarde.
Según las
investigaciones de Kenneth Anger, un socio de Chaplin, Harry Crocker, había
revelado que a otra de sus parejas, Mabelle Fournier, la desfloró cuando ella
tenía solo 10 años.
El escritor Lynn fue
más allá y dijo haber hablado con varios testigos que llegaron a ver a Chaplin
coqueteando con una niña de 8 años.
Se dice que su
obsesión habría cesado cuando conoció a su última esposa, Oona O’Neill, hija
del escritor Eugene O’Neill.
Oona tenía 18 años
cuando conoció a su futuro marido, que entonces tenía 54. Según el biógrafo
Lynn, Chaplin “habría crecido después de su casamiento con Oona”.
Lynn también afirmó
que la verdadera razón por la que Chaplin decidió refugiarse en Suiza, a partir
de 1952, fue el miedo a tener que enfrentar a un agente de inmigración católico
sobre el asunto de su pedofilia, y no su supuesta política de izquierda, como
siempre se afirmó.
La realidad, supera la
ficción de un maestro del séptimo arte, y fueron sus mujeres quienes sufrieron
las consecuencias de la personalidad egoísta, dominante y cruel de Chaplin, acabando
en amargos divorcios, y pago de fortunas de indemnización que superan con creces
la imaginación, y nos bajan, de una bofetada, a la triste y cruel realidad de un
mito que se nos muere en el sueño de la fantasía.
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