LA ÚLTIMA
CENA, DE LEONARDO DA VINCI
“La última
cena”, o Cenacolo Vinciano, es una de las pinturas más famosas del mundo, un mural de 460 cms. de alto por 880 cms. de
ancho, ejecutado al temple y óleo sobre dos capas de preparación de yeso, fue
pintada por Leonardo Da Vinci entre 1495 y 1498 en la pared del convento
Dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia, por encargo del duque
Ludovico Sforza, conocido como Ludovico el Moro, quien fuera mecenas de
Leonardo da Vinci, y nos muestra, uno de los momentos más
dramáticos en la vida Jesús “El Nazareno”, acompañado de sus discípulos y antes de
realizar la sagrada ceremonia de la Eucaristía por primera vez, anuncia que uno
de sus doce discípulos lo traicionará… Para la creación de esta obra única,
Leonardo realizó una investigación exhaustiva creando una infinidad de bocetos
preparatorios. Leonardo abandona el método tradicional de la pintura al fresco,
pintando la escena "al seco" en la pared del refectorio. Se han
encontrado rastros de láminas metálicas de oro y plata que son testimonio de la
voluntad del artista de hacer las figuras de una manera mucho más realista
incluyendo detalles preciosos.
Sobre esta
pintura, existe una portentosa lista de secretos y leyendas asombrosas, algunas
de ellas con la intención posiblemente de llevar la historia de la pintura al
plano de la conspiración, por lo menos, eso pensarán algunos, y puede que no
les falte razón, y aquí, vamos a enumerar algunas de ellas, con suerte, las más
importantes, el resto, las dejaremos para el silencio del absurdo.
Cuando se
conoció el encargo de que Leonardo da Vinci, iba a representar la última cena,
el cenacolo, y necesitaba modelos para representar
a Jesús y a los doce apóstoles, se presentaron una gran cantidad de personas de
forma voluntaria, y Leonardo, quiso empezar por elegir al personaje de Jesús,
por lo que escogió a un joven de unos 20 años, de cara inocente, libre de las
cicatrices de la vida, y cuyo rostro reflejaba la paz, tal y como venía escrito
en los Hechos, Leonardo reflejó la intensidad de un corazón bueno, capaz de compadecerse de las
penas de las criaturas, capaz de comprender que, para remediar los tormentos que
acompañan y no pocas veces angustian las almas en este mundo, el verdadero
bálsamo es el amor, la caridad, un rostro y una figura que mostrara e hiciera
sentir que todos los demás consuelos apenas sirven para distraer un momento, y
dejar más tarde amargura y desesperación, como si todo aquel que al observar al
principio la imagen, y tuviera un inconveniente que se interpusiera entre él y
su descanso, al estar a la mira, fuera progresivamente transformando sus
sentimientos en una oportunidad que acabara por transformar su vida… Da Vinci, elegía
siempre con especial cuidado a sus modelos y quería que sus caras fueran
la expresión de sus almas.
Terminada la
figura de Jesús, Da Vinci, siguió buscando más modelos para representar al
resto de los apóstoles, pero pensó en dejar hasta el final, al otro de los
rostros más difíciles y complicados para personificar otro de los sentimientos
de la condición humana, el rostro de la ingratitud y la felonía, la avaricia y la maldad, el odio y la
villanía, la frialdad y la dureza, a la postre, un rostro para Judas Iscariote,
capaz de vender su traición por treinta monedas de plata en el huerto de
Getsemaní.
Recordemos
que fue un encargo que le hizo el duque de Milán, Ludovico Sforza, en el año
1482. Pero no fue hasta el año 1495 cuando Leonardo empezó el encargo, tardó
algunos años en terminar, pero desde que empezó a hacer los bocetos en el
taller, Leonardo tardó seis años en pintar a los once apóstoles, y cuando le
tocó el turno de figurar a Judas Iscariote, buscó sin suerte a su modelo que
evocara el rostro de la oscuridad y la impía conciencia, desesperado, un amigo
le dijo que había encontrado al perfecto Judas que buscaba en los calabozos de
Roma, un condenado a muerte, de pelo largo y mirada maltrecha y asesina,
marcada por los estragos de la mala vida, al que permitieron bajo custodia,
trasladarse al estudio del pintor durante el tiempo necesario para terminar su
trabajo.
Jornada tras
jornada de trabajo, el perfecto Iscariote posaba en silencio al tiempo que el
maestro Leonardo mezclaba colores y plasmaba el rostro perfecto, y cuando
acabó, dispuso que devolvieran a los calabozos a su desgraciado modelo, y éste,
desesperado, cayó de rodillas ante el pintor, y le dijo…-Leonardo, mira en el
interior de mi rostro, ¿no me reconoces?- Da Vinci, atónito, negó reconocerlo,
nunca jamás había visto a aquel desgraciado, y el reo le dijo entre llantos de
abatimiento y lamentos, -Soy yo, aquel joven que hace siete años elegiste para
ser el modelo de Cristo nuestro Señor, mira la deriva que ha tomado mi vida, y
la bajeza de mi caída, ayer fui Jesús, y hoy, soy Judas Iscariote-.
Llegada la
hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo -Yo tenía gran
deseo de comer esta Pascua con vosotros antes de padecer. Porque os digo que ya
no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de
Dios, porque uno de vosotros me traicionará- . La revelación de Jesucristo,
causa sin duda una enorme consternación en los doce seguidores de Jesús. Por
ello, Leonardo Da Vinci en esta pintura intentó representar las distintas
reacciones individualizadas de cada uno de sus apóstoles, intentando reflejar
los movimientos del alma donde unos se asombran, otros se levantan porque no
han oído bien, otros se espantan, y, finalmente, Judas parece retroceder al
sentirse aludido, y derrama el salero, espantado por las palabras de Jesús Un
salero que el maestro italiano no lo representó como una escudilla, como se
dice en las escrituras, sino como un
pequeño cuenco que Judas Iscariote vuelca sin querer con el brazo, derramando
la sal sobre la mesa. El hecho se ha asociado con la mala suerte debido a que
este mineral era antiguamente muy preciado tanto por su simbolismo, ya que la
Iglesia Católica empleaba la sal para el agua bendita e incluso constituye un
símbolo de preservación de la Santidad en Jesús: la Sal de la Tierra.
LA DISPOSICIÓN
DE LOS COMENSALES
En la
pintura, cuya escena está representada en una perspectiva lineal, Jesús aparece
relativamente aislado al medio, mientras
que los 12 discípulos aparecen en cuatro grupos de tres. De izquierda a
derecha, según un supuesto manuscrito del mismo Leonardo Da Vinci hallado en el
siglo XIX, los personajes bíblicos serían los siguientes: Bartolomé, Santiago
el Menor y Andrés, en el primer grupo; en el segundo Judas Iscariote con pelo y
barba negra y una bolsa de monedas en la mano, que además destaca el hecho de
que Judas, a diferencia de la tradición iconográfica, no es separado del grupo,
sino que está integrado entre los comensales, en el mismo grupo que Pedro y
Juan. Simón Pedro empuñando un cuchillo en una de sus manos, haciendo alusión a
lo que ocurrirá durante el apresamiento de Jesús, y Juan, el único imberbe de este grupo, y sobre
éste, otro detalle significativo a recordar, y es que lleva un collar de oro.
Cristo
aparece en el centro; Tomás, Santiago el Mayor y Felipe, también sin barba,
aparecen por su parte en el tercer grupo; y, finalmente, en el último grupo,
Mateo, con una barba muy corta, Judas Tadeo y Simón el Zelote…pero, se nos
ocurren un par de preguntas, ¿por qué se sientan todos en el mismo lado en la
Última Cena?... Esta disposición iconológica, que responde a la visión del
espectador y no a la "realidad" de una cena, se convierte en canónica
y así se representa la última cena en los cenáculos de Florencia, y la
siguiente pregunta es, si en Juan 13, dice la Biblia que “Y uno de sus
discípulos, a quien Jesús amaba, estaba reclinado en el pecho de Jesús”, y
sabido es que el discípulo en cuestión es Juan, y así aparece en todas las
representaciones de la última cena, ¿porqué razón aparece aquí recostado al
lado opuesto, e imaginariamente en perspectiva global, vemos representada una
gran M o una doble M? …Especulaciones aparte, y sin comentar los títulos y
autores en los que se basa la extensa literatura novelesca al respecto, en la
que, se intenta argumentar que Leonardo dejó reflejado un gran secreto en el
cuadro que de ser descubierto y sacado a la luz destruiría los cimientos de la
Iglesia tal como la conocemos, si me permiten, dejaremos las preguntas, en la
ingratitud del silencio de la respuesta, para que cada cual, la busque, si tiene
interés, pero hablaremos un poco sobre esto…
EL MITO DE
LA MUJER
Vayamos
ahora, entonces, a dar un paseo por la
leyenda más conocida de La Última Cena, de Leonardo Da Vinci, debatida hasta la
saciedad, y que ha despertado una
tormenta literaria, de la cual, tenemos una parte en la Bibliografía del
artículo por si a alguien le interesa, y se trata de la imagen que figura a la
derecha de Jesús de Nazaret, o a nuestra izquierda si miramos la pintura de
frente, y es que según se observa de forma detenida, vemos lo que parece la
imagen de una mujer, es decir, no sería
en realidad el apóstol Juan, sino que una figura femenina, más concretamente la
mismísima María Magdalena. En efecto, si se compara la supuesta figura del
apóstol Juan con el resto de los discípulos, para algunos parece claro que
Leonardo representó en realidad a una mujer, ya que toda la figura es
claramente femenina, ya que su cabello es largo y elegante, sus manos son
pequeñas, los rasgos del semblante son finos y agradables.
El discípulo
amado, o el discípulo a quien Jesús amaba es una expresión que aparece seis
veces en el Evangelio de Juan para denominar a uno de los discípulos del grupo
original de seguidores de Jesús de Nazaret, y que no aparece en ningún otro de
los evangelios, y su alrededor se organizó una comunidad cristiana que se
distinguía de las demás por tener una cristología más elevada, y sobre el que
existen diversas teorías sobre la identidad de este discípulo, aunque la
tradición lo ha identificado con el apóstol Juan, fue el único de los Apóstoles
que estuvo al pie de la cruz con la Virgen María y las otras piadosas mujeres y
fue él quien recibió el sublime encargo de tomar bajo su cuidado a la Madre del
Redentor, pero, por otro lado, de los evangelios se desprende que María
Magdalena sentía un gran amor por Jesús. Había sido librada por él de siete
demonios, le seguía como discípula, le asistía con sus bienes (Lc 8,2-3) y
estuvo con María, la Madre de Jesús, y las otras mujeres cuando Jesús fue
crucificado (Mc 15,40-41 y par.).
Fue, según los evangelios, la primera a la que
se le apareció Jesús después de la resurrección, tras buscarlo con lágrimas (Jn
20,11-18). De ahí la veneración que ha tenido en la Iglesia como testigo del
resucitado, y aunque de estos pasajes no se puede deducir ni que fue una
pecadora, ni mucho menos que fue la mujer de Jesús, ciertamente, aquellos que
sostienen esto último acuden al testimonio de algunos evangelios apócrifos.
Todos ellos, quizá con la excepción de un núcleo del Evangelio de Tomás, son
posteriores a los evangelios canónicos y no tienen carácter histórico, sino que
son un instrumento para trasmitir enseñanzas gnósticas, una serie de escritos
con revelaciones secretas de Jesús a sus discípulos después de la resurrección,
Mariam (o Mariamne o Mariham; no aparece el nombre de Magdalena salvo en unos
pocos libros) es la que entiende mejor esas revelaciones. Por eso es la
preferida de Jesús y la que recibe una revelación especial. La oposición que en
algunos de estos textos (Evangelio de Tomás, Diálogos del Salvador, Pistis
Sophía, Evangelio de María) muestran los apóstoles hacia ella por ser mujer
refleja la consideración negativa que algunos gnósticos tenían de lo femenino y
la condición de María como discípula importante.
Sin embargo,
algunos quieren ver en esta oposición un reflejo de la postura de la Iglesia
oficial de entonces, que estaría en contra del liderazgo espiritual de la mujer
que proponían estos grupos, era como una especie de conflicto de doctrinas: las
de Pedro y otros apóstoles frente a las que estos grupos gnósticos exponían en
nombre de Mariam. En cualquier caso, el hecho de que se recurra a María es una
forma de justificar sus planteamientos gnósticos.
En otros
evangelios apócrifos, especialmente en el Evangelio de Felipe, Mariam (esta vez
citada también con el nombre de origen, Magdalena) es modelo de gnóstico,
precisamente por su feminidad. Ella es símbolo espiritual de seguimiento de
Cristo y de unión perfecta con él.
En este
contexto se habla de un beso de Jesús con María (si es que el texto hay que
entenderlo realmente así), simbolizando esa unión, ya que mediante ese beso,
una especie de sacramento superior al bautismo y la eucaristía, el gnóstico se
engendraba a sí mismo como gnóstico, pero el tono de estos escritos está
absolutamente alejado de implicaciones sexuales. Por eso, ningún estudioso entiende estos textos como un testimonio
histórico de una relación sexual entre Jesús y María Magdalena, pero he aquí
que resulta que ni siquiera los cristianos de la época se vieron obligados a
polemizar para defenderse de ella, aunque resurja cada cierto tiempo como una
gran novedad, y aquí dejamos testimonio
Siguiendo
con esta litigada conjetura, la escritora y abogada Vittoria Haziel publicó un
presunto documento de Leonardo Da Vinci en el que el genio del renacimiento decía
reconocer la existencia de una mujer al lado de Cristo, fomentando las reflexiones
que aseguran que esta mujer es la misma María Magdalena. Según algunas
publicaciones novelescas, Da Vinci habría intentado revelar con su famosa
pintura dos secretos, el primero es que sí había mujeres en la cena, como era común en
las comidas de festividades, aunque esta cena era especial, ya que era la
despedida de Jesús con sus apóstoles, y
el segundo, que su y su discípulo amado,
era en realidad María Magdalena.
La
literatura, da paso a la especulación, y el filón que representa la pintura de
Leonardo, alimenta sin duda esa misma especulación con otro enigmático dato, un nudo que aparece en un extremo del mantel. La
palabra “nudo” en italiano hace referencia a un vínculo ”vincolo”, o por lo
menos, eso han querido suscitar, por lo
que Da Vinci con este detalle estaría dando un indicio que en la mesa existe un
vínculo muy especial, y para algunos es
un símbolo que significaría que hay una mujer presente en la mesa (sería María
Magdalena al lado de Jesús), y sin embargo, para otros significaría la firma de
Leonardo Da Vinci en el cuadro. En esa época, los autores no firmaban sus
obras, así que el nudo podría ser la representación del autor. La palabra
“nudo” significaba en italiano “vincolo”, como ya se ha dicho antes, que es una palabra parecida a “Vinci” que es
el pueblito donde nació Leonardo. Ahí podría estar la conexión.
Al mismo
tiempo, en la escena, podemos observar a casi todos los discípulos parecen
estar en una actitud inquieta, contrariada, de sorpresa y de indignación, excepto Jesús y
la supuesta María Magdalena, que se encuentran en un estado de total serenidad
lo que hace sugerir o especular también que Da Vinci quería decir que esta
persona no es Juan, sino María Magdalena, y que como elegida de Jesús, conoce
de antemano todo lo que él piensa y lo comparte con ella, y digo que puestos a
especular, la imaginación es libre, ¿porqué no podría saberlo también su
discípulo amado, Juan?...
SIGUIENDO
CON OTROS ENIGMAS Y CURIOSIDADES
En “La
última cena” existen también otras peculiaridades como que no se ve ningún
cáliz sobre la mesa o que Judas es el único apóstol que aparece vestido con
ropas de 3 colores. Un par de misterios más de uno de los cuadros más
enigmáticos de la historia del arte.
El mundo de
la música también se ha entrometido en la obra. En 2007 el músico italiano
Giovanni Maria Pala hizo una canción de 40 segundos basándose en supuestas
notas musicales escondidas en la obra, en una especie de pentagrama imaginario,
y utilizando como notas los panes sobre la mesa, y las manos de los personajes,
interpretada de derecha a izquierda, tal y como leía Leonardo…
En esta
última cena, Da Vinci no pinta el pan ni el vino, contradiciendo las escrituras
bíblicas en Juan 6:51-58 en donde se leen frases dichas por Jesús como: “Este
pan es mi carne”; “porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera
bebida”.
Para
continuar, diremos que en esta obra, Leonardo utilizó una técnica nueva en vez
de la que se empleaba habitualmente para hacer los frescos. En vez de utilizar
yeso húmedo usó una técnica de su propia invención a base de yeso seco. Obtuvo
una gama de colores más amplia de lo habitual, pero poco después empezó
desprenderse. Desde entonces se está buscando una solución, otra curiosidad, es
que Jesús no tiene pies, pero Leonardo sí pintó los pies, lo que ocurre es que
hacia 1650 a alguna mente “privilegiada” se le ocurrió la idea de que en esa
pared debería haber una puerta y se llevó los pies de Cristo por delante. En algunos
lugares comentan este hecho con humor dando gracias porque a este individuo no
se le ocurriera abrir una ventana…otra cuestión, es que se comenta también que Leonardo se pintó a sí mismo en la figura
de Judas Tadeo.
De hecho, la
figura de Judas Tadeo tiene algunos rasgos que recuerdan al propio Leonardo,
aunque cuando Leonardo pintó La última cena o el Cenáculo, tenía unos 40 años,
y el rostro representado aparenta muchos más. Otra enigmática cuestión es que
ninguno de los apóstoles aparece con aro de santidad, cosa extraña ya que hasta
entonces siempre se representaba con el aro. Leonardo decidió retirárselo a
todos, incluso a Jesús, y además, la pasión que sentía Leonardo por la ciencia
la dejó claro, según algunas teorías, representando al apóstol Simón como uno
de los bustos más reconocibles del mundo, el de Platón. De esta manera, hubiera
podido dejar claro el artista que anteponía la ciencia a la religión…
Para
terminar con la vorágine Davinciana, una de las teorías más alocadas, es la de
la investigadora del Vaticano Sabrina Sforza Galitzia. Ella dijo que de acuerdo
a estudios matemáticos y astrológicos realizados a partir de la pintura,
encontró una predicción catastrófica: el mundo terminará debido a una
inundación que sucederá entre el 21 de marzo y el primero de noviembre del año
4006…muchos no estaremos ahí para verificarlo, supongo, pero al paso que va la
Humanidad, mucho me temo que esta Señora no acertará…será mucho antes.
CONCLUSIONES
No vamos a
hablar aquí de las vicisitudes sobre la personalidad de Leonardo da Vinci,
puesto que esto sería materia para otro extenso artículo, pero sí hablaremos
sobre esta obra que nos ocupa, La última cena, la cual, sin ninguna duda, es una de las obras más famosas del
Renacimiento y, sin duda también, junto a la Mona Lisa es la obra más conocida
de Leonardo, figura alrededor de la cual no cesan las especulaciones. Por ello,
con el tiempo a la obra de Leonardo se le ha atribuido un carácter secreto y
misterioso.
La
literatura ha tenido mucho que ver por despertar el interés por los supuestos misterios del
fresco, y ha ido en aumento, pese a que se ha demostrado que la mayor parte de
su base histórica está plagada de errores tanto históricos, como artísticos.
Es
sobradamente conocido que Leonardo da Vinci concebía la pintura como una ciencia más, a la que aplicaba
su particular punto de vista y conocimientos sobre la filosofía, la geometría o
la anatomía, y esta obra, no escapa de ninguna de esas disciplinas, y según estudios
realizados por algunos investigadores, tal y como lo suscribe en su espectacular
artículo Andrea Imaginario, especialista en Artes, Literatura Comparada e Historia,
queda absolutamente reflejado en el fresco de La Última Cena su
concepción filosófica sobre la llamada triada platónica, muy valorada en
aquellos años.
La triada platónica estaría conformada por los valores de
la Verdad, la Bondad y la Belleza, siguiendo la línea de la
Academia Platónica Florentina, de Ficino y Mirandola. Dicha escuela de
pensamiento defendía el neoplatonismo en oposición al aristotelismo, y
pretendía hallar una conciliación de la doctrina cristiana con la filosofía de
Platón. Las dos maneras de ver, o interpretar, la realidad: la lógica /
materialista, que domina el pensamiento científico y se basa en las leyes
físicas conocidas , y la intuitiva / trascendental, que contempla la posibilidad
de una realidad no tangible, esa era la diferencia entre el aristotelismo y el platonismo.
La triada
platónica está representada de algún modo en tres de los cuatro grupos de
personajes, ya que el grupo donde está Judas sería una ruptura. Se presume, por
lo tanto, que el grupo situado al extremo derecho del fresco podría ser la
representación de Platón, Ficino y el mismo Leonardo autorretratado, quienes
mantienen una discusión sobre la verdad de Cristo…en la siguiente imagen,
vemos el ejemplo del detalle del cuarto grupo: probablemente Ficino, Leonardo y
Platón como Mateo, Judas Tadeo y Simón Zelote.
El tercer
grupo, en cambio, sería interpretado por algunos estudiosos como una evocación
del amor platónico que busca la belleza. Este grupo podría representar a la vez
a la Santísima Trinidad debido a los gestos de los apóstoles. Tomás señala al
Altísimo, Santiago el Mayor extiende sus brazos como evocando el cuerpo de
Cristo en la cruz y, finalmente, Felipe lleva las manos al pecho, como señal de
la presencia interior del Espíritu Santo.
Y finalmente,
representamos en la siguiente imagen la triada del primer grupo en los que aparecen
Bartolomé, Santiago el menor y Andrés.
La Última
Cena de Leonardo ha cautivado a muchos, y especialmente a muchos artistas y
pintores. Pero también ha levantado muchos interrogantes. ¿Qué hace que la
Última Cena un cuadro tan alabado por los más expertos? ¿Por qué está en tan
mal estado, cuando otras obras de esta misma época o incluso anteriores se
conservan a la perfección? ¿Qué hay de cierto en esas fabulaciones que sitúan
en el cuadro a María Magdalena y lo relacionan con un cristianismo
alternativo o hereje, o con los evangelios apócrifos?...Sin duda, una trama
fantástica que incluye la existencia de
una línea directa e ininterrumpida de herederos de Cristo, que se habría casado
con María Magdalena, además de una serie de sociedades secretas empeñadas
en perseguirse y luchar por mantener el secreto.
El centro de toda la trama es
precisamente La Última Cena, único apoyo para semejante identificación es la
larga melena de dicho personaje, Juan, el apóstol amado, y la suavidad y blancura de su piel. Poca cosa
para una invención que sin embargo permite crear una trama de misterio y señalar
directamente a la Iglesia con el dedo acusador de una hipótesis conspirativa, cuando,
en realidad, a la izquierda de Jesús, mirando la obra de frente, el que aparece es Juan, el más joven de
los apóstoles, y para Leonardo era común representar al tipo de "hombre
joven" de esta guisa, con rasgos exageradamente "delicados" y
refinados, casi andróginos. Se puede ver en numerosos cuadros de Da Vinci pero
también de otros autores de la época, y responde más a un tipo genérico, a un
icono fácilmente reconocido por el ojo contemporáneo, que a una oscura
conspiración secular cuyos secretos, si uno lo piensa fríamente, habría sido
mucho más fácil transmitir por otros medios, pero el interés no es, en este caso,
declarar y demostrar la realidad, si no por lo contrario, oscurecer el enigma, y
ganar dinero a su costa.
Aingeru
Daóiz Velarde.-
BIBLIOGRAFÍA
LA CENA
SECRETA. Javier Sierra.
LA REVELACIÓN
TEMPLARIA. Clive Prince y Lynn Picknett.
EL CÓDIGO DA
VINCI. Dan Brown.
EL ENIGMA
SAGRADO. Henry Lincoln, Michael Baigent
y Richard Leigh.
LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS. Pierre Crépon.
LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS. Pierre Crépon.
JESUCRISTO Y
LA IGLESIA. Trabajo realizado por un equipo de profesores de Historia y
Teología de la Universidad de Navarra, compuesto por los profesores Francisco
Varo (director), Juan Chapa, Vicente Balaguer, Gonzalo Aranda, Santiago Ausín y
Juan Luis Caballero. , responde a las preguntas más frecuentes, y además,
aporta una extensa bibliografía. Se deja constancia del documento en formato
PDF.
Magdalena corresponde en los cristianismos primitivos cercanos al platonismo,a Sofia, o Psiquis en su interminable errar y metempsicosis, la Psiquis de Apuleyo. Pero ello nada tiene que ver con Leonardo.
ResponderEliminarIl Cenacolo es un comentario a De amore de Ficino. Leonardo no comete la ridiculez de autorretratarse (ogni pittore...) La última triade es una conversación sobre el amor, la siguiente nos dice que el amor es el deseo de la belleza que se perfecciona en Dios, el siguiente trío que no debe devolverse mal por mal (Critón).
Los nudos del mantel, en mi opinión, son un ritual yazidi, religión de la madre esclava de Leonardo.
Muchas gracias por su instructivo punto de vista, muy interesante.
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