SALVADOR DALÍ, LA MUERTE VOLUPTUOSA, Y UN MISTERIOSO FINAL.
La genialidad extravagante y por momentos tortuosa de Dalí se hizo patente en In Voluptas Mors, una escultura viviente en la que el genio surrealista hizo una especie de conjunción, uniendo la muerte con la vida, en incluso una cópula entre el cuerpo y el espíritu. Su personalidad, era de un carácter egocéntrico, narcisista y extravagante, con una vida fuertemente marcada por la existencia de un Salvador Dalí anterior a él, su hermano, Salvador Gallo Anselmo Dalí, fallecido a los 2 años por meningitis, lo que le generó una inestabilidad emocional, sobre todo al tener que llevar de pequeño flores a una tumba con su nombre. Nació doble, con un hermano de más, al que tuvo que matar para ocupar su propio lugar, y su propio derecho a la muerte, pero también obsesionado con la sexualidad. su padre fue quien le generó miedo y rechazo a tener relaciones con mujeres, buscando prevenirlos de los peligros que implican las relaciones sexuales, y al poco de morir su madre, su padre se casó con la hermana, su tía, lo que supondría la clausura de su infancia y primera adolescencia, para convertirse en un hombre en el que el mito y la realidad se entremezclan hasta confundirse. Obsesionado con el sexo, por el que nunca perdió el interés, su inclinación por el mismo fue casi enfermiza, vivía inundado de fantasías sexuales infantiles ya que el curso por las etapas del desarrollo psicosexual sufrieron grandes perturbaciones.
Onanista de toda la vida, es decir, que practicaba a menudo la masturbación, tímido e inhibido para la relación heterosexual plena, solo se complacía con la observación de lo erótico sin embargo su genialidad y arte le permitieron sublimar su frustración, trasladando al lienzo todo su drama interior. En un cuadro que se exponía en París, el joven Dalí había escrito que escupía sobre un retrato de su madre para entretenerse. Su padre, enfadado, le pidió públicamente que se disculpara, a lo que el pintor se negó. Su progenitor le desheredó, y él respondió con un preservativo usado acompañado de una nota en la que decía: “Ya no te debo nada”.
La pieza, titulada literalmente Muerte voluptuosa, fue creada con siete modelos femeninas que fueron expertamente guiadas para alcanzar en conjunto la silueta de un cráneo; la cabeza de un muerto, en la que sin embargo, se aprecia un delicado placer. Líneas frías y blancas horadadas por la negra oscuridad de los orificios de la cara y a un lado Dalí, el hechicero y dandi, el mago de la muerte, el observador del sexo, cuyo enigma del deseo, según él, era su madre, como un juego lúgubre que rechazaba lo convencional y lo establecido.
Dalí trabajó con el fotógrafo Philippe Halsman para crear estas imágenes de una pintura viviente. Para llegar a la definición del cráneo se necesitaron unas 3 horas de arreglo posicional siguiendo un dibujo de Dalí. No obstante, lo fascinante de esto es que parece ser una nueva versión de una visión previa. En su juventud Dalí frecuentó mucho los burdeles y aprendió mucho de su convivencia con prostitutas y matronas, compartiendo jovialmente con ellas. En una ocasión, Dalí tuvo un sueño enigmático de una forma geométrica; en su locuacidad, para poder asir esta figura, la dibujó, pero haciendo una torre humana de prostitutas con las que trazó el enigmático símbolo.
Lo que al principio puede parecer un mero ejemplo de memento mori, que en latín nos recuerda que tenemos que morir, es en realidad una fusión más compleja o interacción entre las nociones de sexo, amor y muerte.
La representación se basa en la tradición simbólica del vanitas que en latín significa que literalmente vacío de sustancia, un estilo artístico que sirvió como un recordatorio de la fugacidad de la vida, la insignificancia del placer, y la certeza o la inevitabilidad de la muerte.
Lo que es inusual aquí, es la incorporación del voluptas o voluptuosidad, expresada a través de los desnudos femeninos, ya que "voluptas" es un personaje de la mitología griega, hija de Eros y Psique, y la diosa de la "voluptuosidad", dentro de la estructura física constitutiva del símbolo del vanitas en sí mismo, el cráneo humano, símbolo final de la vanidad del hombre.
La imagen presenta una fusión del eros, amor erótico o sexual, según se mire, y el thanatos, la muerte, en un solo objeto que, literalmente, representa el encuentro del amor en la reencarnación después de la voluptuosidad de la muerte.
Ahora, viene la sorpresa final, que muchos o casi nadie conoce…¿Se acuerdan del cartel promocional de la película EL SILENCIO DE LOS CORDEROS? Sobre los labios de la actriz Jodie Foster había una mariposa, la cual tenía una curiosidad, porque resulta que no es una MARIPOSA común, ya que en efecto, la calavera que figura en el lomo de estas polillas ha sido sustituida en la imagen por unos cuerpos desnudos femeninos que conforman un cráneo que acabamos de conocer… Se trata de 'In voluptas Mors', la misma fotografía concebida por Salvador Dalí en 1951 en colaboración con el fotógrafo de Magnum Philippe Halsman.
Esta mariposa nocturna es un insecto de por sí simbólico, llamado también esfinge de la calavera. En El Silencio de los Corderos, Clarice y Hannibal son los protagonistas principales que mueven los hilos de una trama llena de enigmas y de secretos, donde aparece Clarice como la poseedora de las virtudes del ser humano, y Hannibal Lecter como una especie de Caronte, guardián del infierno, que guarda secretos oscuros. A esto hay que conectar el significado de la mariposa de la especie de las Acherontia atropos, es decir Aqueronte, el río que separaba el mundo de los vivos del mundo de los muertos. La historia del doctor Hannibal Lecter se contó antes en una novela de 1988 con el mismo título, del escritor Thomas Harris. En una visión particular y diferente, posiblemente Hannibal Lecter pueda representar mejor el papel del Ángel caído, o el Ángel de la Justicia, el desheredado de Dios por actuar sin su consentimiento, y que en realidad desea mostrarnos otra actitud del alma. La verdadera justicia consiste en dar a cada uno lo suyo y en hacer justicia a todos y cada uno de los seres humanos.
Durante una investigación, Clarice Sterling, la detective, quiere obtener información del Dr. Hannibal Lecter sobre un asesino en serie que anda suelto. Pero el doctor Lecter solamente va a dársela si ella le cuenta a cambio algo personal. Ella le acaba relatando que soñaba con el sonido de los corderos chillando al ser sacrificados, debido a un episodio de su infancia. Cuando hay silencio, es porque han muerto. Si han visto la película y la escena de la jaula del final, entonces saben a qué se refiere Lecter cuando le pregunta a Clarice si los corderos han dejado de chillar.
El sexo, la ofuscación y la muerte, historias y una misma consecuencia, el erotismo de una imagen como una fiera que despedaza el alma de su presa, la sosegada comparación de un mar en calma que de pronto, enfurecido por las promesas incumplidas, se levanta encolerizado y hace naufragar en las tinieblas de su profundidad al amor, que yace dormido en los brazos de la muerte, y una barca de Caronte que lleva a bordo el precio de los que han amado a su destino final, el Hades, el inframundo, la oscuridad del silencio, navega a golpe de remo de aquel que había nacido en un tiempo tan antiguo, que no existe memoria posible para recordarlo. A la vez, la neblina se emulsiona con el vuelo entre las brumas de la mariposa de la esfinge de la muerte, aquella que disfruta asaltando los panales de la miel antes que buscar el néctar de las flores del amor. Mientras, Átropos, una de las personificaciones del destino, corta el hilo de la vida en los labios de la inocencia, al tiempo que su hermana Estigia, decide la longitud de la misma sin tener en cuenta la razón y el sentimiento de la simple ternura.
Las lágrima de Eros arden en un mundo cercado por la animalidad, donde la intensidad del apetito encuentra la imagen de su irracional libertad, en el que la violencia humana ya no puede volverse hacia atrás en un arrebato de la inconsciencia. El camino de la transgresión entre lo permitido y lo prohibido se confunde arrebatando la razón del amor, y culpando al erotismo del caos, y la génesis del sin sentido. Psique, la mariposa del soplo, del aliento, del ánima, exhala un último suspiro desesperado, tras atravesar una fase de aparente inmovilidad cercana a la muerte, y renace casi mágicamente bajo la forma de insecto alado con dotes de bailarina, de una belleza extraordinaria levantando los celos de Afrodita, y de la Acherontia, la mariposa de la muerte, y es condenada a morir devorada por las fauces del espantoso monstruo del deseo carnal viciado por el desamor, pero ya es tarde, porque el aliento de la pasión de Eros, y la mágica danza de Psique, apagan el fuego libidinoso del vicio, para convertirlo en la sístole y la diástole, los compulsivos movimientos del corazón, y crear en el amor, la ternura galante de la devoción.
El silencio, no de los muertos, sino de los que van a morir, es la música de fondo del destino de aquel que sin amar, busca el encuentro de eros en el sexo, cuyo sabor, en realidad, amarga el paladar del hado del eterno sentimiento que es capaz de vencer a la agonía del olvido. Una moneda bajo la lengua, es el pago del usufructo de un viaje cuyo confín, separa el mundo de los muertos, del sinsabor de un mal amor, ante la fría mirada impasible del color de un espejo.
Aingeru Daóiz Velarde.-
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