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lunes, 16 de agosto de 2021

TOROS, ANTITAURINOS Y TAUROMAQUIA

 TOROS, ANTITAURINOS Y TAUROMAQUIA


Al margen de que seamos o no aficionados a los toros, es indiscutible que la Tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural de los españoles: en el mundo entero se la ve como una seña de identidad de la cultura española. Se ha declarado legalmente que la Tauromaquia (el conjunto de actividades artísticas y productivas, incluyendo la crianza y selección del toro de lidia, que confluyen en la corrida de toros moderna) es expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español, forma parte de nuestro Patrimonio Cultural Inmaterial. La Fiesta posee todos los requisitos necesarios para ser incluida en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.



Tiene un impacto económico de 3.560.000.000 euros, y cada euro invertido, genera 2,40 euros, y se recaudan alrededor de 140. Millones de euros en IVA, y crea alrededor de 200.000 puestos de trabajo. El toro de lidia, ocupa una séptima parte de la dehesa ibérica, unas 500.000 hectáreas, ejerciendo un efecto beneficioso para la conservación del ecosistema. El valor económico además, que conserva el territorio de la ganadería de lidia, es de 1.800.000.000 euros., y el valor del coste de la producción de un toro bravo, cuesta unos 4.500 euros. Resulta evidente que una hipotética prohibición de las corridas supondría la desaparición del toro bravo como especie; la única aportación original de España a la zootecnia universal. Sin Tauromaquia, el toro no moriría en las Plazas porque, pura y simplemente, no tendría la oportunidad de nacer, se extinguiría.

Además, la cría del toro bravo permite que subsista la dehesa, como espacio natural protegido para el mantenimiento de la biodiversidad, la prevención de la desertización y la conservación de la flora y fauna autóctonas. A estos indiscutibles valores ecológicos se unen los económicos. La Tauromaquia es una actividad profesional legítima; da de comer a muchas familias; aporta mucho dinero a las arcas públicas, en concepto de IVA y por el canon de explotación de las Plazas de titularidad pública. En contra de lo que algunos pretenden, la Tauromaquia no recibe subvención directa alguna (en contraste con lo que sucede con el cine, el teatro, la música, la danza o el circo, por ejemplo).








A pesar de los ataques que recibe, la Fiesta es el segundo espectáculo de masas, en España: constituye un elemento turístico fundamental, que genera muchos millones de euros. Sería suicida desmantelar un sector económico tan importante. Y, por supuesto, resulta esencial mantener la libertad de empresa y la unidad de mercado.



A los valores ecológicos y económicos hay que unir los innegables valores culturales de la Tauromaquia, si entendemos la cultura como el conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo. Así la define el activista anti taurino José Enrique Zaldívar y su conclusión es esta: «Podemos decir que sí, que la Tauromaquia ha formado parte de la cultura de algunos pueblos del mundo y, sin duda, de la de España». La pluralidad de sus valores culturales es evidente. El toro bravo es un elemento esencial en las fiestas de muchos pueblos.

La Tauromaquia va unida a nuestra historia; no tiene ideología, es del pueblo; impregna el lenguaje cotidiano de todos los españoles, sean o no aficionados. Como cualquier arte, implica una adhesión libre; tiene un origen (español, en este caso) pero posee una proyección universal. Ha inspirado a creadores de todos los sectores artísticos, todas las épocas y tendencias estéticas. El toro bravo es un símbolo de España: “la piel de toro”, “el ruedo ibérico”. El torero es un héroe popular, encarna unos valores. La Tauromaquia supone una ética.







Según la Ley de Patrimonio Histórico, este trasciende el ámbito de competencias de una Comunidad determinada: es competencia del Estado garantizar su conservación y promoción, así como tutelar el derecho de los españoles a su conocimiento, acceso y libre ejercicio. Esto es perfectamente aplicable a la Fiesta. Las conclusiones son claras: sin la Tauromaquia, sufriríamos una triple pérdida: ecológica, económica y cultural. Hay que evitar el dirigismo, mantener un ámbito de libertad: no se debe imponer pero tampoco prohibir; sí, proteger y fomentar. En cualquier lugar de España, todos los que lo deseen tienen derecho a acceder y disfrutar de este patrimonio nuestro.



Es necesario recordar que la matanza de cerdos, corderos, o la de vacas, o la de pollos o gallinas, o la de cualquier otro animal, incluido el pescado o el marisco, puede resultar incluso más brutal, ya que el toro de lidia, tiene su oportunidad. El toro hasta el momento de la lidia es un animal que vive en completa libertad y muy bien alimentado, nada comparado con el sufrimiento que se inflige a animales de granja, como las ocas, a las que se sobrealimenta hipertrofiándoles el hígado para obtener más cantidad de paté, o los terneros a los que se mantiene a la fuerza, permanentemente de pie, hasta el momento del sacrificio.

Los anti taurinos tienden a utilizar términos incorrectos y a confundirse con éstos. Las corridas de toros no son crueles en sentido estricto. La primera acepción de la palabra cruel en el Diccionario de la Real Academia Española es un adjetivo para definir a aquel que se deleita en hacer sufrir o se complace en los padecimientos ajenos. No conozco un solo taurino que acuda a la plaza a deleitarse o a complacerse del sufrimiento del toro. Nuevamente seamos serios y hagamos un esfuerzo intelectual: si lo anterior fuera cierto, los rastros y mataderos de reses y cerdos serían más grandes que la Plaza México, ahí sí que son asesinados brutalmente después de llevar una vida absolutamente miserable. ¿Qué necesidad tendríamos de ver el rito taurino con todas sus formas y reglas, y esperar más de dos horas para que mueran solamente 6 toros, si lo que realmente importa es ver cómo sufren? ¿Para qué matar al toro con un estoque (espada), cuando se podría colgar al animal, y desollarlo vivo, como sucede en los rastros, o en los mataderos?, invito a que busquen, y advierto que las imágenes puedes ser espeluznantes, pero resulta que todos esos que tanto protestan, comen carne, y o pescado. Los toros es un espectáculo crudo, eso es innegable, pero jamás cruel.







Sobre la suerte de varas, es sobre lo que más se ha criticado. La suerte de varas se sigue haciendo mal en casi todas las corridas de casi todas las plazas de España. Es un gran fracaso de la tauromaquia actual. Y más, cuando la suerte de varas es la responsable máxima de que naciera y de que se mantenga el ganado bravo en España, pues es con la puya con la que se ha podido seleccionar la bravura del ganado en los tentaderos y medir la bravura de los toros en el ruedo. Lo que sí parece estar cada vez más claro es que el toro bravo necesita sentir el efecto de la puya para que aflore el sentimiento de bravura que lleva impreso en su código genético, bravura que le ayuda a superar con éxito el posible dolor y el estrés de la lidia y del ejercicio. Estamos convencidos de que la suerte de varas bien realizada ayuda a mejorar el comportamiento del animal durante la lidia.



La acción de la puya, y en menor medida de las banderillas, hace que el animal segregue endorfinas, que son opiáceos internos que bloquean los receptores del dolor y amortiguan dicha sensación. También produce la secreción de cortisol, hormona esteroidea que le ayuda a superar el estrés de la lidia y del ejercicio, y de la dopamina, que es un neurotrasmisor que incrementa la frecuencia cardíaca y la actividad motora, con lo que se mejora la funcionalidad para la lidia. En estos fundamentos científicos empiezan a estar de acuerdo ganaderos, toreros y estudiosos, ahora solo es necesario trasladarlos al público para convencerle de la necesidad de la suerte de varas para el correcto desarrollo del espectáculo, pero hay que hacerlo bien, y para ello, es necesario crear escuela.



Herir y atacar durante unos pocos minutos a unas pocas bestias que han vivido previamente de manera tranquila y libre durante cuatro años) es incomparable con las condiciones de “vida”, si es que podemos llamar a eso vida, de la mayoría de animales que se crían para el consumo humano, y que apenas suscitan alguna puntual reprobación y nunca potentes movimientos de indignación o de rechazo. Y no hablaremos de todos los sufrimientos, aflicciones, penas, frustraciones, calamidades, carencias, privaciones, miserias, desgracias de todo género que afectan a los hombres del mundo que son moralmente de un peso infinitamente superior al del malestar animal y que provocan impotentes protestas rápidamente olvidadas.

Las corridas de toros no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal de hecho no más que la pesca con caña, la caza deportiva, el consumo de langosta, el sacrificio del cordero en la fiesta grande musulmana o en cualquier otro rito religioso. Estas prácticas no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal, aunque puedan tener ese efecto. Si se prohibieran todas las actividades humanas que pudieran tener como efecto el sufrimiento de un animal, habría que prohibir un importante número de ritos religiosos, políticamente correctos por venir de una religión concreta, de actividades de ocio, de prácticas deportivas y hasta gastronómicas, incluyendo el consumo normal de carne o pescado, que además implica estrés, dolor o incomodidad para las especies afectadas.








Un ejemplo de lo que se busca lo tenemos en el partido político Podemos, la propuesta de su formación de retirar todas las ayudas a la tauromaquia y cerrar el Centro de Asuntos Taurinos de Madrid, plantea destinar mayores recursos a los Centros de Protección Animal. Podemos dice en su manifiesto que si bien comprende que la tauromaquia es una "manifestación cultural ancestral" también lo es "el patriarcado y el machismo", por lo que ha abogado por avanzar hacia el fin las corridas apostando por no subvencionarlas. "Hemos demostrado ser eficaces terminando con las corridas de toros sin prohibirlas"...sin embargo, es gracioso que sobre el Eid al Adha o Aid al-Adha, la fiesta del cordero, diga que "Son sus costumbres y hay que respetarlas". Y punto. Al igual que quieren prohibir la fiesta de moros y cristianos. El dogma de fe habitual de la progresía nacional para intentar justificar lo injustificable. Los de fuera, siempre primero. Congénita endofobia de la izquierda en España, es decir, se entiende como la aversión o desprecio a los aspectos de la identidad cultural y/o características fenotípicas del propio grupo étnico, como también a los individuos de la misma nación, ya sea solo por tener la nacionalidad o los aspectos socioculturales de la idiosincrasia del país, y además, se arrastra a todos aquellos que tienen falta de conocimiento, no de sensibilidad, que es diferente, lo que ocurre, es que la sensibilidad, pasa lo mismo que con la esposa del César, que además de tenerla, hay que demostrarla, pero para todo, no sólo para una parte.






Me gustaría reivindicar aquí, parte del pregón del escritor catalán Idelfonso Falcones en el curso del pregón taurino, organizado por la Real Maestranza de Caballería, que marcaba el inicio de la temporada en la plaza hispalense.

Los movimientos animalistas ganan terreno; la liberación animal y el fin de su sufrimiento están considerados como una de las causas que ocupará un lugar central en las reivindicaciones sociales del siglo XXI. Ese enemigo se muestra ante la sociedad como heredero de la causa antiesclavista, protector de la igualdad de la mujer y de los niños, y acérrimo adversario del machismo, que nace del maltrato al toro. Los animalistas no solo encarnan el bien común,, sino que se imputan la representación de la mayoría social y, sentada esta premisa, promueven el rencor contra un colectivo que encuentra arte y sentimiento en las corridas de toros.

Aludiendo al artículo 13 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, que establece la necesidad de tener plenamente en cuenta las exigencias en materia de bienestar de los animales como “seres sensibles”. Pero en 1992, siempre según el texto del pregón de Ildefonso Falcones, las organizaciones animalistas dan un paso más y atribuyen a los animales libertades básicas, lo que les convierte en “seres sintientes”.

El Parlament de Cataluña añade en la declaración de la ley que prohibió los festejos taurinos en 2010 lo siguiente: “El toro es un animal mamífero con un sistema nervioso muy próximo al de la especie humana, lo que significa que los humanos compartimos muchos aspectos de su sistema neurológico y emotivo”.

Y el comentario del pregonero no tiene desperdicio: “Es una pena que mientras el Parlamento catalán acercaba tanto a toros y humanos se eligiese de forma popular al burro como animal representativo de Cataluña, evidentemente como parte de esa campaña institucional anti taurina y rechazo al símbolo nacional del toro. A saber qué aspectos compartimos los catalanes con el burro, un animal tonto y sumiso por definición…”

Son los propios animalistas, afirma Falcones, los que en un alarde de fantasía y quimera en la que acostumbra a caer todo movimiento populista y revolucionario, nos ofrecen los argumentos suficientes para defender, entiendo que con visos de éxito, los ataques a las corridas de toros. Asumamos que los toros bravos, añade Idelfonso Falcones, son seres sensibles y sintientes, y como tales no solo tienen miedo, frío, placer, estrés, sino que también tienen orgullo, dignidad, valor, espíritu de lucha, arrogancia…Llegado a este punto, el pregonero se pregunta: ¿Cuál es la preferencia de un toro bravo: morir en un matadero como un manso o hacerlo peleando en la plaza… de la que algunos, los mejores, salen vivos?.

Según Falcones, existen miles de recursos gráficos a través de los cuales podemos definir con exactitud cuáles son esos intereses y cuáles los verdaderos sentimientos del toro bravo; documentos que acreditan la bravura de estos animales, en contra del criterio de los animalistas que sostienen que el toro embiste en la plaza porque se le encierra y se le impide la huida.

Llamemos a los animalitas, pregona el escritor catalán, a esos etólogos que hablan de una simple reacción defensiva, sentémoslos en un cine y proyectemos centenares de corridas en las que el toro, habiendo sido picado una vez, habiendo luchado contra el caballo, embiste de nuevo, igual que hace cuando le citan con las banderillas y luego con la muleta”. A su juicio, el toro bravo sigue mostrando su raza después de ser estoqueado, y algunos ejemplares se niegan a doblar en la arena y deciden morir con grandeza; rechazan el amparo de las tablas, olvidan las querencias y, heridos de muerte, caminan hacia los medios. Y allí, doblan y mueren arrogantes a la vista de todos, reivindicando su casta. Ese será el legado de un toro bravo que decide morir con dignidad, como ningún otro animal en el orbe lo hace.

Si hablamos, pues, de derechos de los animales, concluye el pregonero, es difícil negar el del toro bravo reclamando su protagonismo en la fiesta al mismo nivel que el hombre; y ahí es donde, tal y como pretenden los animalistas, podemos igualar a animales y personas, esos dos protagonistas que salen a jugarse la vida en una plaza de toros.

¿Acaso no es un comportamiento propio de la especie del toro bravo la de embestir, pelear y morir con soberbia y valentía?; se pregunta Falcones.



Y la muerte de los animales, a su juicio, es algo que los grupos animalistas no tienen muy bien estudiado, de modo que este movimiento no solo nos quiere quitar la fiesta, sino que también nos quieren negar un buen chuletón, un solomillo o el pescaito frito. Y lucharán por ello, no les quepa duda, y eso es lo que nos espera. Y a aquel que se siente delante de una buena carne o un buen pescado lo tratarán de machista porque ha ejercido o, cuando menos, se aprovecha de la violencia sobre los animales, y eso conlleva violencia sobre las mujeres, los niños y los débiles, tanto más machista y fascista cuanto mayor sea la pieza que le sirven en el plato...De esto último, tenemos un ejemplo cuando un tal Alberto Garzón, Ministro del Gobierno de Sánchez, aconsejaba de momento, comer menos carne, esto no lo dijo el escritor catalán, lo dice el que suscribe.






El toro bravo, terminó Idelfonso Falcones, está destinado a luchar o a ser sacrificado; nadie va a alimentarlo sin la contrapartida de un rendimiento. Nadie, ni los ganaderos, ni el Estado, ni los animalistas, ni los abolicionistas…

Y el teatro Lope de Vega de Sevilla, de bote en bote, se puso en pie y dedicó al pregonero una larga y sentida ovación porque sus emocionadas palabras habían servido de bálsamo para tantas conciencias afligidas por corrientes anti taurinas que pretenden acabar con el toro, su arrogancia, y esa forma de entender la belleza que es el toreo…

Ya para terminar este largo alegato, en conclusión, a todo lo que se ha especificado, conviene recordar algunas cuestiones, y es que la tauromaquia es parte de la cultura Española y tiene una tradición milenaria. Es uno de los pocos restos de antiguas culturas orientales. Excomulgarla sería menospreciar este componente tan especial de la cultura Española. Antes de la corrida, al toro bravo se le trata mucho mejor que a los toros de matanza de la bioindustria. La corrida de toros es una muestra del aprecio y respeto de la fuerza del animal. Se podrían tener en cuenta también la promoción en los derechos de los animales otras circunstancias como argumentos de experimentos con animales, los propios animales de un circo, además, y esto es lo más gracioso, seguro que todos o casi todos esos que abominan de las corridas de toros y hablan del maltrato animal, además de comer chicha, mantienen animales domésticos a los que se les priva de libertad, dígase perros con correas y bozales, gatos encarcelados en casa, aves enjauladas, etc. etc, y que conste que lo digo como un guiño, a quienes les gustan los animales, y también los toros. También están otros temas como la caza por placer, la caza de focas, la caza deportiva, o la industria peletera. Cualquier argumento en contra no es más que pura y simple demagogia barata, es decir, una estrategia utilizada para conseguir el poder político que consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica, la desinformación, la agnotología o lo que es lo mismo, la ignorancia o el no conocimiento, y la propaganda política, dentro de una vorágine animalista que nos envuelve con el objetivo claro y, por encima de todo, declarado, de destruirnos como taurinos.



Prohibir los derechos de ejercicio profesional, diversión y esparcimiento de profesionales del toreo, aficionados y simpatizantes, es un atentado en contra de los derechos de una minoría que revela a todas luces los mejores atributos de nuestra identidad nacional que son: el bienestar, la pasión, el valor, el arte y la lucha por triunfar en la vida. Todo puede ser respetable, pero sin imposición.  Es mi opinión.















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