SALVADOR DALÍ, Y EL MISTERIO DEL ÁNGELUS DE MILLET
El Ángelus (1857-1859), óleo sobre lienzo, está considerada
la obra maestra de Millet, más concretamente, Jean-François Millet, donde nos
muestra una escena campestre protagonizada por dos campesinos, como en la
mayoría de sus obras, orando y dando gracias a Dios por la cosecha obtenida con
el sudor y el esfuerzo de muchos días. La pareja campesina realiza un alto en
su labor para rezar al atardecer, probablemente después de escuchar el toque de
campanas de la iglesia representada al fondo.
Las figuras inmóviles contrastan con el gran espacio vacío
en el que se localizan. El hombre y la mujer agachan piadosamente las cabezas,
agarrando él su sombrero y llevando ella sus manos al pecho. A sus pies
contemplamos la cesta con los frutos y el apero de labor.
En un primer momento, Millet había pintado dentro de la
cesta que está en el suelo a una criatura de pocos meses de nacida, pero que
había fallecido, y a los dos personajes de pie como los compungidos padres que
la miraban sin consuelo. Esta situación conmocionó mucho a los que la vieron
por primera vez, y recibió críticas de censura, por lo que este pintor se
decidió a retocarla quedando como la vemos hoy. Esto se mantuvo en secreto.
El autor buscará retratar a la gente humilde y campesina en
un gesto de admiración por la gente pobre del mundo rural, seduciendo a los
republicanos y exasperando a la burguesía por tratar esto como tema central en
su obra.
La escena dos campesinos han interrumpido su trabajo en el
campo para rezar el Ángelus (de ahí su nombre), la oración que recuerda el
saludo del ángel a la Virgen María en la Anunciación. En medio de un llano
desértico, los dos campesinos se recogen en su plegaria. Sus caras quedan en
sombra, mientras que la luz destaca los gestos y las actitudes, consiguiendo
expresar un profundo sentimiento de recogimiento.
Aquí, es cuando entra en escena Salvador Dalí. La vida de Dalí
da para muchas grandes historias y hoy traemos aquí una realmente sorprendente
que afectó a su vida y a sus creencias. Desde su infancia, el pintor español
estuvo misteriosamente interesado en el cuadro Ángelus del francés Jean-François
Millet.
Sentía una inexplicable atracción hacia él y durante su
carrera le dedicó toda clase de reinterpretaciones, un ensayo titulado El mito
trágico del Ángelus de Millet e incluso en su libro Confesiones inconfesables.
Dalí afirmaba que el Ángelus se había convertido para él en la “obra pictórica
más íntimamente turbadora, la más densa” ...Pero, ¿qué hay detrás de la
obsesión de Dalí por este cuadro?
Se trata de una obra pictórica muy sencilla, un hombre y una
mujer rezan, con la mirada agachada, el Ángelus, una oración que conmemora la
anunciación hecha a María por el ángel Gabriel. Han dejado de lado su labor de
plantar patatas y todas las herramientas utilizadas para esta tarea (el tenedor
de patatas, la cesta, los sacos y la carretilla) están esparcidas a su
alrededor. No parece tener más misterio que dos labradores deteniendo su labor
diaria para dedicar unos minutos a una oración.
En 1865, Millet confesó su inspiración, y dijo lo siguiente:
“La idea de El Ángelus vino a mí porque recordé que mi
abuela, al escuchar el timbre de la iglesia mientras estábamos trabajando en el
campo, siempre nos obligaba a dejar de trabajar para decir la oración del
Ángelus por los pobres que se fueron”.
Para Millet representaba, por tanto, un recuerdo de la
infancia, lo que estaba detrás de la pintura. Un vínculo con su pasado y las
tradiciones familiares campesinas más allá de glorificar este sentimiento
religioso, ya que Millet ni era un creyente ferviente ni practicante. Según sus
propias palabras, quería captar los ritmos inmutables de la vida campesina en
una escena simple. Un breve descanso, un momento de respiro.
No se trató de un cuadro muy famoso ni valorado hasta que el
Louvre intentó comprarlo en 1889. De hecho, a pesar de la belleza del trazo y la
atmósfera magistralmente conseguida por Millet, lo que quizás haga que pase a
la historia sea la obsesión de Salvador Dalí hacia él. En 1932 se convirtió en
un icono mundialmente reconocible gracias a él.
Para encontrar los motivos de esta extraña historia que
algunos consideran leyenda urbana y otra parte esencial de la biografía de
Dalí, debemos remontarnos a su infancia. Como saben los seguidores del pintor
catalán, a muy temprana edad descubrió un dato familiar que marcó su vida y su
identidad. Dalí se enteró de que había tenido un hermano que murió muy pequeño
a causa de una meningitis. Se llamaba también Salvador y sus padres le contaron
que él, en realidad, era la reencarnación de su hermano. De esta manera nació
la obsesión del pintor por la muerte de los bebés.
Dalí pasó por varias crisis de personalidad al pensar que él
no era más que la copia de su hermano muerto. Todavía era un niño cuando vio
por primera vez el cuadro en su escuela. Fue como un flechazo que le creó una
profunda atracción. La pintura se convirtió en una obsesión a la que no podía
dar explicación. Algo en el cuadro le fascinaba y obsesionaba irracionalmente.
Ya de mayor y como artista consagrado, Dalí realizó varias reinterpretaciones
del cuadro. En varias entrevistas de la época el pintor reconoció que ese
cuadro le hacía sentir cosas que no podía definir, luces y sombras que le
llevaban a ver más allá de lo que estaba pintado. El cuadro parecía querer
decirle algo y Dalí no sabía identificar qué era, pero no se quedó ahí, y llegó
a investigar hasta tal punto que descubrió algo que ya presentía al mirar este
cuadro y que conectaba con su historia personal. Durante su estudio conoció a
un descendiente del pintor francés que le confesó algo que la familia Millet
llevaba en secreto durante generaciones: originalmente, donde aparece el cesto
con patatas a los pies de los campesinos, no había un cesto con patatas, sino
otra cosa pintada.
Esta confesión enloqueció a Dalí, que vio cómo todas sus
premoniciones empezaban a tener sentido. Ese cuadro había sido modificado por
el propio Millet una vez pintando, aunque aún no sabía el motivo que había
llevado a cambiar su obra inicial. Dalí estaba tan obsesionado que necesitaba
respuestas. Así que solicitó un análisis con rayos X, que confirmó la historia
contada por el descendiente de Millet. Bajo la capa de pintura de la cesta se
podía ver una mancha con forma de ataúd infantil.
Aquí, es cuando entra en escena Salvador Dalí. La vida de Dalí da para muchas grandes historias y hoy traemos aquí una realmente sorprendente que afectó a su vida y a sus creencias. Desde su infancia, el pintor español estuvo misteriosamente interesado en el cuadro Ángelus del francés Jean-François Millet.
Sentía una inexplicable atracción hacia él y durante su
carrera le dedicó toda clase de reinterpretaciones, un ensayo titulado El mito
trágico del Ángelus de Millet e incluso en su libro Confesiones inconfesables.
Dalí afirmaba que el Ángelus se había convertido para él en la “obra pictórica
más íntimamente turbadora, la más densa” ...Pero, ¿qué hay detrás de la
obsesión de Dalí por este cuadro?
Se trata de una obra pictórica muy sencilla, un hombre y una
mujer rezan, con la mirada agachada, el Ángelus, una oración que conmemora la
anunciación hecha a María por el ángel Gabriel. Han dejado de lado su labor de
plantar patatas y todas las herramientas utilizadas para esta tarea (el tenedor
de patatas, la cesta, los sacos y la carretilla) están esparcidas a su
alrededor. No parece tener más misterio que dos labradores deteniendo su labor
diaria para dedicar unos minutos a una oración.
En 1865, Millet confesó su inspiración, y dijo lo siguiente:
“La idea de El Ángelus vino a mí porque recordé que mi
abuela, al escuchar el timbre de la iglesia mientras estábamos trabajando en el
campo, siempre nos obligaba a dejar de trabajar para decir la oración del
Ángelus por los pobres que se fueron”.
Para Millet representaba, por tanto, un recuerdo de la
infancia, lo que estaba detrás de la pintura. Un vínculo con su pasado y las
tradiciones familiares campesinas más allá de glorificar este sentimiento
religioso, ya que Millet ni era un creyente ferviente ni practicante. Según sus
propias palabras, quería captar los ritmos inmutables de la vida campesina en
una escena simple. Un breve descanso, un momento de respiro.
No se trató de un cuadro muy famoso ni valorado hasta que el
Louvre intentó comprarlo en 1889. De hecho, a pesar de la belleza del trazo y la
atmósfera magistralmente conseguida por Millet, lo que quizás haga que pase a
la historia sea la obsesión de Salvador Dalí hacia él. En 1932 se convirtió en
un icono mundialmente reconocible gracias a él.
Para encontrar los motivos de esta extraña historia que
algunos consideran leyenda urbana y otra parte esencial de la biografía de
Dalí, debemos remontarnos a su infancia. Como saben los seguidores del pintor
catalán, a muy temprana edad descubrió un dato familiar que marcó su vida y su
identidad. Dalí se enteró de que había tenido un hermano que murió muy pequeño
a causa de una meningitis. Se llamaba también Salvador y sus padres le contaron
que él, en realidad, era la reencarnación de su hermano. De esta manera nació
la obsesión del pintor por la muerte de los bebés.
Dalí pasó por varias crisis de personalidad al pensar que él
no era más que la copia de su hermano muerto. Todavía era un niño cuando vio
por primera vez el cuadro en su escuela. Fue como un flechazo que le creó una
profunda atracción. La pintura se convirtió en una obsesión a la que no podía
dar explicación. Algo en el cuadro le fascinaba y obsesionaba irracionalmente.
Ya de mayor y como artista consagrado, Dalí realizó varias reinterpretaciones
del cuadro. En varias entrevistas de la época el pintor reconoció que ese
cuadro le hacía sentir cosas que no podía definir, luces y sombras que le
llevaban a ver más allá de lo que estaba pintado. El cuadro parecía querer
decirle algo y Dalí no sabía identificar qué era, pero no se quedó ahí, y llegó
a investigar hasta tal punto que descubrió algo que ya presentía al mirar este
cuadro y que conectaba con su historia personal. Durante su estudio conoció a
un descendiente del pintor francés que le confesó algo que la familia Millet
llevaba en secreto durante generaciones: originalmente, donde aparece el cesto
con patatas a los pies de los campesinos, no había un cesto con patatas, sino
otra cosa pintada.
Esta confesión enloqueció a Dalí, que vio cómo todas sus
premoniciones empezaban a tener sentido. Ese cuadro había sido modificado por
el propio Millet una vez pintando, aunque aún no sabía el motivo que había
llevado a cambiar su obra inicial. Dalí estaba tan obsesionado que necesitaba
respuestas. Así que solicitó un análisis con rayos X, que confirmó la historia
contada por el descendiente de Millet. Bajo la capa de pintura de la cesta se
podía ver una mancha con forma de ataúd infantil.
Lo que el cuadro representaba realmente era una oración
previa a un entierro no oficiado. En esta época, los niños que morían antes de
ser bautizados no podían ser enterrados en los cementerios. La idea inicial de
Millet al pintar El Ángelus era recrear la situación de dos padres enterrando a
su hijo recién nacido. Una vez creado, el pintor francés decidió cambiar la obra
para evitar las críticas de la burguesía clasista.
Estaban muy interesados en todo tipo de obras que
representaran la tradición y el mundo rural ya que para ellos simbolizaban los
valores de la tradición en contraposición de la postura reaccionaria del sector
obrero. Pero este cuadro les incomodaba y hubiera supuesto un problema para
Millet que la crítica hacia su persona se extendiera entre sus potenciales compradores.
La cesta del hijo muerto fue en su origen una tumba, Millet la borró por
indicación de un amigo a fin de rebajar el efecto melodramático. El hallazgo de
una oscura forma geométrica y sepulcral en la radiografía es el hallazgo
detectivesco de un signo moderno oculto en el cuadro clásico. La verificación
del sentido morboso de un cuadro hasta entonces tan silencioso incluye al
Ángelus entre las fantasmagorías de la modernidad. Para Dalí la historia real de ese cuadro se
desdibuja con la suya propia: el cuadro representaba la muerte de su hermano
pequeño y el silencio de sus padres durante años. En la imagen siguiente,
Atavismo del crepúsculo, Salvador Dalí.
Dalí convierte la campiña francesa en un lugar de muerte e infertilidad,
porque anticipa la muerte de la figura masculina. Dalí anticipa en el tiempo la
muerte del hijo fagocitado por la madre instantes después de la
fecundación. Dalí entiende el Ángelus
como una prefiguración, como una anunciación y para ello emplea todos los
mecanismos de distorsión narrativa específicos de la simultaneidad de los
tiempos en la imagen estática, en la que Dalí anuncia la inminente escena
sexual entre los campesinos prefigura la muerte del hijo por canibalismo. La
semejanza entre la posición de asalto de la mantis religiosa y el ademán
reflexivo de la campesina hacen proyectar a Dalí el ineluctable asesinato del
macho tras la cópula, prefigurada a su vez simbólicamente en la forma de la
carretilla. Todo un nudo de relaciones temporales agitado por el inconsciente.
Los detalles biológicos los extrajo Dalí del libro Las costumbres de los
insectos de J. H. Fabre donde se expone la condición prehistórica de la mantis y
su relación inmediata con lo atávico y edénico. La obra de Max Ernst es otra
excelente recopilación de fósiles e insectos en parajes minerales,
concretamente La Europa después de la lluvia, 1945, muestra el mismo paraje de
desolación orgánica que anuncia el crepúsculo del Ángelus. Tanto se obsesionó
con esta obra, que llegó a realizar varias versiones de la misma, aquí vemos en
la siguiente imagen otra, de 1934, del Ángelus de Dalí.
El artículo de Dalí sobre esta obra en concreto de su autoría,
es también un interesante estudio de Millet como pintor erótico. La tradicional
cursilería sentimental de Millet es interpretada aquí como una angustia
existencial oculta. Del mismo modo, Freud descubrió en la tierna Virgen, el
niño y Santa Ana de Leonardo la latencia de un pintor erótico de contenidos
traumáticos en su psicoanálisis del arte, Un recuerdo de infancia de Leonardo
da Vinci. Seguramente un recuerdo de infancia de Dalí, la presencia de su
hermano muerto antes de nacer él, sería el trauma que retornaría eternamente a
su conciencia cada vez que contemplase el milagro de la Encarnación. Esta
lectura trágica de la sexualidad y la fecundidad solo se explica por el terror
que al propio Dalí le producía el contacto sexual con su mujer, Gala. En sus propias palabras, “es una época en la
que viví bajo el terror del acto de amor, al que confería caracteres de
animalidad, de violencia y ferocidad extremas, hasta el punto de sentirme
completamente incapaz de realizarlo”. Esa época ahora es proyectada sobre la
apacible escena campestre como un furioso combate sexual. La vida de Dalí fue
una eterna confusión de su identidad por sustituir a su hermano primogénito. La
impotencia del pintor, así como la aversión al sexo con Gala, con quien no tuvo
descendencia, se proyectan sobre la campiña del Ángelus. Dalí, a su vez, repitió convulsivamente este
icono en muchas de sus composiciones, generalmente en aquellas donde citaba a Gala.
El cuadro le fascinaba y obsesionaba irracionalmente, lo
veía en todas partes porque le recordaba la historia de su hermano muerto, lo
veía en paisajes, en sus sueños emergía de su subconsciente, la escena aparecía
una y otra vez latente y enigmática, hecho que él mismo calificó como «fenómeno
delirante inicial».
Reminiscencia Arqueológica del Ángelus de Millet es una de
estas reinterpretaciones. Según el método paranoico-crítico de Dalí, a través
del delirio o la paranoia es posible llegar al conocimiento de lo irracional y
que éste llegue al mundo de la realidad. La asociación de formas y objetos
harían su materialización por ejemplo en la pintura en la que ésta asume el
papel de imágenes dobles tal y como sucede en el mundo del inconsciente.
Con Reminiscencia Arqueológica del Ángelus de Millet, Dalí
indaga, como en gran parte de su obra, sobre su propia experiencia personal,
aunque el cuadro de Millet fue una obsesión para Dalí la mayor parte de su
vida.
Dalí: Reminiscencia arqueológica del "Ángelus" de
Millet (1935). De este modo, nos encontramos con que, básicamente, el miedo de
Dalí a la "mantis religiosa", es decir, a ser destruido por la mujer
en el acto sexual, no es más que miedo a la muerte, al sufrimiento ya la
desaparición del propio yo, diluido además para gestar otra vida, es el miedo
que se deduce de la confrontación Eros-Thánatos, y para Dalí, el hijo supone un
elemento que incrementa la amenaza contra la integridad del yo, y se opone a engendrarlos biológicamente y
biográficamente; el genio de Dalí no será heredado, no habrá personalidad
transmitida, ni en este caso, reproducida, ya que es el
miedo narcisista a la destrucción del yo. Según explica Dalí: 'No tenemos
hijos. Y no lo lamento. […] en el fondo, no deseo que haya seres que lleven mi
nombre. Ningún deseo transmitir a Dalí. Quiero que todo termine conmigo. […].
Además, mi amor por Gala es mundo cerrado, pues mi mujer es el punto
indispensable que cierra mi propia estructura. Gala, dice Dalí, ' es el único
ser con el que deseo fundarme. Fundirse, que no procrear (recordemos que la
libido narcisista no es una libido reproductora). Pero obsérvese que ya habla
de su amor por Gala y del deseo de fundirse con ella; revelador avance para un
sujeto narcisista como es Dalí. Por tanto, Dalí está experimentando un cambio:
con la aparición de Gala, está logrando superar la visión de la mujer como
mantis religiosa, como femme fatale devoradora y reproductora.
Hacia finales de la década de los veinte, tomando como punto
de partida las teorías del psicoanalista francés Jacques Lacan, Salvador Dalí
llega al descubrimiento del método paranoico-crítico, sistema de prospección al
que el propio pintor definió como un «método espontáneo de conocimiento
irracional basado en la objetivación crítica y sistemática de las asociaciones
e interpretaciones delirantes». Una de las variantes iconográficas del
repertorio paranoico-crítico del pintor ampurdanés son los denominados caprichos
o temas elegidos al azar. Uno de ellos es el L'Angélus (El Ángelus) de Millet,
cuadro ejemplificador de la moralidad cristiana del siglo XIX, y por el que
Dalí sentía una profunda admiración, o, como hemos podido ver a lo largo del
artículo, una obsesión casi enfermiza. En su proceso de interpretación de este
motivo, Dalí lo dotará de connotaciones eróticas más o menos explícitas, como
ocurre también con la mayoría del resto de su producción. Todo ello puede
apreciarse en la versión de este tema. Esto, es lo que encierra la mayor parte
de su obra, y de su propia personalidad. Ahora, es el lector quien juzga. En la
siguiente imagen, Ángelus arquitectónico de Millet, por Salvador Dalí.
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