viernes, 17 de enero de 2020

MADELEINE

MADELEINE



Cuando Picasso llegó a París, a Montmartre , se instaló en 1904 en el Bateau Lavoire, que al principio una fábrica de pianos y después una cerrajería, o algo parecido, pero con el tiempo el dueño decidió convertirlo en una especie de estudios-apartamentos, con una mala construcción, humedad, carencia de luz y de gas, y en invierno se helaban las tuberías y el olor a moho impregnaba aquel laberinto de pasillos oscuros y escaleras desgastadas...

El poeta Max Jacob amigo de Picasso, había bautizado como Bateau-Lavoir aquella casa de los altos de Montmartre, porque realmente se parecía a una de las barcazas del Sena en que trabajan las lavanderas. Era un ruidoso y desvencijado edificio construido con maderas, cinc y sucios vidrios, del que sobresalían las chimeneas de las estufas. El caserón apenas tenía luz y solo disponía de una fuente para todos los inquilinos. En verano un verdadero horno; en invierno, una nevera, pero de alquileres baratos que se ocuparon enseguida. 




Allí pasaría el pintor malagueño sus primeros cinco años parisienses, en un ambiente bohemio…Montmartre, la hija pecadora del París de la Belle Époque, un mundo casi rural y mundano, donde rivalizaban las chicas del Can-can del Mouline Rouge, al pie de la colina, donde Germaine Aymos se hiciera famosa quitándose la ropa en la búsqueda infructuosa de una pulga…

Montmartre, donde los artistas de la pintura y la poesía moderna se entregan en los brazos del alcohol y del opio, convirtiendo la noche en día, y el día, del mediodía a la noche de nuevo, en unas calles donde se pintan retratos de forasteros ladrones, mendigos artistas, pícaros callejeros, prostitutas modelos, modestas lavanderas, vendedores callejeros, costureras, buscavidas y Madeleine…con la vida entre bastidores de Le Chat Noir en el Boulevard Rochechouart, donde el vino malo tenía la fama de ser bien servido y mejor bebido por los poetas y pintores que llegaban escoltados por el guardia suizo vestido de oro de la puerta, cuya tranquera era infranqueable a los sacerdotes y militares de una Francia de la Tercera República, recién estrenada tras el fracaso del Napoleón III contra los prusianos en la batalla de Sedán…




Le Chat Noir, que sirviera de inspiración a Els Cuatre Gats de Barcelona, Le Chat Noir y Madeleine, donde un trago de vino malo hacía las veces de cena…Le Chat Noir, las calles oscuras del Montmartre, el ruido de vasos y barros de taberna, el canto de risas embriagadas de poetas y pintores, pícaros de taberna y busconas hambrientas vestidas de modelos y musas y Madeleine…Madeleine, cuya belleza frágil, delgada, casi enfermiza, dejaba embriagado a Picasso, y la pintaba después de darle a cambio lo que bastase para mal comer en la Comida Frugal y triste de un dormitorio de catre, o inmortalizando sus dotes en el periodo azul de La Planchadora…




Madeleine, la mujer de mirada triste, quedaba embarazada, para abortar después, y marcharse en el mismo sigilo con el que había llegado, y con el que había vivido dentro de los cuadros del pintor, o formado parte de aquel teatro de sombras de su vida, donde una lámpara en la noche, y una figura de mujer, dan vida juglar y comediante al anhelo de un sueño de verano, o al amparo de una fría lluvia de invierno, bajo el arrebato lascivo de una primavera eternamente carnal, o en el otoño del silencio de la soledad, y el olvido…

Símbolo del “Periodo Azul” de Picasso, reflejo dramático de la tristeza, el dolor, la desolación y la pobreza, teñido en su pintura Madeleine es la esencia no la manera gozosa de la imagen de la mujer, en toda su desnudez, como solía escenificar Picasso, si no el propio simbolismo de la miseria sistemática de la que emana una profunda tristeza, en un prototipo de mujer joven, delgada, enfermiza, y con una belleza extremadamente frágil, cuando la propia fragilidad de la belleza se rompe al mismo tiempo que se parte en mil pedazos el amor. En la imagen, Madeleine, posando para la obra “Joven en camisa”.



Fue durante aquel verano de 1904 en el que apareció Madeleine, la cual aparece en varios dibujos y pinturas como "La mujer del acróbata" (Instituto de Arte de Chicago).



Fue Madeleine quien inspiró el tema de "La familia de Arlequín" (1905). Este es el punto de partida por una vida sentimental que marcaría su obra y dejaría bastantes cadáveres por el camino…poco antes, ya había tenido sus remedios nocturnos con Margot, una prostituta a la que significaría en una sublime imagen que lo dice todo en “La mujer del Cuervo”.




Pero Madeleine era otra cosa, Madeleine significaba la frialdad comparable al contrapunto de la austeridad cromática en su pintura, y en su sentimiento, con un embarazo perdido, y una mirada vacía en la fijación por la propia conformidad de su suerte…imágenes de madres y bebés de esa época crecían en su imaginación, como una reflexión de su propia existencia, y su recuerdo lo inmortalizó en esos puntos de la miseria de la vida en una imagen de “La Comida frugal”.




Madeleine era el rostro de la compasión abandonada que clamaba a la misericordia en el olvido, a un aire fugaz de frescura que se apagaba antes de llegar, como si no hubiera estado nunca, como si de un efímero sueño se tratara, Picasso comenzaba así su andadura por el campo del amor lleno de flores, con la única idea en su mente de marchitarlas a todas.



Madeleine siguió ocupando el imaginario del artista aún tras haber conocido a Fernande Olivier en 1904. Podríamos decir que ella fue la síntesis femenina del periodo azul, mientras Fernande representaba para Picasso otra cosa, ella era igualmente bella, pero robusta y llena de vida…sin duda, esa doble relación en sus inicios, el abandono de Madeleine a favor de Fernande escenifica en la vida de Picasso el paso sin ruptura del periodo azul como metáfora de la antigua amante a la paleta rosa, pero eso vendrá después…

La mirada triste de Madeleine, escenifica la suerte de otras muchas que vinieron detrás, pero ella tuvo la fortuna de salir de su vida, sin ser convertida en un adefesio enmarcado en una pared, al menos, su tristeza pudo pasar al recuerdo de una tonalidad esencia del romanticismo, para ir pasando a convertirse casi en una materia, luego en una luz, y finalmente en una sensación de tristeza.




Aingeru Daóiz Velarde.- 








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