LA BATALLA DE MENDIZORROTZ, EL
ÚLTIMO TRIUNFO CARLISTA.
Podríamos definir al Carlismo, como una legión de legitimistas, tercos
caballeros de un pasado turbulento y bullicioso, en el que don Carlos y sus
herederos traspasaban el umbral de unas fronteras hostiles disfrazados de
sombra, arrastrando en su historia la epopeya de una interminable batalla,
vencidos sin resignación ni tregua y asidos a la tradición que los observa
impasible desde un rincón de la historia, o como peregrinos obcecados en un
ideal convertido en conspiración en el exilio, como caballeros Cruzados a la
espera de una oportunidad en el tiempo para levantarse de nuevo en un perpetuo
ensueño al grito desesperado en sus gargantas de Dios, Patria y Rey, y lo
hacían ciegos en la locura de su razón, absortos en su sentimiento justo, para
volver de nuevo a empuñar sus lanzas ante la confusa restauración de la
infamia, regresando proscritos desde el resignado horizonte del olvido para
combatir de nuevo a la usurpación, como mejor sabían hacerlo, levantando a los
vientos la Cruz de
Borgoña, agarrada con furia de las manos del alférez caído, para volver a
hondearla en la vorágine atroz de un ataque a bayoneta calada, o montando al
acecho en la ribera de un río, cuyo puente románico los observa en silencio
detrás.
La batalla de Mendizorrotz
constituyo el último triunfo del ejército de Don Carlos VII ; las
alturas de Mendizorrotz se hallan situadas entre San Sebastián y Orio y forman
parte de la cordillera de Igueldo, la que los carlistas tenían bastante fortificada.
La línea que cercaba San Sebastián se extendía desde Arichulegui, en las
estribaciones de la Peña de Aya (llamada también de las Tres Coronas), al monte
Igueldo, pasando por Astigarraga, Urcabe y siguiendo por Lasarte y cauce del
rio Oria. La liberal se extendía desde Irún a San Sebastián, pasando por
Oyarzun, Hemani, Oriamendi, etc., y era aproximadamente la misma que en la
anterior guerra civil dio lugar a la famosa batalla de Oriamendi. En
la imagen, fuerte de Mendizorrotz.
Pocos días después el General
Moriones en persona desembarcó en Guetaria con 10 batallones, con el propósito
de flanquear la línea carlista e invadir Guipúzcoa por aquel lado, en
combinación con la guarnición de la capital, que aun contaba con una docena de
batallones a las órdenes de Morales. Este lanzó sus fuerzas contra la izquierda
carlista, que mandaba el Brigadier de artillería Rodríguez Vera, quien tan solo
contaba con los batallones 5° y 6º de Guipúzcoa y algunas piezas de artillería.
Enterado dicho jefe de la inminencia
del ataque, pidió al Comandante general de Guipúzcoa, don Eusebio Rodríguez San
Román, que le enviara rápidos refuerzos, y este destacó en el acto al 11 de
Navarra en su apoyo. Los carlistas contaban en la cordillera de Igueldo con
varios reductos, entre ellos los de Bordacho, Vidarte, Olayaundi y
Mendizorrotz. Las fuerzas de Morales se lanzaron decididas, principalmente
contra el reducto de Vidarte, que defendía el bravo Comandante Muguerza, quien
cumplió admirablemente la orden recibida de entretener todo el tiempo posible a
las fuerzas que avanzaban, replegándose a Celalayaundi con el mayor orden.
A la vez era atacado violentamente
el fuerte de Bordacho, que fue defendido valerosamente por el oficial don León
Trechu, al frente de 40 voluntarios. Los liberales llegaron hasta los fosos,
que defendió Trechu con fuego de fusil y granadas de mano; y cuando aquellas y
los cartuchos se terminaron, a pedradas y a tejazos. En lo más duro de la
refriega vio llegar a dos compañías guipuzcoanas y a otras dos del 11 de
Navarra, conducidas por el propio Brigadier que mandaba aquel sector y por el
Coronel Dávila. Este refuerzo obligó a retirarse a los liberales, que dejaron varios
muertos dentro de los fosos.
El combate continuaba con
encarnizamiento en otros puntos de la izquierda de la línea, y para reforzarla
llegaron en lo más crítico de la pelea dos compañías del 7° de
Guipúzcoa, que mandó desde Andoain el Brigadier Aizpurua, y otras dos del 2º de
la misma provincia.
También se luchó encarnizadamente en
Bordacho, que los liberales ya lo creían totalmente dominado; pero se hallaban tan
enardecidos los voluntarios carlistas que, aun después de haber puesto pie en
los fosos del fortín sus contrarios, tuvieron fuerza y entusiasmo suficientes
para aniquilarlos.
En esta última batalla se
distinguieron extraordinariamente todas las unidades guipuzcoanas que en ella
tomaron parte y el 11 de Navarra, y sufrieron los carlistas bajas
dolorosísimas, como la del coronel don Cipriano Blanco, que mandaba el 5.Regimiento de
Guipúzcoa, y el Teniente Coronel don Miguel Eguiazu, que mandaba el 11 de
Navarra, los cuales realizaron actos de tal heroísmo que bastan para rodear de
una eterna aureola el recuerdo de su vida.
El parte oficial hace resaltar también
la actitud heroica del capellán de artillería don Pedro Lasarte, del Comandante
General de Marina don Federico Aurich, del Teniente Coronel de artillería
Torres del Bordari, Esteban Tamborena, que cogiendo el fusil de un soldado enfermo
se unió a las fuerzas del 5.° batallón de Guipúzcoa y corrió en socorro de los
héroes de Bordacho, que se hallaban sitiados por fuerzas veinte veces
superiores…En la imagen, avance carlista a bayoneta calada
en batalla de Mendizorrotz, el el 29 de enero de 1876. Representa la carga
a bayoneta durante la batalla y la muerte, por bala, del Coronel Blanco. Es una
reproducción de un cuadro al óleo de Ricardo Balaca.
Moriones, que se hallaba a la
retaguardia del lugar de la lucha en Zarauz y Guetaria, permaneció inactivo,
cuando pudo muy bien haber atacado por aquel lado, cogiendo a las fuerzas de Rodríguez
Vera entre dos fuegos.
Los batallones de Morales de los Ríos
se retiraron vencidos a San Sebastián.
Cuando se piensa que unos cientos de hombres atacados de frente por varios
millares y teniendo a la espalda más de doce batallones enemigos pudieron
conseguir tan señalado triunfo, en vísperas del fracaso total de la guerra del
Norte y cuando las divisiones vizcaína y alavesa habían casi desaparecido y la
navarra se hallaba desorientada, es preciso inclinarse ante el heroísmo de las
tropas guipuzcoanas y navarras que llevaron el peso de la batalla de Mendizorrotz
y descubrirse ante quienes tan alto dejaron el honor de las armas en aquellos días
de febrero de 1876.
Pero de nada sirvió este triunfo.
Eran tan enormes las masas de tropas liberales que cayeron sobre el país vasco
y Navarra, que aun sin luchar, por el propio peso de la masa, tenían que aplastar
a los voluntarios de Don Carlos…Mendizorrotz, fue el último triunfo
de las fuerzas carlistas , el espíritu de la Tradición, les hacía
luchar de forma encendida en el fragor de la batalla, no temían a la muerte, y
era de resaltar la terrible crudeza de sus cargas de infantería a bayoneta
calada, y las lanzadas abiertas de caballería, ante el atroz estruendo de la
fusilería sálica.
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