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jueves, 8 de julio de 2021

SALOMÉ

SALOMÉ

La historia de Salomé está ligada al martirio de Juan Bautista. En un viaje a Roma, Herodes se enamora de la esposa de su hermano Filipo, Herodías. Después de que Herodías se divorciara de Filipo, Herodes la convirtió en su esposa, lo que suscitó la guerra con los nabateos, ya que Herodes Antipas había repudiado antes a otra mujer, hija del rey nabateo Aretas IV.

La actitud de Herodes Antipas y Herodías fue muy criticada por el pueblo, ya que se consideró pecaminosa. Uno de los que más sobresalieron en su denuncia fue San Juan Bautista, el apóstol que predicaba el arrepentimiento, que se atrevió a censurar públicamente el matrimonio de Herodes con Herodías. Ello exasperó tanto a Herodías que pidió la ejecución del predicador. Desafiando a la opinión pública, Herodes puso a Juan Bautista en prisión, aunque no se atrevió a ejecutarlo por miedo a provocar la ira popular.



Durante un festín en honor a Herodes por su cumpleaños, la hija de Herodías, Salomé, accede a bailar para el tetrarca delante de todos los invitados. Herodes, excitado por el vino, la observa con concupiscencia y le promete que le dará todo lo que le pida, hasta la mitad de su reino. Tras una breve consulta con su madre, Salomé le pide la cabeza de Juan Bautista en una bandeja . Entristecido y obligado por haber dado su palabra, Herodes manda a un guarda a cortar la cabeza de Juan Bautista. La ejecución tuvo lugar en Machaerus, un fuerte cerca del Mar Muerto en la actual Jordania.

Después el guarda se la presentó a Salomé quien se la ofreció a su madre, Herodías, en una bandeja de plata, y de ahí la expresión servir algo en bandeja de plata, que viene a decir lo mismo que servirlo con facilidad. En la imagen, Salomé, de Lucien Lévy-Dhurmer.






En cuanto a las representaciones variadas del acontecimiento en el arte, Salomé puede aparecer sola o en ciclos iconográficos del martirio de Juan Bautista. Cuando aparece sola, lo hace ricamente ataviada sosteniendo una bandeja con la cabeza de Juan Bautista. Las escenas más representadas son las del festín de Herodes y Salomé bailando; la ejecución de Juan Bautista con Salomé esperando para recibir su cabeza, y la presentación de la cabeza a Herodías por Salomé. En algunos casos también se puede representar el momento en que Herodías aconseja a su hija Salomé pedir a Herodes la cabeza de Juan Bautista.

El Nuevo Testamento menciona a dos mujeres llamadas Salomé. Una de ellas es mencionada por Marcos 15:40 y Mateo 27:55 como aquella que desde lejos vio a Cristo portando la cruz; la que estuvo con María en la crucifixión de su hijo, la que llevó especias al sepulcro y vio a los ángeles quienes le dijeron que Cristo había resucitado. La segunda Salomé,  la que nos ocupa aquí, no es otra que la hija de Herodías y sobrina de Herodes. Ninguno de los dos textos donde se hace referencia a su historia la nombran.

En 1607 el pintor Michelangelo Merisi da Caravaggio reflejaba en su cuadro Salomé con la cabeza de Juan el Bautista, el momento inmediatamente después a esta escena, cuando Salomé recibe la cabeza del profeta.





Una particular disertación sobre este tema, es el erotismo, que representa la figura de Salomé, y su crueldad, no ya la de Salomé, sino la del propio erotismo. En la novela de Antonie de Saint-Exupéry, "El Principito", nos presenta el error humano con el que idealizamos o más bien transfiguramos el amor en cualquier otra cosa, y solemos hacerlo de manera equivocada, buscando naturalmente encontrar la dualidad perfecta. En el capítulo "El Principito y la Rosa", la flor y el protagonista tienen una conversación en la que difieren sobre lo que sienten uno por el otro: amor y cariño, amar y querer, cuando el autor nos muestra a través de los diálogos que ambos sentimientos no significan lo mismo.

El amor, no significa necesariamente tratar de buscar en la otra persona aquello que llene nuestras pretensiones de una forma casi absoluta, y de esta manera, apoderarnos de algo que en realidad, no nos pertenece, porque no forma parte de nosotros, si no de nuestro deseo. Cuando este sentimiento o esa necesidad no se ve satisfecha, ocurre con frecuencia que suele traer el sufrimiento, la frustración y una profunda decepción, y de ahí, en muchas ocasiones, pasa la frontera del amor, al odio.

Ciertamente, el deseo del propio erotismo, suele mezclarse con esa sensación de amor, en la que somos capaces de sacrificar la inocencia, y servirla en bandeja de plata, e incluso hacerlo sin el menor sentimiento de culpabilidad, por la razón de que nuestras pretensiones no ha sido satisfechas por algún otro motivo ajeno. El arte, es una muestra muy clara de ese sentimiento, y resulta muy fácil confundir las imágenes, con el sentimiento del amor, como puede ser en esta ocasión, la que nos sirve de ejemplo. Observamos a Salomé, apasionada por la cabeza de Juan, o incluso se podría decir que casi venerada encima de una bandeja de plata, cuando la realidad es muy diferente.

Cada ser humano, es diferente, y tiene sus propias cualidades, y además, seguramente camina por diferente sendero al nuestro, pero lo difícil, es saber interpretar que la capacidad de amar, no trata de poseer, sino más bien de desear la felicidad, y hacerlo de corazón, puesto que amar no es un sentimiento realmente interesado, por lo que tampoco debe ser sufrido, ya que no se pide nada a cambio, es, simplemente un pozo de placer, algo muy particular que se hace en silencio, en la soledad del limbo y de los sueños, la libertad de saltar al vacío confiando en el alma de la otra persona, la libertad de amar a otro ser que sólo se conoce y se ama por lo mismo, es decir, por la libertad, y no por la posesión, en este caso, servida en bandeja de plata.

Nuestros ojos, suelen engañarnos haciéndonos creer en la posesión de un amor imposible, haciéndonos creer que ciertas pinturas han retratado el mismísimo halo que rodea al amor, cuando la verdad, resulta diferente. Amar no significa reprimir, lastimar o limitar, amar, significa soñar, y no sacrificar o ejecutar a cambio de un baile, como hizo Herodes Antipas con Juan. En la imagen siguiente, Salomé, de Franz Von Stuck.






Salomé era una princesa judía, descendiente de una familia real extraña y compleja. Su padre se llamaba Herodes y era hijo del famoso rey Herodes que había ordenado matar a los niños de Belén al nacer Jesús. Pero Herodes junior, a diferencia de su padre, no se dedicaba a la política. Era un tranquilo ciudadano que vivía en Roma consagrado a su familia. La madre de Salomé se llamaba Herodías y era hija de otro hijo del rey Herodes (Aristóbulo). O sea, el padre y la madre de Salomé eran tío y sobrina. Y Salomé era a la vez nieta y biznieta del rey Herodes.


Este macabro acontecimiento de solicitar la cabeza de Juan en bandeja de plata, marcó su fama para siempre. Desde entonces muchos artistas la han pintado con la cabeza ensangrentada de Juan sobre su falda, y una sonrisa satisfecha. Otros la representaron en el dramático instante del baile, excitando la imaginación de Herodes con sus movimientos. También la literatura, el teatro y la ópera la han elegido como tema central en muchas ocasiones. Es la favorita de decenas de películas desde los comienzos mismos del cine. Y su baile se volvió tan popular, que la famosa "Danza del vientre" y el "Baile de los siete velos" dicen inspirarse en el espectáculo que ella brindó. Todo esto la ha convertido en el símbolo de la mujer sexualmente diabólica, y en la personificación del incesto y la depravación. En la imagen, Salomé recibe la cabeza del Bautista, de Bernardino Luini.





Sarah Bernhardt, la gran actriz francesa que hubiera estrenado Salomé de no haberla prohibido la censura inglesa en junio de 1892 por contener personajes bíblicos, dijo que las palabras debían caer como perlas en un disco de cristal, esto aconteció en la obra de Oscar Wilde sobre Salomé, de la que hablaremos después.


larga historia en las artes plásticas, sobre todo desde el siglo VI , ligado al culto al Bautista y a su iconografía, hasta las concepciones entre lo exquisito y lo morboso propias de las últimas décadas del XIX, pasando por las espléndidas figuraciones del Renacimiento y el Barroco, en las cuales las escenas del banquete de Herodes y la danza van dejando paso desde el XVI a la imagen de Salomé generalmente sola y con la cabeza del santo en la bandeja, de la que a menudo aparta el rostro como si no pudiera soportar tan cruenta visión, como en la de Bernardino Luini (Museo del Prado), de la imagen anterior, pero nos gustaría pasar a la época en que los pintores se deleitan además en el contraste entre la cabeza cortada y la de Salomé, en la que cifran un ideal de belleza clásica, como puede ser el ejemplo de la siguiente obra, Salomé, de Jean Benner, h. 1889, óleo sobre lienzo, 118 x 80 cm, Museo de Bellas Artes de Nantes.





Ya que estamos aquí, aprovecharemos la ocasión para pasear con Salomé en estos Recuerdos de la Historia ya no sólo por el mundo de la pintura, del que podemos sacar una y mil imágenes como las que hasta ahora se han mostrado, con singular belleza, y particularmente representativas, así que si me permite el lector, vayamos por ejemplo a la literatura, donde me complace especialmente presentar a Salomé es el título de una tragedia de Oscar Wilde de 1891 que muestra, en un solo acto, una versión muy personal de la historia bíblica de Salomé, donde Oscar Wilde añade al personaje de Salomé todo un argumento que trastoca la historia evangélica de Juan el Bautista. En la Biblia, como ya se ha visto con anterioridad, Salomé pedía la muerte de Juan por instigación de su madre Herodías, a la que Juan reprochaba convivir con Herodes a pesar de estar casada con Filipo, hermano de Herodes. En la obra de Wilde, en cambio, Salomé está enamorada obsesivamente incluso, de Juan, quien rechaza su amor. La petición de que sea decapitado se produce, pues, por despecho. Tras la muerte, en una combinación de eros y thanatos muy propia de la época, en la que en la misma obra un soldado sirio, enamorado de Salomé, comete suicidio, Salomé besa los labios de la cabeza cortada de Juan. Herodes, enamorado a su vez de Salomé, ordena matarla. En la imagen, una de las ilustraciones de Aubrey Beardsley para la primera edición inglesa de la obra de Oscar Wilde en 1894.





En la música, podemos encontrar a Salomé en la ópera de Richard Strauss, que escribió el libreto basándose en el drama homónimo de Oscar Wilde, traducido al alemán por Hedwig Lachmann. Wilde se había inspirado a su vez en el pasaje bíblico del martirio de san Juan Bautista. Oscar Wilde originariamente escribió su Salomé en francés. Strauss vio la obra en la versión de Lachmann e inmediatamente se puso a trabajar en la ópera.

Si me permiten, para terminar, me gustaría hacer un singular guiño a Chayanne, y que supongo que todo el mundo conoce, y su tema Salomé, en el que canta una letra que exalta el baile de nuestra protagonista en esta historia, que espero que haya sido del agrado del lector, en un hechizo de mujer, como dice la canción.

Aingeru Daóiz Velarde.-











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