LA TUMBA DE JULIO VERNE...UN MISTERIO SIN RESOLVER.
Nacido en Nantes un 8 de febrero de 1828, padre de las aventuras de viajes, a lo largo de una vida de aventuras y libros que nos hicieron soñar, muchos de ellos escritos en recuerdo de ciudades, lugares y mares que visitaría a bordo de cualquiera de sus tres barcos, y que luego relataría por añoranza en aquella bahía de Vigo, en sus veinte mil leguas de viaje submarino con el Nautilius del Capitán Nemo, un submarino que todavía la ciencia no había inventado. Este sería el mayor de los recorridos por la imaginación, y las letras, que harían soñar a tantos y tantos lectores.
Desde su sepulcro, llama a la inmortalidad cuando aquel 24 de marzo de 1905 su cuerpo dejó de existir, dando paso al mito paternal de la ciencia ficción, al visionario por esencia, al creador de sueños, o de desvelos en las noches de lectura voraz de esos relatos que daban luz en la oscuridad de los tiempos, a corazones intrépidos en busca de un sueño, de una aventura en la que el protagonista siempre es el mismo, aquel que lee, y al final, cierra los ojos para aspirar el aroma del papel, en un vano intento por inhalar la historia, y quedarse con ella, para toda la eternidad.
Julio Verne nos ha regalado a vivir mil y una aventuras y sensaciones, historias y sueños, ilusiones y lances vividos con pasión en aquellas narraciones como por ejemplo De la Tierra a la Luna con Miguel Ardan, en un intrépido proyecto que aviva los corazones de aquellos miembros del Gun Club y del mundo. Viaje al centro de la tierra, acompañando al profesor Lindenbrock, a su sobrino Axel y a un guía llamado Hans. La vuelta al Mundo en ochenta días, tras una intrépida apuesta, al lado de Phileas Fogg, su criado Jean Passepartout, a quien me deja llamarlo Picaporte, la bella princesa india Aouda y un insoportable Inspector Fix que nos pisa los talones. Cinco Semanas en globo, surcando los cielos y empapados de aventuras con el doctor Samuel Fergusson, sabio y explorador inglés, acompañado por su criado Joe y por su amigo Dick Kennedy, decididos atravesar el continente africano, que hasta ese momento solo es conocido de modo fragmentario. En La Isla Misteriosa,una trepidante aventura al lado de al ingeniero Cyrus Smith, el marinero Pencroff que lleva a su cargo a Harbert, el hijo de su capitán, del periodista Gedeón Spillet, del esclavo negro Nab, del presidiario Ayrton evadido y confinado en un islote, del fiel amigo Top, el perro de Cyrius, del orangután Júpiter, y del Capitán del submarino Nautilius, después de sus veinte mil leguas de viaje submarino, donde nos devela su misterio.
Emprender un viaje de aventuras con Los hijos del Capitán Grant, en busca de su padre naufragado con las indicaciones de un mensaje suyo hallado en el mar, dentro de una botella, o acompañar a Miguel Strogoff, Oficial del correo del zar, que se ve obligado a atravesar Siberia y correr diversas peripecias, para advertir al hermano del zar de los planes del traidor Ogareff, a la vez que debe evitar ser reconocido por su madre y ha de esconder sus sentimientos hacia una joven a la que conoce durante el trayecto, Nadia Fedor, y donde surge un amor, y un secreto que no puede ser revelado. Viajar hasta los confines de los mares, hasta una isla deshabitada donde se confunden los océanos Atlántico y Pacífico, donde se esconde una banda de piratas dirigidos por el terrible Kongre, y vivir la aventura con el valeroso Vázquez para tratar entonces de sobrevivir en ese lejano paraje, y al mismo tiempo buscar la manera de terminar con las fechorías de los malhechores en El Faro del Fin del Mundo. Naufragar en una isla desierta con el joven Godfrey y su amigo Tartelett, en una trepidante aventura en la Escuela de Robinsones, o vivir Las Tribulaciones de un chino en China junto a Kin-fo, intentando escapar del destino, y esconderse de las intenciones de su buen amigo Wuan, viajando por toda China a la espera de que un contrato expire, y así, hasta decenas de títulos de novelas y cuentos, aventuras y misterios en un eterno devenir de prodigios y sensaciones, cuyo denominador común es precisamente ese, la pasión por la aventura y las historias de viajes.
El cementerio de La Madeleine de Amiens, está cubierto por un manto verde, del que la humedad, crea un de mullido musgo, y donde se respira un ambiente de paz inmensa. El entorno desprende ese aroma totalmente romántico y decimonónico, con un aire decadente, bohemio y bucólico digno de la mejor escena de enamorados caídos en la desgracia, y en un cierto lugar del mismo, se puede contemplar como a la sobrecogedora figura de Julio Verne sale de su tumba, liberándose de su mortaja y rompiendo la lápida. La escultura de Albert Roze utiliza la máscara mortuoria que se le había tomado al escritor para crear un monumento acorde al genio inmortal de Verne, el cual, extiende un brazo hacia lo alto y mira hacia la luz, representando así la inmortalidad del autor junto con el tema de la resurrección. El título de la obra es Hacia la inmortalidad y la eterna juventud...Luego hablaremos de esto.
La muerte en el Romanticismo es una de las aspiraciones más gloriosas que pueden existir, además de un pilar fundamental en su pensamiento, que en cierta manera es un estado que hace terminar no ya solo con el sufrimiento derivado de todos los sentimientos que le atormentan en vida, que le dará paz, y que lo convertirá en un ser espiritual, si no que significa un punto y seguido que abre las puertas de la inmortal eternidad.
Es curioso que tanto la lápida como la tumba del gran escritor se encuentre rodeada de tanto misterio después de tantos años. Todo esto, más los secretos que envolvieron la vida de Verne, como por ejemplo su pertenencia a sociedades esotéricas como “la sociedad de la niebla” y aquella información privilegiada que plasmó en sus historias, le dan un tinte enigmático a la tumba y a su aparente muerte.
La mayoría de los personajes de las novelas de Verne siempre fueron jóvenes rebosantes de vida. No es un secreto que el propio escritor anhelara y plasmara su deseo de juventud en sus historias, pero si nos detenemos un poco a analizar su obra desde otra perspectiva, observaremos que Verne no escribe sólo aventuras para este público adolescente, sino que maliciosamente ha querido trasmitir “secretos” que, unas veces están relacionados con su dramática vida, y en otras revela conocimientos ocultados por sociedades iniciáticas de su época.
También hay que tener en cuenta las sospechas sobre su muerte, pues estas mencionan que Verne planeó todo su funeral sabiendo que no lo utilizaría, ya que se creía que de alguna forma había logrado obtener la fuente de la vida eterna. Es curioso que en sus últimos momentos Verne pidiera que se le realizaran una serie de fotografías en su lecho de muerte para dejar constancia de su mortalidad.
Sin ninguna duda, Julio Verne fue un profeta que se adelantó a su tiempo con descubrimientos como el ascensor, las armas de destrucción masiva, el helicóptero, las naves espaciales, la red de comunicación terrestre (internet), los motores de explosión y eléctricos, los trasatlánticos y las plataformas marinas (portaviones), así como la navegación subpolar a bordo de un submarino...Voy a poner un claro ejemplo. Cuando Julio Verne escribió “De la Tierra a la Luna”, lo hizo 104 años antes de que el hombre pisara la Luna (1.969). Verne describió en la novela como esa “bala” estaba tripulada por tres personas. La misión Apollo 11 estaba tripulada por Armstrong, Collins y Aldrin, es decir, tres astronautas. Verne describe el viaje de la nave como un viaje fantástico de 3 días de ida a la Luna y 3 días de llegada. Es decir, de nuevo Verne hizo no sabemos cómo, los cálculos perfectos en velocidad y distancia. Pero lo más asombroso, y es que Verne cuenta en “De la Tierra a la Luna”, que esa “bala” cae, ameriza, en un punto concreto del Océano Pacífico, que dista del punto original donde cayó el módulo del Apolo 11 en el Pacífico a tan solo cuatro kilómetros. Cabe destacar que el Océano Pacífico tiene 162 millones de kilómetros cuadrados. Es decir, el margen de error es de 4 kilómetros.
Me permito añadir dos preguntas que levantan sendas sospechas, ¿Qué fatalidad le persiguió a raíz del rechazo de su prima Caroline Tronçon que convirtió su juventud en un infierno, agravada a raíz del casamiento de esta con un “presumido de Nantes”, como él mismo escribiría?. La respuesta a la primera pregunta es que no sabemos si es verdad, o se trata de una apuesta biográfica para darle un cierto color romántico a su historia, puesto que también su vida está plagada de fábulas inventadas, como por ejemplo, se cuenta que Edmundo D’Amicis, el autor de Corazón, viajó en 1895 hasta Amiens no para conocer a Verne, sino para confirmar si existía. En Italia se había divulgado el rumor de que Julio Verne no existía sino que este nombre respondía a una extraña factoría literaria que lanzaba al mercado unos cuantos libros al año. ¿Qué hay de verdadero en esta hermosa anécdota? ¿Qué hay de real en Verne?...a lo mejor cabría ponerse frente a su tumba, y analizar.
La segunda pregunta es ¿Qué extraña novela escribía cuando en 1886, con 58 años e instalado en Nantes, Gaston, su sobrino, hijo de su hermano Paul, le dispara dos tiros de revólver que lo deja cojo para el resto de su vida?...Tal vez se trataba de la novela titulada París en el siglo XX, donde un joven vive en una ciudad con rascacielos de cristal, trenes de alta velocidad, automóviles propulsados con gas, calculadoras, red mundial de comunicaciones, pero que le resulta imposible lograr la felicidad y acaba trágicamente. Esta novela pesimista habría deprimido al sobrino, enloqueciéndolo y acabando internado en un manicomio. Su editor la juzgó como peligrosa y decidió esperar veinte años para publicarla, guardándola en una caja fuerte, y viendo finalmente la luz en 1994. En esa obra, Verne se imaginaba que París estaría iluminado con luz eléctrica, que los ciudadanos de París, los parisinos, se desplazarían por la ciudad en un tren que circularía por debajo de la tierra, es decir, por el subsuelo, que es lo que hoy en día es el metro y sobre todo había algo que era como muy “diabólico” para aquel entonces y era lo que Julio Verne denominó “pantelégrafo”, que consistía en que una persona introduciría un documento de papel y otra persona en cualquier otro lado del mundo, lo recibiría o recibiría una copia similar a la original introducida desde el otro punto. Nos estamos refiriendo al “fax”. Entonces muchos se preguntarán ¿cómo podía este hombre visionar estas cosas?.
Como cualquier autor, en Verne no todo fueron triunfos, glorias y parabienes. El manuscrito de su primera novela, Cinco semanas en globo, recorrió los despachos de quince editoriales "quince necios”, como escribiría más tarde, antes de convertirse en éxito.
La tumba es obra del escultor Albert Roze, íntimo amigo de Verne, que podría contener la clave de sus conocimientos, sus sueños y su obra. Siguiendo instrucciones de Verne, capaz de plantear en sus escritos más de cuarenta mil criptogramas, sobre el sepulcro, erigido en 1907, mandó esculpir una serie de objetos, como una rama de palmera, símbolo de la inmortalidad o del “ave phoenix” que resurge de sus cenizas; una palmera, Arbol de la vida, o “etz hajaim” de los cabalistas (etz, árbol; jaim, vida eterna).
Sobre la palmera, una estrella de seis puntas, la superposición de dos triángulos equiláteros antagónicos, el que simboliza a la tierra (vértice apuntando al suelo) y al aire (vértice apuntando al cielo).
También hay una cruz inscrita en un círculo, que simboliza las cuatro direcciones del templo, o la realización de la obra alquímica; y una rama de olivo, símbolo de “la paz del justo”. La losa tiene forma de pentágono pitagórico. De él irrumpe, como brotando del suelo, un Julio Verne con la mano derecha alzada y orientada hacia el oeste, donde se destaca la posición de los dedos (1-3-1).
Según los biógrafos, Verne elaboró un epitafio que debía presidir el muro del mausoleo: Vers l’immortalité et l’eternelle jeunesse (hacia la inmortalidad y la eterna juventud), pero no existe tal epitafio.
En su lugar, Roze lo cambió por un acróstico incluido en el nombre Jules Verne, en donde destaca las letras J, L, V, R y E; es decir la la primera, tercera, sexta, octava y última E resaltan sobre el conjunto con un dorado especial.
Para J.J. Benítez, en su libro Yo, Julio Verne, sugiere que el acróstico podría significar, con las pertinentes correcciones en el orden: "Albert decide été, jour magique note, sepulture vers west (ouest)". Que se traduciría como “Verano, nace sepultura hacia Oeste”; es decir que, supuestamente, el sol del solsticio de verano, 21 de junio, por el camino del oeste, en el ocaso, "ennegrece" u "oscurece" el sepulcro.
La sombra de la mano abierta de Verne oscurece las fechas 1828 y 1905, de nacimiento y fallecimiento. Tras muchas reducciones numéricas y conjeturas, los números señalarían a la novela El testamento de un excéntrico, como el lugar donde Verne escondió las claves de su enigmático conocimiento.
De todo lo anterior, muchos estudiosos apuntan a que Julio Verne pudo tener acceso a otras fuentes del conocimiento, mucho más depuradas y secretas, sugiriendo una lectura iniciática de la obra de Verne.
El Viaje al centro de la Tierra, El castillo de los Cárpatos, etc., pudieran contener una simbología alquímica, ocultas doctrinas de masones y rosacruces; o revelarnos su pertenencia a hermandades tan secretas y esotéricas como los “Iluminados de Baviera”, la “Sociedad angélica” o la peligrosísima “Golden Dawn” (“Hermanos del alba dorada”) que, según Samuel Lidelí Mathers, estaba organizada en torno a once grados iniciáticos, bajo la protección y dirección de los llamados “Superiores desconocidos”.
¿Quiénes eran esos “Superiores desconocidos”? ¿Tal vez, conciencias cósmicas, seres astrales o demonios? En Julio Verne nada debería sorprendernos y, quizás ahora, la lectura de sus apasionantes relatos nos revele lo que ha permanecido oculto durante más de un siglo...Pero hay algo más.
Resulta que hay equipo de arqueólogos que encontró hace unos tres años en los pirineos franceses una caja metálica de finales del siglo XIX,y se ha mostrado finalmente la caja que fue hallada gracias a los pasajes y obras de Julio Verne, y sobre todo del análisis en la tumba del famoso escritor.
Durante la apertura y extracción de su contenido, han participado arqueólogos e historiadores que formaron parte del grupo original y al que se han unido expertos del The Explorers Club NYC, que cuentan con experiencias similares en el manejo de objetos históricos.
Existe un vídeo en el que se puede ver que para evitar tener que romper el candado, los expertos intentaron abrirlo y acceder por un lateral con una cámara miniaturizada "snake camera", pero ante la complejidad de la operación optaron por forzar el cerrojo.
También se puede distinguir entre los objetos metálicos, aunque en un avanzado estado de oxidación: un catalejo, un cartabón, una moneda medieval, un anillo sencillo, un colgante y una llave. Entre otras de las piezas extraídas, encontraron un libro correspondiente a un tratado de minería y con varias referencias alquímicas, un libreto de cuero con documentación, un mapa de Europa con marcas sobre la región del Peloponeso, y un documento sobre las fases de la luna y diversas referencias numéricas.
Resulta llamativo encontrar una copia de un periódico neoyorquino del 1890, con una noticia que hace referencia a Nellie Bly, la periodista que consiguió batir el récord en dar la vuelta al mundo en tan sólo ocho días, inspirada en la novela de Julio Verne.
Lo más llamativo de los documentos, es la cantidad de anagramas, líneas y manuscritos realizados en simbologías y esquemas inicialmente irreconocibles, y que podrían tratarse de criptogramas o códigos de alguna sociedad secreta de la época. Aunque todavía se desconoce si los documentos y objetos encontrados pertenecen a Julio Verne, todo indica que al menos podría pertenecer al escultor de la tumba del autor o a su entorno cercano, suficiente para los amantes del misterio, y para hacernos soñar y viajar una vez más.
Sea como fuere, basta con mirar su tumba en Amiens para conmovernos con aquella escena de un ser que expresa su anhelo de vitalidad al emerger de su tumba hecha pedazos, mientras se eleva a los cielos envuelto de esa juventud eterna que tanto idolatraba el autor de esos mundos fantásticos que nos dejó como legado.
Aingeru Daóiz Velarde.-
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