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jueves, 7 de enero de 2021

JUANA I DE CASTILLA. UNA INSISTENTE LOCURA.

JUANA I DE CASTILLA. UNA INSISTENTE LOCURA. 


Juana I de Castilla. La primera en reinar en los territorios que juntos conformaron España. Una de las mujeres más poderosas de su tiempo, cuya historia aún sigue cautivando. Una reina que, aunque nunca mostró ni el hambre ni el talento político de su madre, tuvo tiempo para la grandeza. Juana la Loca. De entrada, como apodo, conjura una inmediata escala de fascinación, pero si esa locura es fruto de una pasión delirante, de un amor fou, que llamó Bretón a ese fervor que es vértigo y estrago, el sobrenombre resulta arrebatador. Con él ha pasado a la Historia pero, ¿realmente lo fue?...





Tradicionalmente se ha insistido en sus actos de locura, su suciedad, su no comer o su reclusión. Para empezar, ya desde niña dio muestras de indómita conducta. Los historiadores cuentan que se encaraba frecuentemente con su madre, Isabel la Católica, quien dejó escrito que nunca llegó a entenderla ni a dirigirla. Juana se negaba a comer cuando se disgustaba y se resistía a confesarse o a ir a los oficios religiosos, actitud esta última que mantuvo toda su vida. Como tercera en la línea de sucesión de los Reyes Católicos, no estaba llamada al trono, pero sí lo estaba a afianzar el poder geopolítico que ambicionaba su madre. En una alianza estratégica contra Francia, Isabel la promete con el hijo de Maximiliano de Austria, que pasaría a la historia con el nombre de Felipe el Hermoso. Recién cumplidos los dieciséis años, acompañada por quince mil soldados y noventa oficiales, Juana viaja a la corte de los Países Bajos para casarse con él. Su prometido ni siquiera fue a recibirla pero, al conocerla, cuentan que se enamoraron de inmediato. Poco después, él mismo la bautizó como Juana la Terrible.





A la muerte de su esposo Felipe “el Hermoso”, la Reina Juana de Castilla inició una larga procesión por todo el reino con el ataúd del Rey a la cabeza. Durante ocho meses, Juana caminó pegada al catafalco de su esposo en un cortejo fúnebre que despertó asombro e incluso miedo entre la población. Este supuesto arranque de locura provocó la reclusión de la Reina en Tordesillas (Valladolid) hasta su muerte cuarenta y seis años después. En la actualidad, los historiadores se plantean si Fernando “el Católico”, padre de Juana y responsable de su cautiverio, aprovechó la enajenación transitoria de su hija para apartarla bruscamente de la Corona…Eso es lo que cuentan los pseudo-historiadores, pero es importante concentrarse en los aspectos políticos de su reacción frente a la muerte del archiduque en Burgos. Al día siguiente, cuando el presidente del Consejo de Castilla fue a ver a la reina, la soberana en persona le abrió la puerta del palacio donde se alojaba, la llamada casa del Cordón, y le dijo que volviera más tarde. Cuando los miembros del Consejo se presentaron de nuevo tuvieron que perseguir a Juana por toda la casa y, finalmente, despachar a través de una reja que comunicaba la capilla con sus aposentos. Al negarse a tratar los asuntos urgentes, independientemente de que fuera por falta de interés o por enfermedad, Juana de Castilla había demostrado una vez más su incapacidad para el gobierno.






Nacida en Toledo el 6 de noviembre de 1479, Juana de Castilla recibió una educación esmerada de orientación humanista por empeño de su madre, Isabel “la Católica”, quien bien sabía lo complicado que era para una mujer progresar en una sociedad dominada por los hombres. Pronto, la Infanta castellana destacó en el dominio de las lenguas romances y el latín, en interpretación musical y en danza. Era, en consecuencia, la educación típica de un miembro secundario de la Familia Real. No en vano, Juana de Castilla fue una niña normal que no dio prueba de sufrir ningún tipo de trastorno mental hasta la madurez.


Con la intención de aislar políticamente a Francia, los Habsburgo cerraron una serie de alianzas con los Reyes Católicos que incluían el matrimonio de Felipe I de Austria, llamado "el Hermoso", con la Infanta Juana. Curiosamente, el apelativo de “el Hermoso” se lo dio el Rey Luis XII de Francia cuando la pareja viajaba hacía España para ser coronados y se detuvieron en Blois. Allí el rey los recibió y al verle exclamó: He aquí un hermoso príncipe.


En 1496, Juana de Castilla contrajo matrimonio a los 17 años. Daba comienzo una vida conyugal marcada por las infidelidades de Felipe “el Hermoso” y por la absoluta soledad. Como respuesta, la hija de los Reyes Católicos mostró un carácter obsesivo en lo referente a su marido y dejó distintos episodios de ira. Aunque a ella le duraría de por vida, el fervor de Felipe no tardó en evaporarse. Aprovechando unos coléricos ataques de celos –cimentados en el hecho de que su marido comenzó pronto a retozar con cualquier mujer que se le antojaba– y el ansia de poder que el de Flandes compartía con Fernando el Católico, ambos comenzaron a alimentar la leyenda de que Juana no estaba en sus cabales y que, por tanto, no era apta para ocupar el trono. Curiosamente, Isabel, en vísperas de su muerte en el año 1504, no cedió la regencia de Castilla a ninguno de los dos. Confió en su hija, pese a indicar en el testamento que no reinaría si algo la incapacitaba y a que el temperamento airado de Juana , con tendencia a incurrir en el desacato, también le acarreó numerosos disgustos en los últimos años de su vida. Un carácter que la muerte de su hermano Juan, heredero al trono, y de su hermana mayor Isabel en 1497 hizo todavía más inestable.


No mucho tiempo después, en 1504, el fallecimiento de Isabel "la Católica" inició una disputa entre Fernando “el Católico” y Felipe “el Hermoso” por hacerse con el control de Castilla, donde Juana quedó atrapada entre el fuego cruzado. Para rematar una década minada de muertes de gente cercana a ella, Felipe I , que llegó a ser Rey de Castilla por dos meses, falleció súbitamente en 1506. Según las fuentes de la época…“Se encontraba Felipe en Burgos jugando a pelota cuando, tras el juego, sudando todavía, bebió abundante agua fría, por lo cual cayó enfermo con alta fiebre y murió unos días después”.


La actitud de la Reina durante el cortejo fúnebre que llevó el cuerpo de su marido por buena parte de Castilla extendió entre la población la creencia de que tenía graves problemas mentales. Sea como fuere el grado y naturaleza de locura de la Reina, su padre no estaba dispuesto a dejar pasar otra vez la ocasión de hacerse con la Corona de Castilla y recluyó rápidamente a su hija en Tordesillas, donde residiría hasta su muerte. Hay que aclarar que de hecho, después de tratar de reinar por sí misma en Castilla, alegando su supuesta locura, Fernando la confinó en Tordesillas, un encierro que también evitaba unas segundas nupcias que su padre no deseaba. Pretendientes no le faltaban a Juana, entre otros el díscolo Enrique VII, fundador de la dinastía de los Tudor. 




La Reina Juana permaneció cuarenta y seis años en Tordesillas (Valladolid) y ni siquiera la llegada al trono de su hijo Carlos I rebajó las condiciones de su cautiverio. En 1520, el movimiento comunero que exigía a Carlos I más respeto por las instituciones castellanas se dirigió a Tordesillas a liberar a Juana y a pedirle su ayuda. Y aunque la todavía Reina rehusó apoyar el movimiento, la mujer que hallaron los cabecillas comuneros estaba lejos de la figura trágica que Fernando «el Católico» y Carlos I habían difundido entre la población, su conversación era inteligente y su mente era clara. De hecho, la descripción que hicieron los comuneros de la Reina ha llevado a que en la actualidad muchos historiadores pongan bajo sospecha su hipotética locura, que bien pudo ser solamente de carácter transitorio a causa de la muerte de muchos seres queridos en poco tiempo.




El carácter de Juana "la Loca" oscilaba rápidamente entre la euforia y la melancolía. Los expertos se inclinan por pensar que pudiera sufrir algún tipo de trastorno obsesivo compulsivo o incluso una bipolaridad, nada lo bastante grave como para ser privada del trono, eso argumentan algunos, pero si que es cierto era propensa desde depresión severa hasta esquizofrenia o psicosis, e incluso en vida se planteó que estuviera endemoniada, la mayoría de las líneas investigadoras apuntan a que las circunstancias en las que vivió influyeron profundamente en un carácter ya inestable desde niña. Sin embargo, Juana nunca fue declarada incapaz por las Cortes de Castilla, por lo que mantuvo el título de reina y aunque ella no ejercieron como tal, oficialmente, ambos correinaron. La imagen de la loca de Tordesillas era conveniente para justificar su apartamiento del poder. La locura de Juana era una táctica para desautorizarla y para justificar las discrepancias que en algunos momentos de su vida aparecían al entrar en conflicto los dos cuerpos que debía de soportar y que en su caso estaban en conflicto. Para Isabel, la locura justificaba las desobediencias de su hija y su escaso interés por el poder político. Para su marido, era la vía necesaria para llegar al gobierno de Castilla. Para Fernando, la locura de su hija le facilitaba el cumplimiento del testamento de Isabel la Católica y su ejercicio del poder en Castilla.





La dinastía de los Trastámara tiene un antecedente directo de alguien con problemas mentales en la figura de Isabel de Portugal, madre de Isabel "la Católica”. Muerto Juan II y tras la ascensión al trono de Enrique, Isabel sintió tanto su pérdida que fue supuestamente acometida de una enajenación mental, por lo cual fue confinada junto a sus dos hijos, su madre y un pequeño número de sirvientes, al castillo de la villa de Arévalo. Muy similar al caso de Juana la Loca, su abuela Isabel de Portugal también presentaba un clínico de depresiones y actitud melancólica. Y de la misma forma, también es complicado saber si existió realmente algún tipo de trastorno mental tras su súbita reclusión.

En conclusión, existen sin duda innumerables pruebas que sugieren que Juana de Castilla era efectivamente demasiado inestable para confiarle el gobierno. Muchas veces se ha argumentado que Juana heredó su locura de su abuela materna, Isabel de Portugal. Aunque no hay indicios suficientes para emitir un diagnóstico clínico, si nos limitamos a decir que Juana era excesivamente imprevisible para gobernar, entonces las evidencias de un comportamiento fuera de lo normal resultan abrumadoras. Lo cierto es que su actitud fue tan anómala que hasta sus últimos días su familia temió sinceramente que estuviera poseída por el diablo. 

Aingeru Daóiz Velarde.-







BIBLIOGRAFÍA



Luis Cantalapiedra Cesteros. Juana la Loca: reina de España.

Manuel Fernández Álvarez. Juana la Loca, la cautiva de Tordesillas.

Juan Luis González García . Saturno y la reina "impía". El oscuro retiro de Juana I en Tordesillas.

Bethany Aram. Marcial Pons. La reina Juana: gobierno, piedad y dinastía. 





 


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